¿A cuántas personas dejamos de ver por diferencias políticas? Hablo de todos: los unos y los otros. La grieta cada vez nos atraviesa más y nos encierra. ¿Cómo hacemos para volver a vincularnos, escucharnos y no entrar en discusiones sin salida? Difícil en estos tiempos, casi imposible. Vivimos en compartimientos estancos. Pero hay que intentarlo una y mil veces. Desde hace rato tengo ganas de volver a entrevistar a este actor tan popular que enamoraba (¿enamora?) a tantas mujeres. Casado con Nancy Dupláa desde hace más de 20 años, son padres de Morena de 18 y Julián de 13. Hoy Pablo protagoniza ART en el teatro Multitabaris.
Lo primero que quiero mostrarles de Pablo Echarri es que está igual. Pasan los años y está igual. Un poco más canoso. ¿Cómo puede ser?
— No, María Laura, no.
— ¡Sí!
— Trato de mantenerme más o menos en forma, tal vez no por una cuestión que tenga que ver con mi oficio sino por una cuestión mental. Veo pasar el tiempo, ya tengo 52 años, he notado la merma de la energía física de los 40 a los 52, y es casi necesario intentar verse bien.
— Cuando eras muy joven eras muy coqueto. ¿Seguís siendo coqueto?
— Me pongo cremas cuando las tengo. Cuando no tengo no me pongo. Me mantengo con cierto orden en la alimentación. Pero no con la misma intensidad que a los 30, cuando no solamente tenía que conservar una imagen física determinada sino que también estaba mucho más obsesivo con la imagen. Ahora siento que crucé esa línea. No creo que el mundo crea que soy ese mismo galán, entonces me siento un poco más relajado, me doy ciertas licencias que antes no me daba.
— ¿Por ejemplo?
— La comida, o dejar de entrenar o de hacer gimnasia por ciertos lapsos de tiempo. Me puedo ver con pancita.
— Hay tres pasiones importantes en vos: la actuación, la producción y la política.
— Podemos decir que sí.
— ¿Vamos una por una?
— Claro. El actor está arriba del escenario. Compartiendo escenario con Mike Amigorena y con Fernán Miras, dos compañeros fantásticos. Una de las cosas con la que más me voy quedando es el teatro.
— ¿El actor en primer lugar entonces?
— Sí, recuperé un poco la ilusión. Fui perdiendo la ilusión con el tiempo. No sé si les pasará a todos los galanes o los que iniciaron su camino en un género tan concreto como la telenovela. A medida que va pasando el tiempo y entre comillas, la belleza o la juventud merman, uno va conociendo de qué está hecho este medio, o de qué está hecha la humanidad. Cuando vas avanzando y vas descubriendo que el ser humano no es tan bueno como vos pensabas que era, uno empieza a perder un poco la ilusión de esa parte del oficio. Del deseo de figurar, del deseo de verse en la pantalla, del deseo de hacer una entrevista e ir corriendo al kiosco a comprarla, o subir a Internet a chequearla. Tal vez por eso también apareció la producción. O apareció ese deseo de expresarme políticamente. Ese deseo vino con el adulto ¿no? Vino con el padre con hijos grandes ya.
EL SECUESTRO DE MI VIEJO ME CORRIÓ EL VELO DE LOS OJOS
— ¿Te acordás del momento en que dijiste soy peronista, soy kirchnerista? ¿Cuándo asumiste la militancia?
— Sí, sí. Fue en mi gestión por el derecho de propiedad intelectual. A fines del año 2005 se generó un grupo de compañeros y compañeras que veíamos de una forma muy cercana la posibilidad de que el derecho de propiedad intelectual sea otorgado para los actores y las actrices. Fue posterior al secuestro de mi papá, que creo fue una de las realidades más impactantes de mi vida. O sea, me hizo ver un mundo que hasta ese momento no había visto. Entonces sentí la necesidad de comprometerme y pude ver en carne propia y con mis propios ojos cómo se manejaba ese sector político, ese modelo político. Veníamos del año del “que se vayan todos”, yo también estaba en ese momento con esa misma síntesis en mi cabeza. Y descubrí un modelo político diferente, que iba y ajustaba derechos en distintos sectores que no los tenían, nosotros éramos uno de ellos.
— ¿Por qué asociaste con el secuestro de tu papá también el tema político?
— Porque el secuestro de mi viejo fue una realidad muy impactante que me corrió el velo de los ojos. Uno podía intuir que siendo galán, cuidando su apariencia física, estudiando libretos, y teniendo que caerle bien a todo el mundo, muchas veces está bastante alejado de la realidad. Ese hecho del año 2002 me mostró de una forma muy feroz de qué estaba hecho el ser humano en general, en lo bueno y en lo malo. Porque así como vi lo cruel que podía llegar a ser el ser humano, también vi y sentí en carne propia la parte más agraciada del ser humano que es la solidaridad, el amor, el cariño. En ese momento la gente se acercó como sintiendo en carne propia lo que nosotros estábamos viviendo. Pero vi esa parte cruel.
— ¿Cómo salir de un frasco?
— Sí. Sí. Fueron siete días de un aprendizaje muy impactante, muy fuerte. Definitivo. Comencé siendo uno y salí siendo otro.
— Y después, vino el aprendizaje de involucrarte en la propiedad intelectual.
— Porque sentía que en ese momento había obtenido tantas cosas de la vida, había sido tan afortunado. Salí de un barrio de clase media trabajadora con mi viejo canillita, mi mamá ama de casa, sin contactos y con mi propio talento, con mi propia particularidad para hacer ciertas cosas que me abrió la puerta de un mundo nuevo, diferente, que fue la actuación y todo lo que venía añadido con eso: mejora en lo económico, el tan ansiado ascenso social. Esa relación que yo tenía con la actuación, era bastante ombliguista por decirlo de alguna forma, me llevaba a mirarme a mí mismo constantemente y a registrar qué era lo mejor para mí o para mi alrededor más cercano. Cuando me comprometí fuertemente, tuvimos la fortuna quienes nos embarcamos en eso, de ver un éxito muy inmediato. Porque empezamos a gestionar con el gobierno de Néstor Kirchner, en el año 2005, y en el año 2006 ya teníamos el decreto que le dio nacimiento a SAGAI.
EN MI CASA SE RESPIRABA ANTIPERONISMO
— ¿Eso fue lo que te acercó al gobierno de Kirchner?
— Mira, me pasó algo particular. Yo creía con certeza, tenía una idea muy fijada, que después de esa gestión iba a tener que ofrecer algún tipo de contraprestación. Yo sentía que esa es la realidad de la política… Que si vos vas a pedir algo...
— Te piden la foto ponele.
— Sí, “te dimos esto vos tenés que ahora darnos esto, darnos algo en forma de contraprestación”. Y estuve durante mucho tiempo en guardia y agazapado esperando ese pedido. Y ese pedido nunca llegó. Entonces vi algo diferente a lo que había visto años anteriores. Hubo algo que me sucedió, un click.
— ¿Había peronistas en tu casa cuando eras chico?
— No, mis viejos no eran peronistas. Mis viejos eran antiperonistas. Mi viejo era radical, alfonsinista. Después entendí con el tiempo que mi viejo estaba bastante más cerca mío o yo estaba bastante más cerca, lo entendí con los años. Pero en mi casa se respiraba anti peronismo. Mi abuela era muy antiperonista. Mi abuela odiaba a Perón y a Eva. Los odiaba, sencillamente. Vos sabés que no es una condición social, de alcurnia o de estatus elevado social para odiar al peronismo.
EL BARRIO ESTÁ EXACTAMENTE IGUAL QUE CUANDO LO DEJÉ, IGUAL DE HUMILDE
— ¿Volvés a Villa Domínico?
— Sí. No vuelvo a casa porque ya la casa está alquilada. Pero sí vuelvo a Avellaneda. Sí vuelvo a Wilde. Sí vuelvo a la casa de mis amigos, me encuentro con mis amigos del barrio a comer un asado una vez cada tanto. Sí, sí, mantengo esos vínculos, sí. Y siento muchísima añoranza cuando vuelvo al barrio porque el barrio está exactamente igual que cuando lo dejé.
— ¿Igual de mal, igual de bien? ¿Igual en qué sentido?
— Igual de humilde.
— De humilde. No progresó.
— Los barrios humildes en la Argentina no progresan porque ese ascenso social y esa movilidad social ascendente no se ha podido concretar de forma efectiva.
— ¿Imaginabas que ibas a tener hijos militantes como tu hija Morena?
— No. Fue una sorpresa. Pero me llevé una sorpresa muy grata. Porque evidentemente ella respiró ese aire dentro de casa, nosotros en casa hablamos mucho, somos de informarnos y de discutir y de charlar. Y descubrimos en ella a alguien que no solamente tenía interés de eso, sino que además tenía interés de informarse para discutir con argumentos. Eso nos puso muy contentos. Después nos dimos cuenta que para dos personas como Nancy y yo que pusimos muy adelante la clase social de la que venimos, esas cosas se heredan desde lo sanguíneo. Nacieron en un mundo completamente diferente. Ya nacieron en Capital Federal, vivieron en casas mucho mejor decoradas, en barrios mucho más caros, con un pasar económico mejor. Pero bueno, lo contrario también sucede ¿no? Veo amigos míos, o gente muy cercana que viene de sectores muy humildes con padres peronistas y que con el tiempo se abrazaron a lo contrario. Yo tiendo a creer que es una cuestión genética.
— ¿Qué te parece que milite en La Cámpora? ¿Qué sentiste que haya elegido esa agrupación para militar?
— Muy bien. Es una agrupación que se dedica sobre todo a trabajar por los sectores más desposeídos, el gran valor de La Cámpora es su territorialidad.
— ¿Crees que en algún momento vas a participar políticamente de otro modo? En la gestión, por ejemplo.
— No lo sé. Yo lo que sí tengo para decirte es que llevo 15 años de gestión política social dentro de un colectivo. De un colectivo castigado que es el colectivo de actores. Yo tengo cubierta esa cuota de deseo de gestión política. Pero la verdad es que no descarto nada.
— ¿Sabés si te midieron dirigentes de tu espacio?
— Nunca me enteré. ¿Vos te enteraste que me han medido?
— Apareciste como opción, sí.
— Mirá, yo no me enteré nunca
SIN DEJAR DE PENSAR DIFERENTE, UNO TIENE LA OBLIGACIÓN DE ENTABLAR ACUERDOS BÁSICOS
— Sos muy popular, querido, te conocen en todo el país. ¿Considerás trabajar para que progrese el lugar donde naciste?
— ¿Vos decís el municipio de Avellaneda? Mi experiencia en la gestión colectiva es SAGAI y lo demás está bastante alejado. Así que hoy te digo que no, pero en un futuro quién te dice.
— ¿Puede tener éxito un gobierno con esta grieta?
— No. Uno no tiene que dejar de pensar diferente y no tiene que dejar de frecuentar la clase social a la que pertenece, a los amigos o al grupo familiar con el que quiere estar cerca, pero sí tiene la obligación de entablar una serie de acuerdos básicos para poder lograr ese avance, sobre todo en lo económico. Para poder salir de ese ciclo tan recurrente de cierta mejora y luego la caída, de las distintas crisis, las distintas devaluaciones, la dificultad que tiene el país para generar dólares, la dificultad que tiene el país para generar valor agregado a la materia prima que produce.
— Para ir para adelante.
— A mí me interesa en lo personal que exista la movilidad social ascendente. A mí me interesa que un chico o una chica nacida en Villa Domínico pueda tener su ascenso social. Lo que espero es que ese chico nacido en Villa Dominico o en cualquier parte del Conurbano, o en cualquier otra parte del país, tenga la posibilidad de estudiar y tenga la posibilidad de sostenerse. Que sus padres puedan mandarlo a la universidad y que a partir de eso se transformen en profesionales.
TENEMOS UNA RELACIÓN Y UN ESPACIO FAMILIAR MUY SÓLIDO
— Muchos años junto a Nancy. Hace poco ella dijo que “es un montón”. ¿Es mucho o poco?
— Sí, 20 años. 20 años. Creo que es mucho. Es mucho en los parámetros que uno fue teniendo en las relaciones amorosas que pudo haber transitado. Es la construcción de una relación y de un espacio familiar muy sólido. Creo que puede ser más, así que ojalá Dios quiera que así sea. Nosotros trabajamos para que eso suceda, así que creo que no es todo lo mucho que va a ser. Con esto no quiero ser naif ni fantasioso de que estos 20 años han sido todo un camino de rosas. No es así. Pero creo que hemos sabido de alguna manera atravesar esas crisis y nunca alejarnos de la posibilidad de resolver los problemas cara a cara y en tiempo y forma ¿no? O sea, no hemos metido mucha basura debajo de la alfombra. Nos hemos respetado mucho como hombre, como mujer, y hemos tomado el toro por las astas en los momentos que hacía falta.
LA DECONSTRUCCIÓN ES DOLOROSA, LOS HOMBRES ASISTIMOS A LA PÉRDIDA DE NUESTROS PRIVILEGIOS
— ¿Te tuviste que deconstruir o ya viniste deconstruido de casa?
— No, no. La enseñanza machista no fue bajada solamente por mi padre. Mi madre también estaba sumergida en un mundo machista y acataba y dirigía a su descendencia. Creo que nadie podía escapar de eso. Fuimos formateados en una cultura patriarcal que nos resulta absolutamente familiar. Después mi esposa también vive lo mismo. La llegada de nuestros hijos nos dan la posibilidad de tener una mirada diferente. La llegada de Morena y el tránsito hacia su juventud, adultez, nos hizo ver el mundo de otra manera. No solamente a mí, creo que a Nancy también le hace ver muy claramente de qué forma fuimos construidos emocionalmente. Esa deconstrucción es constante y es dolorosa también. Es dolorosa porque los hombres asistimos a la pérdida de nuestros privilegios. Y como cualquier ser humano que está al borde de perder privilegios se resiste a perderlos.
— Por ejemplo, ¿a qué te resististe?
— Antes había algo (que tenía que ver con la cultura del placer) donde la mujer tenía que venir a darle placer al hombre y el hombre estaba enfocado en conseguir ese placer. Más allá de lo que podía llegar a decir, “yo quiero que la pase bien”, lo que sí había que satisfacer de alguna manera, era el deseo del hombre. La mujer debía acomodarse, contorsionarse, para que ese hombre de alguna forma pudiera satisfacer su deseo. Y yo creo que eso cambió rotundamente. Eso no sucede más. No sucede más en mi vida, no sucede más a mí alrededor. Y fue una de las cosas más difíciles, porque se suponía que el placer era mío. Creyendo yo que era equitativo, ¿eh? Había algo formateado: la mujer debía satisfacer al hombre y debía acomodarse a los designios del hombre. Y eso dejó de suceder. Por lo menos en mi círculo y en mis vínculos.
— ¿En todos los aspectos, en las tareas de la casa, en el trato? ¿Tus chicos te van enseñando?
— No solamente en materia del patriarcado, también en materia ecológica, en comportamientos. Creo que los chicos hoy están muy atentos y muy en carne viva con respecto a lo que tiene que ver con el racismo, con el antisemitismo, con distintas fobias. Yo lo veo mucho obviamente en Morena, pero también lo veo en Julián que con 11 años no acepta que se hable de cierta manera. Uno a veces hace chistes porque también está formateado…
— ¿Hablar de “el ruso”, “el negro”, decís?
— Yo soy el negro Echarri digo. Y sí, tengo amigos que son el ruso, el polaco, el uruguayo, el paraguayo.
— Tu hijo Julián es sensible, ¿a qué en particular?
— La cuestión ecológica. A la gordofobia. A la homofobia. Al racismo. Es muy sensible a eso. Y baja una línea muy rígida y no se amedrenta de ninguna manera. Lo chicaneamos para ver si se amedrenta y no hay forma, su pensamiento prevalece.
— Hijo de sus padres.
— Sí. Y la certeza de que los chicos vienen a enseñarnos más que nosotros a ellos. O sea, la llegada de los hijos es lo contrario de lo que nos enseñaban nuestros padres y nuestros abuelos, debíamos dirigirlos y bajarles línea e inclusive guiarlos férreamente. Es todo lo contrario, los hijos vienen para darnos una oportunidad de ser diferentes.
NANCY ES EXTRAORDINARIAMENTE VALIENTE
— Más allá de la construcción de la familia, ¿qué es lo que te enamora de Nancy? ¿Qué es eso que te puede con el paso de los años?
— Su extraordinaria fortaleza. La certeza, desde el momento que la conocí, de querer estar y ser un poco mejor. De hacer un trabajo denodado para que eso suceda y ocupar tiempo para que eso sea así. Su valentía. Es muy valiente, extraordinariamente valiente. Es capaz de lastimarse con tal de defender una causa justa. Ya lo ha hecho y lo ha hecho mucho. Y vos lo sabés.
— Es lindo cuando la valentía está vista como un valor, porque hay muchos hombres que tienen miedo a la valentía de las mujeres.
— Yo creo que hay muchos hombres que le tienen miedo a la valentía en general. Es difícil ser valiente. Es más fácil ser cobarde. Te mete en menos problemas.
— Pero para vos es sexy además.
— Sí, claro, por supuesto. Yo siempre fui muy poco cobarde, no quiero decir valiente, pero muy poco cobarde. Siempre me enfrenté con mis problemas, tuve la necesidad de enfrentar las cosas. En Nancy lo vi muy claramente. La vi hacer cosas por su pensamiento, en defensa de su alrededor, hacer cosas muy valientes. Casi que me obligó a ponerme a su altura.
— Protagonizás una obra que a esta altura es un clásico.
— Art, hay mucha gente que la ha visto con Ricardo Darín, con Germán Palacios, con Oscar Martínez, con Luis Brandoni. En este caso años después con estos tres actores diferentes, pero con una pieza muy sólida. Estos amigos se encuentran en una noche de diversión y de disfrute de los tres, con la noticia de que uno de ellos ha comprado un cuadro blanco en una fortuna, y uno de ellos no lo acepta. Y el tercero está en el medio y trata que estos dos amigos no se peleen y no terminen su amistad por un hecho tan fortuito como la compra de un cuadro. Encierra cosas mucho más profundas que vienen arrastrándose a través del tiempo. Hermosa obra, hermosa pieza. Nos divierte mucho. Somos muy felices de hacerla.
— Muchas gracias por este rato.
— A vos.
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