El economista Carlos Melconian, ex presidente del Banco Nación y hoy flamante titular del IERAL de la Fundación Mediterránea, tiene la capacidad de hablar con palabras muy sencillas. Cuando explica, hace comprensivo lo que es incomprensible. Describe la economía, con figuras, metáforas y hasta guiños futboleros. Los aprendió seguramente en Valentín Alsina, donde nació y creció.
La intención de esta charla es la búsqueda de una opinión sobre la situación actual. Pero también la búsqueda de un horizonte. Melconian es hincha de Racing y esa condición nos asegura siempre una mirada optimista.
En los últimos tiempos, impuso un modo de describir lo que pasa en la Argentina desde hace décadas: el concepto de “berretalandia”. Una idea que logró ser lo suficientemente gráfica para que todos la recordemos. “Todo se ha hecho de forma muy berreta. Se puede ser humilde y modesto, pero no berreta. Cuando el que está arriba, el que tiene que dar el ejemplo, se degrada, las cosas se hacen de manera berreta”, asegura.
— El país se vino abajo.
— Es una realidad. Todavía, comparativamente, tenemos stocks de los patriotas y próceres que hicieron un país. Desde el 2011 a la fecha estamos 25 puntos abajo en crecimiento contra países latinoamericanos del Pacífico, 15 puntos abajo contra Uruguay y empatados con Brasil. Sin embargo, todavía crees que Argentina es un lugar privilegiado.
— ¿A qué llamas stock concretamente?
— Sarmiento, Mitre, Carlos Pellegrini, Roca, Alberdi. El stock de los que hicieron el país.
— ¿El siglo XIX?
— Claro. Después tenés algo del XX y luego, se politiza mucho. Algunos hacen el corte en el ‘30, otros en el ‘43, en el ‘55, en el ‘74, en el ‘82... A Carlos Pellegrini no se lo discute porque no saben ni lo que hizo. Si vas caminando y no sabés si es París o Buenos Aires, eso es stock. La educación es un stock, a pesar de la caída, todavía tiene prestigio en la región. Hay un conjunto de problemas que en algún momento hay que solucionar, empieza a imponerse la realidad y la demanda de la gente. Esa demanda va virando: hubo una década en la que la gente quiso privatizar, y en otra quiso volver a estatizar. Muchos querían ‘Estado, Estado, Estado’ y tenían que esperar 14 años un teléfono hasta que en dos días tuviste dos líneas, si querías. De ese fenómeno de prueba y error hemos entrado en la recta final, aunque faltan dos años, para que empiecen a aparecer demandas sociales postergadas que impliquen nuevamente un cambio de modelo.
— ¿Hacia qué modelo vamos?
— El modelo occidental, capitalista, que provee bienes públicos, que deja la iniciativa al sector privado, que genera inversión, empleo, empieza a imponerse. La población económicamente activa de Argentina es de unos 22 millones, del total de 45 millones de habitantes. Unos 2 millones están desocupados y hay 7 millones informales. Están los monotributistas, los estatales y los que generan, que son 5,9 millones. Escuchá los números: de 22 millones de trabajadores, 5,9 millones. Hace 14 años que el sector privado está trabado en la creación de trabajo. ¿Se puede entender que un país durante 14 años no haya generado empleo neto formal? No puede ser. ¿De qué viven? No están en el 40% de pobreza. ¿Por qué no actualizan las relaciones laborales? En 14 años no tomaste una persona formalmente y creaste 7 millones de personas que trabajan en la informalidad. Argentina debe y va a hacer un cambio organizacional, una modificación integral.
“LAS SOCIEDADES PROGRESAN, NO SE SUICIDAN”
— ¿Por qué supones que eso sí o sí va a cambiar?
— Porque las sociedades progresan, no se suicidan. Tienen la capacidad de decir que no. Van apareciendo generaciones nuevas con demandas nuevas.
— Convivimos con mucha inflación, el déficit fiscal es enorme, no tenemos dólares en el Banco Central. Eso también es la realidad.
— Pero simultáneamente frente a esa realidad, frente a ese deterioro y frente a “berretalandia”, empiezan a aparecer fuerzas que dicen “basta, pará”. Que demandan otra cosa.
— ¿Cómo se resuelven todos los temas importantes que se han postergado?
— Las autoridades naturales elegidas por el voto en democracia son los políticos. Los políticos a fuerza de palo, palo, piña, derrota y triunfo tienen que ir aprendiendo y permeabilizándose de estas demandas naturales. Tienen que dedicarse a tener un buen diagnóstico. Separar la estabilidad macroeconómica de sus intentos de quedarse eternamente en el poder.
— ¿Estás imaginando una Argentina pujante y creciente en el corto plazo?
— A los países se les cierran y se les abren las oportunidades. A mí me generó la idea de una nueva oportunidad la elección del 14 de noviembre. Se abrió el arco de nuevo y entonces, sepan los que pueden tener la manija en algún momento, que la sociedad está dispuesta a darle una oportunidad a alguien diferente en el 2023. Me imagino a la sociedad premiando al que vaya cumpliendo con sus nuevos objetivos.
— ¿En 2023 se va a cambiar de signo político?
— Me imagino que cambia en términos de diagnóstico, objetivos e implementación. Después si quiere venir alguien del mismo signo político que está hoy y dice “esto está mal”… Macri dice que se equivocó y que si algún día tuviera que empezar de nuevo haría algo distinto, de repente este gobierno algún día dice lo mismo. Chile tiene un nuevo presidente, un chico de 35 años. La gente lo hizo presidente. Con él está el partido comunista, pero quizás dice “vamos para allá porque para allá van todos”. ¿Vos crees que cuando Lula fue presidente de Brasil fue el mismo hombre que dio el discurso del otro día ?
— No, de ninguna manera.
— Pero de ninguna manera. Le tiro un chupetín a los que lo vivaban. Lula en Brasil fue tapa de “The Economist”, fue tapa de “Time”. López Obrador se abrazaba con Trump y después le daba un beso a Alberto Fernández. En el único lugar que se creen de verdad la camiseta del Che es acá, incluso algunos gobernantes. A Lula le encantaba ponerse el traje, ser líder sindical, ir agarrado de los brazos a la Plaza de Mayo brasileña, toda esa historia. Pero le tocó gobernar y qué dijo? “Voy para allá”. Esta es la historia.
“LOS LEGISLADORES ESTÁN DISOCIADOS DE LA GENTE”
-¿Alberto Fernández escuchó la demanda de la gente?
— No. Por eso digo “berretalandia”, el manual de supervivencia. Si son vivos se hacen socios de la inflación para recaudar y licuar, un cambio de régimen no van a hacer. El próximo gobierno tiene que hacer un cambio de régimen, un cambio de organización. Tiene que venir con su súper cambio para transformar a la Argentina, que genere resultados, que no sea solo un “paper”. La mejor noticia de Argentina de los últimos años es la elección del 14 de noviembre, que hace un giro del tipo “esto no lo quiero”.
— ¿Hay un cambio en el Congreso después del 14 de noviembre?
— Incipientemente, todavía es todo muy politiquero. Todavía la gente tiene la percepción de que se miran el ombligo. El presupuesto del otro día fue una monografía de la escuela secundaria, un cachivache invotable. Comí un asado con mis amigos de la vida de Valentín Alsina y no tenían ni idea del presupuesto. Los legisladores están con internas, disociados de la gente. Si la inflación fue pronosticada en 29% y termina 52%, al 3% mensual, y te presentan un proyecto de presupuesto al 33%, lo primero que pensás es ¿en qué mundo viven? Las personas que no pudieron pasar el presupuesto hoy están chochos, juntaron quórum y pudieron votar el aumento de las alícuotas para el impuesto a los ricos. Este es un país en decadencia que en vez de ir buscando cómo hacer para que la gente deje la plata acá, no se pase al dólar, no saque sus cuentas al exterior y demás, se pone contento porque acaban de subir la alícuota. Una cosa insólita. Eso es mirarse al ombligo. ¿Flaco, hace tres días te pegaron una piña bárbara por una monografía de escuela secundaria invotable y ahora seguís insistiendo con poner Bienes Personales arriba de la mesa y te hacés el langa diciendo que les cobras a los ricos para darle a los pobres? Pero no se lo creen ni los pobres. ¿No ves que no te votaron? Eso es mirarse al ombligo.
— ¿Es igual para el oficialismo y la oposición?
— Sí. La política también se tiene que jerarquizar como profesión. Cuando digo “la política” no digo “los políticos”. Se ha perdido la esencia de trabajar para la gente. En el resto del mundo, muchos van a la cosa pública y salen prestigiados y cuentan después cómo se hicieron las cosas en distintos países. Acá después pasan a otro cargo inferior bajo la idea de que “uno es un soldado”. Después de ser Papa no podés ser obispo, sin embargo aceptan ser curas de barrio. Lo muestran como un acto de humildad, pero es no querer largar.
— Se me complica ser optimista con esta cruda descripción.
— El optimismo te lo dan primero las condiciones naturales. No voy a decir que tenemos las cuatro estaciones, pero evidentemente somos un país agraciado. Segundo, pertenecemos al G20, los veinte países más importantes y grandes del mundo. Tenemos 50 millones de habitantes, un número muy potable, aunque hay un problema de la densidad del AMBA que hay que corregir.
“A LA SOCIEDAD ARGENTINA NO LE INTERESA LA RUTA BOLIVARIANA”
— Hay mucha pobreza.
— Sí, tenemos pobreza, pero es corregible. La mitad de la pobreza se arregla con buena macroeconomía, la otra mitad hay que preguntarle a los especialistas. Tenemos que federalizar más el país, encontrar líderes que vengan del interior, bucear en asignación de recursos y en competitividad. Cuando te querés pasar en lo institucional, la gente te frena. A la sociedad argentina no le interesa la ruta bolivariana. Y menos si te la crees. Una vez fui al Fondo Monetario y me dijeron que el mandatario estrella de Latinoamérica era Evo Morales por las cuentas que tenía. Después se ceban y quieren la reelección indefinida. Ahí es donde a la sociedad argentina le sale el fuego sagrado y dice que no. En este contexto a la Argentina se le abre una nueva oportunidad: hay que dejar de mirarse al ombligo y trabajar para la gente. Mirar, uno por uno, desde La Quiaca a Tierra del Fuego, cuáles son los elementos regulatorios que traban el quehacer económico cotidiano. Qué vivo hay detrás de cada cosa. Es una tarea de orfebre que algún día hay que hacer. Si se hace, el único que terminará beneficiado es el consumidor. Se está armando un apoyo popular fenomenal. Esa es mi intuición ¿Viste que a los pibes de chiquitos les pasábamos el peine de...
— ¿De los piojos?
— El de los piojos. Es una cosa de dale, dale y dale. Vinagre y dale. Hay que pasar el peine de los piojos de La Quiaca a Tierra del Fuego.
— Me voy con un poco de ilusión.
— El hincha de Racing tiene una pasión inexplicable.
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