Cuando la cara y la voz de Juliana Gattas se multiplicaban en canciones y videoclips a medida que sonaban cada vez más fuerte los primeros hits de Miranda!, la pequeña María Becerra ya era la popstar de su casa, un hogar habitado por una familia particular: “Como la de Casados con Hijos”, tal como define ella. Y mientras Gattas disfrutaba de la fama y la pasión de los fans, su vida estaba por atravesar un enorme y definitivo cambio: la maternidad.
Algunos de estos puntos de quiebre vitales sobrevolaron en la conversación que Juliana y María tuvieron en este episodio de Pogo o Nada. Fue la primera vez que charlaron y se confesaron admiración mutua, a la vez en que revelaron sus inseguridades a la hora de componer, cómo las afecta ser personas públicas, en qué ponen el amor y cómo padecen el desamor, por qué las críticas las impulsaron a mejorar y de dónde sacan la seguridad con la pisan cualquier escenario.
MB: —¡Hola! ¿Cómo estás? Un gusto.
JG: —¡Holis! Yo te quiero dar un beso. Es un placer para mí conocerte.
MB —Igualmente. Estoy nerviosa.
JG: —Nos cruzamos en el Cosquín Rock hace poquito. Me vi todo tu show cantando y saltando al lado del escenario. Me hubiese gustado ir al público, pero te vi desde ahí.
MB: —¿Y te gustó?
JG: —¡Me volví loca! Me encantó, me encantan tus canciones y re bailé. Estuvo buenísimo.
MB: —Ese mismo día yo también vi el show de ustedes y quedé como loca. Me mató. Me encanta lo que hacen con los cambios de ropa, que sea todo tan relajado, una puesta muy teatral... Eso me re sirve.
JG: —Nació en los shows que hicimos en el paréntesis por pandemia, en los que había restricciones: fueron con poca gente y tenía que estar sentada, con la cara tapada... Quisimos redoblar la apuesta visual y teatral para que no haya ni un minuto para pensar en que uno está sentado y que no puede bailar. Más en un show como Miranda! -o tus shows, también-, que son muy al cuerpo, para bailar. Y se nos ocurrió cambiarnos de ropa en todas las canciones.
MB: —Eso es increíble. Todo lo que es el vestuario y las ideas para la puesta, es más tu zona, ¿no?
JG: —Sí, es mi departamento. Fue decantando al natu. Alejandro (Sergi) es un gran compositor, un gran músico que conocí hace 20 años y nunca me dio tanta curiosidad la música. Desde chiquita me llaman la atención todas las disciplinas artísticas: fotografía, danza, actuación. Todo me fascinaba un ratito, estudiaba una cosa, después otra... Y en Miranda! me esforcé por estar más en la música. Pero sí, estoy más en los videos, en los shows. Armo escenografías, momentos... Y después de dos décadas encima, al fin me metí a componer.
MB: —O sea que te animaste a componer hace poco, digamos.
JG: —A componer con Ale. Sola nunca. Y eso también me llama poderosamente la atención de vos, porque todas tus canciones son de tu autoría. Me da como un high de power cada vez que leo eso en los créditos. Nunca supe si tocás instrumentos, si tocás para componer o si componés sobre algo inventado. ¿Me contás? Me da curiosidad.
MB: —No, no sé tocar instrumentos. Estoy aprendiendo a tocar el teclado. Pero sí compuse muchos beats desde la melodía. Y de estar con el productor y decirle: “Quiero que tenga este arpegio, quiero que tenga esta melodía. Subila más, bajala más, pongámosle estos bombos...”. Me gusta mucho estar en eso. Pero vos ¿por qué sentías ese miedo a componer? ¿Era por algo de autoestima?
JG: —Una de las cosas que más admiro en los compositores es que pegan un salto al vacío re vertiginoso al escribir. Las veces que lo intenté, sentí que hice cosas horribles y me daba mucha frustración. No salía del círculo de decir: “Ay, que mierda lo que hice, que vergüenza, quiero dedicarme a otra cosa”. Y hace 10 años, más o menos, Ale me empezó a decir: “¿Por qué no componés las partes que vos cantás de los temas?”. Porque yo le dije: “No quiero cantar esta palabra”. “Bueno, hermana, escribí vos” (risas). Y así empecé. Pero con él o con algunos otros artistas. Sola nunca superé ese obstáculo.
MB: —Con Ale empezaron súper jovencitos. ¿Cómo les pegó esa súper exposición que tuvieron?
JG: —Pegarla fue como un viaje de egresados, porque en realidad no nos agarró tan temprano. Tuvimos una aparición escalonada y desde el under que ya nos divertíamos, nos iba bien, nos venían a ver. Nos dimos cuenta de que estaba buena la banda cuando nuestros amigos venían más de una vez, después volvían y traían más amigos. Vivimos una secuencia de boca en boca. No había una explosión masiva como la que hay ahora. Somos de los comienzos de internet, los foros, Fotolog, ir a un locutorio a enterarte de cosas, de un show. No era tan instantáneo como ahora. Entonces vivimos como una escaladita…
MB: —Fue más progresivo y tuvieron tiempo de digerirlo, ¿no?
JG: —Sí, la explosión fue con nuestro segundo disco y el hit que fue “Don”. Queríamos que suceda y sucedió. No nos agarró mal parados ni sin saber cómo manejarla. Veníamos tocando todos los fines de semana durante dos años y explotó la canción, salieron todas las giras, todo de golpe. Y yo justito, mirá la casualidad, quedé embarazada. En ese mismo año, en ese mismo momento de la explosión máxima de la banda. Así que tuve que lidiar con las dos cosas más fuertes que me pasaron en mi vida, a la vez. ¡A pogo o nada!
MB: —¡Tremenda!
JG: —Y salió todo bien. Cuando nos íbamos de gira trabajé un montón, de embarazada y de cantante... Y después, de madre primeriza. Los chicos iban 40 días a México y yo iba y venía seis veces: lo que ganaba, me lo gastaba en tickets de avión. Iba y venía. Cuando llegaba, me tiraba y estaba a full con mi bebé. Y valió la pena porque sostuve dos grandes amores, porque fui madre con mucha felicidad y lo amé mucho. Y si dejaba Miranda! me daba la impresión de que me iba a resentir y la culpa, ¿de quién iba a ser? Del bebito (risas). Entonces no, bajo ningún punto de vista iba a dejar nada. Mi visión de la exposición tiene mucho que ver con sacaleches y chupetes, más que sexo, droga y rock & roll. ¡Sacar leche en un baño químico!
MB: —Que fuerte, cuánto laburo. Y me imagino que tal vez te sentiste vulnerable, ¿no? ¿Tuviste gente que te ayudó en ese proceso o lo pasaste solita?
JG: —Lo hice re contenida con el papá de mi hija y mi mamá, me armé con gente que estaba todo bien. Por ahí hubo un mínimo prejuicio de algunos a mi alrededor, que por ahí decían: “¿Tan chiquita y la dejaste?”. Dale, flaco, mirá tu vida...
MB: —Siempre está eso, pero es con nosotras. Hace poco vi la situación de una mujer que tiene hijas y que estaba saliendo a un boliche. Y la gente la insultaba porque ella estaba bailando y no cuidando a sus hijas, ¿entendés? A ella sí se le dice. Pero a un hombre cantante nadie les pregunta con quién están sus hijos.
JG: —Te quería preguntar sobre tu familia, ese hogar que diste a conocer en tus videos cuando eras youtuber. Se ve que son muy pintorescos (risas). Sé que tu papá es médico... El mío también.
MB: —Sí, ginecólogo, ¿no?
JG: —Sí. ¿El tuyo es cardiólogo?
MB: —Así es.
JG: —Estamos cubiertas.
MB: —Cubiertísimas. Igual es cómo dice el dicho: “En casa de herrero, cuchillo de palo”. Literal.
JG: —Sí, el corazón a la miseria y acá también (se señala en la entrepierna y carcajea). Ay, qué fuerte. Perdón, estábamos hablando de tu hogar.
MB: —Creo se hizo bastante viral porque todo el mundo se sintió identificado con mi familia, que es muy parecida a la de Casados con Hijos. Son todos bastante personajes.
JG: —Vos incluida (risas).
MB: —Yo incluida. Somos la típica familia que se habla un poco a los gritos, poniendo la mesa... Mi mamá es una tierna, está todo el día con la música fuerte en casa. Ella baila y canta y no sabe las letras de ninguna canción. Y por otro lado, está mi papá, que tiene como un sueñito frustrado de ser cantante. Toca la guitarra, le gusta mucho el folclore y recién de grande se animó a ir a clases de guitarra, de canto. Y hace poco pasó en una fiesta que se puso a cantar, que creo que fue la segunda vez de nuestras vidas que lo veíamos así, y nos emocionamos un montón. Llorábamos, no lo podíamos creer con la pasión con la que lo estaba haciendo.
JG: —Y cuando ves que ellos se desempeñan en esas mini pasiones, ¿sentís que tu talento sale de ahí?
MB: —Yo siento que algo hay. No sé si genético, pero yo crecí con eso. A mi mamá sí le hubiese gustado ser bailarina, pero mi papá no sé si hubiese querido ser cantante. Pero al tener un amor tan grande por la música, a mi me bancaron un montón: cuando pudieron, al toque me mandaron a clases de canto, a castings. Dejé la escuela por lo que me gustaba. Y ellos me bancaron siempre. Al ser algo que no pudieron hacer, a ellos les gusta que sus hijos puedan.
MB: —Esto me interesa mucho: ¿Cuándo conociste a tu gran amor y al desamor?
JG: —Desde muy chiquita tuve como noviecitos y la sensación de corazón roto cuando te dejan. Me acuerdo de uno que me dijo: “Hoy no vamos a ir a tu casa porque corto con vos”, a los 6, 7 años (risas). Me puse a llorar. Y si ese recuerdo no es desamor, fue como el origen de todo. El dolor me lo acuerdo, real. No es por evadir la cuestión, pero siento que pongo el amor un montón en otras cosas más que solo en personas. Pongo mucho amor en lo que hago, en mis días, en cómo me manejo con la gente. Siento que soy una persona muy amorosa. Hace bastante que no tengo pareja, que no vivo con nadie; quizás haya sacrificado ese idilio de “amor de mi vida” y ando con mucho amor todo el tiempo. Lo cual no significa que no sufra. Pero ya no tengo el corazón roto de la juventud, hecha mierda, con la autoestima por el piso. Y el gran amor de mi vida creo que es mi hija.
MB: —¡Qué hermoso!
JG: —Ya que estamos en el tema, ¿hay algo del amor que te haya dolido demasiado?
MB: —Sí. A mí me duele cuando sentís que la gente es desagradecida. Cuando hay engaño, pero no una infidelidad o algo así, sino cuando hay mentira. A mí me gusta tener buena onda con todo el mundo, manejo muy buena vibra y mucho amor en el día a día, me rodeo de gente que me parece buena persona. Y me duele cuando siento que no es recíproco. Cuando decís: ¿Por qué hiciste esto tan oscuro? ¿Por qué estuvo en tu accionar la mentira, el cinismo?”. Me gusta que la gente se maneje con honestidad: aunque duela, siempre lo voy a preferir. Ahí es donde me pegas, en mi punto.
JG: —¿Cuándo te pasan cosas dolorosas te pinta escribir al toque o necesitas el proceso y naturalizarlo para que no te duela mientras lo hacés?
MB: —Yo soy bastante dramática, bastante masoquista. Muy. Me pasa que si estoy triste, me doy mis cuatro, cinco días seguidos de estar llorando a full. Escribo, me encierro, escucho canciones tristes... me doy mis días de llorar mucho, haciendo el duelo...
MB: —¿En qué aspectos te sentís más vulnerable? ¿Cuál es tu punto débil?
JG: —Me pasa parecido con vos que también me molesta bastante la mentira. Me incomoda. Me gusta la mentira con fines dramáticos, artísticos, pero la mentira de uso diario, que acá en Argentina está medio idealizada, me jode un toque. Me jode lidiar con las chantadas, la gente medio careta. Y después también tengo vulnerabilidades normales: hay días en que me veo como el culo, que me siento insegura, que el cuerpo, el pelo. También me jode ser sensible a eso. La autoestima es algo que se construye uno mismo, es un bien personal invaluable. ¿Vos cómo lo vivís? Yo te ve re power, re fuerte.
MB: —Hoy en día estoy muy orgullosa de mi proceso. Soy muy esponja, absorbo y aprendo muy rápido de todo. Y mis procesos los paso muy rápido, mis duelos, el crecimiento... Todo me fue pasando muy piña en la cara y me amoldé a eso. Y siento que lo manejo bien. Pero sí tuve unos momentos muy, muy bajos. Ahora me siento increíblemente bien, muy segura de mí misma. Antes me pasaba que tenía esto del síndrome del impostor, cuando no te crees merecedor de lo que tenés, de lo que te pasa. “Yo no busqué tanto esto, no sé si estoy preparada, no sé si me merezco este lugar que tengo”. Estaba muy así porque vivía consumiendo opiniones ajenas en redes sociales y los hacía muy parte mía.
JG: —¿Y ahora no consumís tanta red social o no dejas que te afecte?
MB: —Mitad y mitad.
JG: —Hay mucha crítica y mucha mirada de afuera que a veces me sirve si yo me la tomo para la risa o para la ironía. Siento que eso siento que me hace fuerte. Pero tengo que estar todo el tiempo midiendo si estoy lo suficientemente fuerte. Pero pienso en el volumen de feedback que tenés vos, que es impresionante, que ni siquiera llegarías a leer todo lo que se dice de vos.
MB: —Sí, por ahí entro a Twitter, veo que mi nombre es tendencia y digo: “¿Qué hice ahora?”. Y leo algunos. Después también tengo mis días de detox y no entro a ninguna red social. Cuando no me siento tan bien o por ahí cuando me está por venir, me pongo muy sentimental y no entro. Yo ya me detecto cuando estoy irritable, que me dicen algo y no me lo fumo.
JG: —¡Nada de Twitter con síndrome pre menstrual!
MB: —¡No! (risas). Yo recibí críticas muy duras a lo largo de mi corta carrera. Siento que me tienen de punto. Me tienen de punto ahora hasta que se les pase y, lamentablemente, tengan de punto a otra persona. Hay cosas que leés y que no se pueden creer. Y te sorprende hasta que entendés que no es personal. Hay gente que descarga sus frustraciones en algunos lugares, otros que les gusta criticar, les gusta hablar de la vida ajena...
JG: —Cuando a otro no le gusta lo que hago, que la chupen. ¡Perdón! Pero cuando a mí no me gusta, me re preocupa, me frustra, me siento realmente muy mal. Me siento atacada por mí misma. Eso es lo que más me preocupa. Afrontar la crítica me hizo más fuerte, me engrosó la piel, me sirvió para plantarme más desinhibida en el escenario.
MB: —Sabés que sí. Es loquísimo pero que nos hayan criticado un montón, es lo que más nos sirvió. Si a mí no me hubiesen criticado de la forma en la que lo hicieron que fue tremendo, no me hubiese esforzado tanto, quizás… Por mostrarles que no es así. Y que el lugar que yo tengo, lo tengo merecido porque soy una capa, ¿entendés?
JG: —Te amo. ¡Te amo!
MB: —Y porque vos sos también una capa. Pero real, tenemos mucho talento y de verdad que laburamos mucho para estar acá. Y hasta que podés entender eso, te pegan y te pegan y te pegan, pero te sirve y te hace más fuerte. Si me hubiesen aplaudido todo desde el primer momento, quizás no sentía la necesidad de que tenés que mejorar.
JG: —Sí, eso por un lado. Y por otro lado, si te convertís en una artista que no lee, que no mira nada, perdés contacto con las cosas, con el feedback bueno, con lo que quieren de vos, con lo que hace falta, con lo que cambiarías o no cambiarías. Yo tengo mucho vínculo con los fans de Miranda!, me re interesa. Si por las críticas me cierro a eso, me pierdo un montón de cosas buenísimas y que nos han servido un montón para moldear lo que hacemos. No te digo que trabajamos a medida, pero sí que está bueno sostener ese amor, cuidándolo de los dos lados.
MB: —Bueno, ¡fue un gustazo conocerte!
JG: —Sos lo más, gracias.
MB: —Tenemos que juntarnos en otra ocasión, de verdad
JG: —Sí, a bailar. Ya nos vamos a cruzar.
MB: —Vamos a bailar, ¿te gusta salir de joda?
JG: —Dale. Hay un after, ¿vamos?
MB: —Mirá que yo me prendo, eh. Mirá que yo me prendo.
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