¿Es periodista de espectáculos? ¿Es conductor? ¿Es humorista? Cuando Polino dice algo públicamente lo hace sin eufemismos, con crudeza o con acidez. Pero a pesar de eso, lo quieren todos. ¿Cómo hace?
— Sí, es verdad, me siento querido por la gente. Sobre todo en el medio me siento muy acompañado. Muy festejado. Soy gracioso para decir las cosas. Cierta cosa que no perdí de la infancia, de decir lo que me sale.
— Te sale y nos reímos todos. O casi todos.
— Fijate, tengo casi 30 años de carrera y nunca tuve un juicio, nunca tuve un problema. Tengo una lengua de trapo, he hablado mal de mucha gente también, más allá de los chistes me llevo bien con todo el mundo.
— ¿Cómo te definís?
— Como un showman. Te puedo hacer una entrevista, una linda pregunta, te puedo hacer un chiste, te puedo hacer un monólogo, puedo trabajar en un teatro, puedo ser jurado.
— Con el paso de los años fuiste desarrollando el humor.
— Tuve muchas etapas. Primero iba tras la noticia, la primicia. Después dije “tengo que tener un lugar, tengo que ser famoso, tengo que posicionarme”. Eso me lo dio mi paso por el Bailando, estar en un jurado al lado de Moria, de Nacha, de Gasalla, Solita. Eso me reposicionó. Y ahora quiero dinero y diversión (risas).
“MI PAPÁ ABANDONÓ A MI MAMÁ, A SU PROPIA MADRE Y A MÍ”
— ¿Por qué no decís la edad que tenés?
— Porque es un juego más, es como el gran misterio del mundo del espectáculo. Es un chiste. Eso lo heredé de mi mamá, supimos su edad el día que murió. Se ve que yo no la podía decir, porque sino iba creciendo ella. Supongo, ahora lo pienso con vos.
— Una mamá que te crio prácticamente sola con tus abuelos porque tu papá se fue de tu casa cuando eras muy chiquito.
— Mi papá abandonó a mi mamá, a mí y a su propia madre, o sea, a mi abuela, que nunca más vio a su hijo. Un caso raro, porque generalmente la gente se separa pero sigue viendo a su propia familia. Nunca más supimos de él.
— ¿Cuántos años tenías?
— Y yo tenía casi 2. No tengo recuerdos más que la foto del casamiento.
— ¿Intentaste buscarlo?
— Intenté buscarlo. Cuando vine a Buenos Aires fui a los padrones, busqué, me dieron una dirección, ya no estaba. Nunca di con él.
“NO HAY LUGAR MÁS LEJOS DE LA FELICIDAD QUE LA TELEVISIÓN”
— Naciste en Tres Arroyos pero decidiste venirte a Buenos Aires, ¿por qué?
— Porque yo quería ser famoso. Estaba en mi casa, vivía en un pueblo, ahora ya ciudad, Tres Arroyos, veía todo el día televisión, veía que la gente estaba bien vestida y ganaba plata, que se reía, que comía. Para mí la felicidad estaba en la televisión. Entonces cuando terminé el secundario, porque soy de los pocos que hacen chimentos y terminó el secundario, me vine a Buenos Aires e ingresé a la televisión. Ahí me di cuenta de que no hay lugar más lejos de la felicidad que la televisión.
— Poca gente dice “yo quería ser famoso”.
— Sí, yo quería ser famoso. No está mal si uno quiere ser famoso. Después hay que tener con qué sostenerlo, tener una profesión, ser responsable, ser puntual, estar informado, estar bien vestido, estar bien predispuesto. Si uno tiene ganas de ser famoso está muy bien.
— Insisto en que los periodistas que se dedican a los chismes, la mayoría son odiados, pero vos no.
— No, y soy amigo de un grupo de las más difíciles, las figuritas jóvenes más difíciles que no quieren dar notas. Yo siempre tengo buena onda. Jamás voy a hacer nada para hacerte sentir mal, ni sería capaz de decir “tengo el sobre con la foto de”. No me daría la cara.
— Eso es maldad, ¿no?
— No sé si es maldad. Pero a mí no me da para eso. No me sale.
“LAS OBRAS SOCIALES TIENEN ABANDONADOS A LOS NIÑOS”
— Desde hace tiempo se va conociendo tu trabajo con los chicos.
— Sí, trabajo con la minoridad en riesgo desde hace casi 20 años. Estoy en un hogar y en un merendero en el que colaboro, y trabajo con instituciones. Los últimos años estoy ayudando a niños que tienen dificultades, temas de salud, y que son abandonados por las obras sociales, niños a los que no les quieren entregar la silla de ruedas, o una muleta. Soy un batallador frente a las obras sociales que le sacan mucho dinero a la gente y a los niños los tienen muy abandonados. Como tengo una lengua larga como una corbata, primero me presento en algún lugar, y si no funciona empiezo a boquear, llamo a tu programa para que digas que tal no me da la silla de ruedas. Jamás pido nada para mí, siempre pido para niños. Es muy gratificante porque después cuando los niños logran caminar o logran ese medicamento que necesitaban y crecen y me mandan videos y me mandan cartitas, a mí me encanta eso. Tuve la dicha antes de la pandemia de haber sido nombrado padrino de Casa Cuna y la posibilidad de ir a visitar a los niños y acompañarlos.
— Estamos hablando de chicos que la pasan realmente mal.
— Sí, abandonados por el Estado. Muy abandonados. No los ayudan. No los escuchan. No les dan bola a los hogares. La mayoría vive con un presupuesto muy acotado y los que podemos acercar algo acercamos porque es muy dura la realidad de los niños.
— ¿Vas a verlos? ¿Te acercas? ¿Compartís tiempo con ellos?
— Yo voy a compartir, voy y levanto la pared con los chicos, chicos que no saben ni quién sos porque no tienen ni televisor. Voy y hago la huerta. Yo arrastraba a mi mamá hasta poco antes que muriera al hogar, a pasar la Nochebuena y Año Nuevo y a lavar los platos. Los chicos no saben que soy una persona...
— ¿No saben que sos famoso? ¿No tienen tele?
— Ahora en un hogar sí, pero no siempre. Compartimos juegos, hacemos huerta. El otro día se nos cayó un portón, no conseguíamos uno. O necesitaba unas chapas para un merendero y me las daba una empresa. Pero yo tenía que ir a una grabación, entonces le propuse mandar el flete. Como yo no iba y no me sacaba la foto, no me dieron las chapas. Agarré el teléfono… Lo que no le dije (risas). Son algunos casos extremos. Pero la paso bien.
“VENGO MUY DE ABAJO, DE CAGARME DE HAMBRE, DE PASARLA MAL”
— Durante mucho tiempo quisiste adoptar un chico.
— Sí, 9 años más o menos. Casi una década. Cuando tenía que renovar por tercera vez la carpeta dije no, ya está. La carpeta es: primero, análisis de salud porque tenés que estar sano para tener un niño, para hacerte cargo de la crianza. Después test físico y psicológico. Después revisan tu casa, tenés que mostrar la escritura, tenés que ir a la policía a pedir un certificado de buena conducta, tenés que hacer una certificación de bienes. Un día dije: no estoy pidiendo tierras fiscales, estoy pidiendo ayudar a un niño.
— Y no pudiste adoptar.
— Cada gobierno de turno, cuando yo boqueaba me llamaba. Iba a Olivos o me encontraba con algún político. Entonces me llamaban para adoptar de a cinco niños, a cuatro, y yo no tengo una infraestructura, no tengo pareja, no tengo familia, no tengo hermanos. ¿Te imaginas con cinco pibes y el nivel de trabajo que tenía? No era responsable de mi parte tomar cinco niños. Cuando se me venció la última carpeta ya no renové. Iba a ir a buscar al chico e iban a decir “vino tu abuelo a buscarte” (risas). Voy a tener que agacharme a atarle los cordones y no me va a dar el ciático. Fue una década de espera.
— Todo un tema dar de baja un proyecto tan importante.
— Sí, coincidió casi con el nacimiento de Matilda, la hija de Luciana Salazar, que es mi ahijada, la acompañé mucho en su proceso, por ahí me enganché mucho por ese lado.
— ¿No consideraste la subrogación de vientre?
— Cuando nace Matilda, Luciana un día me llama y me dice “hemos tomado una decisión que es compartida con mi familia, yo tengo óvulos fecundados y deseo regalarte para que vos tengas tu propio bebé”. Fue un acto de amor tan grande, tan maravilloso. Pero le dije que yo quería ayudar a alguien que necesitara educación, salud. Estoy en contacto con niños muy apaleados. Hay mucho dolor en los niños abandonados. No se conoce que hay un gran porcentaje de niños que son devueltos, los adoptan y los devuelven. Hay mucho sufrimiento. Lo mío apuntaba a acompañar a alguien, ni siquiera un bebé, un niño en preescolar. Por eso no tomé el alquiler de vientre. Era lo que me hacía bien. Yo lo hago por mí en primer lugar. Sé que mi accionar ayuda al otro, pero a mí me hace bien a mí. No te olvides de que yo vengo de muy abajo, yo dormí en una plaza cuando llegué a Buenos Aires. Vengo de cagarme de hambre, de pasarla mal. A mí me fue muy bien en mi carrera. Muy bien. No es que sea millonario, pero vivo muy bien. Entonces, sin hermanos, sin familia, sin pareja, yo quiero ayudar a alguien. Ese era el objetivo.
— Cuando viniste a Buenos Aires vivías en la casa de unos familiares.
— Pero al año me invitaron gentilmente a que me retirara.
— ¿Y pasaste de la casa de los padrinos a la plaza?
— Sí, sí. No fue mucho tiempo, dormí en la plaza, fue un verano en el que no tenía dónde vivir. Después viví en una pensión, empecé a juntar un mango, trabajaba de cadete, me fui acomodando.
— Más allá de tus propios programas como por ejemplo “Ponele la firma” o “Polino auténtico”, en la memoria quedó “Zap” como un programa de culto. ¿La gente lo recuerda?
— Estamos festejando 20 años. Se acuerda todo el mundo. Me hice amigo sin conocerla de Celeste Cid, me escribió por mail que se había hecho una remera con la cara de Zap y de ahí en más nos hicimos como parientes. Bueno, Andrea del Boca y Adrián Suar estaban haciendo una película y paraban la filmación para ver Zap. Era una locura eso. Había muchos fanáticos.
— ¿Cómo describirías hoy ese programa a quienes no lo vieron?
— Era un reality-ficción, eran personas que traían conflictos de su realidad aumentada, inventando, era todo tremendo, había mucha pelea, mucha discusión. Hoy estaríamos todos presos, cómo ha cambiado el mundo. Había trompadas. Era muy border. Se peleaban en vivo, sí.
— ¿Existen esos programas, cómo se hace para verlos?
— Están, sí, tendríamos que hacer un homenaje este año, ¿no? Sí. Duró muy poquito, 8 meses.
— 8 meses que parecen mil meses, porque cada programa era un despelote.
— Con Moria un día aparecimos en la tapa del diario La Nación, de Espectáculos. Soñado. ¿Quién no quiso alguna vez ser la tapa del diario La Nación con una foto así de grande? Me acuerdo a Moria diciendo: “Estamos en la tapa del diario. Ay papi, viste qué divinos, somos vanguardia”. Le dije “no, estamos en la tapa porque somos los más multados de la historia de la televisión”. Tuvimos muchísimas.
— ¿Con quiénes te gusta estar fuera del trabajo?
— Después de que termino mi día me gusta estar solo. Tengo mi grupo de amigos, gente del medio, gente que no es del medio. Me gusta mucho estar con Nacha, para mí es una maestra. Me guía con mi alimentación, yo soy vegetariano por ella. Me gusta escucharla, sus consejos, sus historias. En la esquina de mi casa vive Gasalla, venía para acá hablando con él. Pinti también vive en el barrio, uno se va relacionando con la gente que está cerca. También con Moria. Carmen Barbieri. Flavio.
— ¿Cuándo empezaste a cuidarte físicamente?
— Siempre. Me cuido mucho, hago medicina ortomolecular hace 15 años, a través de sueritos que te dan las vitaminas que tu cuerpo necesita. Soy vegetariano, voy al gimnasio, no tomo sol. Hago pilates, hago en mi casa también, tengo un multigym en mi casa. Me cuido la piel, no tomo sol. Soy muy hincha pelotas.
— ¿Desde cuándo? ¿Te querés ver joven?
— Desde siempre. Me quiero ver bien. Además, el medio en el que laburamos nosotros es tan descartable. Qué te voy a contar a vos (risas). Pero es verdad. El aspecto también influye.
— No siempre (risas).
— No. A mí me da seguridad verme bien. Para venir a verte a vos elegí temprano el moñito.
— ¿Cuántos moñitos tenés?
— Debo tener casi 700.
— Polino viene con moñito.
— Claro. Es para la tele, no soy un loco que va al gimnasio con moño.
“NO ME GUSTA VIAJAR, ODIO LA PLAYA, NO PISO LA ARENA”
— ¿Vas a hacer las compras con el moñito?
— No me gusta hacer las compras. Online o las mando a hacer. A mí no me gusta hacer nada fuera de lo que hago en el trabajo.
— (Risas) ¿Qué es nada? No te gusta hacer las compras. No te gusta cocinar.
— No me gusta viajar. Mis vacaciones son siempre en París, pero yo voy siempre al mismo barrio, me alquilo un departamento. Recreo mi ámbito. Me pone muy nervioso el aeropuerto, no conocer. Me pone mal. No me gusta viajar, odio la playa, yo no piso la arena. Ha sido un gran problema para mí porque he tenido que trabajar en programas en el verano, en la playa, y para mí es un gran drama. Cuando trabajo cerca del mar, tengo que empapelar todo el lugar donde voy a vivir. Pongo un colchón en la ventana…
— ¿En el camarín?
— No, en el hotel donde voy a vivir. Tiene que estar todo súper oscuro. No tiene que haber ni un rayito de luz. Yo estoy todo el día adentro cuando voy a hacer temporada. Salgo para hacer el teatro o el programa y vuelvo al hotel. No voy a ningún lado.
— Una lechuza ¿Todo oscuro?
— Sí. Si es verano y estoy en Mar del Plata no quiero ver el sol en la ventana.
— No te gusta el sol. No te gusta la luz.
— No, no. Me pone muy nervioso el ruido del mar.
— ¿Por qué?
— No sé. En la última temporada que hicimos con Nacha fuimos al Hotel Provincial, que tiene esa vista que es un cuadro, me dieron la suite más grande y era todo un paisaje, todo. Hice cerrar, poner doble blackout y colchones en la ventana.
— Asesino de paisajes.
— (Risas) Nunca vi el mar.
— ¿Por qué?
— No sé. Hace 17 años que me psicoanalizo, todavía no encontré el porqué de esto.
— Te están estafando.
— (Risas) A mí no me preocupa. Le molesta al otro, no me molesta a mí. Yo estoy tan bien conmigo que por ahí lo que viene de afuera me sobra.
— ¿Eso te dijo el analista?
— No, eso lo digo yo. No, no voy a hablar con el analista del colchón que pongo en la ventana, ¿para qué? Para mí es normal.
— ¿Y mamá qué decía?
— Cuando éramos chicos tus padres te obligaban a ir a la playa aunque no te gustara. Cuando pude decidir, suspendí todas las actividades. Te voy a mostrar un video de cómo me había quedado la habitación del hotel. Para mí es normal. Mi asistente compra las cartulinas, enrolla todo, ya sabe todo lo que tiene que llevar.
“A MÍ NO ME GUSTA HACER NADA, SÓLO TRABAJAR”
— ¿Y qué otras rarezas tenés? (Risas). “No me gusta hacer nada”, dijiste.
— A mí no me gusta hacer nada. No, no. Viste las actividades de la casa “yo me relajo cocinando, yo me relajo pintando”. No, nada, no me gusta hacer nada. Cuando voy a trabajar lo doy todo. Después no me rompan más. María Laura, ¿tan mal me ves? Se te está transformando la cara cuando te estoy contando mi vida (risas).
— Solo y a oscuras.
— Después voy a comer, tengo amigos, salgo, nos cagamos de risa. Comiditas puntuales hago, puntuales.
— ¿Hay un número de personas que pueden estar en esa reunión?
— Por supuesto, mi amor. Cuatro ya es multitud. Tres. Por ejemplo, hacemos Antonio Gasalla y yo, e invitamos a la Benedetto. Antonio, yo, Nacha.
— De a tres. Sos un distinto Poli, ¿no?
— No sé. Todos los que te acabo de nombrar son como yo, eh.
— ¿Ponen cartulinas en las ventanas si van al mar?
— Con Antonio fuimos a hacer temporada en verano y salíamos a comprar en las ferreterías pedazos de hule negro y se despegaban con el sol. A las 7 de la mañana salíamos a pegarle a Antonio de nuevo todo lo que se le había caído. Uno entiende al otro, ya. Andá a ponerla al sol a Nacha...
— ¿Cómo es la relación con Ángel de Brito? Se ve complicidad.
— Nos divertimos mucho. Nos reímos más o menos de lo mismo. Trabajamos mucho tiempo juntos, no solo en el jurado. Él antes era el notero de los que salían del Bailando, entonces yo tiraba una y él buscaba la respuesta. Muchos años de compartir.
— ¿Te divierte verlo?
— Y en las redes. Yo lo sigo porque él es como un especialista en redes.
— ¿Cómo sos vos en redes?
— Mi amor, vos decís algo mío y yo automáticamente te bloqueo. Me criticas algo y te bloqueo. Hay mucha gente psiquiátrica en las redes.
— ¿Bloqueaste a mucha gente?
— Sí. Bloqueando la paso bien, sí. ¿No te da bronca cuando hablan mal de vos? La red es tu casa, si no te gusta cómo soy, ¿qué hacés acá? Chau, te vas.
— ¿En qué temas no te interesa meterte y no te vas a meter nunca?
— No me gusta exponer mucho al otro. Si es una infidelidad, si es una separación, no hablemos de enfermedad, mucho menos. Yo quiero que la gente cuando me vea diga “a ver cómo me río con este”.
— ¿Existe un Polino en remera, pantuflas, ojotas?
— Sí, en mi casa con un jean, con una remera. Relajado en casa.
— Siempre impecable afuera. Tipo Mirtha Legrand.
— Muy legranesco siempre. Y ahora con los teléfonos, María Laura, hay que cuidarse. Te sacan una foto, te etiquetan y te querés matar.
— ¿Te vas a Chile a grabar un reality show?
— Estoy muy entusiasmado. Les gusté como jurado, me voy a Chile.
— ¿Vas solito o con asistente que te tape las ventanas?
—Con un asistente. Hay que llevar los moños, hay que llevar los trajes. Todo lo que hay que llevar. Dos viajes por lo menos (risas).
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