Sus padres la anotaron “Carla Soledad Rivero”, pero la conocemos como Calu Rivero. Necesitó cambiarse el nombre y eligió llamarse Dignity. Es actriz, es modelo, dj ocasionalmente. Nació en la localidad de Recreo, Catamarca. Tiene una casa en Argentina y otra en Uruguay, pero vive viajando por el mundo. Lo que la define entonces no es un nombre, ni es un país, ni es una actividad: es el cambio. Mientras a la mayoría de los mortales los cambios nos perturban, ella asume vivir un cambio permanente. Hoy decide salir del silencio después de un largo tiempo fuera del ámbito público, después de años sin actuar, sin dar entrevistas, borrada incluso de las redes sociales.
—Dignity, un nombre en inglés. ¿Por qué?
— Estaba viviendo en Nueva York. Mucha gente me dijo “¿pero en español no?”. No fue una estrategia, lo sentí. Cambiarme el nombre tiene que ver con algo que pasó en mi línea del tiempo. Es como los tatuajes, ¿no? Te marcan algo, vos te acordás qué significaba, el por qué. Claramente acá pasó algo, hubo una necesidad de reset, de cambiar.
— ¿De cambiar qué?
— De desprenderme de una narrativa.
“CALU’ ESTÁ MUY MANOSEADO”
— ¿Empezar de nuevo?
— Claro, y muy de adentro para afuera. Siento que muchas cosas las hice al revés, de afuera para adentro. Y todo lo que pasó lo composto, lo amo, lo abrazo y lo sigo teniendo. Lo integro. ¿Sabés qué siento? Que “Calu” está muy manoseado. Sólo puedo hablar de lo que me pasa, y es lo que vibro cuando me dicen el nombre. Lo amo y lo amé mucho, feliz de que me digan Calu. Y cuando empecé con “Dignity”, como un juego, me sentía mejor. Es mi propia sanación, como un ritual, yo hice mi propio invento, un acto psicomágico para sentirme mejor.
— ¿Algo así como volver a nacer? ¿Quiénes son los que hoy te llaman “Dignity”?
— Todos me dicen Dignity.
— ¿Todo lo que sucedió a partir de que denunciaste a Juan Darthés hizo que necesitaras hasta cambiar de nombre?
— Yo no pude defenderme, no tenía las herramientas para frenar un montón de cosas, cosas mediáticas que se decían. No las tenía realmente… Todo lo que pude aprender con respecto a ser mujer, lo aprendí a través del dolor, pero hoy lo agradezco. El dolor es parte de la vida y entiendo ahora el dolor como crecimiento. Incluso cuando es algo lindo, yo me mudé a Nueva York, feliz estaba. Pero había un dolorcito de dejar mi comunidad acá, mi familia, mi perra. Entender que el dolor es el que nos ayuda a crecer a mí me ayudó mucho.
— Después te volviste a mudar, viviste en Uruguay.
— En realidad voy y vengo. Yo me muevo mucho. Uruguay fue por la pandemia. Me encantó, me refugió mucho, fue un gran lugar donde me metí para adentro y me metí a crear, a conectar mucho conmigo.
— Fuiste cambiando también la manera de presentarte, pero actriz seguís siendo.
— Sí, soy actriz, me encanta. Es una de las cosas que más extraño, actuar, meterme de lleno en un personaje, todo lo que le entregaba, todo ese proceso. Me cuesta.
“NO PODÍA ACTUAR, NO SENTÍA EN LAS TRIPAS EL DESEO”
— ¿Por qué hablás en pasado de la actuación?
— Porque me cuesta. Ahora estoy trabajando en un documental que tiene que ver con el rol de la mujer. Va a salir muy pronto, un podcast original de Spotify, y además, el libro. Estoy volviendo desde atrás, no es “yo acá estoy”. María Laura, cuando pasó todo esto, yo estaba muy dolida y no le daba lugar a ese dolor, a esa sensación de confusión.
“PENSABA ‘PARA QUÉ VAS A VOLVER, NO TE QUIEREN, NI VUELVAS’ "
— ¿Seguías, como si no pasara nada?
— Seguía, seguía y seguía exponiéndome y no me sentía bien. Y todo era propio, nadie me estaba obligando a hacer nada. Cuando pude frenar, entendí que no quería seguir generando cosas que me hacían sentir vacío. Porque yo no podía actuar, no sentía en las tripas el deseo. Seguía con mi manager fuera del país aceptando castings de afuera hasta último momento, aunque sabía que le iba a escribir ‘no llegué a hacerlo”. ¿Hasta cuándo voy a seguir acumulando vacío?, pensaba. Creo que una de las decisiones más hermosas e importantes que tomé fue ser honesta conmigo misma y decir “basta”. O sea: yo cerré puertas, por eso el libro se llama Abre tus puertas, porque yo cerré muchas puertas. Las cosas más graves se inventaron cuando yo estaba fuera del país, entonces pensaba “para qué vas a volver, no te quieren, ni vuelvas’’. “No vayas, listo”. Y estuve un tiempo sin volver a Buenos Aires por lo que mi mente me decía, es muy fuerte. Este libro lo hago con Vivek Varma que es astrólogo hindú nativo y sabe mucho de espiritualidad hindú. Él fue quien me ayudó a entender que no era tanto la prensa lo que me daba miedo, que me daba más miedo lo que yo me iba a decir ‘qué va a pasar, qué me va a preguntar, con esa pregunta me está queriendo hacer quedar’… Mi mente funcionaba súper activa. Entonces mi mayor logro fue…
— ¿Buscar la calma?
— Claro. Aquietar la mente. Entiendo a la mente, ella sufrió y yo no le di lugar.
“NO PODÉS PONERLE EL CUERPO A TODO, NO HAY MANERA”
— ¿Qué pasó con tu actividad contra el maltrato animal, con las acciones ambientales, con tu prédica vegana?
— Lo sigo sosteniendo y sigo poniéndole el cuerpo a las cosas en las que creo desde otro lugar más mío. Me fui de ser la que tiene que dar el mensaje con la bandera. No podés ponerle el cuerpo a todo, no hay manera.
— Luciana Peker escribió en Infobae que gracias a que te animaste a hablar, en nuestro país empezó a cambiar la manera de hacer ficción. Fuiste la primera que le puso voz al acoso y al abuso en la industria. Es un peso muy grande.
— Es muy lindo saberlo. Yo dejé de ir a todo, presentaciones de obras de teatro, amigos que hacían cosas… no iba por miedo a que me interceptaran y me hicieran sentir incómoda, no podía manejar la incomodidad. Me invitaron a la presentación de una serie, hacía un montón de tiempo y me preguntaron “dónde estabas?, no sabés todo lo que cambió, lo que es grabar ahora una escena de sexo”. Wow, te juro que por primera vez sentí esa emoción. Muy bello.
“ENTIENDO CUANDO A MÍ SE ME ATACA. SE ME DIFAMA”
— Hay muchas cosas que no que no suceden más después de ser verbalizadas.
— Es hermoso. Por eso creo que vamos avanzando un montón aunque por momentos haya confusión. Entiendo cuando a mí se me ataca. Se me difama. Siento que le puse el cuerpo a algo que se sostuvo y se sigue sosteniendo en algunas instituciones, entonces viene con su energía también. Y hay ecos. Y está bien. Antes era “por qué me pasa esto a mí”, y ahora “claro, va a pasar y está bien”. Sí, me duele, porque la difamación… solo puedo hablar de cómo la siento en el cuerpo. No puedo creer la creatividad, qué locura. Pienso “este dolor me va a ayudar a crecer”. Aunque me genera dolor, nos pasa a todos, todos tenemos dolores.
— Pero ser una persona pública te deja muchísimo más expuesta.
— Para mí es súper hermoso comunicar lo que nos pasa. Incluso en una entrevista. Salirnos de ese rol “soy perfecta, todo está bien”. No, me re duele. Sí, sufro a veces, pero acá estoy, antes no me permitía ser tan honesta.
— ¿Estás mejor?
— Sí.
— Cuando declaraste en el caso Darthés el año pasado desde Roma, se te vio más entera. Una declaración muy larga.
— Sí, fueron cuatro horas y media. Pero, ¿sabés qué pasó ahí? Antes de eso, de la declaración, me vino un tsunami emocional inesperado. Por suerte, a diferencia de otros años, yo tenía otras herramientas de autocuidado, de entender “yo estoy acá, estoy presente, estoy a salvo”.
— Decidiste dejar que Darthés estuviera presente durante tu declaración.
— Él estaba presente, o sea, él estaba en Brasil.
— Podrías haber pedido que no estuviera.
— Sí, sí, sí. ¿Sabés qué decidí? Poner en off todo lo que agitara mi mente. Una de esas cosas eran las redes sociales. No me hacía bien a mí estar viendo posteo esto o posteo lo otro, porque la gente, la gente, la gente. Y dije no, no, no, la gente nada.
— Las opiniones.
— No importaba eso, lo único que importaba era que yo hiciera una gran declaración que significaba también sin emoción, porque la emoción nubla. Yo tenía que estar sintiendo lo que había vivido y darle mucho valor a eso, y eso hizo también que yo esté tranquila.
— Muchas mujeres empezaron a contar lo que les pasaba.
— Sí. Es una hermosa puerta que se abrió y que yo creo que pedía a gritos que se abra.
— Ahora, entonces, a trabajar en Argentina, viene podcast, libro, charlas.
— Libro y documental, estamos en proceso. En el caso del libro “Abre tus puertas”, con la espiritualidad de Vivek mezclada con mi experiencia hicimos un método para entender qué nos decimos. Lo que está pasando no es lo que nos hace doler sino lo que nos decimos de lo que nos pasa. Empecé las charlas de Peregrinas porque sentía que no teníamos espacio para hablar. Para crear comunidades de fuerza. Para decir “me pasó esto y me siento escuchada”. Empezamos a callarnos, callarnos, callarnos, guardamos y después el cuerpo enferma. Entonces Peregrinas fue la necesidad de generar ese lugar. Acá estamos. Nos sostenemos. Nos escuchamos. Somos todas distintas, a todas nos pasa de todo. Cuando nos presentamos y vi a todas rotas, como dice Simone (de Beauvoir) dije “wow, es muy fuerte, necesitamos más de estos espacios”. Y el podcast, voy de a poco. Son experiencias de self health, de buscar bienestar. A la larga lo que termino haciendo son manifestaciones artísticas para lograr bienestar. Porque a eso vinimos, no vinimos a pasarla mal. Hubo un momento en el que se confundió todo, yo también estaba en otro lugar y cambié la perspectiva. Vinimos a gozar. Y a entender que el dolor es parte.
“NO SABEMOS ESCUCHAR PROFUNDAMENTE SIN LA NECESIDAD DE OPINAR”
— ¿La idea es encontrar una herramienta más?
— Claro, es una herramienta más. Lo que estimulamos mucho es el autoconocimiento. Lo que pasa es que no sabemos escuchar profundamente sin la necesidad de opinar. Yo por lo menos era así, escuchaba y ya estaba pensando “le voy a decir esto, quiero opinar de esto”. Poder hablar y que la otra persona no se sienta interrumpida, salvo que le pagues a alguien que es el analista (risas). Incluso los amigos que quieren lo mejor para vos o la familia, siempre quieren acelerar el proceso y ese proceso es parte. Si vos estás repitiendo el mismo error diez mil veces, es parte de tu proceso. O sea, lo que nosotros tenemos es que contener.
— Acompañar?
— Es acompañamiento. Yo necesité mucho meterme para adentro para hacer el libro, para el podcast. Decidir hacia dónde, cómo, qué quiero contar. El documental ni hablar.
— La generación millennial pone en valor la experiencia. Ir viviendo, ir viendo.
— Soy lo que experimento. Yo creo que sí, que nuestra generación experimenta esa necesidad. Una directora de Francia una vez me pidió ayuda para encontrar a una actriz que fuera muy bonita, que tuviera un millón de followers, que supiera manejar la cámara, sacar fotos, con un universo muy importante, y de 18 años. Yo dije “¿cómo 18 años?”. Es muy fuerte lo que se le exige hoy a un joven de 18 años. Hoy siento que todo se convierte en números. Yo me sentí un número. No quise más que me pregunten ni cuántos followers, ni cuánta gente los ve, ni los share, nada. O sea, no quiero ser un número, soy mucho más que un número. Nos están poniendo un número en las redes. ¿Cuántas views?
— ¿Cuáles son los vínculos más cercanos hoy?
— Son siempre los de siempre. Me siento muy, muy, muy cerca de mi perra, más que nunca. Mis padres. Mi novio (Aíto de la Rúa). Mi hermana. Mi abuela. Amigos. Tengo mi hermosa red con la que estamos siempre intercambiando cosas.
— ¿Cómo es un día tuyo hoy?
— Movidito, movidito como el tuyo (risas). Estoy muy abocada a tener una rutina para llegar bien, hay tantas obligaciones. Ahora de golpe se volvió a abrir el mundo, hay que estar acá, allá. Yo me acostumbre a estar más tranquila.
“CUANDO DICEN TANTAS COSAS FEAS DE UNO VAS TENIENDO OTRA PIEL”
— ¿Qué haces hoy cuando escuchas algo feo de vos, algo que te duele?
— Lo atravieso, dejo que me duela. Lloro. Lo que sea que pase, lo dejo. Antes lo suprimía, no le daba lugar. Y el dolor es una herramienta muy bella porque nos está diciendo algo: ‘acá vas a crecer porque esto no te está gustando y tiene que haber una razón’. La última vez que salieron cosas lo agradezco, porque me puse a investigar un montón sobre la mujer, la prostitución. Cada uno puede elegir lo que pasa, darle el significado que quiera. Es como un ritual o un rito. ‘Esto es una mierda, porque me pasa a mí’ o no, ‘esto pasa, lo integro’. Gracias a esto, me despertó la curiosidad sobre este tema.
— ¿Ya no te importa lo que digan?
— Yo creo que no es que no me importa, no me lo creo. No creo ni lo bueno ni lo malo que se diga de mí. Ya está. Ya no pongo el valor afuera. Y me costó mucho entender ese aprendizaje que es uno de los más importantes.
“ME ALEJÉ MUCHO DE LO QUE GENUINAMENTE SOY”
— ¿Cómo hiciste para aprender eso?
— Cuando dicen tantas cosas feas de uno ya vas teniendo otra piel. Es como una costumbre, no sé, aprendes. Como cuando te caes, si haces un deporte y te golpeas siempre las rodillas después te cuidas. Aprendí mucho de auto cuidado, hasta dónde dejo que eso pase. No estoy leyendo lo que se dice, ni tampoco le estoy dando valor ni a lo muy bueno ni a lo malo. Son momentos. Por algo pasan las cosas. Me gusta verlo así, por algo pasó. Si alguien inventó algo, por algo pasó. Después, elijo cómo me quiero sentir. Soy pública, cuando no hay información, nadie sabe dónde estoy, no estoy contando nada y tienen ganas de generar una información, la dicen. Y después digo, “¿puedo hacer un hecho creativo de esto o no?”. Si puedo responder por ejemplo en el caso que respondí, honro realmente a las mujeres, dignifico a las mujeres que tuvieron que hacer la prostitución porque no les queda otra. Me dignifico a mí como mujer y aprovecho para dignificar, a honrarte a vos. Siento que ahora quiero ser mayor, ya estoy cansada de tener que estar de la manera que se espera. Me alejé mucho de lo que soy, de lo que genuinamente soy. Creo que mucho tiene que ver Buenos Aires, porque yo vengo del norte, del barro, la sal, la confianza. De golpe llegué a Buenos Aires, la ciudad de la furia, a una ciudad donde estás más solo, tenés que tener otros elementos que para mí fueron aprendidos muy abruptamente. Ahora digo “volvé a esa inocencia”, que es la catamarqueña.
— ¿Y el novio qué dice de toda esta transformación? Porque se conocían de antes.
— Sí, imaginate. Hace 13 años. Él es una gran contención. Bello, bella contención, está siempre empoderando. “Hacelo”. Mucha confianza me transmite y estoy feliz.
“ESTOY VOLVIENDO”
— ¿Te llegó la urgencia del reloj biológico?
— El reloj biológico. Me pasó al revés. Siempre tuve ganas de ser madre, no había dudas, me veía, me visualizaba madre con el bebé acá, canguro. Veía en los aviones viajar a las mamás solas y decía ‘que divina’. Toda una romantización de la maternidad sola. Después empecé a ser más consciente del ser madre y de la responsabilidad, de lo que implica, del momento en el que estamos viviendo, de los valores que se intercambian. Fui más consciente de todo eso, de que crecer es bestial.
— ¿Se te fueron las ganas?
— No se me fueron las ganas pero se me fue el “quiero ser madre”. Ahora entiendo lo materno desde otro lado. Hago estimulación temprana en niños, estoy con hijos de amigas. Materno desde otro lugar, no desde mi hijo o hija. Pero sí está, me encanta. Pero no “ya a esta edad”, porque se me va el tiempo.
— ¿Es que un poco se va, o no?
— Hay un momento en el que se empieza a hablar solo de eso con tu grupo de amigas y yo digo “basta ya, por Dios”. Siento que hay otras maneras, adoptando, hay otras maneras de ser madre. Está el deseo, pero no me obsesiono porque se me va el reloj biológico. Mi mamá va a estar indignada.
— Y sí. Le mandamos un saludo (risas). Todas las mamás con hijas jóvenes queremos ser abuelas, quiero que lo sepas Calu.
— Se va a preguntar en qué momento cambié de opinión. Es que estoy conectada con el bienestar. Ahora estoy volviendo a conectar con mi poder femenino. Estoy volviendo. Ya va a venir eso porque es muy poderoso ser madre, muy bello. Ya vendrá.
— La estás pasando bien ahora.
— Sí (risas). Me mirás como diciendo “hace mucho que no te veo riéndote en entrevistas”. Sí, es verdad. Es que yo estaba en eso antes. Después me comió el mensaje. Somos una generación a la que nos come el mensaje. Estamos ahí replicando lo que queremos ser, el ideal. Poniendo ‘confía en vos’. Y yo ponía esas cosas. “Empoderate”. Hasta que dije “no, pará, voy a ir hacia adentro a entender qué es confiar en mí. Te estás mintiendo, de qué confianza en vos hablás si te estás exponiendo a lugares que no querés ir porque te hacen sentir vacío, e igual vas. ¿Eso es confiar en vos?”.
— ¿Cómo describirías lo que aprendiste?
— Yo creo que aprendí mucho a reconocer el valor dentro mío. Eso fue un gran aprendizaje en este tiempo. A darle valor a ‘no quiero ir acá por algo’. A darle valor a lo que todo mi cuerpo me estaba diciendo, por alguna razón no le daba entidad. Y también a estar en el presente, estar acá ahora con vos riéndome, sintiendo goce. O sea me siento bien.
— Quiero un libro entonces (risas), quiero un ejemplar.
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