Costa con María Laura Santillán: “Yo soy ella, pero soy Gonzalo”

Vivió en la calle a los 18 años. Tenía a la obesidad como destino inexorable y cuando ya ni se podía bañar sola llegó al by pass gástrico y la superó. Sufrió un abuso sexual pero recién de grande se dio cuenta de ese horror. El amor de pareja que busca y no llega. Por qué Costa siente que su vida es obra de Dios

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María Laura Santillán - Costa - #Entrevistas

Es actriz, locutora, humorista, panelista, movilera y lo que le pidas, tiene mucho talento. Trabaja en radio (La100) y en tv (Corta por Lozano) en los programas más exitosos. Hace pocos días, en Mar del Plata, donde presenta su espectáculo “A toda Costa”, fue operada de urgencia de la vesícula, hoy está totalmente recuperada. Le dicen Costa, Costi, Costita. Su nombre es Gonzalo Costa

-No sé cómo decirte...

— Inclasificable (risas). La sin nombre. Es un buen título para un show. Costa es el nombre que me dio mi papá, cuando empecé en la radio con Santi (n de la r: Santiago del Moro) no era tan simple explicar esto. Yo soy ella, pero soy Gonzalo.

— Hiciste una transición, pero vos sos Gonzalo, decís.

— Hice una transición desde que tengo recuerdos. Para mí no fue traumático como para otras chicas y otros chicos seguramente lo es al día de hoy. Yo sabía que quería ser una nena y que me llamaba Gonzalo. Me hace reír que amigos míos de antes dicen “ay, a veces se me escapa Gonzalo”. Yo les digo “cómo me decías vos antes? “la Gonzalo”. Y por qué lo vas a cambiar ahora?”. Cecilia Milone dice que me gusta pelear y por eso no me cambio el nombre.

— Es provocador que te llames Gonzalo, pero está bueno.

— Creo que lo que inaugura es la singularidad. Y a lo mejor de acá a un tiempo ya es más habitual.

— “Si soy transgénero por qué me tengo que cambiar el nombre?”

— ¿Por qué? Que se lo cambie la gente que lo necesita, yo no. ¿Me hincha? Sí. Me hincha a veces. Me llama por teléfono alguien y me dice “hola señor”. Le digo “acá en esta casa no vive ningún señor” (risas). O con la tarjeta de crédito, o con la vacunación que fue un lío.

— ¿Por qué?

— No era con mala voluntad, pero era sexo masculino. Yo me pongo masculino y me vacunan, pero anda a explicarle a un chico trans, que eligió de grandecito ser varon que tiene que poner sexo femenino. Cuando vos confrontas con esa idea abrumadora a un varón heterosexual lo que es poner sexo femenino, entonces dicen “ah no, no, está bien, tenés razón, está mal, lo vamos a corregir”. Por suerte lo corrigieron.

"Yo soy ella, pero soy Gonzalo"

— Que aún exista la categoria “sexo” pareciera de otro tiempo.

— Pero, ¿para qué? Es un tema para viajar también.

— Daría la impresión de que no te duele, que estás acostumbrada.

— No, me duelen otras cosas que pasan acá y en el mundo. Me duele que en el Norte del país unos señores violentos le hayan quebrado las piernas a un bailarín por ser gay. Me duele que en este país haya desaparecido en marzo Tehuel, un chico trans, hay un papá que lo busca y una novia que lo busca.

— En Estados Unidos se conocieron hace poco los abusos sexuales que cometió el actor del personaje Mr. Big, el marido de Sarah Jessica Parker en la serie Sex and the city. Inmediatamente fue echado de su trabajo. ¿Vos creés que esas decisiones se replican en otros lados del mundo?

— Yo creo que hay un montón de cosas para revisar. Hay cosas que nunca debieron pasar y que todos hemos normalizado. Hace poco escuché que dijiste “a mí me echaron por vieja”. Entonces, ¿perdón, vieja quién? Yo tengo 40 años, ¿cuánto tiempo me queda? cuanto es aceptable para el laburo? Más allá de mi condición, que es otra cosa más. Hay cosas que siempre estuvieron mal pero que siempre aceptamos.

— Todo está cambiando, muchas costumbres que hoy tenemos que aceptar no van a existir más.

— Con la sexualidad todo va a ser mejor. Tengo una sobrina que tiene 10 años y me planteó hace muy poquito “por qué los abuelos no entendían que vos tenías corazón de nena?” A ella no hizo falta explicarle nada, habló de un sentimiento. Entonces seguramente lo que venga va a ser mejor.

María Laura y Costa - "Me pintaba para ir al jardín"

— Te vestían de varón. ¿Creías que estaba mal lo que estabas sintiendo?

— Hace 40 años en Córdoba las cosas no eran tan simples. Mi viejo era hermoso por muchas cosas, pero no tenía respeto por ningún pensamiento del otro. Todo lo que el otro pensara distinto a lo que él pensaba le parecía fatal. Me acuerdo de los juegos en soledad. Yo siempre fui muy feliz, pero no había lugar para que entendieran lo que me pasaba. Hay una historia bonita: me robé el labial de mi mamá y me pintaba para ir al jardín. Dos cuadras. Para mí eran de plena libertad. Y cuando llegaba al jardín me lo sacaba.

— ¿Cuántos años tenías?

— 5, 4. Un día la maestra dijo “no te lo saques”. Y siempre la busco yo por redes sociales, ¿estará?

— ¿Para agradecerle?

— Para agradecerle. Ahora si un nene se pinta les parece lúdico. Hace 40 años “te voy a mandar al psicólogo”. Hasta en eso hay que cambiar, uno va al psicólogo a entenderse, a interpretarse, a ayudarse, a sanarse. Antes estaba visto como algo malo ir al psicólogo.

— ¿Cuántas cosas pensamos y hacemos porque “se debe”?

— De todos lados. Siempre es “el deber ser”, y nunca llegas a ese lugar, al deber ser. Nunca vas a cumplir las expectativas de todos. Eso sí lo entendí de chica.

— ¿Leés sobre feminismo, te interesa?

— Sí, me interesa. Para leer feministas hay que leer primero las anteriores. No hace tantos años la mujer no tenía derecho al voto. Entonces imaginate nuestras conquistas o que serían si no hubiera habido antes estas otras mujeres. Todas mujeres interesantes, importantes. Todo Puerto Madero (risas). Yo vengo de un matriarcado. A mi mamá las monjitas le enseñaron a coser y a bordar y ella de esa enseñanza hizo una profesión. Todas las mujeres de mi familia son costureras y todos los hombres son albañiles porque el abuelo Antonio era albañil. Las hermanas de mamá lograron, torciendo el destino de esos hombres, que dejaran sus trabajos en la fábrica y en la carnicería, y se pusieron a laburar en el taller con ellas. Todas mis tías han logrado tener una muy buena vida gracias a esa máquina de coser. Eran las emprendedoras de ese tiempo.

— Algunas particularidades. No conservas el tono cordobés como tantos cordobeses que siguen con tonada aún viviendo fuera de Córdoba.

— No (risas). Yo me fui por mucha elección. A veces empiezo a mezclar tiempos verbales pero por hacerme la excéntrica.

María Laura y Costa - "He pasado por lugares muy oscuros"

— Otra particularidad: invocás mucho a Dios. Creés en Dios.

— Y cómo no? ¿Cómo no? En mi historia, en el devenir de mi existencia, Dios estuvo siempre. Mi abuela, la mamá de mi papá decía “vamos a orar”. Yo soy devota de la virgen de Lourdes, y un 11 de febrero, el día de la aparición de Lourdes, un curita precioso me bendijo delante de toda la gente y me dijo “Dios lo único que quiere es que usted sea feliz”. Está bueno, porque si no hasta en eso somos parias.

- ¿Por qué decís “cómo no creer en Dios” ?

-Mi vida es una obra de Dios, es un milagro, en esto me pongo re mística. Yo tengo una vida milagrosa. Milagrosa. Porque estoy viva con la edad que tengo, la gente de mi condición llega con suerte a los 40 años porque hay un Estado al que todavía no le interesa demasiado que lleguemos a más. Tenemos un Estado muy generoso con leyes de matrimonio igualitario, de cupo laboral trans, de la identidad que quieras tener, pero en la práctica, laburo no hay. Entonces si una chica o un chico a los 13 años salió de la casa expulsada de Córdoba como yo, de Salta, de Tucuman… migrante, porque casi todas somos migrantes, sin estudios, ¿dónde termina? En una esquina. ¿En esa esquina con qué lidia? No sólo con los que le sacan la guita sino con la droga, con los clientes. Yo en una época andaba en la calle con unas travestis en Villa Luro, había teléfonos celulares, pero nosotras no teníamos, entonces anotábamos la patente del auto...

— ¿Por si pasaba algo?

— Claro. ¿Qué mierda íbamos a hacer con esa patente si a mi amiga se la llevó un auto? Era una forma de sentirnos acompañadas. He pasado por lugares muy oscuros, muy oscuros, y siempre salí como el armiño que pasa por el barro y no se ensucia. Y eso es por la obra de Dios.

— ¿Vas a misa?

— Sí, voy a misa y me encanta. Para mí es una celebración. Y me encantan las canciones.

“A MÍ NO ME INTERESABA LA VIDA”

— Uno de los hitos de tu vida es haber superado la obesidad, una enfermedad común en tu familia.

— Era como una condición. Había que ser. Así como había que ser emprendedora había que ser también...

— ¿Obesa?

— Sí, sí. Obeso, terrible. Mi papá murió en un hospital muy mal, muy descuidado.

— ¿Cómo fue la decisión del bypass gástrico, una operación tan delicada?

— Es una operación brutal, literalmente. Te abren, te entran por el ombligo y te cortan el estómago, imaginate. Para mí fue una gran herramienta, pero hubo un proceso anterior que yo había hecho con mis médicos. A mí no me interesaba la vida.

— ¿Eh?

— Lo que oyes. Sí, sí. Esto es una declaración explosiva chicos (Risas). Yo decía, “estamos vivos, la pasamos bien”.

— ¿Lo que dure?

— Lo que dure. Y un día dije ‘no, para, la vida está re buena. Es lindo vivir. Y es lindo vivir de otra manera”. Mi médica me dijo un día: “vos venís cuando no podés respirar, bajás 30 kilos, desapareces un año, volvés con 50 de más y así. Yo no te atiendo más”.

— ¿Cuánto hace que te hiciste el bypass?

— Cuatro años. Es una gran herramienta. Es una herramienta que te sirve para hacer un bajón de peso interesante, importante, y durante el primer tiempo, por un año es magia. Es mágico. Después vuelve todo lo anterior. Yo me levanto pensando qué voy a comer. Es mi primer pensamiento. Pero el primero de verdad. “Empanadas árabes” digo.

— ¿Cómo estás ahora?

— Elijo que puedo comer una y no catorce. Todos los días. Es una adicción. Yo entendí con el tiempo que hay que aprender a negociar con el impulso y con la adicción. Antes hasta bañarme me costaba.

"No iba a volver a Córdoba. Muerta volvía. Entonces terminé en la calle", cuenta Costa
"No iba a volver a Córdoba. Muerta volvía. Entonces terminé en la calle", cuenta Costa

— ¿Hacés actividad física?

— Muy poca actividad física, yo trabajo con Catherine Fulop, y ella tiene una mentira (risas), dice que si yo hago gimnasia todos los días se me va a hacer un hábito como lavarse los dientes. ¡¿Qué?!

— Miente.

— Obvio que miente. Trabajo con Catherine y con Santiago del Moro que entrenan todos los días. Con Vero Lozano, que también hace actividad física todos los días.

— ¿Qué les pasa?

— (risas) Creo que encuentran un gusto ahí, yo no. Yo disfruto leer la biografía de Gardel, para gustos... (Risas).

— ¿Cómo llegaste a vivir en la calle?

— Fue una elección plena. Absoluta. Yo vivía en Córdoba y tenía una vida que no quería tener. Mi hermano vivía en Buenos Aires, un hombre extraordinario, pero yo tenía 17 años y él quería cuidarme mucho. Tenía que cumplir horario. Estaba bien lo que él quería, porque si ahora mi sobrina de 17 años me dice “quiero salir de noche, ir a los boliches, ver shows, quiero ser actriz” le digo que no ¿entendés? Pero un día dije basta.

— ¿A dónde fuiste?

— A una pensión. Y no había más guita para pagar la pensión. Lloré todo lo que tenía que llorar. Pero no iba a volver a Córdoba. Muerta volvía. Entonces terminé en la calle. Me fui a Retiro y mira si yo no soy obra de Dios, apareció una señora que nunca sabré si era de verdad o un ángel que Dios puso en mi camino, y que se ocupaba era de cuidar. Era una cuidadora. No había que drogarse, había que bañarse y había que salir a buscar trabajo. Hay refugios en la ciudad. ¿Por qué la gente en situación de calle no va? Porque tenés que dejar tus cosas.

— ¿Dónde dormías?

— En el vagón de tren. Estaba haciendo por primera vez lo que quería. Sentía que Buenos Aires me estaba cobrando un peaje. ¿Viste que hay un peaje en la entrada de Buenos Aires? Lo pagué gustosa, con mucha alegría. Ahí supe que no le debía más nada a nadie nunca más.

— ¿Siempre tuviste una mirada positiva sobre los momentos dramáticos que te tocó vivir?

— Y sí, porque si no no estaría acá. Cuando la gente dice “pobre, no conoció al padre”o “sufrió mucho de chica”, para explicar algo… Yo también sufrí mucho de chica y no soy mala. No hay justificación para ser mala gente. No hay justificación para un maltrato, para un maltratador o para un abusador. No hay. Ni olvido ni perdón.

— Instalaste hace poco el tema del Bambino Veira, un abusador condenado que cada tanto aparece en los medios como alguien “divertido”.

— ¿Qué tiene de gracioso? ¿Pero sabés cuándo a la gente se le termina la risa? Cuando yo los pongo en situación. ¿Vos tenés hijos? Sí. Pensá que tu hijo de 13 o 14 años fue a un departamento, lo violaron y después se burlaron de él y la justicia no hizo nada. El día de hoy ese señor sigue apareciendo en televisión y la gente se ríe.

— Fuiste abusada a los 14 años, ¿no tenías conciencia de lo que pasaba?

— Yo lo vivía como una aventura. Hoy que tengo 40 años me doy cuenta que no puedo estar con una persona que tenga 14 años porque me da repulsion. Pero yo no lo viví con horror, me parecía fantástico. Y ahí está el horror. Ahí es donde tiene que haber un adulto que diga “no”. Es en el único lugar donde yo pienso en la muerte del otro como reparación, cuando hay un abusador, cuando hay un violador. Que tengan la decencia de no aparecer como ídolos.

"Nunca tuve una pareja. Ese amor no lo conozco", confiesa Costa en su charla con María Laura Santillán
"Nunca tuve una pareja. Ese amor no lo conozco", confiesa Costa en su charla con María Laura Santillán

— Costa, no hablamos de pareja.

— Porque no voy a hablar de algo que no tengo. Nunca tuve una pareja. Ese amor no lo conozco. Debe ser re lindo sentirse amada. Pero no, no lo conozco.

— Dicen que hay que estar abierto para recibir a alguien.

— ¿Más que yo? No, no, no. No pasa por ese lado. Todavía no apareció. ¿Quién te dice? A lo mejor un caballero está mirando esta entrevista y dice que interesante, que linda (risas). Yo siempre tengo esa fantasía, que voy a los lugares a conocer al hombre de mi vida.

— ¿Y andás mirando?

— Todo el tiempo estoy atenta. Digo “ay, que guapo, este va a ser, es éste. No. Es éste, es éste. No. No”. Un mundo repleto de “no”. Pero va a aparecer, yo sé que va a aparecer.

— Dios te lo va a mandar.

— (risas) ¿Vos decís? ¿Tan milagroso crees que es? Ojalá.

Fotos: Gustavo Gavotti

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