Donald McCluskey es el dueño de una sonrisa permanente. A tal punto que Manuel García Ferré, el creador de Hijitus de Anteojito, lo convirtió en dibujito animado con su sonrisa perpetua. Escribió infinidad de canciones desde muy joven, desde sus 14, 15 años. Muchas de esas canciones las sabemos todos. Las cantamos de memoria los argentinos de distintas generaciones, son clásicos. “Tiritando” , por ejemplo: las olas y el viento sucundum, sucundum,...
— “Y el frío del mar, sucundum, sucundum”.
— “Sucundum”. Cuándo inventaste sucundum eras muy chico.
— Surgió espontáneamente en un arreglo orquestal espectacular hecho por Malvicino. Sonaba lindo, buen ritmo, pero me parecía que le faltaba algo. Unos días antes había dado una materia de Derecho, Derecho Romano, y había una frase que decía “secundum”. Me gustó ese sonido y le dije al coro por qué no le meten algo como secundum, sucundum. De ahí surgió.
— O sea, ¿“sucundum, sucundum” sale de una palabra en latín?
— (Risas) Vendría del latín, sí.
— Tenías 20, 21 años cuando inventaste toda la movida.
— 20, 21 años, sí. La época de surf. Iba con amigos míos a hacer surf a Mar del Plata, a Punta del Este, y el programa era tocar la guitarra, hacer surf y ver unas películas en Super-8 de surf todas las noches.
— ¿De ahí las olas, el viento y tantas canciones dedicadas al mar?
— Tantas canciones al mar que van unidas al surf. Era lo que me gustaba, se aprendía sobre la marcha, dándote porrazos sobre las olas.
— ¿Le cantabas a la alegría? ¿A la felicidad?
— Siempre la alegría fue muy importante. La alegría de vivir te diría. Es un valor muy importante.
— ¿Cuáles son las canciones que más te piden en los shows?
— Los hits, “Las olas y el viento”, “Scaba Badi Bidu”, “Siempre fuimos compañeros”, “En una playa junto al mar”, “Cosquillas”, “El milagro de tus ojos”. Esa es la preferida de la gente.
— Hay muchas canciones con “ruiditos”, con sucundum, sucundum, con rakatakataka, con sequetén, sequetén.
— Dengue chiquen dengue. Ponch po ponch. Los brasileros le daban un ritmo a las canciones y un sonido. (Hace ruidos). Muy brasilero. Creo que es de ahí. Mis hermanos, Los Mac Ke Mac ‘s, tenían una colección de discos muy importante, discos de todas partes del mundo, mucho jazz, música folclórica de todas las regiones de América, chacareras, zambas, música brasilera, tropical, francesa, europea. Me la pasaba escuchando en el tocadiscos de mis hermanos todas esas canciones.
— ¿Ahora, a los 75, sigue siendo uno de los mejores momentos del día agarrar la guitarra y cantar?
— Es un momento agradable, sí. Pero lo más agradable es estar con mi familia, con mi gente. Con mi mujer, con mis hijos, con mis nietos, mis amigos, mi público por supuesto forma parte. Sentarme, tocar la guitarra, cantar, me gusta mucho.
— Estás igual Donald. ¿Te lo dicen?
— Tenés que ir al oculista.
— Hay voces que envejecen y otras que no, la tuya es muy joven.
— Sí, sabés que sí. Me pasó el otro día en un taxi. Me pongo a charlar con el conductor y de repente se da vuelta y me dice “Donald, por la voz lo reconocí”. Cantando sigue siendo la misma voz.
— ¿Te sigue gustando presentarte en público?
— Me gusta presentarme en público, sí. Me da mucha alegría. Me gusta cantar, me gusta tocar la guitarra. Forma parte de mi vida.
— Uno asocia tus canciones con lindos momentos. Son alegres, rítmicas, fáciles de recordar.
— Sí, es verdad. Depende para dónde te inclines desarrollas tu onda. Si te tiras para el lado de la tragedia, de la queja, del rezongo, surge todo eso. Si buscas el vaso medio lleno en lugar del vaso medio vacío es mejor para uno y para los demás.
— Donald, sos abogado, fuiste conductor de programas de televisión recontra populares, fuiste actor de cine, hiciste de todo.
— Hice (risas). Y sigo viajando. Tengo un montón de proyectos, de shows, de actuaciones. Estoy en mi mejor momento te diría. Siento como que lo mejor está por venir.
“NO ES UNA ENFERMEDAD AGRADABLE PERO HAY QUE APRENDER A CONVIVIR”
— Sin embargo, hace muy poco publicaste una carta en Facebook donde contaste sin nada de dramatismo que tenés Parkinson.
— Tengo Parkinson. En la antigüedad le decían mal de Parkinson. Sí, es una enfermedad bastante difícil te diría. No es una enfermedad agradable, algo grato para convivir. Pero hay que aprender a convivir. Mira, tengo un amigo mío que tiene Parkinson y que no puede hablar. Casi no puede comer. Es decir no puede absorber sólidos, no puede deglutir. Y a mí, gracias a Dios, no me atacó la garganta ni las cuerdas vocales, ni las manos. Con la medicación, los temblores, que son una de las características visibles del Parkinson, se aquietan, entonces ahora estoy tranquilo. Las manos se tranquilizan más todavía cuando toco la guitarra. En cambio he notado, que aún con la medicación, cuando me pongo en movimiento al caminar, se activa, se despierta el Parkinson. Entonces la cuestión es mantenerlo dormido, estar lo más tranquilo posible, lo más divertido. Lo mejor posible digamos. Porque si agarrás para el lado de la tragedia o para el lado de la tristeza o de la angustia o del estrés, se activa. No queremos que se active. Lo queremos tener ahí quietito.
— Es toda una enseñanza, la enfermedad te está mostrando cuánto daño te hace el estrés, no estar tranquilo, no estar feliz.
— Sí. En algún momento me planteé si era como una maldición. Y de repente me di cuenta que no, que en definitiva es como una bendición porque te abre otras posibilidades. Te abre la cabeza de otra manera. La cabeza afecta al cuerpo y provoca ciertas convulsiones que no son agradables, pero en realidad no son impedimentos, al contrario. Hay un montón de posibilidades abiertas.
— ¿Por qué sería una bendición? ¿Qué descubriste?
—Descubrí muchas cosas nuevas. Por ejemplo, que aún con este impedimento estoy para más. Ahora, por ejemplo, grabé una canción con un cantante hawaiano vía online y estamos haciendo el videoclip online. Pronto largan el tema en Estados Unidos. Un disco producido por Errol Brown, el productor de Bob Marley. No lo puedo creer.
— Jamaica, Hawái…¿seguimos cerca del mar?
— Sí, están relacionados, claro.
“QUERÍA DISIMULAR ALGO QUE ES INOCULTABLE”
— ¿Por qué decidiste contar públicamente que tenés Parkinson?
— No sé. Lo compartí con mis amigos, necesitaba compartirlo. Sentía que estaba disimulando. Quería disimular algo que es inocultable y en realidad en algún momento se iban a dar cuenta. Estar mostrando que estaba bien cuando en realidad estoy bien, pero no estoy tan bien. Pero estoy suficientemente bien como para seguir caminando, para adelante.
— ¿O sea que fue un alivio contarlo?
— Fue un alivio. Y tomó estado público. Este fin de semana por ejemplo fui a actuar a Comodoro Rivadavia. No había llevado el bastón. Puedo caminar sin el bastón, pero me da seguridad para mantener una línea recta. Resulta que habían preparado la banqueta que había pedido, un escenario inmenso, un teatro gigantesco, con una multitud te diría. Estaba abierto el telón y a plena luz. Entonces miré la distancia y dije “mmm, llegar hasta ahí, hasta la banqueta, derecho”. Porque en la medida que vaya derecho y mire para adelante no hay problema. La cuestión es que no me distraiga, si miro al público pierdo la orientación. Entonces le pedí al sonidista que me acompañara. Me acompañó, me agarré del brazo. Cuando terminé de cantar volví caminando con el sonidista. Pero después no me quedé contento, me pareció que no era decoroso entrar y salir así al escenario, una forma medio lastimosa.
“DECIDÍ USAR EL BASTÓN Y SACARME LA CARETA”
— ¿Por qué “lastimosa”? ¿Porque necesitaste ayuda?
— Porque necesitaba que alguien me ayudara, si no podía perder el rumbo y no llegar a la banqueta. Entonces me decidí a usar el bastón y decidí sacarme la careta y contárselo a mis amigos, tomó estado público.
— En la carta hay una frase que dice “no voy a dar el brazo a torcer”.
— No dar el brazo a torcer es no rendirse. Seguir para adelante siempre, contra viento y marea. Hoy por hoy estoy fenómeno y me gusta darle la tranquilidad a la gente que me contrata de que estoy en condiciones de cumplir con lo que me comprometo. Después si es decoroso, no es decoroso, es una cuestión mía. Pero para el que me contrata que sepa que estoy fenómeno.
— Pero ¿cómo va a ser indecoroso agarrarte del brazo de alguien, Donald?
— Pero es que no te agarras del brazo por cariño, sino te agarras…
“CUANDO ME DIAGNOSTICARON ME DIJERON QUE NO LO REVELARA, QUE NO LO COMPARTIERA”
— Para sostenerte, claro. ¿Y ahora con el bastón cómo vas?
— Tengo que encontrarle la vuelta para que sea algo elegante, tipo Fred Astaire, hacer un bailecito o algo. Ahí va a estar todo bien. Me hace mal ponerme de pie. En movimiento más. Cuando me lo diagnosticaron una de las primeras cosas que me dijeron es que no lo revelara. Que no lo compartiera.
— ¿Por qué?
— Qué sé yo. Entonces permanecí mucho tiempo no queriendo comentarlo, pero llegó un momento que…
— Qué raro ese consejo.
— Que no lo contara, que no lo revelara, más bien que me lo guardara para mí. Los aspectos visibles del Parkinson son tres. Temblor en las manos, en el cuerpo en general. Después la rigidez, como contracturas, calambres. Y el tercero es la lentitud. Todo se hace más despacito. Y hay un montón de malestares internos que voy descubriendo y manteniendo a raya con terapias alternativas.
“FÍSICAMENTE ESTOY COMO UN CHICO DE VEINTE”
— ¿Por ejemplo, qué probamos?
— Por ejemplo, una de las cosas que noté es que el Parkinson incide en el ánimo. Que por ahí se te cae el ánimo, te bajonea. Físicamente estoy como un chico de 20. Estoy impecable. Pero el ánimo se caía igual. Entonces descubrí el método que consiste en darte una ducha bien caliente y antes de salir, cortar el agua caliente y abrir toda la fría. Te bancas el chubasco de agua fría un rato, dos minutos, después de veinte segundos se te va el frío. Al principio cuesta, el primer día cinco segundos, el segundo día un poco más… La cuestión es que eso te levanta el ánimo pum para arriba.
— Te llena de energía.
— Te llena de energía. Eso lo hago todas las mañanas. Y después si hace falta en algún otro momento del día o de la noche también.
— ¿Te metes a la ducha?
— A la ducha y me pego un duchazo frío y chau.
“NO SE DEJA VENCER”
— ¿Se puede hacer algo para detener la enfermedad? ¿El ánimo cuenta?
— Puede ser que haya sido una de las razones por las cuales publiqué la carta. Por una decepción. Es decir, en algún momento pensé que lo podía vencer. Me di cuenta que no es fácil vencerlo, no se deja vencer. Ese sí que no da el brazo a torcer. Entonces capaz que fue un bajón. Pero estoy aprendiendo a convivir, ya sé que es una enfermedad incurable pero quién te dice, capaz que no, puede ser que la venzamos después de todo.
— Aceptar y asumir una enfermedad es sacarse una mochila de encima.
— Mirá, es una enfermedad que es brava. Como te comenté hay casos peores.
— ¿Qué más te mantiene de buen ánimo? Elegí algo que sea clave.
— Está fuera de cámara.
— Tu mujer.
— Sí. Ella. Mi compañera desde hace 49 años, claro. Fundamentalmente ella. Y después mis hijos, mis nietos, mis amigos, mi gente. Mi Argentina.
— ¿Sabías cuando eras joven qué música iba a pegar en la gente, qué iba a tararear, qué iba a prender en esa época?
— A partir de “Tiritando” pensaba que sabía. Nadie tiene la bola de cristal. Pero sí, hubo unas cuantas canciones que pegaron. Pero no sabía. La llave la tiene el público, no el artista. Vas metiendo una llave, y si esa no abre probás otra. Pero nadie sabe cuál es la llave.
— Seguís cantando, seguís tocando la guitarra, te seguís presentando en shows.
— La idea es cada vez que me encorvo, enderezarme.
— Me quedé pensando en tu coquetería. Me acuerdo de haber ido a ver a Sandro cantar, estaba en el escenario con el tubo de oxígeno.
— Exactamente. Es para aplaudir. Pero era Sandro. Sandro de América.
— Pero vos sos Donald.
— No soy Sandro. Sandro es Sandro. Me parece maravilloso lo que hizo Sandro, me parece admirable.
— Hubo una época común con Sandro, con Leonardo Favio, los ídolos de los 60, los 70.
— Palito Ortega. Leo Dan. Tantos. Hay tanto para decir de los amigos. Últimamente estoy descubriendo algo que he denominado los amigos del alma. Estoy descubriendo amigos que no sabía que tenía y que me querían y que andá a saber desde cuándo los tengo.
— ¿Estás con una sensibilidad especial en relación a la amistad?
— Es muy posible, sí. Muy lindo, tener amigos.
— ¿También más sensible?
— Mira, soy emocionable, sí. Soy sensible. Híper sensible tal vez. Yo creo que a todo el mundo le pasa lo mismo, hemos estado un tiempo durante la pandemia en un encierro grande. Eso te lleva a pensar mucho. Y además los años no vienen solos, a medida que el tiempo va pasando uno va analizando, va recordando un montón de cosas. Por suerte no solamente miro para atrás para recordar las cosas buenas sino que miro hacia adelante con ganas de que vengan cosas buenas.
— Alejandro Lerner grabó uno de sus clásicos con Rusherking, hay mezclas entre músicos.
— Este disco que grabé para Estados Unidos es con un rapero, precisamente. Y es eso, es un ritmo actual, “Scaba Badi Bidu” actualizado, y en inglés tuvo una versión distinta. Entonces estoy abierto, open to suggestions, como dicen los americanos. Abierto a las sugerencias, a todo lo que sea novedoso.
— En el amor, Verónica.
— Y la bella siempre está. Soy un tipo tremendamente afortunado en todo sentido. Y en el amor más aún.
— ¿Viene un recital pronto? ¿Vas a seguir tocando?
— Hay un montón de actuaciones públicas, de fiestas privadas, de eventos por delante. Voy a grabar con un intérprete también muy famoso del rock una canción. Una canción propia mía, “Tiempo libre” se va a llamar. Pero no quiero adelantar nada. En su momento seguramente se va a saber.
— No te van a torcer el brazo.
— Eso no, jamás.
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