Por estas horas, Chano Charpentier dejó su internación y empezó su tratamiento ambulatorio. Vive en la casa de su mamá para seguir su tratamiento. La primera internación de Chano fue a los 24 años ¿Cómo es el sufrimiento de los que sufren una adicción? La mamá de Chano es licenciada en trabajo social y trabaja en adicciones desde hace 27 años y desde hace 20 acompaña a su hijo a atravesar lo que atraviesa. Hoy Chano de a poquito, vuelve a dar un paso adelante.
—Generalmente los chicos, los adolescentes prueban, coquetean, arrancan con un porro o lo que sea. Y nunca se sabe quién se va a quedar pegado, quién se va a volver un dependiente de esa sustancia y quién no. Cada vez quedan más, muchos más. Tiene que ver con las sustancias que se consumen hoy y con la naturalización que hay del consumo. Si tenés la mala suerte de que te tocó la enfermedad de la adicción y te quedaste en la dependencia, eso es para siempre. Vas a tener que luchar toda la vida como si tuvieras cualquier otra enfermedad.
— ¿Cuando Chano tenía 20 años te diste cuenta que esto se estaba poniendo oscuro?
— Trabajo en adicciones desde los 27 años, sabía lo que podía pasar si alguno de mis hijos empezaba a consumir, la posibilidad de que se transformara en una persona dependiente. El día que descubrí que había fumado marihuana lo llevé a una institución inmediatamente. Yo sabía dónde, con quién y empezamos un tratamiento. Después influyó un poco la vida que él estaba empezando a hacer, tocar, ser popular, famoso, la noche, el desorden. Hasta que eso se desmadró. Al principio era una adolescente con problemas de conducta, había que prestar atención y empezamos una terapia familiar. Esto le puede pasar a cualquier familia hoy ¿no? Descubrir que tu hijo toma mucho alcohol, o fuma marihuana o lo que sea, así arrancamos ese camino. Ya conocía el otro lado del mostrador porque trabajaba en eso. Me tocó, ¿por qué no a mí? Que sepas sobre algo no quiere decir que no te vaya a tocar. Tuvo su primera internación a los 24 años, así empezó el camino de la enfermedad de la adicción.
DESDE EL PRIMER DIA QUE VI UN CIGARRILLO DE MARIHUANA FUI A UNA INSTITUCIÓN.
— Hay distintos momentos y varios puntos de inflexión. Uno es cuando tuviste que internar a tu hijo por primera vez. Algo impensado, inimaginable.
— Sí. Tremendo. Por eso a las madres les aconsejo AL ANON que es un programa de doce pasos, gratuito, anónimo, es un programa mundial. Desde el primer día que vi un cigarrillo de marihuana fui a una institución y ahí empezó un camino para toda la familia. Cuando llegó el momento de la internación ya conocía a otras madres del grupo llorando porque tenían que internar al hijo y yo decía : ¡ay! por favor, que yo nunca sea esa mamá. El día que me tocó ser esa mamá yo ya sabía dónde tenía que ir, qué tenía que hacer, cómo iban a ser los pasos.
— Los adictos no se quieren internar.
— No. Es difícil que alguien pueda salir de esto solo. Siempre necesitas una red. En aquel momento como las cosas estaban llegando a un punto complicado, mi hijo me dijo: mamá intername. Te estoy hablando de hace 16 años o 18 años, muchos años.
— Después, no pudiste.
— Después no podés. Mi hijo desde hace mil años no vive conmigo. Vos percibís, vos sabés, que necesita ayuda.
CHANO NUNCA DEJÓ DE ESTAR EN TRATAMIENTO
— ¿Sigue haciendo terapia familiar?
— Él nunca dejó de estar en tratamiento. O sea, somos una familia que atraviesa la enfermedad de la adicción. No una persona. Somos una familia. Tengo que estar siempre con la alerta de ver dónde puedo ayudar, dónde acompañar, dónde no hacer esto, sí hacer lo otro.
ESTA VEZ FUE MUY DURO. Él DICE: “NUNCA MÁS”.
— ¿Cómo lo ves ahora? ¿Cómo está?
— A punto de la etapa ambulatoria. El tratamiento es primero internación y después ambulatorio. Lo veo bien, sólo por hoy. Con conciencia de la enfermedad. Y no quiere volver a atravesar lo que atravesó. Fue muy duro. Esta vez fue muy dura, durísima para todos pero sobre todo para él, y él dice: nunca más. Sólo por hoy dice nunca más. Lo veo con mucho compromiso, decidido a hacer las cosas de otra manera. A hacer las cosas bien. Con más tranquilidad, más conciencia. Sobre todo más conciencia.
— Entiendo que todas las veces debe pensar “ésta vez puedo” ¿no?
— Sí claro. Estar sosteniendo un tratamiento, ir a un lugar y hablar, para una persona que no trabaja de 8 a 18 de lunes a viernes, es difícil. Es una persona que un día trabaja, el otro está de gira, va, viene. Es muy difícil tener una vida ordenada, seguir sus terapias los días que tienen que ser, en el horario que tienen que ser. Eso genera tropiezos en la enfermedad. Él por suerte tiene la capacidad de volver al camino. Hasta que un día será la última vez como Gastón Pauls y tantos otros.
— El día en que no haya más recaídas. Que pase a ser historia.
— Ay ojalá, sí, sí, sí. Sueño. No le deseo a ninguna persona ese sufrimiento, lo he visto en él y en las personas con las que he trabajado. He trabajado con familias en comunidades terapéuticas. Lo que sufre un adicto... Un adicto que ya está en consumo, que no está coqueteando. Una persona que ya tiene años de consumo la pasa muy mal. Pero muy mal. Sufre.
EL ADICTO SE VA ENCERRANDO HASTA QUE SE QUEDA SOLO.
— ¿Cómo te das cuenta de que Chano estaba sufriendo mucho? ¿Cuáles son los datos?
— Y bueno, como madre lo sabés. No sé cómo explicártelo. Actitudes. Hay mucha tristeza. Hay un opacamiento de su mirada, de su cara. Hay no risa. Hay soledad. La persona en consumo se va encerrando, encerrando, hasta que se queda solo con su tragedia. Va incluso sacando y corriendo a todas las personas que lo quieren ayudar, que le quieren hacer bien, porque la sustancia es todo su mundo para un adicto, es su mundo entero. Y se va quedando solo. Él no consume en compañía ni consume para salir ni para divertirse, solo, la soledad misma.
— Cuando te das cuenta que está sufriendo se lo decís?
— Sí, siempre le estoy diciendo ¿Estás en tratamiento? ¿Hiciste terapia? ¿Fuiste? Él tiene su vida y yo no lo veo.
MUCHAS VECES ME ENOJÉ CON ÉL, ME ENOJÉ CON LA VIDA.
— ¿Nunca te enojaste con él?
— En la historia de los 20 años muchísimas veces. Muchas veces tuve que poner límites. Muchas veces tuve que cerrar puertas. Sí, sí. muchas veces me enojé, me enojé con él, me enojé con su padre, me enojé con la vida. Y después fui aprendiendo, entendiendo, conociendo, perdonando, perdonándonos. Viendo qué se puede hacer cada día para que esto no me pase más. Sin dudas lo que nos pasa tiene que ver con nosotros.
— ¿Qué podrías hacer vos para que no pase más?
— Yo nunca dejé de ir a los grupos. Yo nunca dejé de hacer mi terapia. Nunca dejé de hablar de esto y de estar cerca de él. Siempre mucha conciencia. También yo soy muy sensible.
— Ahora con el tratamiento ambulatorio por delante es inevitable no tener expectativas. No tener ilusión.
— No, una cosa es la ilusión y otra cosa es la expectativa. No hay que tener expectativas. Sí podés tener fe. A medida que ha pasado el tiempo y me he hecho más grande he empezado a tener fe, a pensar que de arriba me ayudan, que mis padres, que, no sé, la Virgen, que la energía de la gente que nos quiere, que todo eso contribuye. Y además aprendí que la vida tiene grises y blancos y negros, ups and downs, y que tengo que aprender a disfrutar 100% los momentos luminosos. Y cuando no toca el momento de luz, acá estoy poniendo el cuerpo. Si mi hijo vuelve a tocar, voy al show y bailo como cualquier fan, mi otro hijo ahora también va a hacer un montón de shows y yo digo: es por ahí. Los veo felices arriba del escenario y este es el momento de luz, disfrutémoslo. Y después vemos. Cuando vuelve la oscuridad nos ponemos el traje y damos batalla.
SER FUERTE ES LO ÚNICO QUE QUEDA.
— ¿De dónde sacás esa fortaleza?
— Uno nunca es tan fuerte hasta que se da cuenta que ser fuerte es lo único que queda. La gente dice: le daría un órgano a mi hijo, a un hermano, o a una pareja. Yo digo: en la cancha se ven los pingos. Cuando llega el momento, ahí tenés que poner la fortaleza, ahí tenés que poner el cuerpo. Ahí decís: lo voy a lograr, lo voy a ayudar, voy a hacer esto por él y por todas las mamás que estamos dando esa batalla. Creo que no se abandona nunca esa batalla porque por un hijo uno mueve el universo.
— En una internación no hay comunicación con el mundo. Las personas internadas no tienen televisión, no tienen redes, no tienen teléfono.
— Él lleva casi 70 días fuera del mundo y de todo. Yo me pregunto ¿podrías estar sin ver televisión, sin ver radio, sin saber lo que pasa en el mundo, sin ver una red social? Es durísimo. Lo más duro de la internación es estar fuera del mundo. Ahora, es necesario. También es necesario.
— Podrías explicarles a los que no tienen claro que el adicto sufre, ¿cómo es ese sufrimiento? Al adicto se lo ve tomando, se lo ve contento, se lo ve eufórico.
— El consumo es un síntoma. Detrás del consumo lo que hay es tristeza, dolor, depresión, problemas, baja autoestima. Es alguien, al que le duele tanto el mundo, que tiene que tapar ese dolor con algo, porque no lo puede soportar.
— ¿Son inevitables las recaídas? ¿Hay enfermos que no progresan ni con los medicamentos ni con terapia?
— La enfermedad de la adicción recién se está empezando a tomar conciencia cuanto está atravesando al mundo. La cantidad de pibes que hay consumiendo es muy importante. Se están sabiendo más cosas que antes no se sabía. Se está buscando cómo, cuál es la mejor manera, si la internación, la no internación, si la presencia, la no presencia, cómo haces, cómo ayudas, si hay medicación, no hay medicación. Yo tengo esta voz porque me pasó esto en la vida. Las madres me dicen: vos nos representas, contá, decí lo que sufrimos. Estoy tratando de ver si de esta manera ponemos sobre la mesa toda la ayuda que necesitamos los padres.
HE IDO EN UNA AMBULANCIA REZANDO, SABIENDO QUE IBA A TERAPIA INTENSIVA
— Las mamás, los papás, los familiares, tienen miedo que el adicto muera consumiendo o por un problema neurológico.
— He ido en una ambulancia rezando, sabiendo que llegaba, iba a una terapia intensiva y no sabíamos qué pasaba después. Ese estado tan grave ocurre con la cocaína. Cuanto más tiempo de consumo, más fácil es que tenga un ACV, un problema del corazón o lo que sea. Mi hijo por suerte la cocaína ya no más. La prueba de por qué mi hijo viene de estar internado es que ahora solamente consume marihuana y la marihuana de hoy es tan grave como la cocaína. Narcóticos Anónimos está lleno de pibes que consumen marihuana, no que consumen cocaína. A él le agarró pánico a la cocaína después de haber estado en una terapia intensiva. Él estaba convulsionando, él dijo nunca más. Nunca más porque estuvo muy cerca de la muerte y no consume más cocaína. Pero las mamás que tienen a sus hijos consumiendo cocaína no saben cuándo es la última vez. Es horrible. Con otras enfermedades podés hablar con un médico, podés saber qué pasa si toma este remedio, pero acá es un misterio. Depende del otro. Depende de andá a saber qué. Es una enfermedad muy compleja.
VAN A UN HOSPITAL Y LES DAN TURNO PARA UN PSIQUIATRA DENTRO DE SEIS MESES.
— Además, mucha gente no tiene plata para internarse o para ir a ver a un psiquiatra o a un psicólogo.
— Sí. Los psiquiatras están también desesperados, a los que trabajan en el Borda por ejemplo, que es un hospital de puertas abiertas, les roban todo. Les roban los celulares, la comida. Roban cosas del hospital. Los psiquiatras trabajan en condiciones dificilísimas con personas con problemáticas muy agudas y no tienen contención. Y la mayoría de las familias que no tienen una prepaga no tienen a dónde ir. Van a un hospital y les dan turno para dentro de seis meses para un psiquiatra. O no hay espacios concretos de abordaje porque la ley de Salud Mental dice que no puede haber más instituciones monovalentes. La ley que es del 2010 y se implementó en el 2012, apunta a que se cierren los Borda, los Moyano, los psiquiátricos, las comunidades terapéuticas. La ley dice que las personas se tienen que tratar todas en hospitales comunes. Eso es imposible.
HAY UN INCREMENTO DE SUICIDIOS, DEL CONSUMO DE PSICOFÁRMACOS.
— O sea que la mayor parte de los adictos hoy no están en tratamiento por un tema económico.
— Por supuesto. Es una ley de reducción de costos. La pandemia del Covid nos dejó la pandemia de la salud mental. La gente está mal, está triste, está angustiada, está ansiosa. Hay muchos trastornos de ansiedad. Hay un incremento de los suicidios. Incremento del consumo de psicofármacos. En la Argentina es impresionante. ¿Quién habla de esto? ¿Quién invierte en esto? La Ley de Salud Mental dice que el 10% del presupuesto de salud tiene que ir a salud mental. No existe eso. No ocurre.
— Aprendemos muchas cosas de vos Marina y una de ellas es que la gente no sabe tratar a los enfermos mentales. Lo decís por todos lados, lo militás, te ocupás.
— Yo propongo que hagan un SAME psiquiátrico. Creo que hay una ambulancia o dos para toda la Capital Federal ¿Sabés lo que se necesitaría? Hay esquizofrénicos, hay personas con depresión, hay muchas patologías de enfermedades psiquiátricas cuyos padres o parientes no saben qué hacer. Cuando llamás por teléfono tendría que venir alguien capacitado para esa problemática, un psicólogo, un médico, un psiquiatra y tal vez un policía o un agente de seguridad preparado para saber con qué se va a encontrar, cómo es un enfermo que tiene esquizofrenia, cómo es un enfermo bipolar, cómo es alguien con manía, con excitación psicomotriz, con un brote psicótico. Preguntale a un policía si sabe, no tienen ni idea. No tienen idea porque nadie los capacita.
— Incluso muchos trabajadores médicos no saben como tratar a un enfermo con una patología psiquiátrica.
— No, claro. Porque de esto no se habla. ¿Por qué no se ejecuta el presupuesto de la salud mental? Yo no lo entiendo.
EL DOLOR COMPARTIDO ES MEDIO DOLOR.
— ¿Dónde está tu dolor Marina? ¿Cuánto de ese dolor sale para afuera? Cuándo no aguantas más?
— Uy, lloro mucho también. Soy re sensible como mis hijos. Mis hijos lo canalizan a través de su obra, a través del arte. Soy jardinera. Con la tierra, trabajo con las plantas. Hago algo de arte, mosaiquismo. También soy fuerte. Lloro pero siempre digo esto para qué, por qué me pasa esto y para qué. Qué voy a hacer con esto. ¿Y sabés qué hago? Lo comparto porque el dolor compartido es medio dolor. Tengo una familia grande, tengo muchas madres que me hablan. Tengo gente de la Asociación de Especialistas en Adicciones con los que converso y eso aliviana el peso y te da esperanza.
— ¿El mejor lugar cuando Chano está en etapa ambulatoria es tu casa?
— Él en realidad debería poder ir a su casa pero vive en Capilla del Señor entonces estaría a 70 kilómetros de su ambulatorio.
TODOS LOS DÍAS TIENE QUE IR AL LUGAR DONDE ESTABA INTERNADO
— ¿Decide él ir a tu casa?
— Sí, porque tiene todos los días que ir al lugar donde estaba internado. Más cerca está mi casa, un día lo llevo yo, otro día lo lleva mi marido, y lo vamos a mimar también porque viene de pasarla muy mal. Un poco de cocina de madre como decía Sui Generis, guisos de abuela.
— La comida. Mimos físicos, abrazos.
— Sí, sí. Hablamos, caminamos también juntos. A él también le gusta el aire libre, es muy inquieto, caminar es una buena manera. Está en casa hasta que se decida, cuando tenga un poco más de libertad volverá a su casa o se alquilará algo cerca para estar cerca del lugar de su tratamiento. Porque él no puede no estar en tratamiento.
— ¿Tiene que estar en tratamiento para siempre?
— No lo sé, lo dirán los profesionales. Ahora sin dudas. Por ahora sí. Yo soy pro terapia. Cuando hacés un buen trabajo terapéutico indagar sobre lo que a uno le pasa y sobre el interior de uno es buenísimo. La terapia debería ser para toda la vida. Pero yo qué sé, tiene 40 años y es muy personal. Pregúntaselo a él cuando le hagas una entrevista.
— Lo sostenés a él de una manera muy amorosa.
— Lo sostengo porque si me preguntas cuál fue mi mayor deseo en la vida fue tener hijos y formar una familia. Toda la vida dije que iba a tener seis hijos. Mis dos hijos, Chano y Bambi, son de mi primer matrimonio. Después me casé con Oscar hace 32 años, que tiene tres hijas, ya teníamos cinco y tuvimos una entre los dos, Samanta, que es la hermana de todos. Tengo una familia de seis hijos y siete nietos. Si eso no te hace fuerte, no te da felicidad, no te da ganas de seguir luchando… no hay nada más importante que eso. Cuando la peleaste y estás en familia y los ves crecer y ves la vida misma y el amor, eso no tiene precio, es lo mejor del mundo.
— Me quedo con lo que dijiste de la evolución de Chano, con la ilusión y la fe.
— Cuando él logre formar una familia, tal vez tener una pareja o tener hijos y tenga un para qué que sea más que su trabajo y su público (al que él ama y que es su vida, su obra). Que pruebe como probé yo lo lindo que es tener un amor y tener hijos. Tal vez eso sea lo que le falta para encarnar la recuperación del todo ¿no?
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