María Jesús Conde Zabala dice que siempre se sintió feminista porque nació en la tradición del matriarcado vasco, un pueblo que por empezar no le rinde culto a un Dios, sino a una Diosa. Históricamente, allí fueron las madres, y las mujeres en general, las que defendían el legado familiar cuando los varones iban a la guerra o a cazar: eran ellas quienes quedaban al frente de la casa y hasta le daban la dote a sus hermanos para que pudieran casarse, aunque también tuvieran a cargo las tareas de cuidado. Fue lo primero contra lo que se reveló.
“Tengo dos hermanos mayores y una madre muy vasca, pero también muy tradicional, que a mis hermanos no les asignaba ninguna tarea doméstica y a mí, desde pequeña, me decía ‘Ayúdame a recoger la mesa’. Sin saber cómo llamarlo, yo repetía: ‘Quiero ser como mis hermanos. El día que ellos ayuden a recoger la mesa, yo voy a ayudar también’”, cuenta a Infobae quien hace seis meses se convirtió en la primera embajadora española en Misión Especial para la Política Exterior Feminista, un cargo creado por el gobierno de Pedro Sánchez que no sólo es novedoso en España sino en el mundo. Conde Zabala sólo tiene pares en Suecia –pionero desde 2014–, Canadá, Francia, Luxemburgo y México. Su misión puede definirse en tres erres: derechos (en inglés, rights), representación y recursos.
Educada en un colegio de monjas para señoritas, se encontró de lleno con las trabas de la desigualdad de género en la Universidad donde se licenció en Derecho. “Siempre quise ser independiente, aprender y tener lo que los hombres tenían a mi alrededor; ellos eran libres e iban por la calle sin miedo a que los violen. Cuando yo era jovencita, en los años 60, en el País Vasco había heroína y yonkis por todas partes y no había teléfonos, entonces a partir de las 10 de la noche, mis padres me decían: ‘Aunque no tengas dinero, coge un taxi, y cuando vengas a casa, le dices al taxista que espere y que va a bajar tu padre a pagar’. ¡Y es que nos podían violar! A partir del #NiUnaMenos ahora estamos hablando de todas estas cosas que aún ocurren, pero antes se ocultaban”, dice la embajadora, que aprovechó esta semana un viaje de agenda a Chile para pasar unos días en el país que inició hace siete años la movilización masiva del movimiento de mujeres siete años atrás.
“Yo tenía 18 años y todavía no me identificaba con el feminismo, porque francamente las veía muy radicales, pero sí sentía que lo que me estaba pasando a mí por ser mujer era injusto. Y ahí es cuando empiezas a estudiar y vas aprendiendo que se puede ser feminista sin estar en contra de los tíos, que a mí siempre me han gustado y me siguen gustando mucho”, se ríe quien se asume más ligada a la tradición del feminismo liberal. “Yo no vengo de la izquierda ni soy una mujer ideologizada –declara–: he descubierto el feminismo a través de mi propia experiencia vital”.
Ya recibida, Conde Zabala viajó a hacer un posgrado en Arte a los Estados Unidos (tiene otros dos, en Comercio Internacional y en Derecho Común Europeo, además de estudios doctorales en Crítica Literaria y Literatura Latinoamericana) y, al regresar a España, fue nombrada directora de Derechos Humanos del gobierno vasco. “Fue un salto muy importante –dice–, porque al trabajar en el área de Derechos Humanos pude profundizar el conocimiento normativo sobre las desigualdades que afectan a los diferentes grupos sociales, en una época en la que ETA mataba”.
En esos años, su tarea fue dar contención a las víctimas del terrorismo y a movimientos sociales como Gesto por la Paz, pero al mismo tiempo en los centros penitenciarios, para que a los presos no se les restringieran más derechos que los que establecían las sentencias firmes: “Buscábamos que no hubiese más abusos sobre ellos, porque había mucha rabia y muchos rencores en las cárceles. En aquel momento había una política de dispersión en España porque los presos de ETA dirigían a la organización desde la cárcel, y entonces había que tener a unos en Ceuta, o otros en Canarias, en lugar de estar cerca de su domicilio como ahora establece la Constitución. Eso tenía un costo terrible para sus familias, que tenían que desplazarse”.
Así se acercó a lo que hoy conocemos como interseccionalidades: todos esos factores sociales (el género, la etnia, la clase) que al superponerse configuran las desigualdades sistémicas. “Esa experiencia amplió mi sensibilidad hacia diferentes grupos que sufren y están excluidos, y además sufren violencias”.
Estaba en el gobierno vasco cuando fue seleccionada para el puesto de asesora regional de UNICEF para la protección de la Infancia para América Latina y el Caribe, con oficinas en Bogotá. Y estaba también en un gran momento personal: “Vivía en Bilbao y tenía una pareja estable y una vida feliz, porque con Emilio éramos felices, y me metí en esto por pura curiosidad, porque no conocía a nadie que estuviera en el sistema de las Naciones Unidas ni tenía ningún enchufe, y a los seis meses me llega la carta de oferta. Y bueno, pues tuvimos una crisis de pareja tremenda porque mi compañero tenía dos hijas de su matrimonio anterior a las que quería profundamente –y por eso yo le quería a él, por cómo quería a sus hijas–, y las veía todos los días; él no podía seguirme, tenía que quedarse en España. Fue tremendamente doloroso, el momento más doloroso de mi vida después de la muerte de mis padres, porque nos queríamos”, se emociona.
Tenía 40 años y, como tantas mujeres, tuvo que optar entre su carrera y su independencia, y el amor y la estabilidad junto a quien hoy es uno de sus mejores amigos; cumplir su sueño profesional era a la vez quedarse sola. “No podía renunciar a mi vida por acompañar a un hombre aunque lo quisiera muchísimo –dice–. Fue como el caso práctico, pues nos pasa a casi todas en algún momento. Pero yo tuve que decidir y no fue fácil, porque además me fui completamente sola a otro país –en otro continente– con toda la ruptura detrás”.
Acababa de comenzar el milenio y esa decisión marcó su destino: de Bogotá fue a Panamá, y de allí a Nicaragua, República Dominicana y Bulgaria como representante del Fondo de Naciones Unidas para la Infancia. “Al final una tiene que hacer un buen paquete de la vida; yo no tengo hijos y voy sola, y de todo me llevo algo. Y Emilio se transformó en mi partener, sabe de mi vida y me escribe, ahora mismo me preguntó cómo estuvo todo en Chile, cómo me está yendo aquí. Él dice que para él fue más doloroso porque tuvo que quedarse en Bilbao a hacer el duelo, y yo por lo menos tenía un horizonte lleno de optimismo y de perspectivas”, confía. Es ese horizonte el que la trajo a Buenos Aires.
–Viene de reunirse con representantes del primer gobierno feminista de la región. Voy a hacerle la misma pregunta que Emilio: ¿Cómo estuvo todo en Chile? ¿Cuál fue su impresión?
–Buenísima, buenísima. Aparte, a ver, esto me ha pasado también aquí: yo de repente no me doy cuenta, pero es que tengo 64 años, entonces me he hecho una señorona, y las nuevas responsables de la política sois todas jovencísimas. Entonces, en Chile también me impactó esa juventud, ¡la Primera Dama es una niña! Son todas guapas, listas, simpáticas y muy comprometidas y con visión. La verdad es que ha sido una experiencia muy positiva.
–El gobierno feminista de Gabriel Boric tiene gabinete más paritario de América Latina, con más del 60% de mujeres en los ministerios, incluida la Cancillería, pero no tiene aún una Embajadora para la Política Exterior Feminista.
–Justamente, el gobierno chileno pidió apoyo a España porque están en plena formulación de su política exterior con enfoque de género. Han nombrado a una diplomática como coordinadora de la Política Exterior Feminista, Verónica Rocha, y estamos en contacto porque están empezando a trabajar en un documento que vamos a trabajar juntas: yo les doy inputs de lo que nos ha funcionado y lo que no. Y, en julio, la ministra (Antonia) Urrejola va a ir a Madrid y se va a firmar un convenio de Política Exterior Feminista previo a la visita del presidente Boric en diciembre. Pero lo cierto es que en el momento en que tengan diseñada su política, tendrán que nombrar una embajadora, porque el ministerio de Asuntos Exteriores es en casi todas partes probablemente el más tradicional y más jerárquico.
–Hoy en Chile como en España las cosas son distintas, pero en la Argentina los cargos ejecutivos de relevancia en el Gobierno los siguen ocupando varones mientras para las mujeres reservaron únicamente el Ministerio de la Mujer, casi como para que tengamos un lugarcito en donde debatir de nuestros asuntos de chicas y nos quedemos tranquilas. La pregunta también tiene que ver con tu cargo y lo que ocurre en el Servicio Exterior, donde después hay pocas embajadoras en destinos relevantes –la propia María Jesús Alonso es la primera embajadora mujer en la Argentina en 200 años–, ¿no terminan siendo a veces una trampa estos espacios?
–Bueno, en España hoy tenemos tres vicepresidentas, y catorce ministras, frente a ocho ministros. Entonces, no es postureo, es que el presidente del Gobierno es un hombre, pero es feminista. Y lo ha dicho en la Cumbre de Mujeres por África y cuando ha presentado la Política Exterior Feminista. Además hay una una Ley de Igualdad que obliga a todos los ministerios, en el caso de la administración del Estado, a tener una unidad de igualdad, que hace que cuando presentan cada año su proyecto de presupuesto tienen que llevar una memoria de enfoque de género, es decir, qué va a hacer ese ministerio para transversalizar el enfoque y promover la participación de mujeres y su promoción profesional. Tenemos presupuestos con enfoque de género desde el gobierno de Rodríguez Zapatero de 2007, pero en el caso del presidente actual se ha dado un salto tremendo en políticas de género, igualdad, derechos de las personas trans y LGTBIQ, derechos sexuales y reproductivos –mejorando el articulado del derecho a decidir para que las mujeres puedan acceder al aborto, cuando antes el 70% se practicaba en clínicas privadas y, por las objeciones de conciencia que ponían algunos médicos, terminaban pagando de su bolsillo la intervención, por lo que sólo accedían las que podían costearlo–. Entonces, creo que la ley, y sobre todo los compromisos de las personas que están al frente de las instituciones, marcan la diferencia.
–¿Cuáles son en concreto sus misiones fundamentales como Embajadora de la Política Exterior Feminista española en este momento?
–Hoy la prioridad es Ucrania: el aumento de crímenes contra las mujeres como elemento de tortura en la guerra es atroz. El 14 de abril hubo un debate abierto en Naciones Unidas porque el Reino Unido había propuesto una nueva convención más enfocada en la en la rendición de cuentas, entonces tuvimos una discusión sobre si era necesaria otra convención más o lo que necesitamos es que se cumplan las que tenemos. Y es que tenemos suficientes mecanismos que si obligásemos a que se cumplan y se monitoreen, producirían resultados. Una lección aprendida viendo los crímenes que están ocurriendo en Ucrania es que los países desarrollamos la sensibilidad en función de la proximidad al conflicto. Cuando leemos todos los años los crímenes bárbaros que se producen en las repúblicas centroafricanas, esas violaciones a mujeres embarazadas a las que las abren y les sacan los bebés y los matan después de violarlas delante de todo el mundo, por ejemplo; las mayores barbaridades que te puedas imaginar se producen ahí. Y se condenan, pero es una realidad que, aunque nos conmueve, está ocurriendo muy lejos.
–¿Cómo es el trabajo con perspectiva de género en Ucrania, que está más cerca, al menos en Europa?
–Hace dos semanas España envió 40 investigadores para recoger información sobre los crímenes para llevar a Putin ante el Tribunal Penal Internacional y esos investigadores e investigadoras también tienen un enfoque de género: van a recabar evidencia para perseguir estos delitos como crímenes de guerra. Entonces, otra lección aprendida: si España ha mandado 40 investigadores que tenemos del Ministerio de Justicia, de Defensa y del Interior, lo podemos hacer también en otros países. Y tenemos que hacerlo. Esto es crucial: que entre los grupos de investigadores haya más mujeres y que tengan también perspectiva de género. Y que en estas intervenciones, además de recabar información, la víctima esté en el centro. Necesitamos proteger a la víctima porque en estas sociedades ese tipo de delitos estigmatizan muchísimo a la mujer y a su familia. También hay que trabajar con las organizaciones de mujeres de los propios países en el mismo entorno para que les den acogida, para que se las respete y las ayuden a recuperarse, porque es la forma de permitir su reintegración en la sociedad.
–¿Qué otros temas son urgentes hoy desde un enfoque feminista de la política exterior?
–Afganistán. Estoy en contacto permanente con un grupo de mujeres afganas. Hicimos una cumbre en Madrid que se llama Hear Us, en inglés porque la mayor parte de ellas están repartidas por Europa y Estados Unidos y hablan inglés. Participaron mujeres afganas que fueron evacuadas y han sido ministras de Minería, de la Mujer, de Salud, de Educación, presidenta de la Asamblea Nacional, artistas, directoras de cine y de teatro, y trajimos a la directora mundial de Comunicación del ACNUR, a la representante de ONU Mujeres en Afganistán, al Alto Comisionado para la Alianza de las Civilizaciones, a la representante del secretario general de la OTAN para Mujeres, Paz y Seguridad, al subdirector de la Organización Mundial de la Salud que trabaja en los programas de polio para esos países porque justo la semana anterior habían matado a 8 vacunadores, y a varias organizaciones españolas y empresarios.
–¿Y qué resultó de esa experiencia?
–La actividad que está en marcha en la plataforma Hear Us que creamos tiene tres pilares, uno es favorecer la inclusión de estas mujeres en nuestras sociedades. Ellas vienen con la idea de que se van a quedar por un tiempo corto, entonces mientras estén aquí tenemos que aprovechar sus talentos y conocimiento en beneficio de ellas. El segundo tiene que ver con su participación en la agenda humanitaria: queremos que sus voces sean escuchadas, porque el enfoque de género obliga a hacerlo. No podemos seguir haciendo la ayuda como se hacía tradicionalmente: que decidan las organizaciones que están ahí a quiénes llegar. Estas mujeres que están fuera trabajan en red con las que están dentro, porque las redes sociales, a pesar de la represión que hay en el país, permiten que estemos oyendo a las mujeres de Afganistán todos los días. Y queremos que las voces de unas y otras se internen en la ayuda humanitaria. El tercer pilar, tiene que ver con la agenda Mujeres, Paz y Seguridad y está vinculado a que estas mujeres se conviertan en agentes de cambio en el diálogo político de la reconstrucción. Estamos trabajando con la Alianza de Civilizaciones, con ONU Mujeres, con el Fondo de Desarrollo de Qatar, con Turquía, y con pensadores y estudiosos del Islam liberal. Necesitamos que de alguna forma contagien este proceso, porque lo que queremos es que los talibanes en lugar de escucharnos a nosotros que somos cristianos, escuchen a musulmanes. Creamos una secretaría técnica de Casa Asia para que se sigan integrando mujeres y desde ahí vamos a dar becas a las afganas jóvenes y estamos ahora en conversaciones con la Comisión Europea y los Estados Unidos para ver cómo se suman a la iniciativa o para hacer un gran movimiento internacional.
–Hace diez días estuvo de visita en la Argentina Cayetana Alvarez de Toledo, a quien los medios presentaron como “la Messi del PP” y fue recibida por toda la oposición como si efectivamente lo fuera. Los mismos políticos que en 2015 corrían a sacarse la foto con el cartel de #NiUnaMenos, la agasajaron sin que les hicieran ruido su cruzada para terminar con las leyes y medidas que protegen a las mujeres, en especial, claro, a las que no tienen sus recursos.
–Es que justamente es un problema porque es una mujer muy elitista, reaccionaria, y totalmente alejada de los problemas de las mujeres y de los hombres también; porque no es solamente de las mujeres, sino de las personas cotidianas. Y se ha dedicado a teorizar y a disertar con un planteamiento muy excluyente, muy radical, pero incluso dentro de su propio partido, y prueba de eso es que la han apartado y está más cerca de Vox que del Partido Popular. Es un discurso retrógrado y lo triste es que le pongan micrófonos.
–Estamos muy preocupados por la reacción conservadora, pero se suponía que las nuevas generaciones iban a cambiar la cabeza, que con la pedagogía alcanzaba, y hace dos meses asistimos aquí a una violación grupal en uno de los barrios más seguros y ricos de Buenos Aires, donde los abusadores fueron chicos de entre 18 y 20 años, formados en la primavera del #NiUnaMenos, que se decían aliados del feminismo, estudiaban en universidades progresistas e iban a las marchas contra la violencia machista.
–Yo creo que sin duda se está viendo una reacción a nivel internacional impulsada por movimientos de extrema derecha populistas que se aprovechan de la frustración que se vive en algunos sectores de la sociedad ante la incertidumbre que tenemos en un mundo tan cambiante y con tan pocos anclajes que te permitan tener el sentido de pertenencia tradicional que se tenía. Pero, dicho esto, también estamos en un momento en el que tenemos que revisar si verdaderamente habíamos logrado conquistas en términos de cultura social más allá de reformas legislativas. Es decir, si estas influencias nuevas que vienen de la extrema derecha han calado con tanta facilidad en temas tan importantes de valores y de principios hasta el punto de llegar a la agresión física de una mujer, es que habría muchas arenas movedizas y no las habíamos visto, no las habíamos visto hombres ni mujeres. A veces creo que los movimientos feministas necesitan también hacer más trabajo de campo, y a veces las discusiones están en el mundo académico y en el mundo político y se pierde el contacto con la realidad y se termina pensando que esos avances que han permeado en mujeres educadas o en mujeres con buena voluntad o con principios sólidos por naturaleza, han contagiado a toda la sociedad y no es así.
–En la Argentina ese salto de la trinchera violeta de los congresos y debates académicos se había dado con el #NiUnaMenos que, en los años que siguieron, permitió también que se abriera la discusión sobre el aborto. Sin embargo, tuvimos acá esta semana, por ejemplo, el caso de un ídolo y dirigente del equipo de fútbol más popular del país que defendió a un jugador acusado de abusos de todo tipo diciendo que no le importaba lo que hiciera en su vida privada. Esa era una discusión que parecía totalmente zanjada, casi el abecé de la lucha contra los femicidios, pero el clima social permite que hasta se vuelva a limitar la violencia machista al ámbito doméstico, como si fuera un asunto en el que los terceros no deben involucrarse. ¿Cuál cree que es la raíz de un retroceso tan grande?
–Es que no ha calado en toda la sociedad y yo creo que también las mujeres somos transmisoras del machismo, porque al fin y al cabo hombres y mujeres hemos sido educados con los mismos patrones patriarcales y hay muchas mujeres que también lo transmiten. También estoy viendo cada vez más hombres que defienden el feminismo de manera genuina y creo que tenemos que ver cómo creamos alianzas con ellos para llegar a más hombres y mujeres. A mí me preocupa el sometimiento que están teniendo las niñas, hijas de madres y abuelas feministas, que sin embargo están siendo sometidas en las redes sociales y en los teléfonos móviles por el noviecito. Hoy no estamos hablando de las niñas.
–El tema de los noviazgos violentos se dejó pasar, como si, de nuevo, lo hubiéramos perdido de vista en el camino.
–Verdad, ¿qué ha pasado para que a estas niñas les estén haciendo la vida imposible, las controlen, les lean el teléfono, no las dejen estar con las amigas y que se estén dejando, cuando son criaturas que han crecido en un entorno donde se hablaba de derechos, de libertades, donde sabemos a dónde tienes que ir para denunciar?
–Es una pregunta que también nos tenemos que hacer al interior de los feminismos, porque no se agota la respuesta con pensar que es responsabilidad de los medios hegemónicos que no lo quieren ver, o es la derecha, o son los evangélicos: hay un lugar a donde no estamos llegando y tenemos que poder ver por qué.
–Sí, tenemos que verlo y poder decir ‘es responsabilidad de todas y de todos’. Por supuesto falta educación sexual en las escuelas y en la casa. Yo he visto alguna estadística que dice que los niños tienen el primer contacto con el porno a los 11 años a través de las redes sociales y que si no hay una educación sexual seria en las escuelas, que hable de géneros y del respeto y de cómo se tiene una relación sana, los niños y las niñas van a tener sus contactos a través del porno que es lo que tienen al alcance de la mano. Y el porno es agresivo, brutal y sometedor. Probablemente estos chicos de 20 años que salen con una chica de un bar y abusan de ella, pues han visto porno, y en el porno a las chicas les gusta.
–Claro, termina siendo más pedagógico que cualquier mensaje, pero para reproducir la violencia machista.
–Ayer se aprobó en España el anteproyecto de Ley Orgánica de Garantía Integral de la Libertad Sexual, que es eso del “Sí es Sí”, es decir, es el consentimiento positivo inspirado en el convenio de Estambul y el modelo de que sólo el sí explícito significa que sí. Y deja claro que el silencio o la pasividad no significan consentimiento. Entonces elimina la distinción entre el abuso y la agresión, por lo tanto, siempre que no hay consentimiento hay agresión sexual. Pero llegar aquí nos ha costado. Todo este movimiento empieza con La Manada, o sea, con la situación de esta chica que está totalmente bebida y muerta de miedo con cinco tíos en un portal y se deja hacer de todo. Y yo no soy partidaria lo del “Yo sí te creo”, porque también le creo a muchos hombres y hay mujeres a las que no, pero en este caso concreto, yo me podía poner en la situación de esa chica: que empiezas a vacilar, que se te aparecen cinco tíos que están estupendos físicamente, que en el vacile del “Vente conmigo” te metes en un portal con ellos y cuando entras los tíos empiezan a tocarte y a bajarse la cremallera, y no sé qué haces, o sea, si ves que no puedes salir, haces lo que te digan porque en ese momento es “Que no me maten”.
–Claro, es lo que le pasaba a Jodie Foster en la película The Accused que fue filmada hace 25 años y, en un punto, pese a todos los avances, parece que no pasó el tiempo.
–Este argumento de sólo Sí es Sí es un paso importante que va más allá del simple No es No, pero ¡es tanto lo que tenemos que trabajar en respeto y en prevención del acoso sexual! El otro día me comentaba un joven diplomático que trabaja conmigo que un embajador en una fiesta le dijo “Te acompaño al baño”. Es un chico que acaba de salir de la escuela de Servicio Exterior que me alerta y me dice que cree que los jóvenes diplomáticos también necesitan entrenamiento y capacitación porque tenemos las normas dentro del ministerio, pero aquí es un embajador de otro país el que le está echando los tejos y lo está acosando por el móvil, y le ha resultado muy difícil.
–Es que hay una tremenda asimetría de poder.
–Exacto, porque él empieza a pensar: “A ver si voy a crear un conflicto diplomático”. Y al día siguiente me cuenta de una compañera a la que otro embajador le dijo que iba a ir en el coche con ella, donde otra vez está clara la relación de poder. Entonces, ¿cómo tenemos que hacer? Primero, en las escuelas, en la educación, en la familia; también con más normas y cursos de formación en el trabajo. El ejemplo de mi compañero me parece muy útil porque refleja esa asimetría.
–En un ambiente como el cuerpo diplomático, imagino que Usted también habrá vivido situaciones de machismo, incluso ahora mismo por el cargo en el que fue nombrada.
–“¡Florero!”, claro. Primero, algo internalizado que es el síndrome de la impostora: “¿Estaré yo preparada para esto?”. Me pasó desde mi primer trabajo en Naciones Unidas…
–¡Si los hombres se preguntaran eso!
–Bueno, claro. Y luego esas cosas que vas notando con el tiempo, como que cuando era joven tenía un atractivo que ahora no tengo. Ahora tengo más libertad también, ¿eh?, pero yo me ganaba muchas cosas porque era simpática y era graciosa y era mona, entonces aprovechas la seducción para conseguir cosas. Eso a mí me funcionaba. Ahora como no tengo ya el recurso de la seducción, lo que hago es estudiar al personaje y decir, bueno, a ver por dónde le entro. Pero nunca me he sentido acosada, y cuando alguna vez algún compañero me echaba los tejos, pues yo le decía: “Ay, estás tonto”.
–Los desarticulaba, claro. Son recursos que tenemos algunas, pero no es fácil para todas.
–No todas lo tienen, yo lo he tenido quizá porque he crecido con hermanos y me he sabido defender desde pequeña. Siempre me ha encantado que un tío me seduzca cuando me gusta, porque he sido muy ligona, pero cuando no me gustaba un tío y se me acercaba, siempre pude decir que no, y en el trabajo ni te cuento. Así que he tenido approaches, pero todos han entendido el mensaje.
–Decía que no es partidaria del “Yo te creo”, pero eso surge también porque la Justicia es ineficiente en muchos casos. ¿Cómo se hace para reparar y prevenir, para abrazar a las víctimas de abusos sin erigirnos como juezas nosotras?
–Es que yo no le doy un cheque en blanco a nadie, en ningún tema. Sí cuando hay pruebas, claro, pero sé que también hay mujeres que utilizan este tipo de cosas para fastidiar a los novios o a los maridos, sobre todo en los procesos de divorcio. Por eso es un gran paso previo la Ley del Consentimiento y tener presente que sólo Sí es Sí.
–Su discurso parece más cercano al del feminismo liberal, y es funcionaria de un gobierno de izquierda.
–Es que yo no vengo de la izquierda ni soy una mujer ideologizada. Yo he descubierto el feminismo a través de mi propia experiencia vital. Creo que conecto con muchas cosas y me ofrezco a abrirme a eso que tenemos como colectivo, porque son tantos los retos, que si empezamos a enzarzarnos con las cosas pequeñas, estamos fatal. Cuando vi a las feministas divididas el último 8 de Marzo, pensé: “A los de Vox sólo les falta que les demos los paquetes de palomitas para que aplaudan”. Es el momento de la transversalidad y en esto no podemos ser sectarias –que es otro problema que tenemos a veces en los feminismos–; por más que somos un gobierno socialdemócrata, vivimos en una sociedad y una economía liberal: tendríamos que empezar a cuestionarnos la venta de armas cuando España es un país productor de armas, ¡lo mismo que Suecia! Y no podemos dejar de hablar por eso de la agenda feminista.
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