Eduardo Costantini con María Laura Santillán: “Veo un país sin rumbo”

Eduardo Costantini es empresario y economista. Se dedicó a las finanzas y hoy, al mercado inmobiliario. Dos palabras lo identifican, Nordelta y Malba: el mega emprendimiento de zona norte y el Museo Latinoamericano de Buenos Aires, que tiene las mejores obras de arte de la región.

— Nordelta empezó en el ‘98, ‘99, calculo que nos faltarán 10, 15 años, tenés que tener el concepto integral y después a través de los años lo vas perfilando.

— Toda esa área, Nordelta, Tigre, San Fernando tiene humedales. Se construyó sobre los humedales. ¿Cuánto pueden haber perjudicado el ecosistema?

—Desde que el hombre intervino, el trazado de los ferrocarriles, la Panamericana, los caminos etcétera… destruyeron el humedal. Lo que se preserva como humedales es el Delta, del otro lado del río Luján. Cuando nosotros compramos, de ninguna manera eran humedales, estaba la ruta 27, el ferrocarril. El crecimiento de la población lo tenés que ubicar en algún lugar, hay que hacer las obras necesarias de infraestructura hidráulica para el drenaje de las aguas, tenés que tomar decisiones políticas y de planeamiento, hacia donde se extienden las ciudades. Naturalmente la población se expande, lo que pasa es que hay que hacerlo de una manera orgánica y planificada, ¿no?

— ¿Te sorprendió la invasión de carpinchos cuando empezaron a meterse en las casas?

— Estoy acostumbrado a convivir con ellos, también en el jardín de mi casa están. Una vez contamos con Elina 18 carpinchos, familias enteras. En Nordelta se ha creado una fauna y flora enorme y es un ambiente amigable para el carpincho porque no tiene ningún animal depredador como ocurre en otros lugares. Y se multiplican.

— ¿Se busca convivir con la fauna original de la zona?

— Se ha multiplicado, tanto la fauna como la flora, enormemente. En mi casa tengo aves rapaces, un montón de cuises, cotorras, cisnes con el cuello negro, distintas variedades de patos. O sea, los animales atraen a otros animales. Y hemos plantado miles y miles de especies, ahí vivís dentro de la naturaleza. Teros, nutrias.

— Tuviste un accidente severo hace unos años practicando kitesurf. Lo seguís haciendo, corriendo riesgos. ¿Decís la edad que tenés?

— Si, 75 años. No tengo problemas, para nada. Sí, hago kitesurf, pero ahora lo hago con mucho cuidado, porque me saqué el hombro 3 veces entonces no puedo surfear la ola. O sea me quedo atrás de la ola y disfruto el mar.

— 75 años, te sacaste el hombro 3 veces, ¿hasta qué edad pensás vivir así?

— (risas) Lo tengo que hablar con el de más arriba, estamos negociando.

— Malba exhibe las obras más importantes de Latinoamérica, las conserva y las presta. ¿El interés de prestarlas a otros museos es una perspectiva social? ¿La idea es que más gente las disfrute?

— Sin duda. Los museos se han convertido en santuarios de las ciudades y cada vez recibimos más gente. La gente ama ir a los museos. Ya llevo 50 años de coleccionista y me centré en el coleccionismo del arte latinoamericano. Tuve la suerte al comienzo de que el arte latinoamericano no tenía visibilidad, entonces pude adquirir obras antológicas, meta históricas de la historia del arte latinoamericano que doné en el año 2001 cuando se fundó el Malba. El Malba efectivamente tiene obras irreemplazables, como Abaporu de Tarsila do Amaral, la obra más icónica y representativa de Brasil de los últimos 100 años.

— ¿Cómo se mantiene el Malba? ¿Pierde plata?

— Si, el déficit de éste año lo calculamos en 2 millones de dólares.

— ¿Y quién pone los 2 millones de dólares?

— Bueno, me toca, me corresponde a mí hacerlo. Es un proyecto público, yo empecé como coleccionista y percibí la dimensión pública que tiene el arte. Cuando logré formar una colección de la calidad artística que tiene el conjunto, ya trasciende a mi persona. Porque en realidad la propiedad de una obra es una propiedad psicológica. Si sos coleccionista y no vendés la obra, después te vas a morir y no la vas a llevar a ningún lado. Y sí, todos los museos del mundo pierden plata, yo lo sabía, tomé la precaución y también me mentalicé de buscar esa financiación.

— Este país es complejo. ¿Cómo ves hoy la Argentina?

— Soy economista, empecé a invertir a mis 20 años, a pensar en negocios y nací, me crie en el despelote argentino. Sí, siempre me preocupé y a veces me angustie. Yo hoy veo a la Argentina, un país desencontrado, sin rumbo, con falta de coraje. La dirigencia, incluyo a empresarios, sindicalistas, gobierno, la oposición, vive muy bien. Pagamos en pesos, pero tenemos dólares, es un país muy barato. Y tenemos el Estado quebrado, un nivel de pobreza tremendo, una marginación terrible. No solamente por las necesidades vitales, no se accede a la educación en lo requerido. En el siglo XXI con todas las transformaciones que vivimos de innovación y tecnología, hay gente que estamos condenando, chicos que estamos condenando. Tenemos un sector privado que se pone a la defensiva porque si no se descapitaliza, que más o menos tiene 300 mil millones de dólares en el exterior o en el colchón. Tenemos energía, tenemos cereales y tenemos un segmento de la población educada y viva, astuta y muy preparada. Es un país donde el problema es político, o sea, no es que tenemos impedimentos materiales, es una situación de decisión, de coraje, de honestidad. Tenemos un sistema corrupto, claramente corrupto. Y un sistema republicano agredido continuamente y que no toma con valentía la responsabilidad que tiene la dirigencia para sacar realmente el país hacia adelante. Este año estamos hablando de una inflación del 60% y así venimos.

— Dijiste “yo estoy en este despelote desde que tengo 20″, pasaron 55 años, no debe haber sido lo mismo. ¿Estamos peor?

— Estamos peor. Hubo distintas situaciones alocadas y terribles, pero ahora yo lo que veo es que tenemos más pobreza estructural, somos un país más pobre. Desde el punto de vista social en relación a hace 40 años, el nivel de educación se ha deteriorado y la marginación ha aumentado en millones y millones de personas. Desde ese punto de vista estructural, estamos peor. Y también estamos peor porque los últimos años, 15, 20 años, se ve un Estado latente recesivo, una falta de confianza en el país terrible. El Estado quebrado y sin financiación, el mundo que no nos cree y los argentinos mismos, depositamos nuestro dinero fuera del sistema, cuando el sistema lo necesita a gritos. Es normal que se haga porque las normas se cambian, no hay garantías legales, constitucionales y además encima se castiga al ahorrista tenés una inflación galopante, el peso no vale, si vos ahorras en peso no te pagan nada tampoco, se licua. Para defender el patrimonio de la familia, lo más razonable es tener dólares.

— ¿Es coyuntural o es estructural esta descripción?

— No esto de coyuntura no tiene nada, esto es endémico. Es estructural, endémico, cultural. Es mucho más grave, más profundo, más complejo y que requiere sin duda consensos políticos extra partidarios. Está primando el ego de los funcionarios, con un alto nivel de corrupción y no se pone el interés en la Nación. Esto que yo digo es básico: no podemos tener el riesgo país que tenemos estructural, no podemos tener la inflación estructural, la tasa de crecimiento por el piso, la inversión bajísima, nivel de pobreza enorme, la gente sin confianza en lo argentino. La forma de romper con esto es con un acuerdo que tiene que ser de todos los dirigentes en axiomas fundamentales, puede ser la propuesta un poco más a la derecha, un poco más a la izquierda, pero tiene que haber cosas que son básicas, que son las que hace que el país salga adelante en el tiempo.

— Vos describiste a la dirigencia de un modo muy claro, para vos la dirigencia no tiene esa intención.

— Pues yo pienso que no. O no tiene esa intención o no tiene el coraje de. Acá hay pánico de poner el sector público en orden. El mismo macrismo la propuesta que hizo era una propuesta de no dolor: vamos a resolver el desorden del Estado a través del crecimiento, sin aumentar el terreno del Estado y con una mayor recaudación iban a poner en caja al sector público y no habría necesidad de emitir, ni de endeudarnos, etcétera ¿Y a este gobierno cómo fue? Fue directamente a aumentar la producción, la inflación no importa, no vamos a seguir el camino liberal que es ajustar. Entonces cayó la recaudación, aumentó el déficit, la gente está desocupada y el mal es peor. Son dos posiciones, ninguno de los dos hace el ajuste, que es una mala palabra, ninguno ordena el Estado, no gastar más de lo que se recauda, porque tienen miedo del costo político. Por eso tiene que haber un consenso de ordenar el Estado

— ¿Ves a alguna o algún líder posible? ¿Alguien con la ambición de consensuar?

— Hay gente más moderada que está buscando consensos por fuera de su coalición, llamémosle Juntos por el Cambio y en la cabeza de algunas personas moderadas está tender puentes dentro del Frente de Todos para tener acuerdos básicos, para eventualmente recorrer éste camino.

— El acuerdo con el Fondo Monetario requirió puentes.

— Si, exactamente. Eso es positivo, lo que pasa es que el acuerdo con el Fondo no soluciona ningún problema estructural. Ese tipo de puente para avalar un programa profundo de transformación tiene que incluir lo económico, pero también lo institucional, lo republicano, lo social. Tiene que haber un acuerdo que fije las bases de un rumbo cierto. El país requiere normas y respeto durante largos años, décadas, es un camino de la disciplina, del esfuerzo, de la paciencia.

— Pareciera que estamos lejos, ¿no?

— Totalmente lejos, estamos en el diario del día, de la semana.

— ¿Qué sentiste cuando el gobierno no condenó la invasión a Ucrania?

— Me parece nefasto, o sea, nuevamente con una cobardía y tal vez también un determinismo ideológico. La definición ideológica del gobierno es totalmente incoherente porque la coalición es como si tuviera dos ideologías diferentes. Es como un camaleón que se viste de color, según la ocasión, es muy confuso.

— ¿Cómo es tu vida hoy? ¿Vivís con tu mujer en Uruguay? ¿Viajas por el mundo? ¿Cuáles son los proyectos que tienen juntos?

— Efectivamente nosotros viajamos bastante. Nosotros somos muy compañeros, estamos muy juntos y nos apoyamos mutuamente, los dos queremos que el otro crezca y acomodamos nuestra agenda también a los proyectos que tenemos cada uno.

— ¿Proyectos juntos es que cada uno pueda apoyar al otro en su propio proyecto?

— No, convivir (risas). El proyecto juntos es que somos una familia.

— ¿Quiénes componen la familia?

— Por ahora estamos nosotros dos, está Gino.

— ¿Quién es Gino?

— (Risas) Gino es el perro de Elina. No, no hay un tercero por suerte (risas). Sí tenemos el deseo que la familia crezca, si esa es la pregunta. Tenemos un proyecto de vida de acompañarnos por siempre. Nosotros nos decimos “por siempre y para siempre vos y yo”, brindamos todas las noches “por siempre y para siempre vos y yo”.

— ¿Estás muy enamorado?

— Bueno, sí, obvio.

— Cuando decís que querés que crezca la familia pensás en tener otro hijo. Tenés hijos y tenés nietos grandes.

— Tengo tres bisnietos y creo que tengo 22 nietos.

— ¿Tenés que contarlos a los nietos?

— Sí, porque por ahí nacen. Tengo hijos de distintas edades. Tengo dos hijos que todavía no se casaron.

— ¿Te imaginas con otro bebe?

— Ah, sí, yo sí, yo sí. Amo a los bebés, sí, sí. Sé bañar, cambiar… sería como un milagro, ¿no? Sería vivirlo de otra manera, porque con mis hijos era mucho más joven. Pero yo creo que sí, que vale todo, son experiencias nuevas, es un regalo de la vida si se produjera.

— ¿Vos sos un alma joven en cuerpo de 75 o tu mujer Elina es un alma vieja en un cuerpo de treinta y pico?

— De 32, le están empezando las primeras arrugas, dice ella. Yo no las veo. Ella dice que yo soy un pendeviejo. No utiliza esa palabra, pero dice que soy joven, un espíritu constructivo, vivaz. Creo que la vida es un don y que uno tiene que permitirse disfrutar y hacer cosas. Lo único importante siempre digo, son los valores.

— A los 75 no paras de hacer cosas.

— Si, guarda que el cuerpo me pasa la factura. Por ahí salgo a hacer kitesurf y hago una hora porque después voy a estar re cansado. Tengo ganas de jugar al golf. Me gusta nadar en el mar abierto con olas.

—No asocio la juventud con la capacidad de hacer deportes, sino de iniciativa, de deseo.

— Yo creo que la vida es como una retrospectiva de un artista, cuando visitas un museo ves la retrospectiva de un artista. El artista habla por sus obras y vos ves si se sostiene o no. Para mi Malba tiene que ser una institución que cuando yo muera, se sustente a sí mismo. Entonces para eso tenés que trabajar mucho en el board, la presidencia, dejar un endowment. Cuando desaparece el fundador, por ahí pasan 15, 20 años en convertirse, en lo que se llama en EE. UU. un museo público, la comunidad que tiene la plata, se apropia con un mecanismo de gobernanza, como el museo de Arte Moderno de Nueva York. O sea, Nordelta, nosotros lo pensamos de una manera, pero en definitiva después se queda la Asociación Vecinal de Nordelta con la administración y nosotros no vamos a tener nada que ver, ¿entendés?

— Como con los hijos.

— Los hijos, lo mismo. Queda la unión afectiva, pero los chicos después se independizan. Yo veo de esa manera la construcción, de lo que se trata la vida. Me gusta la creatividad. Tengo mil limitaciones, pero trato de conjugar lo urbanístico, la pieza arquitectónica, los requerimientos de la tecnología, los proyectos de arte y la estética.

— Para que la obra te sobreviva.

— Claro, que te sobreviva. Tenés que tener una batalla interna entre la inteligencia y el ego. Cuando se me ocurrió el Malba, le había puesto Museo Costantini. Viajé a Nueva York y hablé con Glenn Lowry que era y es todavía el director del Museo de Arte Moderno, el Moma, y todo orgulloso le dije que iba a hacer un museo, el museo Costantini en Buenos Aires. Y él me recomendó firmemente que no le pusiese mi apellido, que pusiera un nombre genérico porque después se iba a hacer mucho más difícil que la sociedad…

— ¿Se apropie?

— Se apropie de la institución. Entonces puse Malba, colección Costantini. Después, le saqué “Colección Costantini”, quedó “Fundación Costantini”. Y después la misma gente del Malba me sacó “Fundación Costantini” y puso “Fundación Malba”. Y entonces hoy es el Malba o Fundación Malba, el presidente es Teresa Lanari Bulgheroni, no soy yo. Son desprendimientos, porque si vos sos el museo y te morís, el museo se cierra porque no tiene plata. Y es un quilombo terrible, entonces es un fracaso.

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