Roberto Moldavsky no necesita presentación, pero por si acaso sepan que el protagonista de “El método Moldavsky” es humorista, actor, escritor, guionista, presentador. Y que además es vendedor de ropa.
— (Risas) Fundamentalmente.
— ¿Durante veinte años fuiste vendedor de ropa?
— Sí, y te juro que es como un vicio. Mis hijos me cargan porque paso por un negocio y toco la tela, miro adentro a ver cómo está terminada la prenda. Ellos dicen “¿te gusta esta campera? Me la quiero comprar”. Entonces yo abro, empiezo a mirar los bolsillos, los cierres… Miro cosas que el que va a comprar no mira. Me quedaron todos los vicios.
— ¿Vendías ropa terminada o telas?
— Prendas, prendas confeccionadas, terminadas.
— ¿Para hombre, mujer o niño?
— Mujer. Poco de hombre, antes era un público que venía con la esposa.
— ¿Venta minorista o mayorista?
— Las dos cosas. Por lo tanto me encontraba con gente que tenía negocio y que es difícil de chamuyar porque conocen.
— ¿Gente que regatea?
— Regatea. Paga a largo plazo. Hay una lucha. El otro día una clienta me viene a ver al teatro y me dice “ay, vos no eras tan divertido en el negocio”. Le dije “si vos me pagabas como el tuje, cómo voy a ser divertido, tus cheques no llegaban nunca”. Igual yo tenía una veta divertida. Por ejemplo, a principios de año se mandaba una carta a todos los clientes invitándolos a ver la colección. Entonces cada año yo les mandaba algo distinto. Primero, una cadena solidaria “no cortes esta cadena, vení a ver las camperas, tal persona dejó de comprar camperas y perdió el DNI”… O mandaba un horóscopo donde todos los signos se beneficiaban “será un gran año si comprás camperas”. O recetas de cocina. Cada año me buscaba una idea distinta.
— ¿Te divertías?
— No lo puedo comparar de ninguna manera con lo bien que la paso en el teatro, pero le buscaba la vuelta. Siempre entendí que era un medio, que con la guita que ganaba ahí podía irme de viaje, ir a la cancha, ir a comer afuera, podía viajar con mis amigos. Era un medio, no lo tenía como un fin en sí mismo.
— ¿Y sabías todo de ropa terminada? ¿Cuándo ajusta de sisa, ponele?
— Vas aprendiendo todo. Desarrollé una gran capacidad de descubrir talles. Hace un par de años viajé con unos amigos, estábamos en Londres y uno se quería comprar unos jeans. Me dice “dale, elegímelo vos, me da fiaca”. Yo le llevaba el talle. Y él me decía “¿cómo sabes?”. “Vos sos clavado, de lejos te veo venir (risas)”.
“TUVE VARIAS VIDAS”
— ¿Cuántos años tenías cuando dejaste de vender ropa en el Once?
— 50 años.
— Wow. ¿Hace solo diez años que te dedicás a la actuación?
— Sí, 9. Tuve varias vidas. Viví en Israel en un kibutz, que es como una cooperativa agrícola. Después pasé al Once. Ahora pasé a la vida artística. Es como si el destino me hubiera dicho “ahora vas a ordeñar vacas un tiempo, después vas a pasar a todo lo contrario, y después vas a pasar a todo lo contrario”. Y así fue pasando. Hacía reír a mis amigos, en todas las fiestas armaba videos en joda… Nunca pensé que iba a ser mi medio de vida.
— A los 50 empezaste a estudiar stand up.
— Sí. Un curso, para hacer algo.
— ¿Hubo un descubridor?
— Jorge Schussheim ¿Si yo te traigo un DVD de un curso de stand up de principiantes donde hay material de doce personas, lo ves? Decís “cuando pueda…”. Este hombre se vio los doce y yo era el último. Me vio, consiguió mi teléfono y me llamó. Yo lo emparento con esas maquinolas que sacan el oso con el gancho, o sea: yo estaba en el Once y el vino con ese gancho y me sacó de ahí. Me llamó por teléfono y a las dos semanas estaba actuando con él en un restaurante de comida judía, Mamá Europa. Después tuve la suerte de que un día vino Fernando Bravo a comer.
— Y te llevó a la radio a trabajar.
— Fernando Bravo vino con Alfredo Leuco y sus parejas. Yo todavía estaba en el negocio en ese momento. O sea, Schussheim me llevó, pero yo todavía no dejaba el negocio porque no sabía qué iba a pasar. Tenía los catálogos de las camperas, entonces los llevé a la mesa.
— ¡No!
— Yo le doy los catálogos a las dos mujeres y empiezo un diálogo con las dos. Y Bravo en un momento me dice “escuchame, estoy tratando de invitarte a la radio”.
— ¡Y vos vendiendo camperas!
— Le dije “yo vivo de esto, el día que viva de lo tuyo no traigo más”. Hasta hoy lo recordamos.
— Es un sketch.
— Sí, es un sketch. Nos acordamos los dos que él me dijo “amigo, estoy ofreciéndote venir una vez por semana a la radio, a Continental”, que era como todo…
— Primero Jorge Schussheim, Fernando Bravo, y después Gerardo Rozín.
— Rozín es clave. Gerardo… Me hice muy amigo de él, nos pasaron muchas cosas juntos e influyó en mi vida de una manera… Empieza a darme mucha máquina. Me lleva a la tele, me pasa ideas, nos hacemos amigos. Me viene a ver a Mar del Plata en temporada, se queda en mi casa. Empieza una relación que va más allá de los proyectos artísticos, Gerardo es muy importante. Y con Gustavo Yankelevich me pasa algo parecido, porque empezamos a desarrollar una relación que va por fuera de lo artístico, hemos viajado juntos y no por actuar. Nos encontramos en muchas situaciones, nos gusta hablar de la vida. El otro día lo llamé solamente para hablar del destino.
— Gerardo Rozín y Gustavo Yankelevich. Los dos son judíos, ¿es casualidad o hay una historia común también con lo judío?
— Con Fernando Bravo soy también muy amigo, salvo que Bravo tenga un antecedente moishe y yo no me haya enterado. Obviamente cuando vos estás con un tipo de la colectividad judía, es como estar con un argentino en el exterior. A mí me pasaba en Israel que me unía mucho con los argentinos porque entendían cosas que el resto no entendía. Y a veces entre los judíos nos pasa eso, hay códigos que el otro entiende de su casa judía que vienen de años.
— Hablemos de humor y de corrección política. ¿Un goy puede hacer chistes sobre judíos o está mal visto?
— Debería poder. Yo siempre digo que el tema es quién lo dice y el contexto. Si conoces a la persona y sabés de su buena leche no hay ningún problema. El contexto es dónde lo decís y qué es lo que decís.
— Entre amigos se puede, yo digo que públicamente no está permitido.
— No está permitido, como vos decís, y en general los homosexuales son los que pueden hacer chistes sobre homosexuales, los no videntes son los que… Por ejemplo, Nahuel Pennisi se ríe de sí mismo, dice “me corrieron las partituras, no veo”. Pero si yo digo “Nahuel, te corrieron las partituras”, capaz alguien se sensibiliza. En un mundo ideal debería ser posible.
“ES MUY TERRIBLE PEGARLE A ALGUIEN QUE HIZO UN CHISTE”
— Pensaba en lo de Will Smith y Chris Rock. Si uno de los dos no fuera negro esto hubiera sido un despelote mayor.
— Puede ser que hubiera sido mayor. Es muy terrible pegarle a alguien que hizo un chiste. Por más que el chiste fuera desafortunado y por más que no cumpliera el objetivo de hacer reír, no quería lastimar. Hay un símbolo complicado: pegarle a un humorista. Y lo pensé después, al principio yo estaba…
— ¿Empatizaste con Will Smith?
— No, nunca empaticé con su violencia, pero decía “qué pasa”. Es como cuando vos te estás riendo y tu mujer te mira como diciendo “de qué te reís” y tenés que dar una vuelta en el aire para empatizar. Entiendo que le pueda decir “estás lastimando a una persona”. Pero lo que hizo fue más grave que el chiste.
— ¿Por lo simbólico?
— Por lo simbólico. Hay millonésimas diferencias, pero todos recordamos lo que pasó en Francia cuando ese grupo terrorista árabe terminó matando a unos caricaturistas. Que es el extremo muy extremo. No podés atacar a una persona que intenta hacer reír con buena leche. Además los americanos siempre hacen este juego, en todas las ceremonias de los Oscar se burlan todos de todos. Y contratan a esta gente que saben que son ácidos.
— ¿Si Chris Rock hubiera sido blanco?
— No sé. O si Will Smith hubiera sido blanco. No sé. Es difícil. Yo quiero creer que ya salimos de ahí. Pero bueno, da miedo pensarlo. Yo creo que estaría mucho mejor que Will Smith se encuentre con este hombre públicamente y todos veamos un debate de los dos sobre lo que pasó ahí. La sanción lo aleja a Will Smith del Oscar y termina ahí. Estaría piola, los dos en un programa de televisión. “Mira, yo hice este chiste por esto. Bueno, mi mujer…”. “Bueno, yo te pido disculpas. Pero qué pasa, ¿me vas a pegar? ¿Vos no haces humor a veces…?”. O sea, sería muy bueno crecer.
— Hablando de corrección política, ¿el apelativo “ruso”, podemos usarlos no judíos?
— ¿Sabés lo que pasa? Yo siempre digo que hay distintos niveles de ruso. Porque a mí en el cole me decían “ruso venite que hacemos un asado”. Y está el “ruso, vos, ruso”. Ese ruso que suena más…
— A insulto.
— Un insulto, que viene para otro lado. A los de mi colegio jamás los voy a odiar. Eran muy cariñosos. Mirá, yo estudié sociología, y en una materia decían que los estereotipos son inevitables. Yo los tenía muy mal conceptuados porque a veces necesitamos abarcar gente y necesitamos encontrar algún marco, ¿no? Y eso era el “ruso”. Hubo “rusos” que me han dicho que fueron muy hirientes y rusos que hasta hoy me dice algún compañero de laburo o alguno que viene al teatro “rusito, sos divino”. Y contra eso no puedo decir nada.
— ¿Qué aprendiste del momento en que casi te hicieron un cuento del tío para estafarte por WhatsApp?
— Primero que no estoy tan solo, por la cantidad de gente que me escribió.
— ¿Gente a la que le hicieron lo mismo?
— Y no paran. Yo tuve la suerte, entre comillas, de darme cuenta rápido y de moverme rápido. De llamar a donde tenía que llamar, no les di tiempo. Tanto es así que me volvieron a llamar a los dos días. Primero me di cuenta que la vulnerabilidad no tiene que ver con que seas un tipo grande. A mí mamá le habían querido hacer el cuento del tío una vez con el cuento de que me estaban secuestrando y cuando la vi antes que dé la plata por suerte. Ella estaba tan mal consigo misma, decía “te das cuenta lo que soy”.
— ¿Te sentiste un tarado en ese momento?
— Yo me sentí un tarado y tomé la decisión de decirlo, porque muchos para no sentirse tarados o para que no digan “sos un tarado”, no lo cuentan. Yo decía “cómo hice esto”, veinte años en el Once, Israel. ¿Para qué me sirvió todo?
— “Yo que soy argentino, que soy vivísimo”.
— Claro, todo eso. Hay gente que terminó dando guita, y le vaciaron cuentas, ahí sí me vuelve loco.
—Sigue sucediendo.
— Totalmente. Ayer mismo me llegó un caso. Y por eso lo quería decir, porque quería alertar. Hasta subí el número de teléfono que me llamaba, algunos me decían vas a quedar como un boludo. Está bien, es el precio que voy a pagar para tratar de avisar esto que pasa. ¿Cómo llegan a la cuenta del banco? ¿Y la gente entregando sus datos? Hay un momento en el que todos somos muy vulnerables y si nos agarran podemos darlo todo.
— ¿Te bajó un poco del pony? Uno cree que es un vivo.
— Exactamente. Me bajó y me produjo algo peor, le empecé a tomar bronca al teléfono. Porque me di cuenta de que tenía demasiada vida ahí. Estaba en la costa y al día siguiente dejé el teléfono en mi casa y me fui a la playa todo el día. Quise ver cómo es estar 24 horas sin el teléfono. Pensá, tenés ahí todas las claves, tenés los mails. Es impresionante, la dependencia es muy fuerte. Rottemberg me decía “yo anoto todo en el cuadernito y vos te reías de eso”. Un día sacó un cuadernito de la temporada. Le dije “basta Carlos, basta, terminá con el cuadernito”. “Acá está la verdad, todo esto no me lo saca nadie”, decía, y tiene razón.
— ¿Empezaste a escribir en un cuadernito?
— Por Dios. Me compré un cuaderno y empecé a escribir. Lo del show lo escribo en el cuaderno.
— ¿Y el resto?
— Todo el resto. No dependo del teléfono y tengo unas claves en el cuaderno que tenés que ser… no sé si vas a poder encontrar mis contraseñas.
— En los últimos años te vemos haciendo publicidades. ¿Qué publicidad no harías? ¿Tenés límites o no?
— Ya la tengo decidida. Una, especialmente.
— ¿A ver?
— La de que te pegan los dientes. O sea, lo banco a muerte al producto pero va a querer decir que.. yo hice una hace poco de un antiácido, tampoco es que me pone allá arriba. No me llaman para vender un velero o un auto.
— Acidez podemos tener todos. Pero lo de los dientes…
— ¡Los dientes! Hay unos chicos haciendo un anti hemorroidal. Es fuerte, es fuerte para mí. Porque por más que son personajes que vos creas para la publicidad, a mí todo el mundo me dice por la calle “eh Moldavsky, tengo acidez”.
— Con un anti hemorroidal por la calle sería “Moldavsky, tengo hemorroides”.
— Sí. “¿Qué pasa? ¿No te podés sentar?”. Empieza una cosa que no quisiera vivir . No sé si quiero compartir con el resto.
— ¿Laxante?
— Qué sé yo, después vas a una reunión y te dicen “¿vos estás bien?, ¿¿cómo estás?”
— ¿Preservativos?
— Bueno, podría ser. Da igual para broma de circuncidado. Tendría que haber un preservativo moishe. Jacobex, algo así se podría llamar. Algo así que tenga una trencita o una terminación me parece que le daría algo más inclusivo, digamos. No sé, que nos tengan en cuenta. Se me está viniendo el negocio a la cabeza mientras tanto (risas). Yo cuento en el show que mi hermana en la pandemia le compró zapatos al perro para que no venga de la calle con el virus.
— ¿Es verdad?
— Sí, sí, cuatro zapatitos le compro. Y el perro, imaginate, dice “yo ando con zapatos y soy un perro. No puedo ir con el paseador, ¡el bullying que me van a hacer los otros perros!”.
— ¿Propaganda de los que hacen injerto de pelo?
— Yo estoy pensando en hacérmelo.
— ¿Con canje?
— Sí, sí, si se puede con canje, mejor.
— ¿No te da vergüenza?
— No. La gente se enoja con el canje, sabés. Te escriben en las redes. “¿Cómo estás con los canjes?, paren con los canjes”. Yo digo qué raro, ¿no? Porque vos haces una publicidad de la que cobras mucho más que un canje y nadie se enoja.
—¿Harías canje y mostrarías tu cara antes y después? ¿Con el injerto y sin el injerto?
— (risas) No quisiera mostrar demasiado. Depende de lo que me diga la persona. Tuve una reunión…
— Me jodes.
— Es como me dijo un amigo del Once, “tengo mercadería pero me gustaría agregar stock”. Entonces me gustaría agregar en algunas zonas que están empezando a…
— ¿Es necesario por canje? Uno puede pagarlo y nadie se entera.
— Es verdad, es verdad, pero bueno (risas). Se ve que hay algo que es atractivo del canje.
“A LOS TREINTA ENTENDÍ QUE YA NO ERA JOVEN "
— ¿Cómo te pegan los 60 que se vienen?
— Me pegan bien.
— Fuiste cambiando la expresión...
— Es que es un número fuerte. Porque me hace pensar a cuando yo tenía 20 años y decía “vino un viejo de 60″. Después de los 30 entendí que ya no era joven. Porque veintipico sos joven. Cuando cumplí 30 dije “empezaron las responsabilidades, se terminó la joda”. Empecé a entenderlo así. 60 es un número fuerte. 50 se pelea mejor. 60 entras en el último tercio.
— ¿Vas a vivir hasta los 90?
— Hasta los 90, sí.
— Listo, lo decidiste.
— Por ahí 94, no te quiero decir exacto, pero algo así.
— Sexagenario, ¿hablarán así de nosotros?
— Qué fuerte que suena así. Sexagenario. En el diario van a decir que el humorista sexagenario llena el teatro, es fuerte. Después veo otros tipos, Bravito y Yankelevich que tienen más de 70 y están mejor que yo ahora.
— Se cuidan. ¿Vos te cuidas?
— No. Cruzo en la esquina para que no me atropelle nadie. A ver, hay cosas que fui desterrando de mi vida porque si no pesaría el doble. Tomo las gaseosas dietéticas, no pongo azúcar a nada. Debería cuidarme más. Y ahora a partir de los 60 más.
— Tenés una novia veinte años más joven.
— Muy joven, la conocí gracias a Gerardo Rozín. Por eso te digo que Rozín me atravesó por todos lados. A Micaela le vendí el auto. Así arrancó, ya la conocía, pero el acercamiento mayor.
— Como vendedor.
— Es verdad que uno se enamora de alguien que le compra algo, pero vender un auto… si vos vendés un auto usado a alguien no lo querés ver más, lo querés bloquear. Te puede llamar, “mirá, tengo este problema, la rueda, el aceite”. Querés que desaparezca de tu vida. Acá yo dije que la relación depende de los frenos, el embrague, o sea, cualquier cosa que tenga que ver con el auto. Tiene que estar muy fortalecida la relación para bancarse la correa del distribuidor y todo lo demás.
“MACRI Y ALBERTO DAN LETRA. TIRAN DE TODO”
— Vos hacés humor político, ¿hay alguien más fácil que Alberto Fernández para hacer humor político?
— Mauricio Macri. Los dos. Están al mismo nivel. Te dan letra. Todos los humoristas coincidimos. Los dos son grandes generadores de frases. Te tiran de todo. En su momento Lilita era genial porque salía con cosas fuertes. Los que disfrutaron de Menem, los humoristas de los 90 te decían que …era todo muy loco. Alberto te da. Yo voy cambiando el show con las frases de Alberto. El viernes empiezo la guerra contra la inflación. Esa es buenísima. Pero Mauricio no se queda atrás. Y yo tuve la suerte de conocerlo a Macri, de estar en reuniones o en algún evento que él estaba y se lo he dicho.
— ¿Cuál es la que más recordás de todas sus gracias?
— Hace poco tiró una que para mí es buenísima. Dijo que en el peor momento del país a las siete de la tarde se encerraba en la casa, se ponía Netflix y se olvidaba de todo. Yo digo que si a vos se te quema un pollo no dormís toda la noche, a Mauricio lo llaman del Fondo Monetario y dice “arrancó ‘La casa de papel’, te tengo que dejar”. O sea, vos decís, un Presidente de la Nación, ¿cómo hace? Vos tenés un cheque rechazado en el Once y no podes pensar en otra cosa. A él se le está incendiando un país y pone Netflix y se va a otro planeta. Es muy buena. Por supuesto que yo le doy más a los que están en el poder, porque constantemente están generando, hablando en actos, otro acto, otro, otro, y te dan mucho material. Con Larreta, con todo esto de las bicisendas, los cambios de mano, yo digo que es lo que a Horacio lo excita, se levanta a las tres de la mañana y dice “mañana doy vuelta Juan B. Justo”. Berni es otro que te da, hay mucho material. Milei, ni hablar. Milei dejó las harinas, tiene un carácter... es como cuando dejas las harinas, que todo te pone mal. Estás nervioso todo el día. La política argentina es interminable.
— Hace poco Alberto Fernández mandó a terapia de grupo a empresarios, sindicalistas y políticos, cuando todos ellos esperaban los anuncios de la inflación.
— ¿Qué terapeuta nos va a recibir a los argentinos? Estamos de la cabeza, total. No nos va a querer recibir nadie. Alberto es un gran generador. Yo en una época le daba a Patricia Bullrich por una propaganda que había sobre el narcotráfico. Era algo así: “Si usted vio un avión que le llama la atención, denúncielo”. ¿Cómo es esa situación? Salimos a patrullar, estamos todo el tiempo mirando para arriba, “ese de Alitalia no me gusta, llamá”. Todo muy raro. Ella vino al show y se mataba de risa. Creo que los políticos se ríen más que la gente que los defiende. ¿Entendés? Los trolls que te agarran en Twitter y te empiezan a pegar, o te empiezan a decir gorila, kuka, se ofenden más que los políticos. Los políticos se ríen. Massa se mató de risa también.
— El método Moldavsky es el método para reírse.
— Sin dudas. Es la dieta que no falla. Es esa propaganda de la noche que te arregla todo, pero de verdad. No falla.
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