La primera influencer argentina se llama Agustina Vivero, la conocemos como Cumbio. Hoy es licenciada en comunicación audiovisual y tiene una empresa muy exitosa. Fue en el año 2006 cuando Cumbio abrió su cuenta en Fotolog, una red social de entonces. La siguieron miles de chicos, cientos de miles. Se convirtió en la reina de una tribu urbana: los floggers. Vivió una fama loca, una verdadera revolución. Es difícil elegir uno solo de los tantos tableros que pateó. Por ejemplo: en tiempos en que el feminismo era combatido, ayudó a muchas chicas a salir del closet.
— Sí, totalmente. Hasta hoy me lo recuerdan. Es muy loco lo que pasaba en aquella época. Empezamos a hablar de temas que no se hablaban...
— Eran tiempos no tan lejanos, 13, 14 años atrás. Te preguntaban si eras hombre o mujer, por ejemplo. Hoy esa pregunta, afortunadamente, está cancelada.
— Sí, tremendo. Es muy loco volver a escuchar en los videos las cosas que me decían algunos periodistas: “vos así no tenés futuro”. Cosas horribles.
— ¿Te las decían en cámara?
— En televisión, en cámara, sí. Evelyn Von Brocke me decía: no tenés nada que te diferencie, no vas a llegar a nada.
— ¿Se refería al género? Una de las revoluciones que desataste fue plantear el tema de género de una manera contundente, ¿no?
— Yo pertenecía a todo lo que para mucha gente en ese momento estaba mal. Me gustaba la cumbia y hoy es cool la cumbia, la escuchan los chetos, la escucha todo el mundo, pero en ese momento estaba mal. Yo salía de las redes sociales, era como un bicho raro. ”De dónde viene?”. Hoy, todos buscan a los influencers, los quieren en sus programas y que vendan sus marcas. Yo, además, venía de un lugar muy humilde. Pero como frutilla de la torta era lesbiana y hablaba de temas que en la tele todavía nadie se animaba a hablar, me castigaban por eso.
— Te hacían bullying en la escuela de una manera muy brutal apenas 13 años atrás.
— Sí, la pasé muy mal en aquella época. Yo estaba cursando el último año cuando explotó esto del Fotolog y empezó a tener repercusión lo que pasaba en las redes sociales: mis fotos con mi novia. Unos chicos no me dejaban cursar, me encerraban en el aula, me perseguían en los recreos, me robaban las cosas, me sacaban fotos debajo de la pollera. Y la escuela decía que era mi culpa por la exposición que tenía, que si no quería seguir pasando por eso, me retirara de la escuela.
— Todo cambió y sigue cambiando. ¿Cuándo empezaste a darte cuenta ?
— Menos mal que cambió todo. Nos falta mucho, pero hemos mejorado un montón, sí ¿Sabés cuándo lo empecé a sentir? Me acuerdo haber ido a comprar algo con mi novia cuando era adolescente y tener miedo. Si teníamos que hacer una fila decíamos: “esperemos separadas porque nos están mirando mucho, nos van a decir algo”, “ponete un poquito más adelante y yo un poco más atrás para que no pase nada”. Años después recuerdo estar haciendo una compra similar sin miedo, sintiendo que tengo los mismos derechos que los demás. Antes mucha gente me hacía sentir que no los tenía.
—Te fuiste del colegio. ¿Se hizo insoportable el acoso de esos compañeros?
— Sí, rendí quinto año libre. La escuela me decía que yo no me podía defender de ninguna forma. O sea, no podía agarrarme a las piñas ni estar gritándome con mis compañeros. Lo que detonó todo fue que un chico me grababa debajo de la pollera. Yo le saqué el celular, fui corriendo a buscar al preceptor y le conté. Le dije: “lo único que te pido es que lo borres”. Me contestó: “vos no tenés por qué sacarle el celular a nadie. Y no vamos a borrar nada. Es el celular de tu compañero’. Y se lo devolvió delante mío.
“LA GENTE ESTABA PREOCUPADA PORQUE UNA ADOLESCENTE SE ANIMABA A DECIR QUE LE GUSTABAN LAS CHICAS”
— La gente te decía cosas feas en la calle, era muy duro para una adolescente...
— Fue un momento muy difícil. Vino The New York Times a conocerme, era re grosso lo que pasaba, más allá de mí, el movimiento que se generó. Estaban hablando de que en la Argentina tenían a la primera adolescente que había logrado traspasar la pantalla, sacar a los chicos a la calle y reunirlos. No se ocuparon de eso, en general, los medios. La gente estaba preocupada porque una chica se animaba a decir que le gustaban las chicas, que era lesbiana, que era bisexual. Se súper cerraron y eso generó mucha violencia. De un momento a otro el Fotolog y ser flogger pasó a ser casi un insulto. “Estos putos que bailan electro”, “estos que se visten así”. Esa comunicación constante de que lo que uno hacía estaba mal, a mucha gente le llegaba. Después me guardé un poco y las cosas cambiaron. Pero en el segundo año de la Facultad, un compañero empezó a poner cosas feas en Facebook e incitaba a los amigos, eran 30 chabones que ponían “matala”, “escupila”, “la vamos a agarrar a piñas”. Nunca lo había contado antes. Se portó muy bien la Universidad de Palermo, nos sentaron a los dos y le dijeron al chico que tenía que pedirme disculpas.
— ¿Hoy vos seguís siendo Cumbio?
— Yo soy Cumbio. Yo amo a Cumbio. Es re loco porque parece que me amo (risas).
— Hablas en tercera persona, por eso te pregunto.
— No, no. Cuando menciono a Cumbio es por ese momento de Fotolog y todo lo que me trajo, un caso de éxito: que de repente me hizo manejar las redes de Mirtha Legrand. Cumbio te puede gustar o no, pero seguramente conocés lo que sucedió, el movimiento flogger, 50 millones de impresiones que se generaban en aquella época en una sola cuenta de Argentina, cuando nadie tenía computadora en la casa todavía.
— ¡Había que ir al cyber!
— No existían los smartphones. Había que ir al cyber.
“CUANDO ESCUCHÉ QUE EXISTÍA INTERNET ME ENAMORÉ, EL TIEMPO SE DETUVO”
— Después del fenómeno Cumbio decidiste ir a la universidad.
— Sí, soy licenciada en comunicación audiovisual, siempre me gustó la comunicación digital. La primera vez que escuché en la tele que existía Internet quedé enamorada, fue como cuando la gente cuenta que vio por primera vez a la persona que ama y el tiempo se detuvo. A mí me pasó con Internet.
— ¿Cómo te enteraste?
— Había escuchado en la tele que existía algo que se llamaba Internet, que te permitía conocer a gente de todo el mundo aunque no hablaran el mismo idioma; que podías ver imágenes de cualquier lugar, que podías hacer preguntas sin dar tu nombre, que estaba allí todo lo que querías saber. Yo dije: ¿Eso existe? Decían que podías viajar desde el sillón de tu casa. Quedé enamorada, los volví locos a mis viejos hasta tener mi primera computadora.
— Tu familia era humilde y tenía recursos limitados.
— Sí, totalmente. Mi papá es plomero, mi mamá es ama de casa. Ellos tienen terminada la primaria, hicieron una parte del secundario. Siempre me apoyaron con lo que podían. Tal vez no eran conocimientos relacionados a Internet, pero siempre me acompañaron en lo que quería hacer. Cumbio es gracias a ellos.
— ¿Cómo fue el “después de Cumbio” para tu familia?
— Ellos se mudaron, viven bien. No es todo gracias a Cumbio, mi hermano los ayudó y fueron mejorando. Pero sí, cambió mucho todo a partir de Cumbio. Yo soy muy feliz con mi familia. Vivía en un conventillo, compartía el baño con diez familias, era un lugar muy precario, había humedad en las paredes, se caía todo. Pero yo era muy feliz porque estaba con mi familia, súper contenida. Estábamos todos tirando para adelante.
— ¿Cómo llegaste a manejar las redes de Mirtha Legrand?
— Trabajaba como asistente de producción para Gerardo Sofovich y me dijeron que estaban buscando un asistente de producción para Mirtha. Me presenté y llevé impreso, suena viejo pero... llevé un montón de vídeos de Mirtha. Quería mostrar que, además de servir el café, me había estudiado todo de Mirtha y que podía sumar cosas. Me di cuenta de que les caí bien y arranqué a trabajar. Mi tarea era llevar 40 gaseosas que compraba el fin de semana y llevarlas al estudio.
— ¿Cómo lograste cambiar de tarea?
— Me salvó Cumbio, me ayudó Cumbio. Vi que tenían un Twitter de Mirtha abandonado y le mandé un mensaje a Nacho Viale para usarlo: etiquetar a los invitados, contarle a la gente quiénes son los que venían y que pareciera que lo manejaba ella. El me dijo: “Agus, confío en que lo vas a hacer muy bien”, solo conocía de mí lo que pasó con Cumbio. Empecé a trabajar y Mirtha me llamó a su camarín, me saludó y me dijo “me encanta que estés acá. Te veo corriendo todo el tiempo, son muy trabajadora”. Llegamos con Mirtha al millón de seguidores en Twitter, hicimos un montón de cosas, que en un punto revivieron lo que había pasado con Cumbio. Y a ella la pusieron en un lugar súper moderno, súper canchero. Trabajamos en conjunto, yo la llamaba al teléfono fijo.
— ¿Cómo fueron esas conversaciones ?
— Teléfono fijo: “Elvira, ¿puedo hablar con la señora? Chiquita no sabe lo que tengo para proponerle hoy. Le mando por WhatsApp”. Le mandaba fotos retro, de hace 50 años. “Ese día estaba bronceada porque veníamos de Pinamar, habíamos tomado sol con Daniel”. Ella se acordaba de todo. “Quiero que empecemos a reírnos de cosas de las que usted se ríe en el corte”, le dije. Ella suele hacer chistes sobre su edad, pero delante de cámara no y había muchos memes, la gente se reía de su edad. Le dije: “ahora se tiene que reír usted. Tenemos que darlo vuelta, hacerlo divertido”. Y llegó al millón de seguidores en Twitter. Leía los comentarios de la gente, yo le mandaba capturas. Estaba re contenta.
Cuando me fui ella me dijo “no, ¿cómo me vas a dejar ahora?”. Yo me moría, imagínate, todo lo que me dio. Hemos hecho grandes acuerdos comerciales para las redes cuando nadie tenía ese tipo de acuerdos, aún hoy a un montón de influencers a los que les cuesta conseguir pautas en Twitter, Mirtha ya las tenía.
— Hoy trabajas con un montón de figuras, ¿cuáles son las más importantes?
— Sí, con muchos. No puedo creer estar trabajando con ellos. Gente que admiro muchísimo. La vida y mi trabajo me dan la posibilidad de elegir con quién trabajar. Trabajo con Marcelo Tinelli, lo amo, es una persona súper atenta con todo mi equipo, es lo más. Trabajo con Mariano Iúdica, a quien le debo un montonazo, con Pamela David, que me presentó a Marcelo. Fue de boca en boca recomendado mi trabajo. Son muchos artistas.
— ¿Cómo haces para atenderlos a todos?
— Tengo un equipo. Cada proyecto es distinto. Marcelo necesita un realizador y un fotógrafo por la magnitud de Showmatch o de sus eventos y sus compromisos. Polémica en el bar un CM que vaya y cubra el programa en vivo. Y así, cada proyecto es distinto. También manejamos cuentas de empresas. Tengo muchas ganas siempre de salir adelante, de progresar y de que a mi equipo también le vaya bien.
“LO QUE PASA EN LAS REDES NO REPRESENTA LO QUE PASA EN LA VIDA REAL”
— En las redes circula mucha crítica violenta, insultos y a los personajes públicos los agreden ¿Cómo se maneja la comunicación en esas situaciones?
— Eso lo aprendí con Cumbio, la primera vez que me llegaron insultos me acuerdo haber llorado. Empecé a entender que el anonimato le da a la gente poder, pero que ese poder no representa a nadie. Yo hice mi tesis universitaria sobre la relación entre las tendencias en Twitter y el rating en televisión. Por ejemplo, en La noche de Mirtha muchas veces un político era tendencia por los insultos, con 50 millones de impresiones. Cuando analizás, ves que son solo 1.000 cuentas las que están generando esas 50 millones de impresiones. Pueden ser 100 personas o menos. Eso quiere decir que lo que pasa en las redes no siempre representa lo que pasa en la vida real. Hay que entender que no es lo mismo lo que pasa en la vida real que lo que pasa en las redes, e intentar que no te afecte.
— ¿Por qué crees que a los 13 años tuviste la libertad y el coraje de hacer público lo que no se veía? De besarte con tu novia, por ejemplo, cuando sabías que traería repercusiones. ¿Qué te dio tanta fuerza?
— Para mí el amor, que fue más fuerte que cualquier cosa. Esto es parte de mí y es algo natural. No puede ser algo malo si sale de mi corazón, sin intención de lastimar a nadie, yo nunca tuve miedo por eso. Nunca sentí que estaba haciendo algo malo, no se lo dije antes a mi viejo porque no sentía que tenía algo que explicar. Nunca me senté a hablarlo con mis viejos.
— ¿No hizo falta?
— No hizo falta. Mis papás también sintieron eso, sí.
— La cumbia está de moda y fuiste su gran difusora. ¿Hoy seguís escuchando cumbia?
— Yo siempre amé la cumbia. Me hace acordar a todo lo que soy. Si tengo un día complicado, escucho cumbia y me acuerdo de dónde vengo, por qué peleo, a dónde quiero llegar. Estoy acá. ¿Me voy a detener acá? Ni en pedo, ¿entendés?
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