Es el creador, guionista, director de películas y de series inolvidables. El secreto de sus ojos; El mismo amor, la misma lluvia; Luna de Avellaneda; El hijo de la novia; Vientos de agua y muchas más. Juan José Campanella es ahora, además, el creador y dueño del flamante teatro Politeama. Después de más de 80 años en que no se inaugura un teatro en la ciudad de Buenos Aires, luchando contra viento y marea, lo construyó. En la temporada 2023 está a punto de poner en escena en su propio teatro Parque Lezama, la obra que estrenó hace 10 años con Luis Brandoni y Eduardo Blanco y que se mantuvo durante cuatro años en cartel.
— No podés abandonar Parque Lezama y tampoco a tus actores.
— Es que te juro que yo amo la obra y puedo hablar sin fanfarronería porque no la escribí yo. Y la perseguí 30 años, te juro. Fue gracias a recibir el Oscar que finalmente me dejaron hacer los cambios que quería hacer. Y ver a Eduardo Blanco y a Beto Brandoni es algo que le diría a la gente que no se lo pierda, porque no sé cuánto tiempo se va a repetir.
— Algunos la hemos visto más de una vez. Y quizás iremos a verla tres.
— Ojalá. La primera vez la disfrutás mucho por cómo te va sorprendiendo y la segunda vez, al saber lo que va a venir, la disfrutás hasta con anticipación.
— ¿Trabajás en Estados Unidos, en España, tu domicilio es definitivamente la Argentina?
— Sí. Se dieron muchas cosas. Yo me fui para hacer dos capítulos de La ley y el orden en diciembre del 19 y en marzo del 20 estábamos haciendo el segundo y llegó la pandemia, la cuarentena. Como parecía que iba a durar quince días y me habían ofrecido otro capítulo nos quedamos ahí y en septiembre se reanudó la serie, hace 20 años que trabajo en ella. Después vino la primera temporada de la miniserie Los enviados en México y la segunda que fue en España. Mientras tanto acá estaba inaugurando un teatro.
— Decidís vivir en la Argentina con todo lo bueno y lo malo que tiene.
— Y, ahora está el teatro. Me ata, es más que un hijo. Con el hijo viajamos, con el teatro no (risas).
— El proyecto empezó cinco años antes de la inauguración, atravesaste un montón de dificultades. Las butacas, por ejemplo, ¿estuvieron un año en el puerto?
— Así es. Un poco más de un año y no nos dejaban sacarlas. Mientras tanto, por supuesto, pagábamos el depósito. Esas cosas que pasan aquí.
— Las luces, cuanto más caro fue comprarlas acá que en Estados Unidos?
— El 300% más salían, sí. Pero hubo un problema casi peor. Había un teatro que yo conocía que estaba renovando todo su parque de luces y prácticamente nos regalaban las luces anteriores, apenas tenían tres años de antigüedad. Así y todo, que fueran regaladas, teníamos que pagar una bestialidad de impuestos aduaneros. No las pudimos traer.
— Cuando decidiste invertir en un teatro, buscar socios, ¿llamaste a un economista, a un financista, hiciste un presupuesto?
— Hay un crédito bastante grande, mucha plata. Pusimos todos nuestros ahorros con mis socios, Muriel Cabeza, Martino Zaidelis y Camilo Antolini, somos cuatro que hace 20 años trabajamos juntos. Pusimos los ahorros personales y los de la productora. Pero además, hay un crédito que tardó un año y medio para que nos lo otorguen y hubo que hacer por supuesto el modelo de negocios. Explicarles cómo es el negocio del teatro, porque si uno quisiera sacar un crédito para hacer vasos es mucho más sencillo, todos lo entienden, el teatro no (risas). En el teatro el éxito o el fracaso es muy difícil de explicar. Es imposible de explicar, es imposible de predecir.
— Porque es aleatorio
— Exacto. Aleatorio es la palabra, porque uno pone el mismo trabajo, el mismo esfuerzo y la misma capacidad y unas funcionan y otras no.
— ¿En esos años, en ningún momento dijiste: ‘ya está, no puedo, no puedo con todas estas dificultades’?
— No, en un momento al principio con el tema del crédito, quería que fuera todo absolutamente cuidadoso. Después ya estábamos en el baile había que bailar (risas).
Te puede interesar: Guillermo Cóppola con María Laura Santillán: “Para mí, en el último penal Messi le pidió ‘uno más, Diego’”
“YO ESTOY PREPARADO PARA LO PEOR. ESTOY PREPARADO PARA PERDER TODO”
Hay que aclarar que no se trató de la remodelación de un teatro, sino que fue una construcción que empezó en un terreno baldío en uno de los momentos más críticos de la Argentina.
— ¿Pensabas que había un futuro mejor por venir?
— Sí. Empezamos a fines de 2017. Sí, efectivamente había otras esperanzas. Otro modelo de negocios era (risas). Después vino el 18 que fue un año duro y de ahí en más fue todo barranca abajo.
— ¿Ahora cómo ves el futuro?
— Prefiero el día a día y no tratar de analizar el futuro. Como decía Dale Carnegie en su libro ‘Cómo ganar amigos e influir en los hombres de negocios’ (risas), ¿te acordás que fue como el primer libro de autoayuda de la historia? Decía: hay que prepararse para lo peor esperando lo mejor. Me quedó siempre esa frase. Yo estoy preparado para lo peor. Estoy preparado para perder todo.
“ES MÁS FÁCIL UBICAR AL CONTRINCANTE QUE AL ALIADO”
— Esta idea de no analizar el futuro está relacionada con tu decisión de no hablar de política públicamente? Hace un tiempo tomaste esa decisión.
— Sí. Después de las elecciones de medio término, sí. Es hora de que hablen un poco los que se dedican a eso. Es más fácil ubicar al contrincante que al aliado. Así que prefiero ver qué va a pasar.
— Retirarse y observar?
— Por otro lado me parece que como sociedad tenemos que darnos cuenta, yo ya me di cuenta, que cualquiera sea el camino que sigamos va a ser muy difícil. Muy difícil y muy duro. No podemos esperar una vez más ser Suiza en tres años porque no va a pasar y así vamos a saltar de la sartén al fuego una vez más.
— Hubo un acontecimiento, un momento, un punto de inflexión en que dijiste: no voy más a la radio, no voy más a la tele?
— Me cansé. Llegó un momento en algún reportaje, no me acuerdo cuál era, en el que dije: ya está. No me salían las palabras. Como ahora, no me salen las palabras. No me quiero pelear más. No quiero discutir más. La gente sabe lo que pienso y sigo pensando lo mismo. No es debilidad en la convicción sino que simplemente me parece que estamos todos muy golpeados, fueron años muy duros, todos hemos tenido mucha muerte al lado de gente muy querida, o casi muertes. Me acuerdo con el Covid que un fin de semana estuvieron mi hermano y mi cuñada en terapia intensiva, fueron años muy, muy duros. Con la economía ya sabemos todo lo que pasó y lo que pasa. La verdad que seguir tirando leña al fuego me parece casi innecesario. Entonces estoy esperando escuchar algo de esperanza en algún lado para ver dónde apoyo. Me gustaría el año que viene sí poder hablar, poder tener alguna convicción para defenderla desde lo público.
— ¿Confiar en alguien?
— Sí.
— Estamos todos muy enojados.
— Se nota mucho al llegar. Estuve algunos meses afuera y lo notás en la poca paciencia que hay. No es la grieta en este caso, hay desánimo. Como no se sabe con quién enojarse entonces se traduce en una irritabilidad medio inexplicable que salta. Lo noto en la calle.
Te puede interesar: Gonzalo Bonadeo con María Laura Santillán: “Messi es meritocracia en estado puro”
— ¿Qué significa “no se sabe con quién enojarse”?
— No nos pueden decir que todo lo que pasa es por la pandemia o por la guerra en Ucrania porque la pandemia y la guerra pasaron en todo el mundo y esto que pasa, pasa solo en Argentina. Claro que hay inflación más alta en todo el mundo, pero no 100%. Ves que ya me agota de solo… (Risas)
— No te quiero agotar.
— De solo pensarlo. Estamos cansados. Cuando yo era chico en las fiestas éramos la casa que recibía a la familia. En los 60 y los 70, todavía había familias extendidas, éramos cuarenta, cincuenta en cada fiesta. Primos y primos segundos, tíos, primos de mis viejos. Ahora se junta la línea directa, padres e hijos con hermanos. Muchos tienen la mitad de la familia afuera. Cuando era chico, no conocía a nadie fuera de la Argentina, no teníamos ningún familiar afuera. Esto es durísimo, durísimo.
— ¿Ahora tenés gente afuera de tu familia?
— Sí, un primo, mucha gente. Y están los que se quieren ir. Hay mucho desánimo. Así que lo que necesitamos es alguien que nos dé esperanza real. No “con fe, con trabajo”, con eso no. “Si somos todos buenos… “, pero pasa que no somos todos buenos, somos todos seres humanos. Entonces, cuál es el camino real que uno se pueda creer? Muchos tenemos esperanzas de que pueda cambiar el gobierno, ok. ¿Pero qué pasa cuando hay factores de poder que te dicen “si cambia el gobierno vamos a empezar la guerra desde el primer día”? A mí me gustaría que alguien me explique cómo se va a pelear o evitar o lidiar o contener a esos factores que sabemos que cuando están en la oposición son peores que cuando están en el gobierno.
— En general no se los puede contener.
— Y claro, hasta ahora mucho no se logró.
— ¿Por eso también es el agobio general decís?
— Creo que es algo que la gente percibe que es difícil.
— Lo malo del agobio además es que después viene la depresión.
— Claro. Y después la irritabilidad. Con la depresión viene la irritabilidad. Esto se nota irritación, irritación en la calle.
— La tuya cómo la combatís. Tu propia irritación. Salís a la calle y te encontrás con los que contestan mal, con la gente enojada.
— Sí, hay que tener temple.
“LO QUE ESTOY HACIENDO ES BORRAR LOS TWEETS. UNA HORA DESPUÉS LOS BORRO PORQUE YA ME SAQUE LA BRONCA”
— ¿Dónde está hoy la expresión de tus opiniones? Cada tanto ahora veo un tweet publicado.
— Cada tanto, sí. Es que a veces que a la noche, llego a casa, me pongo a leer el diario, Twitter o lo que sea y digo: no, no puede ser. Lo que estoy haciendo mucho es borrar los tweets. Lo digo para que no piensen que es por cobardía.
— ¿Viejos?
— Sí. Te digo por qué. Cuando pasan dos o tres días los borro, porque se usan tres años después referidos a otro contexto que no tiene nada que ver, que no podés explicar. Uno a veces ni se acuerda a cuento de qué venía ese tweet. Entonces los pongo y a veces una hora después los borro porque ya me saqué la bronca (risas).
“LA VACUNACIÓN FUE UNA TRAICIÓN. A LA SOCIEDAD TODAVÍA NO LE CAYÓ LA MONEDA DE LO GRAVE QUE FUE”
— O sea que cuando pones un tweet es que se te escapa la bronca.
— Sí. Siempre trataba de poner algo de humor, me puse muy serio en el tema de la vacunación. Me pareció una traición, creo que todavía a la sociedad no le cayó la moneda de lo grave que fue eso.
— Esos no los borraste.
— No, no, no, esos no los borré. Esos quedan como historia (risas).
— Es muy loco que no te permitas expresarte.
— Ya está, ya la peleé mucho en el 2013, el 14, el 15. Fue muy bravo. Fue más bravo que ahora, hay que decirlo también.
— ¿Fue más bravo con Cristina Kirchner como presidenta?
— Sí claro. Fue muy organizado. Había programas como 6,7,8. Había granjas pagas de gente escuchando para contestar inmediatamente. Pasaron un montón de cosas. A nosotros nos entraron ladrones cuatro veces, rompían todo y no se llevaban nada. Después lo escuché a Moreno decir que eso era una táctica mafiosa. Así que supongo que él sabrá. Me estás haciendo hablar más de lo que yo quería eh (risas).
— No te escuché decir nada sobre la decisión del gobierno nacional de no acatar la decisión de la Corte Suprema de Justicia de devolver los fondos a la Ciudad, por ejemplo.
— No lo estoy siguiendo demasiado porque estoy con el ensayo de la obra. Intuyo que son peleas por llamar la atención, por política. Que a pocos les importa el hecho en sí. Si el mismo hecho pasara en el campo propio lo ignorarían. Es una batalla de ver quién es el peor y entonces trato no de meterme. Creo además que ya sabe todo el mundo las cosas que pasan. ¿Vos les creés cuando se indignan porque tal habló con el juez? ¿Cuando hay audios del otro lado? Hay una crisis de credibilidad, de confianza.
“ME SIENTO CON MÁS FUERZAS PARA LUCHAR CONTRA ALGUNAS COSAS QUE VEO MUY PELIGROSAS QUE A FAVOR DE OTRAS”
— ¿En general, no solamente del lado?
— En general. Por supuesto que hay gente en la que confío más, desde ya. No creo que sean todos lo mismo. El “todo es lo mismo” lo desprecio porque es una simpleza. Me siento con más fuerzas para luchar contra algunas cosas que veo muy peligrosas que a favor de otras cosas. Van a tenerlo muy difícil. Trataré de apoyar todo lo que pueda, pero va a ser muy difícil.
— ¿Vos crees que esta toxicidad de la que querés tomar distancia y este agobio, también lo sufren algunas personas que piensan lo contrario?
— Sí. Estoy seguro. Se nota eso en algunas relaciones personales. Me parece incluso que del lado kirchnerista, hay mucha gente que se está replanteando cosas, que se tiene que dar cuenta.
Te puede interesar: Lizardo Ponce con María Laura Santillán: “Es muy loco hoy decir que me gustan los hombres y vivir sin ocultarme, no era una opción”
— Vos dijiste que lo peor que dejó el kirchnerismo es el país dividido.
— Sí, absolutamente. Porque tiene que ver con lo emocional, y lo emocional es lo que más tarda en curar. Un desengaño tarda más en curarse que una quebradura de pierna. Estas amistades que se rompieron, estas familias que se separaron, no se van a volver a juntar ni se van a volver a formar cuando no esté más el kirchnerismo, no. Va a seguir. Esto va a ser más difícil, mucho más difícil que la economía.
“FUE UN TRIUNFO DE LOS MEJORES VALORES, DE UN EQUIPO DONDE NO HAY UN FANFARRÓN”
— Hubo un momento de ilusión el 18 de diciembre cuando ganamos el Mundial, salimos a festejar todos juntos.
— Yo que no soy futbolero, me encanta este equipo, he twitteado un montón de fútbol, cosa que nunca en la vida. Me gusta mucho humanamente e individualmente.
— ¿No sentiste ese día a la Argentina toda unida?
— No, no. Simplemente que a todos nos gustan las milanesas también, no nos vamos a pelear por todas las cosas (risas). Pero esto fue una pasión, se ganó bien, jugando bien, no por suerte. Estrenos, velorios y finales con penales, esas son las cosas que sufro. Sí, fue un triunfo a todo nivel. No hubo manos cuestionables, no hubo picardías. En el fútbol hay que apelar a todo y si el referí no lo vio, la famosa mano de Dios, es parte del reglamento. Pero no estuvo eso, el equipo jugó maravillosamente, fue un triunfo contundente. Un triunfo de los mejores valores, de un equipo donde no hay un fanfarrón. Además, el hecho de que lo haya ganado un técnico al que se le tiró en contra todo el mundo…hay un clip de Maradona diciendo que Scaloni no servía para nada, que tenían que sacarlo rápido, que no podía dirigir nada. O sea, es Dios diciendo que vos no servís para nada. Salir campeón, lo disfruté como loco.
— ¿Sos anti Maradona?
— No, para nada. Estoy a favor del tipo que les puede decir a todos que ganó. (risas)
— Lo criticaban a Scaloni diciendo que era inexperto.
— Parece que los inexpertos eran los que criticaban.
“ES LO DE MARÍA ELENA WALSH: ME MUERO SI ME VOY”
— Con trabajo en los Estados Unidos, seguís allí dirigiendo la exitosa serie La ley y el orden, y trabajo en España,¿ por qué elegís vivir en la Argentina?
— Es que es inevitable. Uno a veces se lo cuestiona más que nada por los hijos. Cuando son chiquitos los hijos todavía no aman el país. Entonces el que tiene posibilidades dice: ¿le conviene a él que lo haga amar el país? En un país que es difícil, donde su camino va a ser mucho más duro que en otro país? Eso es lo que se deben estar preguntando muchos en este momento. Yo leo mucho que la gente alienta a los hijos a irse, o que cuando quieren irse no tratan de frenarlos, con todo el dolor que eso ocasiona. Pero para mí es inevitable. Yo estoy contento de ser argentino. Nunca entendí lo de estar orgulloso de ser argentino, porque identifico el orgullo con algo que uno logra con esfuerzo. Nacimos acá, no nos preguntó nadie ni nos costó nada (risas). Cuando miré alrededor, ya estaba en la Argentina. Pero me siento contento de haber nacido en la Argentina y en el momento en que nací por la cultura popular que había, por los actores con los que me crié. Y a esta altura ya es inevitable. Es lo de María Elena Walsh, ¿cómo era exactamente?
— Porque me duele si me quedo pero me muero si me voy.
— Me muero si me voy, exacto.
“MI HIJO NO SÉ SI SABE QUE ES CANAL 13, O TELEFÉ. NO TENEMOS CONECTADA LA TELEVISIÓN”
— Hay algo que se está yendo y te debe costar la despedida, el cine.
— Sí, la crisis más grande de mi vida en este momento. Ayer le mostré a mi hijo que tiene 15 años una copia en Blu-Ray muy buena de El francotirador, la película con De Niro. Él mismo decía: pero esto es imposible hacerlo, no se hace más esto. No, no se hace más. Extraño mucho, mucho, mucho la ausencia de audiencia, eso es lo que me gusta del teatro. La experiencia del teatro hoy en día es ineludible, no hay plataforma que pueda competir con el teatro. Es como el turismo, si vos querés ver París tenés que ir a París. No es lo mismo una película de París.
— Además podés saber cuánta gente se sentó en la butaca.
— Las risas. Cuando ves una obra como Parque Lezama, que es una obra de mucha risa y mucha emoción, te juro que ves gente que se rompe la frente con la butaca de adelante. En tu casa sería: ja, ja, ja, porque estás solo. No es lo mismo, es un contagio, es tremendo. Igual con la emoción, hay una energía. Lo puede comprobar cualquiera. A veces entra a la habitación alguien que con su sola energía y su sola presencia o alegró o amargó la habitación. Imaginate 500 personas, ahora 700 en el Politeama, que estén así largando la carcajada al mismo tiempo. Es incomparable. En tu casa, imposible.
— Entonces el duelo por el cine es inevitable y se compensa con la experiencia del teatro.
— Sí. Hacer una película para que esté dos semanas en los cines no me… Prefiero hacer una serie, me encanta hacer series.
Te puede interesar: Artemis con María Laura Santillán: “A veces me siento fuera del mundo gay”
— A los chicos no los podés llevar al cine. No se bancan la película entera.
— Ese sí que es un cambio que me cuesta mucho asimilar, sí, la cultura del clip. Mi hijo no sé si sabe que es Canal 13, o Telefé. Desde ya que no lo ve nunca. No tenemos conectada la televisión, si no viene por internet no lo vemos en casa. Él ve además, YouTube.
— ¿Qué podemos hacer para que los chicos jóvenes vayan a ver Parque Lezama?
— Ocurre en casi todas mis películas que los jóvenes llegan un poco tarde. El hijo de la novia tenía en el poster dos viejos que se casaban. El Cuento de las comadrejas trata de cuatro tipos que quieren mandar a un asilo. Entonces piensan que es para viejos. A la tercera semana, cuarta semana, empiezan a aparecer los jóvenes y son los que más se ríen, los que más lo disfrutan. Se emocionan también. Pero con el teatro se complica, porque los jóvenes no van tanto al teatro. Yo no iba tanto al teatro cuando era joven. Tiene que ser algo buscado o cuando van a ver a alguien que ya conocen. Yo quería poner descuentos tremendos para jóvenes, para que vengan y que la pasen bien.
— ¿Y?
— A veces hacer esas cosas no se permiten. El teatro es una comunidad pequeña que conversa las cosas, se podría parecer a un dumping feo.
— ¿El teatro puede dejarte una ganancia o será solamente puro placer, puro deseo?
— Me siento con confianza de que dé ganancias una vez que paguemos el crédito, que puede ser dentro de unos 10 años.
“QUÉ BELLO ES VIVIR LA VÍ 104 VECES. ES LA MEJOR PELÍCULA QUE VÍ EN MI VIDA”
— ¿Por qué hay que ir a ver por segunda o tercera vez Parque Lezama?
— Qué bello es vivir, que es la mejor película que vi en mi vida, la vi 104 veces. A mí me gusta mucho ver las cosas de nuevo. Cuando hace muchos años que no la viste, hay gags que te olvidaste. Uno anticipa la emoción y la va sintiendo desde antes. La risa te vuelve a sorprender, uno se empieza a emocionar desde el principio, porque vas entendiendo todo. Te voy a decir un tip del cine: para juntar muchos espectadores es necesario que la vean más de una vez. Nadie hizo 2 millones de espectadores con 2 millones de espectadores. Un profesor de guión me enseñó a poner cosas en la película o en la obra de teatro que solo entendés cuando la viste antes. Están diseñadas para que el tipo que viene por segunda vez o tercera vez tenga otra lectura, que el tipo que la está viendo por primera vez no sabe. Eso se agradece mucho. Yo lo agradezco mucho cuando lo veo y me fijo en ponerlo en todas las cosas que hago. Yo no hago cosas tristes ¿eh? Nunca. Emotivas.
— ¿Hacer llorar no?
— Sí, pero la sanadora. La sanadora. No la deprimente.
— No sufriente.
— No, sufrir no. Si a mí me cobran para que sufra yo los mato (risas). Cuando voy a ver una película que me hace sufrir, la bronca que le tengo a los tipos. No me cobres o pagame algo, pero pedirme que pague una entrada para venir acá y destruirme la vida, no. Yo quiero salir un poquito mejor de lo que entré.
Seguir leyendo: