Facundo Manes, a solas con María Laura Santillán: “En los últimos meses vi más psicópatas que en toda mi vida”

La historia desconocida del candidato que no viene de la política. Por qué le dicen Goropo. El sufrimiento de ser muy empático. Su papá sabio, pero ausente. Por qué, según él, los argentinos somos todos pobres

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Facundo Manes con María Laura Santillán

A Facundo Manes se lo conoce como “Goropo” en Salto, la ciudad donde creció. Es el nombre del payaso de un circo que pasó por el pueblo. En las elecciones primarias de septiembre, los carteles no decían “vote Facundo Manes”, decían “Vote Goropo”. Salto es la ciudad de la provincia de Buenos Aires en la que Facundo vivió hasta los 18 años, hasta que se vino a Buenos Aires para estudiar medicina en la UBA.

— A Salto venían circos, comparsas, y nosotros hacíamos trabajitos con mi hermano, acomodando sillas por ejemplo, o darle de comer a los animales. En uno de los circos había dos payasos que se llamaban “Goropo” y “Chinchu”, por chinchulín. En Salto ponían sobrenombres, a mí me quedó Goropo, hoy todo el mundo me llama Goropo en mi pueblo. Vote Goropo. Facundo no existe en Salto.

— ¿Te dicen “chau Goropo” cuando te saludan?

— Si, si, y por WhatsApp también, en Salto no existe Facundo. Si ponen a Facundo no me vota nadie, pero “vote a Goropo”… Hicimos una elección histórica, desde el 83 no ganaba nuestro espacio con esa cantidad de votos al peronismo y fue por Goropo.

Es muy unido a su hermano Gaston. Se criaron juntos. Crecieron juntos. Trabajan juntos. Incluso sueñan juntos cambiar la Argentina.

-¿Se complementan?

— Si, él es mi mejor amigo, yo no sé si soy el mejor amigo de él, porque él tiene muchos amigos. Mi hermano siempre piensa en el otro más que en él, desde chicos que estamos juntos. La vida nos separó un poco porque él estudió abogacía, se dedicó a ser empresario, y yo me dediqué a la medicina y a la ciencia, pero ahora la política y el desafío de contribuir al país nos unió de nuevo y estamos felices.

— ¿Qué rol ocupa cada uno?

— Somos dos bueyes que están con una madera que los une, a veces nos pateamos un poco, discutimos, pero siempre juntos. Tenemos muchas cosas en común, sobre todo el compromiso por nuestro país, la utopía de cambiar la Argentina. Él desde chiquito se involucró en la política, antes que yo, en los ‘80. Iba después del colegio a ayudar a un barrio vulnerable y me dijo un día “vení el sábado, vení a jugar” y yo fui. Se juntó la gente al lado mío y él decía ¿pero cómo? Yo trabajo toda la semana y viene mi hermano y pasa esto? Él vio en mí esta conexión con la gente y yo vi en él esta visión para hacer grandes sueños. Nos complementamos, cada uno tiene su rol.

— ¿Fuiste empático desde siempre?

— Sí.

— ¿Te gusta la gente?

— Sí, pero a veces no es bueno ser tan empático…

— Me contaron que una vez no te saludó un vecino y lo perseguiste con la moto para preguntarle el porqué.

— Claro. Salude a uno y no me dio bolilla, entonces di la vuelta porque pensé “debe tener algo conmigo”, entonces le cruce la moto en la vereda y le dije, se llamaba Chifuleta, “Chifuleta ¿por qué no me saludaste?”. “No te vi”, me dijo. Yo ya tenía paranoia así que…

— ¿Se convirtió en una obsesión la empatía?

— Puede ser. Imagínate si un pediatra está en la guardia y llega un chico sangrando... si es muy empático lo abraza pero no lo cura. A veces demasiada empatía puede herir al que es demasiado empático.

Facundo Manes: "En los últimos meses vi mas psicópatas que en toda mi vida"

— ¿A veces te lastima tu empatía?

— Totalmente, porque uno percibe.

— Que el otro no tiene onda con vos, por ejemplo.

— Que el otro no tiene onda o ciertas emociones negativas.

— Cuando te quieren saludar por compromiso, pero no te bancan, ¿el que es muy empático se da cuenta?

— Claro, sí, y las emociones negativas son infecciosas, te infectan.

— ¿Pero qué hacés en la política entonces?

— A ver, yo me banco decir que entré a la política, yo no quiero decir que soy anti política. La política es la mejor herramienta de transformación social. Que hay políticos malos, lo hay, que hay políticos buenos, lo hay, mira a Miguel Lifschitz que esperando la vacuna se murió en Santa Fe, el Presidente de la Cámara en Santa Fe. No estoy todo el día, como algunos, viendo si me apoya aquella persona de tal lugar, no estoy en lo que se llama rosca, estoy tratando de ver con qué ideas Argentina podría encontrar un sueño colectivo.

— Pero volviendo al punto... ¿La empatía es genética, es hereditaria, se aprende?

— Hay dos tipos de empatía, una es la cognitiva y es cuando uno entiende que el otro tiene creencias diferentes a las de uno, y que puede haber incluso semillas de verdad en las creencias del otro. Parece fácil, pero es muy difícil. Pero hay otra empatía que es más importante que es la empatía emocional, es sentir lo que siente el otro, la empatía emocional correlaciona más liderazgo que el coeficiente intelectual. Es una habilidad la empatía, como el lenguaje, como la memoria, como las funciones ejecutivas.

—¿La empatía se puede aprender?

—Empezamos a tener cierto grado de empatía compleja a partir de los 4 años. Se puede mejorar, lo que hay que hacer es enfocarse en el otro. Nosotros vivimos ensimismados, y cuando uno quiere ser empático el primer paso es salir de estas obsesiones del pensamiento que tenemos sobre nosotros mismos, enfocarse en el otro ayuda muchísimo a mejorar la empatía.

— Pero hay personas que miran a los ojos, que registran al otro, que escuchan y no sabemos bien por qué, es una magia. Susana Giménez, Carlos Menem, personalidades muy empáticas.

— Sí, exactamente, la empatía es eso. Alguien que tenía una gran dosis de empatía es Mandela. Mandela estuvo 27 o 28 años preso, le pasaron cosas dramáticas mientras estaba en la cárcel, ciertos diarios lo querían muerto, querían que su movimiento político desapareciera. En su primera conferencia de prensa la tercera pregunta se la hizo el periodista que escribía las peores cosas sobre él y sobre su movimiento, del diario que peor lo trató y que quería que no saliera de la cárcel. Hubo un silencio cuando el periodista dijo quién era y Mandela dijo “Uy, Mister…qué bueno tenerlo acá, gracias por venir, leo con atención sus artículos” y lo desarmó. La empatía es eso.

— ¿Te gustaría ser así? ¿Tener empatía hasta con tus enemigos?

— Sí, obvio, yo trato de ser así, y trato de desearle lo mejor al adversario, a alguien que no le caigo bien, y ¿sabes qué? En el fondo es un acto de egoísmo, porque te da felicidad, cuando vos le deseas lo mejor al que quizás sea un adversario ocasional o alguien que no te quiere o alguien que te hizo un daño, te hace bien. Hay cosas que los seres humanos tenemos que aprender, que nos hacen bien, como el altruismo, como desearle lo mejor a las personas. Naturalmente, tenés la emoción que cuando se dispara no se puede controlar, pero después sí podés, hay que trabajar la emoción: los celos, la envidia o…

— ¿La bronca?

— Esa emoción que se dispara es difícil, pero después se puede trabajar sobre esa emoción.

Manes: "Como padre alguien que es medio bohemio y sabio quizás no estaba"

— Tu papá que fue médico, ¿te preguntás a veces si una cosa u otra tuya le parecería bien a tu papá?

— Hace dos días fui a Arroyo Dulce, el pueblito donde crecimos, década del 70, y había una casona donde vivíamos, que está abandonada. Entramos y estaba el consultorio de mi viejo intacto. La camilla de esa época, todo con telas de araña y ahí me hice esta pregunta que vos me haces ahora, increíble, hace dos días…

— Qué fuerte.

— Sí, terrible. Me hice esa pregunta, ¿qué pensaría mi viejo? Mi viejo tenía dos héroes: Favaloro y Alfonsín. En eso influyó mi viejo, en que sus dos héroes han calado hondo en mí, porque trabajé y trabajo en Favaloro y estoy en la Unión Cívica Radical, así que me parece que mi viejo influyó más de lo que pensaba.

— Dicen que a tu papá lo que más le interesaba era el conocimiento.

— Era medio bohemio mi viejo, cobraba con pollos, vivíamos con lo justo porque él trabajaba todo el día, pero no cobraba con dinero. Fue médico rural y hasta los 7 u 8 años vivimos en Arroyo Dulce, después fuimos a Salto. Él nos decía a mi hermano y a mí: ‘Miren, chicos, hay dos cosas importantes en la vida, el amor y el conocimiento, porque reflejan las dos cualidades más importante que tiene un ser humano, que es la inteligencia y la generosidad’. En ese contexto crecimos, quizás no buscando lo material, sino buscando lo importante en la vida. Con el tiempo estudié las cosas que nos dan bienestar a los seres humanos y no tienen que ver con lo material, tienen que ver con tener un sueño, ser altruista, conocer.

— Lo que te decía tu papá.

— Yo en ese momento pensé: pero cómo mi viejo me habla de esto y yo veía que en otras casas se hablaba de otros temas, de progresar en otros aspectos...Era un sabio mi viejo, quizás tenía otros defectos, pero hoy puedo decir que era un sabio mi viejo.

— ¿Por qué otros defectos?

— No sé si la palabra ‘defectos’, pero a veces… Como padre a veces alguien que es medio bohemio y sabio quizás no estaba. Yo jugaba bastante bien al fútbol, por ejemplo y nunca me fue a ver y había otros compañeros míos que jugaban horrible y los padres estaban, a mí me hubiese gustado que mi viejo…

— No estuvo como hubieras querido.

— Claro.

— ¿Y tu mamá cómo influyó en vos?

— Mi mamá no terminó sexto grado pero para mí es la más inteligente de la familia, es la única que no estudió y es la más inteligente. Tiene mucha garra. Ella fue más dura con nosotros. Había una profesora de matemáticas en Salto, que por años no aprobó a ningún varón en matemática, o sea que ya sacarse un 4 y aprobar era… yo saqué 9,75, y mi vieja, cuando llegué me dijo: “¿Y por qué no 10?”. Esa era mi vieja. La que más influyó para que estudiáramos fue mi vieja que es la que menos estudió.

— ¿Y quién era de los dos el empático?

— Muy buena la pregunta. Creo que fue Arroyo Dulce y Salto, el pueblo. El patio de nuestra casa era el pueblo. Ibas a un lugar y estaba la gente de diferentes décadas, gente de diferentes estratos sociales. A mi colegio iba el hijo de la persona con más plata del pueblo que trabaja en una compañía de agro internacional y el hijo del más pobre, todos con el guardapolvos blanco, yo viví la etapa igualadora de la educación pública, ahora se ha perdido un poco porque hay colegios según la categoría social. Creo que donde yo viví mucho afecto fue en el patio de nuestra casa que fueron Arroyo Dulce y Salto. A mí me acompaño toda la vida eso. En Cambridge, donde la mayoría de los compañeros míos eran egresados de Eton, uno de los colegios más elitistas del mundo donde estudian…

— Los hijos de los reyes, de los ricos.

— Exactamente, y teníamos que resolver problemas de física, ellos eran súper inteligentes con inglés de primer idioma y yo no entendía nada. Pensaba en mi gente, en mi pueblo, y esa autoestima me acompañó durante toda la vida y me acompaña ahora. Si me critican no me importa, ahora si yo voy a Salto y un amigo me dice “che, estás diferente” o “cambiaste”, ahí me preocuparía. Fui presidente del centro de estudiantes, me gusta mucho el contacto con la gente. Cuando estudié me di cuenta que el contacto con la gente es fuente de libertad, de felicidad, una de las cosas que más nos da felicidad a los seres humanos es tener vínculos.

—¿Todo tipo de vínculos? ¿La familia, los vecinos, los compañeros de trabajo?

— Todos. Si a la mañana cuando salgo apurado, me concentro en ir al auto que me está esperando o al garaje donde tengo el auto, y ni registro al encargado del edificio en que vivo, es diferente que aunque esté apurado le diga “hola Héctor, ¿cómo andas? Che, perdió Boca, ganó River”. Ese contacto, disfrutar esta entrevista, el contacto humano en general es muy bueno, disfrutar del presente.

— Que mal estamos entonces los argentinos con dos años de contacto casi nulo.

— Tremendo. Mucha gente perdió cosas importantes, familiares, trabajos, sueños, todos tenemos una pérdida, fueron años de pérdida. El virus agarró lo más importante que nos puede suceder a los seres humanos que es el vínculo, todavía no podemos abrazarnos. Ese impacto va a ser para mí por un largo tiempo. Tuve la oportunidad de saludar y estar con miles de personas a través de los ojos, los ojos. No es lo mismo pasar una pandemia en un país desarrollado, en Alemania, con el Banco Central europeo detrás, con ese respaldo, con cierto rumbo básico, a pasarlo en un país empobrecido, sin rumbo, decadente en muchos aspectos sociales como la Argentina ¿no?

— Es muy difícil pensar en sueños ahora, hay pérdidas que dejaron huellas.

— Uno de los desafíos de los que no se habla es tratar de convertir la tristeza que tenemos como pueblo en esperanza. Es un pueblo triste la Argentina hoy, un pueblo que se ha resignado y yo creo que parte de lo que pasó en el conurbano, que el peronismo perdió apoyo popular es porque mucha gente humilde, vulnerable, dijo “yo ya me resigné a tener una vida así, pero no quiero que mi hijo viva igual o peor que yo”, ahí fue un quiebre que para mí no se va a suplir con clientelismo.

— La gente tiene miedo de frustrarse otra vez.

— Y tiene razón, los argentinos venimos viviendo de frustración en frustración y vamos a seguir frustrándonos si realmente no hacemos un cambio de paradigma. Argentina tiene anosognosia que es un término que usamos los médicos para los pacientes que no reconocen sus problemas, una parálisis o tiene una adicción. Si no lo reconoce tiene mal pronóstico porque no puede dejarse ayudar. En Argentina pensamos que somos un país rico en recursos naturales, pero no somos tan ricos per cápita. Y los recursos naturales hoy no pueden darnos bienestar. Y también nos vendimos que estamos en vías de desarrollo...

— Estudiaste las tomas de decisiones ¿cómo toma una decisión hoy un argentino en medio de esta crisis?

— Tenemos dos sistemas de tomas de decisiones básicamente, uno automático, rápido, no consciente…

— Reflejo.

— Sí, basado en experiencias previas, en hábitos, eso lo usamos todo el día casi porque no requiere gasto mental. Y otro segundo sistema: racional, analítico, deliberado, pero que requiere gasto mental. Vivimos en un modo automático y a veces chequeamos con el sistema racional. Cuando uno está estresado, angustiado, vive el día a día como vivimos los argentinos, usamos más el sistema automático, por eso en cierta manera todos los argentinos somos pobres, porque vivimos atrapados en la coyuntura. Ni hablar la gente que vive en la pobreza y que está todo el día dedicando su capacidad mental a ver qué come a la noche, qué darle de comer a los hijos, además del drama es una trampa, porque no se le permite salir de la pobreza. Como país estamos así, estamos todo el día en la coyuntura, y ese estrés no nos permite imaginar un camino para salir. Desde hace décadas estamos atrapados. La angustia, el estrés, la tristeza favorece este sistema automático de decisiones, no el sistema tan analítico, racional o a largo plazo. Estamos en detalles, permanentemente hablando de detalles.

Facundo Manes: "En cierta forma todos los argentinos somos pobres"

— Tenés una formación enorme, ¿qué te permite saber de las personas que te rodean?

Bastante, por ejemplo en los últimos meses vi más psicópatas que en toda mi vida.

— ¿En serio?

Manipuladores, un psicópata es manipulador, es muy superficial, no tiene remordimiento, la culpa siempre es del otro, es cruel, no tiene empatía, así que la mejor manera de lidiar con los psicópatas es evitarlos.

— Está bueno que sepan, “ojo yo me doy cuenta, ojo, tengo las herramientas y me doy cuenta que todos ustedes están un poco chiflados, o que le hacen mal a la gente”, ¿o no?

— Yo creo que hay mucha inteligencia para mantener el poder, pero no para ayudar al país a salir del subdesarrollo, Acá en mil ocho y pico había 78% de analfabetos, y unos patriotas hicieron la ley 1.420, la educación como herramienta de una Nación. Décadas más tarde, en 1947, Argentina tenía menos analfabetos que Italia y España. Hubo gente que pensó en el largo plazo, pero ahora hace décadas que estamos permanentemente pensando en la coyuntura y eso nos dificulta ver de qué vamos a vivir hoy, en cinco años, en diez. Nadie pregunta de qué vamos a vivir en la Argentina en un mundo cada vez más basado en el valor agregado, en el conocimiento.

— En la campaña electoral se recuerda la causa judicial de la artista plástica Natalia Cohen, ¿te arrepentís de haber participado en ese diagnóstico ?

— No, no, hubiese hecho el mismo diagnóstico hoy que además fue ratificado por varios expertos, yo no tuve nada que ver, más que nada fue una operación de prensa, yo nunca tuve ningún problema con este tema, y habla más de los que usan eso para atacarme que de mí. La verdad que uno como médico a veces tiene que hacer diagnósticos que son difíciles, son duros, es el rol del médico.

— ¿Y qué va a pasar de ahora en más con el rol del médico, seguirás haciendo diagnósticos?

— Sí, es más veo uno o dos pacientes por día. Juan B. Justo dijo una frase que a mí me enganchó en estos días, él se dedicó a la política y también era médico, y le preguntaron por qué ; “bueno, porque mi consultorio no alcanza, hay dolor social”, y te digo la verdad yo también hice de médico en la campaña y hago de médico, ver tanto dolor y estar ahí…El buen político debe conectar con el dolor de la gente, no es tan diferente el rol de un médico que contiene , que inspira, que da esperanza, que acompaña al de un buen político que debe dar eso a su gente.

— ¿Qué crees que va a pasar el domingo 14?

— Lo más importante es que la sociedad argentina se cansó de un sistema, de una época. Creo que está naciendo un cambio de época, la sociedad le dijo basta a las fórmulas de siempre, a las prácticas de siempre, a los mismos de siempre y creo que está naciendo una nueva Argentina, que ya no es anti. En los últimos años se construyó una coalición para ganarle al kirchnerismo. Creo que la sociedad quiere una nueva Argentina, que realmente se enfoque en el progreso.

— Pero vos estás en esa alianza que va contra el kirchnerismo.

— Sí, una cosa es ganar una elección, pero una cosa es construir una alianza solamente como anti, yo no soy anti nada, yo soy, digamos, un convencido de que la Argentina si encara los desafíos del siglo XXI y al economía y el conocimiento, puede volar en bioeconomía, en biotecnología, en nanotecnología, en ciencias de la salud, en las energías renovables, tenemos un potencial enorme, en vez de discutir personas.

— ¿Vos decís que la gente está con ganas de juntarse y de entenderse con los que piensan bien distinto?

—Quizás no lo saben, muchas veces los fenómenos sociales no son tan conscientes, pero lo que veo es que la gente quiere un renacimiento de país, diferente, no creo que con las fórmulas de siempre alguien sobreviva en la política, ni con las prácticas de siempre, creo que la sociedad está adelantada a la dirigencia.

— ¿Y van a votar a Goropo?

— Creo que deberían votarlo a Goropo. Goropo es el argentino medio, representa a alguien que no nació en una élite, ni social, ni política, ni económica, ni cultural, y a través de la educación, siendo honesto, trabajando, prosperó en ese país. Hay que recuperarlo.

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