La vida del Dr. Crescenti es extraordinaria, no se parece a ninguna otra. El médico al frente del SAME llegó en 1991 y se quedó hasta el 98, volvió en 2006 y hasta nuestros días es el director general del SAME. El emergentólogo eligió vivir una vida de mucha adrenalina. No nos podemos imaginar el SAME sin Crescenti.
— Para nosotros es una descarga continua de adrenalina. Vos salís, pero no sabés con lo que te vas a encontrar.
— ¿En qué momento empieza a circular esa adrenalina?
— Cuando suena la central operativa 107. Como esta mañana el accidente de colectivo con auto.
— ¿Todos los días?
— Todos los días.
— Cumpliste 70 años. Podrías haberte jubilado, sin embargo seguís poniendo el cuerpo todos los días. ¿Por qué?
— A mí me gusta trabajar. Siempre quise ser lo que soy, el director de emergencias de la Ciudad. Me fui formando, me propuse serlo, hoy estoy orgulloso del sistema que conduzco. Es fantástica la cantidad de gente que me acompaña, conductores de ambulancia, radio operadores, médicos.
— ¿Cómo es tu vida diaria? ¿Te llaman y salís de tu casa en cualquier momento del día? ¿En qué casos?
— El teléfono no se apaga nunca, de noche tampoco. Hay casos que exigen la presencia del ejecutivo para conducir. Pero hay una cosa fundamental: tenés que dar el ejemplo y estar al lado de tu gente. Salgo de acuerdo al conocimiento que tengo de la ciudad. Un incendio, un derrumbe, una explosión, un accidente de tránsito, un accidente ferroviario.
— ¿Cómo se mide el grado de gravedad?
— Cuando hay un incendio de un tercer piso para arriba preparate y salí. Porque el humo tiende a subir. No podés bajar porque están tomados los pasillos y la escalera por donde vos tenés que evacuar y está tomado el ascensor, que jamás tenés que utilizar. Eso te dice que tenés que manejar un operativo de muchas ambulancias, con unidades especializadas de oxigenación. Tenemos cuatro equipos que miden qué porcentaje de monóxido aspiraste, de humo. Si tenés diez partes te empiezo a oxigenar en las ambulancias. Si tenés más de diez te llevo al hospital. En esos casos desplazás unidades de oxigenación, unidad médica de triaje, desplazás motos. Acordate del incendio Pigmento, llevás hasta el helicóptero.
— ¿Está siempre prendido tu equipo?
— Sí, siempre prendido. Sí. Cantan SAME 1 y ya sabés que algo pasó.
— SAME 1 sos vos?
— SAME 1 soy yo.
— ¿Nunca decidiste apagarlo?
— No, nunca apagué. El que maneja emergencias tiene que manejar comunicación y viceversa.
El SAME es un ejército. Crescenti conduce aproximadamente 1.300 empleados entre administrativos, operadores, chóferes y médicos propios. Y cuenta, además, con los médicos de guardia de los hospitales públicos de la Ciudad de Buenos Aires. Tiene 160 ambulancias y 2 helicópteros.
— ¿Cómo hiciste para que no se metiera la política?
— No se tiene que meter la política. Y hay algo que marcó una bisagra. Cuando sucedió la tragedia de Once los dos ministros dijeron “el que conduce el operativo es el director del SAME, nosotros apoyamos lo que él decida”. No es necesario que se meta la política en este sistema.
“TENGO TODAVÍA LA IMAGEN DE LA ÚLTIMA PERSONA QUE SACAMOS DE LOS ESCOMBROS EN LA AMIA”
Estuvo en grandes catástrofes, el atentado a la Embajada de Israel, el atentado a la AMIA, la tragedia de Once.
— Cada una debió dejar una huella en el cuerpo. ¿Cómo protegés tu salud?
— Por suerte no fumo, no tomo alcohol. Practicaba deportes, ya no. Me gusta caminar. Me cuido todo lo que puedo porque uno tiene que estar en la mejor forma física. Subirse y bajarse de un helicóptero, subir a un móvil y bajarse. Te exige un esfuerzo y uno tiene que estar preparado para eso. Huellas te dejan. Yo tengo todavía el rostro de la última persona que sacamos de los escombros en la AMIA. Tengo su imagen.
— ¿Qué hacés cuando te aparecen esas imágenes tremendas?
— Lo importante es que vos puedas apoyar la cabeza y dormir. Somos seres humanos, también seguramente hemos cometido errores. Si tenés ese sentido culpógeno, un día te tapas con la frazada y no vas a trabajar. Ese día te tenés que retirar.
“UNO DESPUÉS LLORA EN SU CASA, LLORA CON SU EQUIPO”
— Se ha muerto gente en tus brazos. ¿Cómo hacés?
— Uno después llora en su casa, llora con su equipo. Como cuando perdimos a la segunda jefa de bomberos en Iron Mountain, que murió en mis brazos prácticamente. Fijate que pasaron años y sin embargo la “caja negra” sigue rebobinando.
“CHICOS MUY JÓVENES SE INCENDIABAN POR DENTRO POR EL CONSUMO DE SUSTANCIAS”
— Nunca desaparecen esas imágenes.
— No. Esas imágenes no van a desaparecer, te van a acompañar toda tu vida.
— ¿Te quebraste en algún un operativo?
— Sí, varias veces. Después de Time Warp… Vos no podés entender como siete, ocho chicos muy jóvenes se incendiaban por dentro.
— La droga.
— Por el consumo de sustancias. Toman líquido porque lo que desarrolla este tipo de sustancias, la cocaína, el Superman, la píldora rosa, es una hipertermia maligna. El cuerpo con 42, 43 grados de temperatura.
“LOS VI MORIR. A LA HORA QUE TIENEN QUE ESTAR EN SUS CASAS”
— Cuando llegaste a la fiesta Time Warp ¿en qué estado estaban los chicos?
— Muy mal. Yo me encontré lamentablemente con dos fallecidos en un costado. Esa imagen me dio muy mala impresión operativa.
— Había también chicos intoxicados.
— Sí, muchos chicos intoxicados. Si a vos te avisan que uno de los chicos jóvenes está con un paro cardíaco y lo están reanimando arriba de la ambulancia yendo hacia el Hospital Rivadavia, que hay otros dos con paro cardíaco y los están llevando al Hospital Fernández, ya tuviste que declarar el alerta rojo. Sabés que te vas a encontrar con algo muy grande. Y no me equivoqué, porque cuando a las seis y media de la mañana tomé la Costanera vi un reguero de botellas de agua mineral que me fueron llevando hacia la zona de impacto.
— ¿Te impactó porque tuviste que recoger chicos muy jóvenes?
— Sí. Y porque pese a los esfuerzos extraordinarios que se hicieron en los shock room de los hospitales los vi morir. A la hora donde tienen que estar en sus casas. Les expliqué el síndrome de la cama vacía a los padres. Tienen que estar en sus casas.
— ¿En esos momentos pensás en tus hijos?
— Por supuesto. Todos lo primero que hicimos ese día fue llamar a nuestras casas a ver dónde estaban nuestros hijos. Es lógico.
— ¿Cómo protegés tu salud mental? Ustedes tienen un equipo de psicólogos y psiquiatras.
— Cuando volvemos, ese equipo está permanentemente con nosotros haciendo lo que se llama el “the very thing”. Nos juntamos todos y empezamos a hablar. Y hablás, y hablás y hablás. Por ejemplo, el psiquiatra y el psicólogo están ahí, donde estás vos, y me están mirando. Si yo me congelo y ya no puedo dar órdenes tienen la orden de sacarme de un brazo y que otro conduzca. Eso es que te “frizás” o que entraste en pánico. Después de la fiesta electrónica hubo equipos que tuvimos que licenciarlos una semana, diez días, porque fue muy, muy fuerte.
— De la tragedia de Once deben quedar imágenes imborrables.
— El vagón de Once no se lo deseamos a nadie los que estuvimos adentro del vagón. Ni a tu peor enemigo. Tener 150 personas en 6 metros cuadrados mirándote a los ojos, gente ha fallecido o próxima a morir y saber que tenés una determinada cantidad de tiempo para sacarlos. Se nos ocurrió en ese momento tirarles vaselina y agua para hacerlos resbalar. Nosotros acomodamos casi 800 heridos en los hospitales. El vagón es una imagen durísima.
— ¿Cuánto tiempo necesitás para reponerte?
— Te vas a sorprender, pero automáticamente al día siguiente tenés que salir. Si seguís pensando dos minutos es posible que optes por irte. Tenés que reponerte saliendo rápido de esa situación.
“ESTAMOS MUY PREOCUPADOS POR LAS AGRESIONES QUE RECIBIMOS”
— Estás hablando como si hubieras vivido en una guerra.
— Exacto. El día a día nuestro, aunque te parezca mentira, es un desafío para tratar de salvar a un ciudadano, a un vecino que nos necesita. Y te digo más, estamos muy preocupados por las agresiones que recibimos.
— ¿De parte de quiénes agresiones?
— De los ciudadanos a veces. La semana pasada tuvimos ocho.
“UNO AMENAZÓ CON PRENDER FUEGO AL MÉDICO”
— ¿De la nada?
— De la nada. Llegás, “usted lo tiene que llevar a mi papá a su obra social”. Nosotros los trasladamos a hospitales. Uno amenazó con prender fuego al médico.
— ¿En medio de la emergencia?
— Sí. en medio de una emergencia. Es muy, muy difícil el trabajo.
— ¿Desde cuándo pasa esto?
— Está pasando hace rato. Lo venimos advirtiendo. Es increíble. Es como si en la guerra no se respetara levantar los heridos. Lo hemos denunciado también.
— ¿Por qué suponés que pasa?
— Nosotros no podemos solucionar otros problemas que no sean médicos.”
“TAMBIÉN SE LA AGARRAN CON LAS AMBULANCIAS. UN PIEDRAZO, UNA PATADA.”
— O sea, la gente está enojada por otras cosas.
— Que no se la agarre con nosotros. Nosotros lo vamos a ayudar, no se la puede agarrar con vos. También se la agarran con nuestras ambulancias. Un piedrazo, una patada. Porque creen que las ambulancias son de… No. Las ambulancias del SAME son tuyas, mías, de todos, porque pagamos los impuestos. No son de.
— ¿Desde cuándo la gente es tan agresiva?
— Estos últimos tres o cuatro años son muy agresivos. Es un porcentaje minúsculo, la gente es muy agradecida, te levanta el pulgar. Pero cierta gente realmente es preocupante. A ciertos lugares vamos con protección policial.
“MUCHA GENTE QUE ESTÁ EN LA CALLE SE PONE MUY AGRESIVA Y TENEMOS QUE IR CON LA POLICÍA”
— ¿A barrios difíciles?
— A barrios difíciles. Hay mucha gente que está en la calle, que a veces se pone muy agresiva y tenemos que ir con policía.
— Lo que sí estamos viendo en la calle son asesinatos de la mano de gente con problemas mentales. La muerte de la policía Maribel Salazar. O la muerte del policía del policía en la esquina del MALBA.
— Sí. Esto es novedoso también.
— En cualquier caso vos y tu equipo tienen que tomar decisiones en segundos.
— Sí, porque la medicina de emergencia es una medicina de observación. Tenés que observar al paciente, revisarlo, tocarlo.
— ¿En el momento de la emergencia eso es lo que vale?
— Es fundamental. Podés tener una persona que está con un politraumatismo y empieza a decir: quiero ver a mis hijos. Llevalo rápido al hospital. Porque de afuera no tiene nada, pero está haciendo una hemorragia en dos tiempos a nivel de su complexión física. Le ves el color de la piel. Le ves la dificultad que tiene. Le ves el pulso acelerado. Llevalo al hospital porque se muere.
— ¿Qué funciona en esos momentos de decisión? ¿Funciona el conocimiento? ¿La empatía?
— La observación. La empatía. La experiencia en la vía pública, por eso es una profesión esta que es distinta a nuestro colega de consultorio.
“NO PENSÁS EN ESE MOMENTO, TENÉS QUE ACTUAR. TUS EMOCIONES NO TIENEN QUE QUEBRARTE”
— ¿La racionalidad? ¿Tenés que ser frío?
— Sí, sí, muy frío. Tus emociones en ese momento no tienen que quebrarte o sacarte decisiones. No pensás en ese momento, tenés que actuar.
— ¿Durante la pandemia dejaste de convivir con tu familia?
— Sí. Nosotros fuimos la primera línea. ¿Viste que parecíamos Teletubbies? Fuimos los primeros que instalamos esas máquinas de ozono. Me criticaron, ¿para qué querés esto? Creían que no servía. Y cuando en 2017 traje el modelo de las ambulancias cuadradas con luces ultravioleta y pintura nanotecnológica, también me criticaron. Cuando vino la pandemia, a esas ambulancias con luces ultravioleta y nanotecnología, en 10 minutos prendías las luces, las desinfectabas y volvías a salir. No teníamos información, era prácticamente jugar tu vida. A tu casa no podías volver. No podías saludar a tu familia. A tus hijos no los podías ver. Te tenías que cambiar en el palier.
— Durante meses.
— Meses. Durmiendo en otro lado.
— ¿Cayeron en pozos depresivos durante ese tiempo?
— Sí. Perdimos un médico nuestro que entró a reanimar, estuvo con su camisolín, y tuvo un paro cardiorrespiratorio. Lamentablemente se contagió de Covid. Automáticamente después de esa ambulancia se empezó a sentir mal, a las seis horas estaba en terapia intensiva, a las dos semanas se murió. Eso golpeó mucho al sistema. Costó mucho rearmarse. Nos golpeó a nosotros. Tenés temor, ¿y si el próximo soy yo? Y ninguno bajó los brazos. Por eso, palmaditas en la espalda, no.
— ¿Hablás de políticos?
— Sí, sí.
— Sé que no haces terapia.
— Tengo una familia muy continente. Es muy difícil, nuestras familias se han aguantado cada cosa... Le sacás mucho tiempo a la familia.
— ¿Nunca te deprimiste con todo lo que atravesaste?
— No. Estuve primero siete años, cambió la gestión, estuve 10 años afuera. Y después me preparé para volver. No me avergüenza decirlo, cuando uno es joven tiene su soberbia, y yo volví sin soberbia. Y sin ningún ansia de poder. ¿El poder sabés para lo que lo necesitás? Para levantar el teléfono. No nos falta nada, los equipos son muy fuertes. Pero tenés que demostrar gestión. Yo no te voy a pedir un equipo que mal use o no necesite.
— Vinieron desde Suecia para copiar los protocolos que pusieron en marcha durante la tragedia de Once. El primer mundo vio un SAME muy profesional que quería replicar.
— Exacto. Tenemos tres escuelas, escuela propia de radio operadores, escuela propia de conductores de ambulancia del SAME y escuela de entrenamiento y capacitación permanente de médicos de auxilio.
“SE MATA LA GENTE, SE MATA CON UNA FACILIDAD…”
— Los más jóvenes mueren principalmente en accidentes de tránsito. Eso lo ven y lo viven todos los días.
— Sí, eso es lo que más nos afecta. Es lo que no logramos a través de campañas. A veces digo ¿pero estará bien que les diga tantas veces lo mismo? Se nos siguen muriendo.
— ¿Qué es lo que decís tantas veces?
— El que toma no maneja. Tolerancia cero. No me vengas con media copa, una copa. Si vas a una fiesta, designá a alguien que tome gaseosa, agua. El uso del celular indiscriminado manejando, no es posible lo que vemos en la calle. Ahora se sumaron las patinetas que andan a 50 km/h. No hace mucho tiempo levanté a una chica con patineta, un desastre. Las bicicletas en las bicisendas, pero por favor muchachos respeten los semáforos. Es también para las bicicletas. Y el no respeto por las velocidades máximas. Cuando uno va afuera y ponés un pie en la senda peatonal paran, acá te pasan por encima.
— ¿Cómo definís lo que ves en la calle?
— El “no me importa nada, está todo bien”. Total no va a pasar nada. Y, no respetar ninguna ley de tránsito. Nada.
— ¿Generalizado?
— Vos viste lo que pasa en la Panamericana? Vas tranquilo y por ahí vienen zigzagueando a 150, 170 km/h. Se mata la gente. Aunque te parezca mentira, se matan con una facilidad… No somos inmortales. Además, hay gente que no usa el cinturón. Un auto con doble airbag, si no te ponés el cinturón, la explosión del airbag te saca por la luneta trasera. Un chico de menos de 12 años no puede ir adelante. El pequeño tiene que ir con la silla como corresponde. Hay muchas cosas.
— El “no me importa nada” es en los adultos también?
— Es para todos. Cada dos por tres por un toque de auto, alguien saca un arma o te pega un palazo o una herida cortante con un arma blanca. Podés perder la vida por una situación que el chapista puede arreglar.
— A los 70 te vemos todos los días en la calle.
— Sí. Mi mamá falleció a los 100 años. Debe ser genético. Hay gente que no va a entender o no va a estar de acuerdo conmigo, yo creo que el trabajo te dignifica y te hace estar bien porque tenés un norte. No me preguntes cuál, tenés un norte. Tenés un trabajo tenés que cumplir. Y que tenés que ir todos los días con un fin a hacer algo en este caso por los demás. A veces te pasás de revoluciones, un día terminé en unidad coronaria con un cuadro hipertensivo. Es lógico. Pero por suerte cuanto más me presionan mejor funciono. Y eso lo sabe mi equipo, cuanto más me presionan mejor funciono y más tranquilo estoy.
— ¿Qué te presiona?
— Por ejemplo, un operativo de gran magnitud donde ves que cae la gente, que se muere, ahí yo bajo el umbral. Porque si subo el umbral o empiezo a gritar y doy una orden extemporánea, el operativo va a ser un fracaso estrepitoso. En un gran operativo tenés tres parámetros que no podés obviar: única voz de mando, cordón de seguridad policial y comunicaciones .
— Simultáneamente.
— Sí. Es lo que tenemos en la central operativa 107 que es espectacular, es una de las más grandes de América del Sur. Tenemos todo. No nos falta nada.
“ESTAS COSAS EN LOS LIBROS NO ESTÁN”
— ¿Si tenés un deseo qué pedís?
— Lo que pido ahora es que los médicos que se reciban si quieren aprender medicina en serio vengan con nosotros primero. No se van a arrepentir. Cuando doy clases, estas cosas en los libros no están.
— ¿Vos decís que las emergencias enseñan?
— Exacto. Si un vecino te toca el timbre una noche, no le podés decir: soy dermatólogo. Vos sos médico. Para eso tenés una currícula. Tenés que saber, sos médico.
— Lo pendiente es explicarles a todos los médicos que deben pasar por las emergencias.
— Que pasen por las emergencias, que pasen por nuestro sistema. Los que han venido a la Facultad y están con nosotros hace muchos años, lo mejor que te puede pasar es que te digan: tenías razón en las clases que dabas, ahora lo comprobamos. Una cosa es que des la clase y otra cosa que lo comprueben en vivo y en directo.
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