Christophe Krywonis con María Laura Santillán: “Yo decía que el amor era una mierda”

Confiesa que sufrió mucho por amor, que se convirtió en una “larva” y sólo estaba pendiente de recuperar a su mujer. Muy enamorado desde hace seis meses, conoció a su actual pareja por una página de encuentros. El bajón cuando se fue de Masterchef. Cómo fue su vida sin ver durante décadas a su padre. Argentina, su lugar en el mundo

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María Laura Santillán con Christophe Krywonis

Para todos es Christophe, sin apellido. Un cocinero serio y riguroso que los argentinos conocimos en la tele. Christophe Krywonis nació en Blois, Francia. Durante años tuvo el restaurante “Chez Christophe’' en Palermo, y es el rey de los realities de cocina. Trabajó en todos: realities para chicos, para grandes, en Argentina, en Uruguay. Dueños de la cocina, Bake off, MasterChef, ahora en Parrilleros. Tiene además una marca de para el baño “Marchand d’ arome” y prepara su próximo desafío.

— Imagino, supongo, que tu lugar en el mundo es la Argentina.

— Sí, desde hace mucho tiempo, 33 años. Un tiempo largo. Y espero que no termine nunca. Voy a Neuquén principalmente. Y a Ushuaia, a Jujuy, donde me lleve el viento voy por trabajo, para descansar con mi familia. Estoy recorriendo la provincia de Buenos Aires en este momento, cosa que me debía.

– Christophe, no perdiste el acento francés, que es sexy.

— La gente queda encantada con esa tonada, pero en realidad no lo hice a propósito. La seducción es otra cosa, es otra faceta.

— Vos sabés que eso gusta.

— Sí, sí. Pero no me doy cuenta. Pero no lo trabajo ni lo exploto.

LLEGUÉ A LA ARGENTINA EN EL ‘89 Y FUE AMOR A PRIMERA VISTA

— ¿Cómo llegaste a la Argentina?

— La Argentina no estaba en la mira para mí, estaba mirando hacia el Norte, hacia Estados Unidos. A raíz de un error me encontré con un amigo, Martin Pittaluga, gastronómico reconocido ahora, que me trajo a trabajar con Francis a Las Leñas en el año 89. Llegué el 1 de junio y fue amor a primera vista.

— Francis es Francis Mallmann. Pittaluga es el dueño de La Huella en José Ignacio entre otros restaurantes exitosos. Sos muy amigo de los cocineros.

— Tenemos una excelente relación con Francis. Sí, Martín es muy amigo mío, es un hermano te diría. Los cocineros somos muy estrechos porque tenemos una pasión por la cocina. Donato cuando llegó a la Argentina vino a cenar a mi restaurante, Germán (Martitegui) es una persona que seduce por su forma de ser y por su cocina, es una persona muy querida. Damián (Betular), Pamela (Villar) empezó conmigo y Dolli (Irigoyen) es la referencia femenina absoluta de la gastronomía argentina. Puede dar urticaria a muchas, pero tiene la trayectoria y la energía y da un ejemplo. Yo la quiero mucho y la admiro mucho.

— ¿Por qué les daría urticaria a algunas mujeres que digas esto de Dolli ?

— Porque Dolli es una mujer de una cierta edad, hay mujeres que cocinan maravillosamente.

— Dolli es la reina.

— La mirás trabajar, esa mano, esa experiencia, esa calidez, ese rigor que tiene. Es como una madre profesional para mí, ella me trajo a la televisión. Pero me gusta también comer en lo de Narda y en Anafé, hay una gran cocinera.

(Gustavo Gavotti)
(Gustavo Gavotti)

— Es Anafe, sin acento en la e. Afrancesas las palabras todavía?

— No. Es muy sencillo, soy vago. Cuando sé que me entienden digo ok, listo. Para qué vas a aprender a poner los acentos donde corresponde. Después vino la televisión y me sirvió.

— Sé que aprendiste a hablar en español gracias a la televisión…

— (risas) Mirándote a vos y a un par más. Te miraba, te veía los labios. Tenés un talento para transmitir la información como poca gente, entonces era como entender mejor los tonos. Después pasé a Mónica y después a Tato. A Tato fue difícil entenderlo, hablaba tan rápido que para mí era un ejercicio de entender todo bien, entendía la mitad. Después, de a poquito, fui entendiendo mejor.

MUCHAS VECES ME DICEN: DEJÁ DE HACERTE EL FRANCÉS

— ¿No fuiste a una escuela a estudiar español?

— No, no, no, nunca. Nunca tuve relación con la colectividad francesa acá. Tuve una relación directa, inmediata con la calle, con la gente. Cuando voy a Paraguay y Colombia muchas veces me dicen: dejá de hacerte el francés. No, soy francés. La gente piensa que soy porteño, con tonada francesa.

— ¿No te dan ganas de volver a Francia?

— No tengo ganas de viajar a Europa, pero tengo que ir a ver a mamá, hace cuatro años que no la veo. El valor económico de un viaje no es el mismo que antes, así que… prefiero gastarla acá y la paso bomba. Voy a la Patagonia. Es maravillosa la Argentina. Voy a Junín de los Andes, a las afueras, camino a Chile. Y Villa Pehuenia es mi lugar, voy siempre. Te invito a ir.

— ¿Cómo fue que decidiste tener una marca propia de cremas, jabones?

— Dicen que tenés que tener un hijo, plantar un árbol, escribir un libro. Yo hice los tres. Y dije, ¿quiero eso de mi vida? Cuando llegué a la Argentina lo único que me faltaba era un jabón clásico de allá. Estaría bueno que hubiera un jabón así, pensé, y no hay. La idea fue juntar lo híbrido, lo natural, lo verde, lo ecológico con la nariz alrededor de los aromas. Hicimos jabón de mano, jabón líquido, crema de manos, crema de cuerpo y después dos perfumes, tres perfumes, cuatro perfumes, aromatizador, difusor, after shave.

— ¿Te dedicaste a estudiar perfumería?

— Sí, sí, fue tremendo al principio, pero hay un gran equipo atrás. Trabajamos juntos sobre mis ideas y después en un laboratorio, las narices se ocupan de trasladarlo. La única vez que intenté hacerlo yo parecía un desodorante de baño de baja calidad.

— ¿Por qué?

— Porque le tenés que poner apenas una micro mini gota de limón, una micro mini gota dividido por dos de verbena y ahí tenés la fragancia que yo quería para el jabón. Yo quería un jabón de limón. Como soy cocinero, cuando te lavas las manos siempre tenés una fragancia a comida.

— Los chefs lo que venden es comida, no jabones.

— Pero sin aromas no hay vida. No hay cocina. Soy fanático de las hierbas aromáticas. Te puedo preparar un hermoso plato pero si no se siente nada…

— Dicen que uno recuerda el olor de la cocina de la infancia.

— El olor de cuando pasabas por la esquina de tu casa y había un panadero, o el cafetero, hasta el olor a goma quemada, o a nafta cuando vas a cargar. El olor a la tierra mojada, el olor a bosta. Todo eso es en torno a nuestra vida.

YO SOY DE LOS QUE DECÍAN QUE EL AMOR ERA UNA MIERDA

— Hablemos de amor ¿Estás enamorado?

— Sí, estoy enamorado.

— ¿Cuánto tiempo llevan juntos?

— Y, vamos seis meses.

— Es mucho ¿no?

— Para mí sí. Es un montón. (Risas)

— ¿Hace cuánto que no duraba tanto una pareja estable?

— Ocho años. Además va creciendo bien. Es una linda persona, la admiro mucho.

María Laura Santillán con Christophe Krywonis
LA CONOCÍ POR UNA PAGINA DE ENCUENTROS.

— ¿Cómo se conocieron?

— Por una página de encuentros.

— ¿Por Tinder?

— No, uno diferente. Yo estaba muy bien solo y picoteando por ahí, por allá. Vida de soltero. Pero me habían ofrecido anotarme en una página de estas de encuentros y es donde me conocí con mi chica. A fin de año mis hijas se fueron de viaje, mis nietos también, así que estaba solo. Dije: voy a probar a ver si puedo conocer a alguien.

— Tenés un millón de amigos que tienen un montón de relaciones. ¿Por ahí no conocías a nadie?

— La podría haber conocido de otra manera, ella me conocía de 20 años atrás cuando vino por primera vez a mi restaurante. La gente siente: ay, qué raro eso. Habíamos intercambiado mensajes en un momento, la perdí de vista y un día apareció una publicación de ella y me disculpé por no haber respondido nunca más a sus mensajes. Ella me dijo que estaba muy ocupada recibiéndose de psicóloga y que no tenía tiempo de nada. Dije: me está fletando de forma muy elegante y me olvidé, ya está. Y el martes a la noche recibí un mensaje de Melody, se llama Melody.

— ¿Ella te escribió a vos?

— Para decirme que ya había terminado sus estudios y que podíamos volver a hablar y que estaba contenta, se había recibido. Una tipa muy espontánea, me gusta su sinceridad, su espontaneidad.

— ¿La invitaste a salir?

— Sí, a la semana salimos a tomar algo y me pareció simpática. Empezamos a estar más seguido juntos, cada vez más. No convivimos pero estamos muy juntos. No nos gusta separarnos, Nos separamos porque tiene su hijo, tiene su vida, yo tengo la mía. Es muy sano. Yo soy de los que decían que el amor es una mierda hace pocos meses atrás.

SUFRÍ MUCHO POR AMOR. APRENDÍ A SER UN BOLUDO NOTABLE.

— ¿Por qué?

— Porque sufrí mucho por amor, yo porque soy una persona que da todo. Y con Melody no me pasa eso. Es muy lindo.

— ¿Sufriste mucho en una relación o muchas veces?

— Tuve cuatro parejas. Melody es mi cuarta pareja. La mamá de mis hijas, tuve otra chica y una tercera que me hizo pelota. Ahí es donde aprendí a ser un boludo notable, que llama, que busca, que se lamenta y todo eso. Fue una gran lección de vida para mí.

María Laura Santillán con Christophe Krywonis

— ¿En qué te habías convertido?

— En una larva, literal. Pendiente de saber si podía recuperar al amor de mi vida supuestamente, que no lo era obviamente. Mucha crueldad.

— ¿Eras muy dependiente?

— Sí. Mi frase de WhatsApp al día de hoy sigue siendo la misma: “Nunca perder la esencia”. Nunca olvidarte de quién sos. Yo por estar con una chica que me gustaba tanto me transformé en otra cosa. Fue un error mío también.

¿CÓMO EXPLICÁS EL AMOR?

— ¿Qué es lo que te gustaba tanto de ella?

— No lo sé honestamente, fue amor, no hay recetas. ¿Cómo explicas el amor?

— No se puede explicar.

— Es difícil. Te dicen ¿pero por qué la amas? Porque me gusta, porque la admiro, porque la paso bien, porque me río, porque le gusta cuando cocino, porque me gusta cuando me cocina. Melody no me cocina todavía, pero es compartir, estar contento de compartir.

CUANDO DEJÉ MASTERCHEF CELEBRITIES ESTUVE DOS MESES ARREPENTIDO

— Cuando yo era chica no había cocineros estrella, mi abuela me hablaba de Petrona C. de Gandulfo. Ahora hay chefs que como vos, son celebrities.

— Sí, pero ¿qué hago con eso? No me comió la vida, por eso me fui de la televisión también. Había que girar la página y pasar a otra historia, hacer otras cosas también. Y cuando se planteó el tema de hacer MasterChef celebrities y no se hizo tuve mis dos meses de…

— ¿Bajón?

— Sí. Estuve dos meses arrepentido. “Por qué dije que no, sos un boludo”.

— ¿Por qué crees que dejaste la tele? Decían que tenías grandes contratos. Por qué quisiste salir.

— Porque me había operado. Cuando me operé, bajé de peso mucho, mucho, hubo un cambio notable en mi vida. Notable. A los dos meses de operarme, grabé Bake off. Fue el escándalo de la chica que nos… Hubo un fraude en el programa. Después me chocó la agresividad en las redes, cómo se puso la gente con esta chica: hablar de su pasado, de historias morbosas… Esa televisión no me gustaba.

— Nombraste una operación, ¿hablas de cuando te pusieron la manga gástrica?

— Sí, la manga gástrica. Me trasladó a una vida más sana, más consciente del valor de las cosas ¿Por qué me operé? No fue para ser más flaco, sino para ser más sano. En lo sano está la relación con la gente, me reconecté con mi familia de una manera totalmente distinta. La pandemia me acercó mucho a Felipe, mi nieto, que se instaló en mi casa, fue una conexión tan fuerte que al día de hoy sigue. Y cuando empezaron las negociaciones con Masterchef sentí que estaba en otra, fue momento de decir: vamos a jugarnos a hacer otras cosas. Yo soy una persona que, culo inquieto dicen, no para de hacer cosas. En ese momento no estaba con ganas de hacer televisión, no la necesitaba para estar bien. El ego sí. Por eso…

— El ego. Porque te reconocen si estás en la tele?

— Sí. El brillo. Me puse contento por mis amigos en el programa, que a mis amigos les iba bien. Pero después vi que estaba mucho mejor. Y hoy agradezco haber tomado esa decisión.

— ¿Podrías volver, o no?

— En marzo me fui a Uruguay a hacer MasterChef Celebrities invitado, estuve grabando dos o tres días con ellos. Me divertí, la pasé bien como siempre en la televisión.

MAMÁ A MI CASA NO VIENE MÁS. LA AMO, PERO ES MUY MAL LLEVADA

— Tu mamá vive en Francia y no la ves desde hace cuatro años ¿Está al tanto de tu vida?

— Sí y no. No me vio más flaco mamá. Yo me operé en 2019. En marzo de 2020 se pudrió todo.

— Pero no la trajiste tampoco.

— Hay un tema: mamá a mi casa no viene más. La pongo en Airbnb o en un alquiler, un hotel. Pero mamá seis semanas en mi casa va a ser… ¿comiste? ¿Por qué no comiste? ¿Y eso que comes qué es? ¿Vamos a salir? ¿Por qué estás acostado? Todo así (risas). La amo, pero es muy mal llevada. Pero ahora tengo que ir a verla, tiene 82. Así que voy a ir en algún momento allá.

— ¿La extrañas ?

— Sí, además le quiero prestar atención. Es una señora grande ya. Está muy contenta, me dice que desde hace años que no me escuchaba tan feliz. Mamá se dio cuenta a la distancia que yo estaba bien. Todo el mundo me lo dice, eh? No solamente ella, sino mucha gente.

DESCUBRÍ UN MUNDO QUE NO CONOCÍA, EL DE LA ULTRA VIOLENCIA.

— Te animaste a contar un episodio muy fuerte de tu adolescencia: que incendiaste la casa. Estuviste detenido ¿En un correccional?

— Sí, tres semanas. Eso fue muy duro. Ahí descubrí un mundo que no conocía, el de la violencia juvenil. No la violencia, la ultra violencia. Ahí conocí un mundo fuerte y negro. Violencia física. Gente que abusa de otra gente. Educadores que muelen a palos a chicos que no les gusta cómo se portan. Yo estaba sin molestar y un día un chico me vino a buscar para pelear y le reventé mi plato en la cabeza. Se terminó ahí y nadie más me molestó. Era como una cárcel. Mi madrina cuando se enteró dónde estaba me vino a buscar y me fui con ella. Se terminó la pesadilla y encaré mi carrera de cocina en una escuela francesa de cocina. Yo fui muy víctima de la separación de mis padres. Un padre ausente, una mamá sobrepasada y una relación típica de divorciados que se olvidan de los hijos. Tanto mamá como papá. Mi papá ya no es parte de mi vida desde hace 40 años, pero a mamá le tuve que contar: vos me fajabas y yo la pasaba mal. Te tenía miedo, cuando me fui estaba feliz. No le tenía miedo a nadie, salvo a vos.

María Laura Santillán con Christophe Krywonis
MI PAPÁ NO ERA UN HIJO DE PUTA SINO UN POBRE TIPO

— ¿A tu papá no lo ves desde hace 40 años?

— Lo vi solo una vez hace 20 años. Fue bueno, por lo menos me pude despedir de él. Le dije que no era, perdón por la palabra, un hijo de puta sino un pobre tipo.

— ¿No sentiste nada al verlo?

— No, pero me quedé contento de ir a saludarlo. Porque dije: si no lo veo más por lo menos lo fui a saludar. Quedamos en hablarnos, le dejé mi dirección de correo, le dejé mi teléfono, le mostré fotos de sus nietas. Fue en el 2003, las chicas eran chiquitas todavía. Y le dije “espero poder verte de vuelta”. Me dijo: olvidate, estamos en contacto. Nunca más supe de él.

— ¿Estás contento de haberlo visto y haberte despedido?

— Porque es bueno poder despedirse de la gente así, de una forma elegante, hacer contacto con la persona que es tu sangre, tu padre biológico. Pero acá estoy. Si él no agarra esa posibilidad entonces es un tema de él, no mío. Mi hermana se niega a verlo: sos una boluda, andá a verlo, saludalo. No andes con odio o con rencor. Sacate esas ganas de mirarlo a los ojos y sin reproches. Es lo que hice yo. Hice bien porque me dejó en paz. Nunca más supe de él hasta ahora, hace dos años tuve ganas de saber de él un poquito porque siento que se fue, no sé por qué pero siento que ya no está más. Mi vida ha cambiado por completo. Volví a construirme y a reconstruirme. Antes de eso Pittaluga y otros amigos íntimos que son como hermanos y padres me ayudaron muchísimo, pero después de ese encuentro con mi viejo me construí como papá. Mejor papá intenté ser, y creo que lo logré. Abuelo ni hablar. Y en mi vida profesional también. Vengo de una escuela muy rigurosa de vida, por eso el personaje es exigente, aprendo a ver que la realidad de hoy no es la misma de hace 40 años atrás en el trabajo. Vengo de una escuela que a mí me sirvió mucho.

— Sirvió, aunque no hayas encontrado el afecto que estabas buscando?

— No estaba buscando afecto, estaba buscando ver si él tenía ganas de conocerme, reencontrarse conmigo, darle la oportunidad de verme. No buscaba una respuesta positiva, buscaba cumplir con un propósito que era acá estoy. Acá está tu hijo, no hay fronteras, no hay distancias. Estamos juntos frente a frente. Y como hombre me valoré mucho más. Sentí que había sido un gran trabajo de hijo y de hombre.

(Gustavo Gavotti)
(Gustavo Gavotti)

— ¿Cuál es tu peor defecto Christophe?

— Tengo un carácter bastante jodido. Pero me sé apaciguar también.

— ¿Carácter jodido qué sería?

— Yo soy muy exigente. Por eso estoy aprendiendo mucho, el trabajo es maravilloso. Mi trabajo es genial. La cocina no es solo cocinar sino aprender a delegar, a enseñar, compartir, transmitir. Si tenés un cocinero o un chico que quiere aprender a cocinar y lo tratas como me trataron a mí, no va a aguantar mucho tiempo, se va a ir. En este momento a través de mi trabajo aprendo la moderación, que hay formas diferentes. Es genial, la vida es genial.

— ¿Quién de tu familia cocina bien?

— Memé Gille, mi abuela. Memé Gille era la referencia gastronómica sin lugar a dudas. Cuando mamá vino de Francia por primera vez y conoció mi restaurante Chef Christophe, me dijo “si Memé está viendo de arriba debe estar muy feliz”. Ese fue un momento muy importante para mí. Memé Gille es mi referencia de persona, la que más amé porque es la que más me dio, más que mi mamá. Memé Gille de bebé era la que estaba conmigo, la que me cuidaba. Una vez me pegó un chirlo, pero lloró tanto…

— Memé Gille te enseñó, te crió, te introdujo a la cocina.

— A la vida también, porque era una buena persona. Puro amor con todo el mundo.

— ¿Planificás tener un restaurante otra vez?

— Estoy con una rotisería encaminada, comprando un spiedo a leña. Lo estoy construyendo en Rosario porque nadie en Argentina hace spiedo a leña, te hacen parrilla pero no te hacen spiedo. Los fuegos van a ser muy importantes. Dos espadas con acero, 60 x 2 y puedo hacer brochette de un metro.

— Cuando te pusieron la manga gástrica te sentías mal, te habían dicho que tenías diabetes. ¿Ahora te estás cuidando?

— Diabetes no tengo. Tuve picos de 450, que es cerca del coma diabético, casi me internan y decidí que me iba a operar.

— ¿Es muy difícil ser chef y no engordar?

— La gente piensa que el chef tiene que ser gordo. Es una mentira total.

— ¿Acaso no es difícil no tentarse? ¿No comer de más?

— Yo me tiento pero me freno rápido. Esa es la diferencia ahora.

(Gustavo Gavotti)
(Gustavo Gavotti)

— Lo que sí queda bien claro es que a lo largo de esta charla nombraste a Melody un montón de veces, estás muy enamorado.

— Puede ser. Bueno sí, estoy enamorado. Pero soy un negador total y absoluto de estas cosas.

— ¿Qué pasó aquella vez con Dolores Barreiro? ¿Tuvieron algo? Estuvieron a los besos en las fotos, caminando abrazados.

— (Risas) Nada, la quiero mucho. No, besos no. La pasamos bomba ese fin de semana en Mendoza. Fue un fin de semana entre amigos, todos festejando la vida, tomando vino, abrazados, tomándose de la mano. Pasó eso.

— Pasó el tiempo, ahora que estamos relajados… ¿No hubo amor?

— No. Lo dijo ella. Fui claro. Una muy linda persona.

— Estaba tan ilusionada…

— (Risas) Si supieses la gente que me llamó del mundo audiovisual preguntándome si era o no era cierto…

— Es Dolores Barreiro. Tiene las piernas más lindas del mundo.

— Es una bomba. No son solo las gambas que tiene, es elegancia pura. La mirada, la forma de hablar, su sensibilidad. Es una gran mujer. Sí. Reivindico esta amistad.

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