A Julieta Cardinali no le gusta mucho que le hagan entrevistas. Hay épocas en que nada se sabe de ella, porque siente que no tiene nada que contar. Y se queda, feliz y contenta, en su mundo privado.
Julieta empezó a trabajar a los 14 años como paquita de Xuxa y de ahí en más no paró: cine, teatro y TV. Trabajos importantes, nominaciones a premios internacionales.
Estuvo en pareja con hombres destacados y famosos (Alejandro Agresti, Ciro Martínez, Andrés Calamaro), pero durante esos años también le escapó a la exposición. Julieta solo está disponible para una nota cuando tiene que promocionar alguno de sus trabajos. Y a veces. Tuvimos la suerte de ser elegidos.
Se acaba de estrenar “Maradona, sueño bendito”, la serie de Amazon en la que interpreta nada más ni nada menos que a Claudia Villafañe. Claudia dijo que no estaba de acuerdo con el guión y está en conflicto con la plataforma. Julieta solo tiene palabras de elogio hacia ella.
“No es que vengo a la defensiva a las entrevistas. No es que no me gusta, me da fiaca, prefiero estar en mi casa, no tengo un ego enorme, soy muy reservada. Más que fóbica, soy reservada”.
—Estudiaste mucho el personaje de Claudia, ¿verdad? ¿Viste videos, fotos?
—Sí, tuvimos la suerte de tener siete meses de ensayo. Al tener atrás una producción tan grande, nos dieron esas facilidades para preparar los personajes. Pensá que cada época está protagonizada por diferentes actores. Hay tres “Claudias”, de las cuales yo hago dos. No sé si es “estudiar” la palabra. Creo que es construirla, construir el universo de Diego, porque la serie es sobre Diego Armando Maradona y todos nosotros, los actores, estamos construyéndole su mundo. Acá tenía que ver con el director: qué Claudia quería contar, qué Coppola quería contar…
—Pero más allá del director, ¿estudiaste las expresiones de Claudia?
—La idea principal era no imitar, sino construir. Tratás de hacer la caracterización más parecida y ver muchos videos para las expresiones, la cadencia de la voz, la impronta física. Eso es la construcción: lo gestual, lo físico, sin caer en la imitación.
—¿Y además tenés que querer al personaje?
—Siempre, lo tenés que entender y no juzgar.
—¿Y qué es lo que más te gusta de Claudia?
—La primera Claudia estaba muy enamorada, tratando de acompañar a esta persona que se convierte muy rápidamente en un ídolo gigante, ella es su novia todavía de la adolescencia… Sobre todo el compañerismo. Después, la otra Claudia, está más cansada, más desilusionada. El paso de una vida muy difícil, dura. Pero las dos etapas lo que la une mucho es la fuerza y la entereza.
—Eso tiene Claudia Villafañe...
—Sí, para mí sí. Es una ficción, porque si uno pareciera que está diciendo cómo son... Yo no sé cómo es realmente, no la conozco.
—¿No te dio ganas de conocerla?
—Sí, por supuesto, pero no me parece algo totalmente trascendente para construirla. Realmente me genera admiración, entonces, si, obvio, me encantaría.
Julieta disfruta especialmente de su universo de mujeres: a su hija Charo Calamaro que tiene 14 años y a sus íntimas amigas. Y el tema “mujeres” le queda cómodo, le interesa y le gusta tomar partido.
—Leí una entrevista a una mujer que se sacó las siliconas y está feliz de la vida. Pensé en cuántas cosas dolorosas hacemos a lo largo de la vida las mujeres para cumplir con el estereotipo: tratamientos, inyecciones, depilaciones, operaciones...
—Y no cambió, porque uno dice que las generaciones nuevas van con los pelos y no.
—¿Vos decís que no dejamos de hacer nada?
—No, todavía es muy relativo. Seguimos con un mandato muy fuerte de cómo hay que ser si sos mujer, no tenés que tener pelos debajo del brazo, no podés envejecer, pareciera como que está mal. A la mujer se la castiga mucho más por envejecer que al hombre, la mujer tiene que ser joven. Es ridículo.
—Los hombres no…
—Los hombres tienen panza y es simpático, y las canas, qué canchero. Atrasa todavía…
—Si una mujer está linda y pasan los años... “¿Qué se hizo en la cara?”
—También me parece mal si te critican por hacerte algo en la cara. Me parece que la libertad real es que nadie te rompa las bolas. Que cada uno haga lo que quiera. Lo digo y me lo digo. Es un ejercicio dejar de criticar.
—¿Dejamos de hacer cosas por la mirada del otro?
—Yo tengo muchos años de terapia porque era culposa, era más sufrida. Con el tiempo, con las cosas que me pasaron, aprendí a que no me importe y a estar concentrada en lo que quiero yo: qué me gusta, de qué tengo ganas, con quién tengo ganas de estar...
—¿Con los años hay cosas que ya no hacés por obligación? ¿Qué dejas de hacer?
—Creo que eso me lo dio la experiencia. Todo dejo, de ir a lugares, ir a comidas, ir a una entrevista que no tengo ganas. Laboralmente hay obligaciones, pero elijo.
—A veces desaparecés, no se sabe nada de vos por un montón de tiempo…
—Yo no hago ninguna nota si no estoy promocionando algo. Me parece que no tengo nada para contar. No me gusta opinar de lo que hizo tal, no me interesa.
—Y no te da miedo no estar, no existir en las fotos...
—Desde siempre, creo que tengo el ego bien manejado, controlado. Es más, no me gusta ni necesito ser el centro. Prefiero desaparecer. Hagan silencio un poco, van a ver que está buenísimo (se ríe).
—Se puede seguir siendo actriz, conocida, tener trabajo...
—A mí me encanta ser actriz, lo que da mas fiaca es todo lo otro.
Hay que hablar de la grieta, porque nos atraviesa a todos. Nos enfrenta, nos aleja, nos confunde… Con los compañeros de trabajo, con la familia y también con los amigos.
—Hoy, en tu mundo de actores, ¿se puede conversar sobre política o hay cortocircuitos?
—Sí hablamos, hay diferentes opiniones, no es real que todos van por el mismo camino. Esta cosa de sos de un lado o sos del otro, es una realidad, hay una grieta enorme, pero en la cotidianeidad yo no lo vivo ni lo sufro.
—¿No dejaste ver gente por la grieta?
—No, no dejé de ver a nadie por un tema político. A mí no me pasó, sí conozco gente que le pasó. Una parte de mi familia, mi padre y su mujer tenían diferencias políticas abismales, eran unas batallas campales hasta que decidieron no hablar más y fue para el bien de todos. Fue hace mucho, cuando ni siquiera estaba esta grieta que hay ahora. A mí me da pena que uno no pueda respetar el pensamiento del otro. No me parece que sea democrático. No hay una verdad absoluta, deberíamos cuestionar un poco más a todos nuestros políticos. A todos. Tenemos que estar más atentos, más despiertos, tenemos que ver qué no está pasando, porque se están matando entre todos, no está bueno. Por ahí es un poco naif, pero no está bien que solo tengas que pensar de una manera. A mí me interesa mucho cuestionar a la gente que nos gobierna, es importante, no es que estas comprando algo, tiene que funcionar. Cuando no funciona, tenés que levantar la mano. Una mirada crítica y no agresiva, eso también es importante, dejar de agredirnos, en todas las áreas. Hay que ser más compasivo. La compasión es la característica que nos debería empezar a definir más.
—¿Alguna vez fuiste religiosa? Porque la compasión es bien religiosa...
—La compasión también me la da el paso del tiempo. Cuando vivís un montón de cosas, empezás a pensar que el de al lado también debe estar sufriendo. Hay que ser un poco más compañeros. Yo tomé la comunión, la confirmación, en séptimo grado cerré el círculo y después nunca más. Me hubiese gustado. Cuando falleció mi mamá, veía a mi abuela, que era muy religiosa, que tenía de donde agarrarse. El sostén que tenía ella yo no lo tenía.
—Me acuerdo mucho cuando murió tu mamá.
La mamá murió hace 12 años. A Julieta se le vino el mundo abajo. Eran muy pegotes, muy unidas.
—Tenía 56 años, era muy joven y éramos muy compañeras. Ya pasaron 12 años y nunca lo pude entender ni superar. Duele…. Como nada. En ese momento una amiga mía había perdido a su padre y me decía que era como si te cortaran un brazo. “Vas a vivir igual, pero todos los días vas a vivir sin el brazo”. Yo la extraño todos los días.
Yo estaba todo el tiempo con ella, nos queríamos mucho, era mi gran compañera. Yo recién había sido madre y empezaba una etapa para compartir con ella que no fue. Ella me dijo: “Si me dieran diez años más para verla a Charo…”. Difícil.
—Me provocó mucha ternura saber que la enterraste con su collar.
—Sí, era muy coqueta, y tenía un collar particularmente muy de ella y cuando la vestí…Son como imágenes…es ella.
—¿Te encontraste usando algo de tu mamá?
—Siempre, este anillo es de mi mamá, me quedé con muchas cosas de ella que usó; la cartera que tengo puesta. Me encanta tenerla presente.
—¿Tenés una relación con Charo también intensa?
—Qué cosa, las madres, las mujeres...Si, yo me considero una muy buena madre porque aprendí de una muy buena madre, tuve una base muy fuerte. Yo le dije a mi mamá “si soy una cuarta parte de lo que vos fuiste conmigo, yo ya estoy feliz…”. Y ella me dijo “lo vas a hacer porque aprendiste de mí”.
—¿Cuántas veces ahora querés “matar” a Charo? La adolescencia…
—Si, acaba de empezar la adolescencia… ¿Se pueden devolver? (risas). Me pasa que todas las etapas tienen algo divertido, no soy tan nostálgica. Pero es cierto que la adolescencia es más cruel porque te dejan más de lado…
—Justo cuando empezaste a trabajar con Xuxa tenías su edad, 13, 14 años...
—Si, yo no la dejaría ni loca. Tengo la teoría de que mi mamá no supo decirme que no porque después lo sufrió. Pero salí bastante bien. No sé si no la dejaría a Charo.
—¿Y que le gusta a Charo? ¿Tiene sensibilidad con la música como su papá?
—No, no sabe. Escucha muy buena música, que tiene que ver con su papá. Tiene un oído muy refinado, y le gusta mucho la moda como la mamá. Es una mezcla y es muy personal al mismo tiempo. Tiene su impronta.
—¿La familia ensamblada también fue otro aprendizaje?
—Si, difícil. Uno es idealista, pero es difícil. Los caminos de las familias ensambladas... ¡Evitenló! (Risas). No, mentira, es parte de la vida. Es inevitable, conozco pocas personas que no ensamblaron.
—Vos venís de una burbuja: mamá, hermano, muy unidos todos.
—Somos poquitos, pero muy pegados. Yo vengo de una familia ensamblada. Mi papá se casó con una mujer maravillosa cuando yo tenía ocho años. Yo me enteré que la familia ensamblada era difícil de grande. De chica no lo sufrí. Y yo viví toda la vida con el marido de mi mamá, que para mí es mi papá.
—¿No te sirvió todo ese aprendizaje?
—Sí, en ese sentido estoy recontra agradecida. Guillermo, mi papá, es muy importante en mi vida, es mi guía. Está bueno para los chicos que vienen de padres separados, vean que se puede de otra manera. Las familias se van armando en el camino. Mis amigas también son mi familia. Eso mi hija también lo ve mucho.
—¿Quién te para el carro hoy si es necesario?
—Mi hermano es pegadísimo, vive en Estados Unidos, pero hablamos todos los días. Es como mi tribu, me conoce profundamente, yo a él. Siempre buscamos el momento para compartir.
—¿La felicidad para vos es la tribu?
—Sí, de pocos, no me gusta el malón: pequeña tribu. Porque aparte no necesito mucho, prefiero estar con mis amigos o familia cercana tomando un vino, charlando. Igual también me encanta ir de fiesta y pasarla bien, soy la última que cierra la pista.
—Este hombre que está hoy a tu lado, ¿tiene algo de esa tribu?
—Bueno sí, es profundo, es compañero, simple, es inteligente. Un montón de cosas y un montón de malas también (risas). Pero es un gran compañero.
—Me convenciste, creo que no hay que dar más entrevistas, hay que estar con la tribu y listo. Haciendo lo que uno tiene ganas. ¿Jugar al tenis?
—El tenis me gusta, juego los fines de semana, soy muy vaga con el deporte, pero le pongo garra. Me gusta más estar leyendo que haciendo gimnasia. Lo hago porque me hace bien, pero no me interesa tener el culo en la nuca.
—¿Qué podemos contestar cuando nos preguntan “cómo llevás el paso del tiempo”?
—Nunca vi una entrevista en la que le pregunten a un hombre eso. ¿Cómo lo llevo? O lo llevo bien o me muero. No me importa. Me parece que no queda otra.
SEGUIR LEYENDO: