Gonzalo Heredia es un lector que trabaja de actor. Es protagonista de la novela “La 1″ en la tele y de “Desnudos” en teatro, pero la columna vertebral de su vida, lo central, lo que no deja de hacer ni un solo día, es leer y leer. En su casa de la infancia no había biblioteca ni había libros. Gonzalo se hizo lector por obra y gracia de su propia curiosidad y de su deseo. Solito y solo. Está en pareja con la actriz Brenda Gandini y tienen dos hijos: Eloy, de 10 años y Alfonsina, de 4. Eloy debe su nombre al escritor Tomas Eloy Martinez. Alfonsina... no necesita explicación. Su perro se llama Bukowski. Conduce un programa de radio sobre libros (Notas al pie, en Radio con vos junto a Ana Correa) y publicó dos novelas: “Construcción de la mentira " y “El punto de no retorno”.
El tipo no cumplió 40 años todavía, pero habla como si los tuviera. Todo el tiempo dice ‘ahora, a los 40′. Pero no tiene 40 Gonzalo Heredia.
— Sí, ya es como sí. Es como una especie de orilla, empiezo a divisar ciertas formas en la orilla, las construcciones que hay... entonces, para qué negarlo, para qué sostener un 30 y pico. Ya está, ya llegamos.
— Sos un cuarentón.
— Empiezo a serlo.
— ¿Y qué preguntas se hacen los cuarentones?
— Me imagino que relacionadas con la edad. Yo siempre tuve una buena relación con la vejez o con el paso del tiempo. Nunca le tuve miedo y siempre de alguna forma estuve esperándola ¿no? Lo más probable es que cuando llegue no me dé cuenta.
— Siempre quisiste ser más grande, más maduro, más leído. Más experimentado.
— Siempre tuve mucha curiosidad. Eso sí. Y esa curiosidad también me daba mucha incomodidad en los lugares donde estaba. Siempre me siento incómodo en el lugar donde estoy. El confort, el aburguesamiento… Eso a mí me incomoda mucho y me hace salir de esa zona. Me hace seguir buscando cosas.
— Las dos novelas que publicaste hablan de vos ¿la literatura siempre habla de uno?
— En mi caso siempre. Hay una pregunta que contestar, que no tiene respuesta. Y yo ensayo una posible respuesta con cada novela. En Construcción de la mentira el personaje, el narrador, era un actor que intentaba descifrar lo que era ficticio de lo que era real y eso lo hacía cuestionarse toda su vida. Había una respuesta, que en su momento existió en mi vida.
— ¿Qué es ficticio y qué es real de tu imagen pública?
— Afortunadamente no existe esa pregunta en mí.
— Por ejemplo, ¿sos tan seductor como se te ve?
— A todos nos gusta gustar.
— A vos te gusta mucho gustar.
— Sí, claro.
— No es un reto.
— No, no, no, es que es verdad, a todo el mundo, soy parte de eso también. Nos gusta gustar. Y creo que cada uno sabe cuáles son sus armas de seducción ¿entendés? El que te dice que no lo más probablemente es que esté mintiendo y que esa sea una postura autodefensiva. .
— Entonces: seductor sos y no hay diferencia entre tu imagen y lo que sos. Además pareces muy bienhumorado, muy divertido. ¿Sos así?
— No.
— (Risas) No.
— No, la verdad que no. No soy quizás... Tengo un humor un poco más negro. Me gusta más el cinismo, la acidez. Por eso estoy mucho en Twitter, me divierte mucho estar ahí me gusta, toda esa atmósfera.
— Me has puesto en situaciones incómodas en entrevistas. O sea, te divierte incomodar al otro. No solamente estar vos incómodo.
— Me gustan esos lugares donde no hay una planicie sino una especie de curvatura en donde siempre hay que estar atentos y expectantes. María Laura, creo que de alguna forma esto que estamos teniendo también es una especie de seducción. Digo, sí, pero ese es el tema, qué es la seducción en todo caso. Es como agradar o tratar de agradarle al otro o a la otra.
— Te gusta incomodar.
— No, me gusta divertirme. Son formas que uno tiene de diversión que a veces comparte y a veces no, es simplemente eso. Igual no tengo tan definido lo que es la seducción. ¿Vos sí?
— No.
— Por eso. Entonces es como decir qué es el amor para vos. Quizás para mí la seducción pasa por un lado, para otros.
— ¿Estás cómodo con ese peinado loco que tenés para la novela que protagonizas?
— (Risas). Bastante. Son temporadas. Hubo un momento donde estaba rapado. En otro tenía el pelo largo con raya al medio... Tengo el pelo largo acá y tengo rulos, rulos, rulos. El otro día me mandaron una foto de un chico que se hizo el mismo corte que yo. Qué raro eso.
— ¿Sos un icono?
— (risas) No, cómo voy a ser un icono. No, no, no. Empiezo a juntar a los raros quizás con el pelo.
— Sos feminista.
— Mira, no, no me considero... Es la construcción de una nueva forma de mirar las cosas. Yo creo que el feminismo es simplemente la igualdad. No estoy a favor ni en contra. Trato de verlo en mi vida, en mi cotidiano, en mi casa, con mi pareja, con mi hija. Desde ese lugar trato de alzar cierta voz. Punto. Me parece que es mucho más valioso hacerlo en el día a día que sentarme en una nota y hablar sobre feminismo ¿no? Sí me gusta acompañar algunas causas. Cuando Ana Correa presentó su libro, mi compañera de radio, estuve ahí y fue un momento hermoso. Me gusta estar, me gusta aprender, me gusta acompañar, claro.
— ¿Si no lees un día, tenés abstinencia?
— Sí.
— Vas por la vida con un libro.
— Sí, sí, tengo en la mochila. De hecho tengo tres que estoy leyendo.
— ¿Lees en los tiempos muertos de las grabaciones?
— Sobre todo. Leo hasta en los semáforos, en el auto, cuando está a punto de cambiar.
— ¡No!
— Todo el tiempo leemos, todo el tiempo. ¿Por qué para tener el hábito de lectura tenés que sentarte con una pipa frente al hogar prendido y abrir un libro?
— ¿Hay un estereotipo decis?
— Yo creo que sí. A las personas les gustaría mucho tener el hábito de la lectura. ¡Hacelo! Es solamente agarrar un libro, abrirlo y empezar a leer.
— Creo que el estereotipo es la gente que dice que querría leer. Queda bien decirlo.
— No es un ocio leer para mí. Es sumamente placentero, pero no es ese lugar de ocio tan común.
— No es como tomar una copa de vino.
— Para mí leer es pensar. Es estar pensando. Tengo que procesar lo que acabo de leer. Amo esas lecturas en las que tengo que quedarme mirando un punto perdido procesando lo que me acaban de meter en la cabeza.
— Las personas que leemos llevamos los libros a todos lados.
— Yo aprendí a hacerlo, me sigo construyendo como lector. Nací en una familia donde no había biblioteca, no había libros, no estaba el hábito y el objeto libro no existía. Entonces yo tuve que empezar a construir ese lector, a no sentir vergüenza cuando iba a un lugar y abría un libro delante de todos en una sala de espera, en un semáforo, con mi familia. A construir el hábito también dentro de los míos, que empezaban a ver que estaba leyendo. Y esta cosa de la interrupción ¿viste? Siempre piensan que leer es no hacer nada. O tener un libro abierto en las manos es no hacer nada.
— El otro día me pidieron un favor y dije ‘no puedo, estoy terminando el libro’. Que maleducada, no está bien eso ¿no?
— Está perfecto. Cuando estoy en el camarín y me vienen a buscar para grabar, hago esto (Gesto de que no avancen). Cuando hago esto saben que me falta un párrafo o llegar a un punto. No puedo dejar la lectura si no llego a un punto.
— Hay momentos de los libros que no se pueden dejar por la mitad.
— No se pueden dejar. Es muy difícil de explicar para el que no tiene el hábito. Cuando vos estás leyendo y te hablan y te vuelven a hablar y siguen hablando… Digo ‘estoy leyendo.’ Me da un poco de vergüenza. Se entrena también la habilidad lectora. Cuando nació Alfonsina, que estaba en el cochecito y yo lo movía, me acuerdo que tenía en la otra el libro y lo leía solamente cuando el cochecito venía hacia mí ¿me entendés? También puedo leer en el sillón y que mis hijos estén dando vueltas por ahí.
— No es común tanta vocación por la lectura.
— Yo me considero adicto al papel. Para mí el libro objeto es algo precioso. Desde mi lugar trato de apoyar y de fomentar las editoriales independientes argentinas que pasaron un momento terrible en pandemia. Mis novelas fueron publicadas por una editorial independiente, Alto Pogo.
— Ahora es más fácil comprar libros por Internet, es un vicio.
— Altamente adictivo, sí. Suplantó lamentablemente lo que era revolver en calle Corrientes esas librerías de viejo. Ahora todo lo encontras ahí, ediciones que son maravillosas, más rápido. Y te lo llevan a la puerta de tu casa.
— Tremendo.
— Adictivísimo. En un momento yo tuve un problema, compraba 8, 10,12 libros por semana.
— Sos muy activo en Twitter ¿No te afecta lo que te dicen?
— No. No me afecta porque aprendí a ponerme en un lugar. No fue siempre así. Afortunadamente aprendí sobre todo a reírme de mí. A reírme de esto que hablábamos de la construcción de esa imagen del galán, del seductor, de la belleza. De ese rol de telenovela que siempre hago, a reírme mucho de eso. Entonces al reírme yo mismo de eso hay un no lugar que empieza a existir. Tenés que ser más gracioso que yo.
— ¡No te enganchaste cuando te decían que actuabas mal!
— María Laura, lo hago mal a veces. Y está bien, y es así y yo lo sé. Digo, uno no puede ser genial siempre, no puede hacer las cosas bien siempre. Uno a veces hace las cosas mal también. Y uno no puede gustarle a todo el mundo.
— Cuando te metieron en un escándalo de romances y Wanda Nara pusiste en Twitter “Conmigo no Barone”, parafraseando a Beatriz Sarlo. No te importa ?¿No te enoja?
— Solemnizar ese lugar sería tomarme muy en serio a mí mismo. Hay ciertos límites que obviamente no quiero que crucen y no abro el juego. Pero si es eso, yo entiendo el juego.
— ¿Cuando inventan no te pone de malhumor?
— A veces sí. Pero son cosas diferentes, porque están involucrando más gente y no está bueno eso. Pero es una hinchada de pelotas, tener que parar, y desmentir, y decir.
— En qué casos hay que contestar? Cuando mienten ?
— Yo la mayoría de las veces no contesto. Entiendo estas reglas del juego, cómo es el medio y demás. Pero hay veces que ya no tengo ganas de jugar o de participar entonces francamente me corro. Que uno se quede callado no significa que lo que dijeron sea verdad. Significa que uno deja pasar. En estos casos no tengo ganas de jugar y no juego, me corro, listo, sigan jugando, no pasa nada.
— Aunque inventen. Aunque haya rumores.
— A veces pasa. Va a pasar. También decido tratar de no consumir lo que uno mismo... O sea, trabajo y me voy a mi casa. No seguir consumiendo ese mismo personaje que uno construye cuando va a trabajar ¿entendés? Porque si no es como una rueda que no para nunca. Yo dejo ese traje y me lo pongo el otro día.
— ¿Cuándo trabajas? ¿Cuándo grabas una novela? ¿Cuándo estás en el teatro? Cuando escribís una novela? ¿Cuando haces radio y hablas de libros? ¿En cuál de los casos sentís que trabajas y en cuál no?
— Trabajo cuando actúo, cuando intento actuar (risas). Tengo un oficio. La primera vez que firmé un contrato en televisión fue en el año 2001. Hace 20 años. Tengo un trabajo y trabajo de eso. Punto. Ese es mi trabajo, lo disfruto y afortunadamente está muy bien remunerado. Pero no deja de ser mi trabajo. Siento también que trabajo cuando leo un libro. Es un momento donde hay algo que se empieza a abrir y se incorpora una nueva voz y nuevos rincones se empiezan a iluminar dentro tuyo. Entonces para mí no es un ocio eso.
— ¿Podrías dedicarte en el futuro a tener programas sobre libros?
— Sí, 100%. Pero no tengo esa idea de ‘me retiro de la actuación chicos, chau’. ¿Quién sos?
— Hay actividades que a uno lo van tomando más y de golpe...
— Bueno, sí. Participo de un programa de radio... donde hablamos sobre libros. Hay algo que indudablemente empezó a tomar mucho más lugar. Nos sentaremos acá en 10 años.
— Ahora sos padre de familia.
— Sí, con perro, con hijo, hija.
— Nena y nene.
— Sí, todo. Todo, todo.
— Muy contento ¿no?
— Sí, muy contento. Eloy y Alfonsina. Eloy por Tomas Eloy Martinez, y el perro Bukowski. A Eloy no le causa mucha gracia el chiste…lo que uno quiere que sus hijos mamen o absorban... ellos van para otro lado. Por ejemplo: yo no tenía biblioteca, la fui construyendo. Y ahora mi hijo juega a la pelota contra la biblioteca y le pega a Tolstoi. Y le pega a la colección de Kafka. Y yo de verdad sufro. O sea, hay algo físico que me pasa cada vez que veo la pelota que hace pum. Se desacomoda la colección de Tolstoi y…”Eloy, me está pasando esto”.
— Estoy sufriendo.
— Sí, de verdad me hace mal. “No lo hagas por favor’. ¿Entendés? Padres con hijos.
— ¿Qué dicen tus viejos de vos hoy, también convertido en escritor?
— Deben estar contentos. Hablo con mi papá, sí, sí.
— ¿Tu papá tiene el taller mecánico todavía en Munro?
— Tiene el taller mecánico, sí. Cómo te acordas. Sigue trabajando ahí. De vez en cuando voy, lo visito. Él tiene recuerdos de estar en el taller y yo estar escribiendo en su taller. Tengo varias cosas que escribí. La última vez que tuve un trabajo en el mundo real fue en el taller con él.
— Muchas gracias por este esfuerzo de venir a Infobae después grabar todo el día en Don Torcuato.
— Sólo por vos. Te lo dije. Gracias a vos.
Fotos: Gustavo Gavotti
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