Desatada la crisis, el trabajo sucio —la megadevaluación y la pesificación asimétrica— corrió por cuenta de Jorge Remes Lenicov, un economista que, a pedido de Eduardo Duhalde, venía analizando desde 1997 la manera de abandonar la Convertibilidad, el plan económico diseñado a principios de los noventa. “Estábamos convencidos de que había cumplido su objetivo de contener la inflación, pero el país debía ganar competitividad y renegociar la deuda”, señaló a Infobae.
“La situación heredada era realmente caótica no solamente en términos económicos sino también políticos, sociales e institucionales. Y nosotros tomamos todas las medidas que había que tomar en ese contexto y en marzo/abril de ese mismo año la economía comenzó a recuperarse”, dijo Remes Lenicov.
“Había que salir de la convertibilidad y toda salida siempre es problemática. No había otra alternativa; en la última época del presidente (Carlos) Menem y durante los dos años de (Fernando) De la Rúa se hicieron un montón de intentos para mantener la convertibilidad, pero no alcanzaron; no sirvieron porque la economía entre junio del 98 y diciembre del 2001 cayó 16 puntos”, agregó.
En su opinión, la salida del 1 a 1 habría sido menos traumática si los gobiernos anteriores se hubieran atrevido a hacerlo cuando la economía estaba en mejores condiciones.
Remes Lenicov duró apenas cuatro meses en su cargo, los suficientes para desarmar el plan económico que venía de los noventa, y fue reemplazado por Roberto Lavagna.
Con relación a quiénes pagaron la salida de la convertibilidad, Remes Lenicov fue muy claro: “En las crisis siempre pagan los sectores asalariados porque, con la inflación inicial, el salario semi congelado o congelado, el salario se deteriora. Lo que es increíble es que, sabiendo eso, no se hayan tomado antes, en los años previos, medidas para evitar esa situación. Y efectivamente con la salida de la convertibilidad el salario se deterioró un 15, 20%, y los que ganaron en términos relativos son los que tenían dólares. Y dólares acumulados”.
De todos modos, el primer ministro de Economía de Duhalde sostuvo que, “como el esquema macroeconómico, no generaba hiperinflación, que era el gran temor, en el mes de febrero/marzo del año 2002 salieron del colchón entre 15 y 20.000 millones de dólares. Y eso es lo que permitió la reactivación empezando por los electrodomésticos, automotores, algo de cambio de vivienda, etcétera”.
Remes Lenicov elogió el papel de los gremios, que, a pesar de la caída del salario real, no hicieron huelgas y explicó por qué aplicaron retenciones a las exportaciones el campo.
Con relación a la situación actual de la economía, Remes Lenicov sostuvo: “Cada crisis tiene su emblema. Cada crisis tiene su particularidad. No son comparables. Aquello fue una explosión y como explosión nosotros tomamos medidas de shock. Lo que se está viviendo en la actualidad comenzó en el año 2011, con el cambio más rápido de la política que habíamos iniciado, y desde el 2011 a la fecha la Argentina no crece. Es una crisis en cuentagotas, y a mi modo de ver es terrible porque es como que empieza a haber un acostumbramiento al mal vivir”.
—¿Quiénes estaban en contra y quiénes a favor de la convertibilidad en el empresariado?
—Dentro del grupo de los empresarios yo diría que había dos corrientes. Los sectores productivos de bienes y los exportadores decían que el tipo de cambio estaba atrasado y que no podían seguir siendo competitivos a nivel internacional. Los que planteaban quedarse en la convertibilidad básicamente eran las empresas de los servicios públicos privatizados, dado que no tenían problemas porque sus tarifas estaban indexadas por la inflación de Estados Unidos y estaban dolarizadas, y los bancos porque parte de su negocio era precisamente el mercado internacional y tomar fondos y prestarlos, y la convertibilidad le daba un halo de cierta estabilidad. Pero desde el punto de vista de país estaba claro que el tipo de cambio estaba atrasado y que la convertibilidad no disponía de instrumentos de política para revertir la crisis que comienza a mitad del año 98.
—¿Desde cuándo sostenía que la convertibilidad estaba agotada?
—Según los análisis que hacía con mi grupo, para el año 1996, 1997 ya se tendría que haber ido pensando en salir de la convertibilidad. Cuando se comienzan a caer los niveles de actividad, a mitad del año 1998, con más énfasis planteábamos que había que salir. Incluso en la campaña electoral que encabezaban Eduardo Duhalde por un lado y Fernando De la Rúa por el otro, en 1999, nosotros ya hablábamos que había que salir de la convertibilidad. Ahí había toda una discusión entre los que decíamos que había que salir de la convertibilidad y ganar competitividad y renegociar la deuda, y el sector de De la Rúa, que finalmente triunfó, que decía que había que mantener la convertibilidad y hacer reformas laborales y reducir el gasto y el déficit público, y que con eso era suficiente. Pero, cierto es que nosotros en esa época ya estábamos plenamente convencidos de que la convertibilidad había cumplido su objetivo que era contener la inflación de 1989/1991, pero que era un instrumento de política y que no era para toda la vida.
—Pero, perdieron las elecciones de 1999, ganó la Alianza.
—Nosotros perdimos, entre otros motivos, porque la gente en esa época quería la convertibilidad. La estabilidad de precios es una gran cosa y la convertibilidad daba estabilidad. Lo que sucede es que no era sostenible y sabíamos que, si no se salía en 1997, 98, los costos a pagar iban a ser muy superiores, como de hecho ocurrió. Porque para 1997/98 la Argentina tenía buen nivel de reservas y no había el nivel de dolarización de los depósitos del sistema financiero como ocurrió después en el año 2001.
—Vamos al domingo 23 de diciembre del 2001. Luego de la renuncia de Fernando De la Rúa asume como presidente el gobernador de San Luis, Adolfo Rodríguez Saá,. Usted era diputado por la provincia de Buenos Aires.
—Yo recuerdo que el lunes cuando nos volvimos a juntar con mi equipo de economistas yo les dije: “Bueno, podemos tomarnos vacaciones en enero o en febrero”. Y cada uno y yo personalmente también alquilamos en Villa Gesell o Pinamar para ir de vacaciones porque pensábamos que efectivamente Rodríguez Saá se iba a quedar tres meses y después iba a haber elecciones tal como se había acordado. Quiero comentar también que hasta el año 97 yo fui ministro de Economía de la provincia de Buenos Aires. Había entrado con (Antonio) Cafiero en el año 89. Y de las charlas que tuve en esa época con el gobernador Duhalde, donde yo ya estaba después de ocho años un poco cansado, me dice: “Mira, ¿por qué no vas a la lista de diputados y te comprometés a armar un equipo para precisamente armar la salida de la convertibilidad?”. Y efectivamente en el año 98 conformamos un equipo con Todesca, Ratti, Pignanelli, Lamberto, Abad, Barbero, Chojo Ortiz, y comenzamos a reunirnos y a pensar cómo salir de la convertibilidad y a preparar la campaña del 99. Perdimos y durante el año 2000, 2001, todos los jueves de 18 a 20 nos reuníamos para seguir la coyuntura y seguir trabajando. Y ese grupo nos volvimos a reunir ese lunes 24 de diciembre y yo les dije: “Nos vamos de vacaciones”.
—O sea que el lunes 1° de enero del 2002, la semana siguiente, ustedes ya tenían todo alquilado para irse de vacaciones.
—Sí.
—¿Cuándo y cómo se enteró de que Duhalde sería el reemplazante de Rodríguez Saá, y cuándo supo que sería el nuevo ministro de Economía?
—El día 30 de diciembre ya tarde, digamos 9, 10 de la noche, él me llamó para decirme que iba a ser el Presidente. Obviamente, él contaba conmigo porque así habíamos acordado e incluso en la campaña del 99 él me presentaba como el futuro ministro de Economía. Yo rápidamente llamé a los componentes del equipo; cada uno fue cancelando los alquileres y el día 31 a eso de las 6 de la tarde me llama Duhalde para reunirnos en Lomas de Zamora, en su casa, para preparar el discurso de asunción. Y nos quedamos como hasta las 10 y pico de la noche y ahí cortamos porque yo tenía que volver a La Plata a terminar el año con la familia.
—Duhalde asume, da el discurso de asunción y ahí promete: “El que depositó dólares, recibirá dólares”. Esa promesa no estaba dentro del discurso que usted le había preparado, ¿no?
—Así es. La promesa que hizo Duhalde en el discurso sobre que quien depositó dólares iba a recibir dólares no era parte de nuestro discurso ni lo que habíamos escrito nosotros. Nosotros habíamos escrito que a los ahorristas se les iba a mantener el poder adquisitivo. Y en el ínterin hubo alguna mano que le habrá dicho a Duhalde: “No digas eso porque vas a tener problemas, mejor decí que el que puso dólares va a recibir dólares”. Y cayó muy mal en nosotros, por supuesto, pero también en la realidad porque en esa época el Banco Central tenía reservas por cerca de 9.000 millones de dólares y había depositantes en dólares por 43.000, o sea que mal uno puede prometer que va a dar dólares cuando no había dólares. Y además esos dólares eran del Banco Central y no de los bancos, porque los bancos reciben depósitos y los prestan. Después él, cuando se dio cuenta del error, pidió disculpas públicas.
—¿Y eso afectó de alguna manera el plan original de ustedes?
—Eso afectó porque generó más incertidumbre y también afectó mucho que la Corte estaba muy enemistada con Duhalde. Era la Corte que venía de la época de (Carlos) Menem, y se oponía a la salida de la convertibilidad y de alguna manera habilitaron la fuga de depósitos, y eso generó problemas por cierto muy graves para la sociedad en su conjunto.
—El Día de Reyes, el 6 de enero de 2002, usted anunció la salida de la convertibilidad. Una devaluación del 40%. Pero después el dólar se fue más allá. ¿Qué pasó?
—Yo anuncié la salida de la convertibilidad y una devaluación del 40%, y que las deudas y acreencias se negociarían entre partes porque uno pensaba que si era 1,40, se podía partir la diferencia entre las dos partes, a 1,20. Pero, con la incertidumbre, con la actitud de la Corte, pero también con muchas presiones que pretendían la dolarización de la economía o bien ir a otra nueva convertibilidad, eso generó que el tipo de cambio no pudiera ser mantenido porque nosotros tampoco teníamos reservas. O sea no teníamos forma de controlarlo. Con lo cual liberamos rápidamente, y cuando uno devalúa y libera necesariamente tiene que pesificar la economía. Y que fue lo que hicimos, finalmente.
—¿Quién perdió y quién ganó en la crisis de hace 20 años?
—En las crisis siempre pagan los sectores asalariados porque, con la inflación inicial, el salario semi congelado o congelado, el salario se deteriora. Lo que es increíble es que, sabiendo eso, no se hayan tomado antes, en los años previos, medidas para evitar esa situación. Y efectivamente con la salida de la convertibilidad el salario se deterioró un 15, 20%, y los que ganaron en términos relativos son los que tenían dólares. Y dólares acumulados. No nos olvidemos que el colchón y la salida de capitales en Argentina vienen de tiempo atrás. Pero hay una cosa interesante también que se produjo y es que, como el esquema macroeconómico, no generaba hiperinflación, que era el gran temor, porque teníamos firme control monetario y fiscal, en el mes de febrero/marzo del año 2002 salieron del colchón entre 15 y 20.000 millones de dólares. Y eso es lo que permitió la reactivación empezando por los electrodomésticos, automotores, algo de cambio de vivienda, etcétera. Y claro, siempre que uno sale de un tipo de cambio fijo y atrasado hay lo que se llama en la jerga económica el overshooting, uno destapa una olla de presión, salta y eso es lo que hizo que el tipo de cambio llegara a 3,50. Pero después empezó a bajar y en el año 2004 todavía estaba en 3. Había que hacer eso, no había otra alternativa porque en la última época del presidente Menem y durante los dos años de De la Rúa se hicieron un montón de intentos para mantener la convertibilidad, pero no alcanzaron; no sirvieron porque la economía entre junio del 98 y diciembre del 2001 cayó 16 %. Había que salir de la convertibilidad y toda salida siempre es problemática.
—A pesar de la pérdida salarial, no hubo huelgas. ¿Considera que fue por la afinidad política de la CGT con el gobierno peronista o por el contexto económico y social?
—El movimiento obrero tuvo una actitud muy positiva frente a los cambios provocados por la salida de la convertibilidad. Y yo creo que operaron dos factores. Primero que la tasa de desempleo era muy alta, del orden del 20%. Y está probado que cuando la tasa de desocupación es muy alta la presión sindical se atempera necesariamente porque el temor es a perder el empleo. Lo segundo: estaba la CGT unificada que era la mayoría, el secretario general era Rodolfo Daer, quien me vino a ver y yo le expliqué cómo era la situación y le pedí, y él aceptó, que no hubiera conflictividad. Creo que fue un factor decisivo porque yo también le explicaba que si uno devalúa y aumenta tarifas y aumenta salarios es el Rodrigazo. Después salió una ley transitoria por seis meses, por la cual se duplicaba la indemnización por despido; ese fue un pedido que hicieron ellos y nosotros concedimos en aras de la armonía. Y el otro sector que apoyó y que trabajó muy bien fue el de las provincias. Las provincias colaboraron en el programa, tanto es así que a fin de febrero firmamos un acuerdo fiscal federal por el cual todas tenían que llegar el equilibrio fiscal a fin de año, que de hecho la mayoría lo hizo.
—¿Cómo explica la adopción de retenciones a las exportaciones del campo?
—La dirigencia del campo criticaba las retenciones. Nosotros pusimos retenciones porque entendíamos que con un tipo de cambio que subía de 1 a 3,5 había espacio y pusimos retenciones hasta el 20%. Ese es un tema que lo habíamos estudiado. Si uno pone una retención enorme la evasión aumenta. Entonces dijimos que el máximo sería el 20%, incluso hubo sectores ligados a la coalición de gobierno que pretendían que fueran móviles, cosa que yo me negué rotundamente porque eso es congelar la tasa de ganancia y sería como congelar el salario; no se puede, no se debe. Y la dirigencia dijo que estaba en contra de las retenciones. Pero después con el tiempo dijeron la verdad: que todos los productores pudieron levantar las hipotecas que tenían. En la pampa húmeda la mitad de los campos estaban hipotecados y con la devaluación y la pesificación el sector agropecuario se pudo levantar y después a partir del año 2004 con los precios internacionales en suba tuvo una década extraordinaria.
—Usted fue reemplazado a los cuatro meses. ¿Piensa que, con el tiempo, su tarea como ministro fue reivindicada?
—Durante los primeros años posteriores a la salida de la convertibilidad yo fui muy criticado. Pero después mucha gente comenzó a decir el esfuerzo había sido hecho durante nuestra gestión. Posteriormente, con (Roberto) Lavagna como ministro, se administró muy bien todo eso y durante los dos, tres primeros años no hubo ninguna modificación a los lineamientos de la política económica que nosotros habíamos diseñado. Posteriormente, ya en 2006, 2007, empieza a abandonarse el principio del equilibrio fiscal, del equilibrio en la cuenta corriente, del control monetario, y, lamentablemente, nuestro país inició una senda de mayor inflación, que ya el año 2009, 2010, era de dos dígitos y fue escalando posteriormente. Pero yo creo que, en los medios académicos primero, los medios empresariales y también el movimiento obrero con el tiempo, se analizó más objetivamente aquella salida y hubo consenso en decir que esas cosas que se hicieron en los primeros cuatro meses era lo que había que hacer.
—¿Se podría haber salido del 1 a 1 de otro modo?
—La situación heredada era realmente caótica no solamente en términos económicos sino también políticos, sociales e institucionales. Y nosotros tomamos todas las medidas que había que tomar en ese contexto y en marzo/abril de ese mismo año la economía comenzó a recuperarse y la inflación fue alta los primeros tres meses y después, como teníamos control monetario firme y tendíamos al equilibrio fiscal, la inflación terminó el año con 3% anual. Sinceramente se hizo todo lo que había que hacer, no había otra alternativa, y personalmente y todo mi equipo estamos conformes con lo que hicimos.
—En su opinión, ¿la Argentina y los argentinos estamos hoy mejor o peor que en la crisis de 2001?
—Cada crisis tiene su emblema. Cada crisis tiene su particularidad. No son comparables. Aquello fue una explosión y como explosión nosotros tomamos medidas de shock. Lo que se está viviendo en la actualidad comenzó en el año 2011, con el cambio más rápido de la política que habíamos iniciado, y desde el 2011 a la fecha la Argentina no crece. Es una crisis en cuentagotas, y a mi modo de ver es terrible porque es como que empieza a haber un acostumbramiento al mal vivir. Pero bueno, eso ya a uno lo excede porque uno no puede anticipar cómo terminan las situaciones críticas. Nosotros, por ejemplo, sabíamos que la convertibilidad terminaba, pero no podíamos saber cuándo terminaba ni cómo iba a terminar. Aquello fue diferente a lo actual y yo creo que, como siempre he pensado, la economía y la política económica dependen de la política, y en aquella oportunidad pudimos salir porque hubo una alianza entre buena parte del peronismo que encabezaba Duhalde, buena parte del radicalismo que encarnaba (Raúl) Alfonsín y una parte del Frepaso que encabezaban Darío Alessandro y Juan Pablo Cafiero.
—La salida fue también política...
—La base de la salida fue política porque se hizo primero un acuerdo entre esos tres grupos políticos partidarios, pero también convengamos que desde un año atrás venía trabajando el Diálogo Argentino, donde estaban la Iglesia, la UIA, la CGT, los bancos, los ruralistas, la construcción. Y ellos estuvieron de acuerdo en la salida de la convertibilidad, que se la plantearon a De la Rúa, pero De la Rúa se opuso. Y ese acuerdo prevaleció; nosotros nunca firmamos nada, pero hubo un consenso informal de que había que salir de la convertibilidad.
—Usted lo que me está diciendo es que esta crisis es peor.
—Yo creo que es necesario el diálogo y llegar a un acuerdo entre los partidos políticos. Luego, con los sectores de los trabajadores, los movimientos sociales y de los empresarios.
—Por las dudas, usted no está disponible para esta crisis, ¿ o sí?
—Cada uno tiene su momento, ¿no? A mí cuando me tocó actuar, actúe. Como dije antes, estoy satisfecho con la tarea realizada. Y creo que la responsabilidad del presente y del futuro es para la generación que sigue a nuestra generación.
SEGUIR LEYENDO: