Por décadas, los OVNIs fueron terreno fértil de lunáticos, conspiranoicos y trasnochados. La sociedad siempre observó a sus aficionados con desconfianza, incluso con desdén. Pero en los últimos años hubo un giro drástico. La apertura hacia estas apariciones de presunto origen extraterrestre trascendió lo anecdótico para convertirse en un asunto de interés global. La prueba más reciente: una audiencia especial en el Congreso de los Estados Unidos, en la que expertos de alto perfil se pararon frente al Comité de Supervisión y Responsabilidad de la Cámara de Representantes para discutir la verdad detrás de los “Fenómenos Anómalos No Identificados” (o UAPs, por sus siglas en inglés).
El evento, titulado “Fenómenos Anómalos No Identificados: Exponiendo la Verdad”, reunió a figuras de renombre como Tim Gallaudet, contralmirante retirado de la Marina de EEUU, Luis Elizondo, exfuncionario del Departamento de Defensa, Michael Gold, ex administrador asociado de la NASA, y el periodista Michael Shellenberger, fundador del medio independiente Public.
La expectativa era enorme. Se esperaba que allí se revelaran datos confidenciales, informes clasificados de materiales o presencias extraterrestres. Si bien el resultado no llegó a ese nivel, sí Elizondo dejó una frase contundente: “Quiero ser claro: los UAP son reales. Tecnologías avanzadas que no han sido creadas por nuestro gobierno, ni por ningún otro gobierno, están monitoreando instalaciones militares sensibles en todo el mundo”.
Para Andrea Pérez Simondini, directora de la Comisión de Estudio del Fenómeno OVNI de la República Argentina (CEFORA), la audiencia dejó “sabor a poco”, pero marcó un hito en la historia de la ufología mundial. “Nunca pensamos que en el Congreso de EE. UU. se hablaría sobre la posibilidad de un origen no humano de estos fenómenos”, señaló en diálogo con Infobae.
La especialista destacó el documento Inmaculada Constelación, presentado por Shellenberger gracias a un testigo anónimo, que se convirtió en una de las piezas clave del debate. El informe hace referencia a la recuperación de UAPs y materiales exóticos, lo que amplía el horizonte de discusión hacia un posible origen extraterrestre.
El interés oficial de Argentina por los OVNIs surgió hace ya más de medio siglo. El 25 de junio de 1958, el Ministerio de Aeronáutica creó una central de análisis y clasificación de informes. Más tarde, en 1963, la Armada Argentina adoptó un modelo de formularios inspirado en el Proyecto Libro Azul de la Fuerza Aérea de EEUU. Tras esa decisión, se mandaron a elaborar 2000 formularios de carácter público y de aplicación en las diferentes jurisdicciones de la Armada.
Las medidas tomadas por entonces reflejan, según Simondini, la seriedad con la que se abordaban los casos. “Si estos objetos ya tenían tecnología avanzada en los años ‘60, ¿por qué hoy seguimos debatiendo su origen? Si fueran desarrollos terrestres, ya lo sabríamos. Pero estamos en audiencias, con denuncias sobre materiales biológicos y comisiones en el Pentágono”, advirtió.
Durante años, circularon rumores sobre un acuerdo tácito entre los países de Sudamérica, Argentina incluida, y Estados Unidos, que aseguraban que toda información sobre eventos aéreos inusuales debía reportarse al gobierno norteamericano. Aunque siempre fue una sospecha, un documento desclasificado del caso del Dique La Florida, en San Luis, confirmó la práctica.
El 4 de febrero de 1978, pescadores de San Luis relataron un encuentro cercano con un OVNI y su tripulante. La Policía Federal y la Fuerza Aérea Argentina les tomaron declaración y, según consta en el expediente, los testimonios fueron entregados a un oficial de la V Brigada Aérea, quien, según sus propias palabras, debía elevar un informe a EEUU.
«Dichas expresiones fueron presenciadas por el Mayor Alberto Iannariello, de la V Brigada Aérea, con asiento en Villa Reynolds (San Luis), quien se hizo presente en el local de esta Delegación a tales efectos y a quien se le hizo entrega de las copias de los aludidos testimonios ‘con el objeto de elevar un informe a sus mandos naturales para su posterior remisión a los Estados Unidos de Norteamérica’, según sus manifestaciones”, es el textual del documento al que accedió CEFORA tras décadas de incertidumbre.
El expediente, recuperado por el investigador Virgilio Sánchez Ocejo, marcó un antes y un después. Por primera vez, se logró evidencia escrita de que los informes sobre OVNIs en Argentina eran remitidos a EEUU, aunque aún persiste la duda de qué agencia o dependencia del gobierno norteamericano recibía las denuncias.
¿Qué pasó en el Dique La Florida?
En la madrugada del 4 de febrero de 1978, la calma del Dique La Florida, en San Luis, se interrumpió por un suceso que cambió para siempre la percepción de seis hombres sobre el mundo. El grupo de amigos había ido a pescar, a pasar la noche a orillas del lago, sin saber que serían testigos de uno de los casos más resonantes de la historia ufológica argentina.
Tres de ellos eran hermanos: Genaro, Pedro y Ramón Sosa. Los otros que conformaban el grupo eran Regino Perroni, Jacinto Lucero y Manuel Álvarez. Después de comprar la carne para el asado, se trasladaron hacia el lago en un Fiat 125. Nada parecía fuera de lo normal: el cielo estrellado, una brisa suave y el chapoteo del agua los acompañaba mientras cambiaban de balsa en busca de un mejor pique.
A las 4:15 de la madrugada, la normalidad se rompió por completo. Desde la barca, Perroni fue el primero en notar algo extraño a lo lejos. Era una figura que cruzaba el cielo frente a la luna. Su grito alertó a los demás, pero el avistamiento se descartó rápidamente como una estrella fugaz. Los hombres le restaron importancia. Álvarez y Pedro Sosa continuaron con sus cañas, con la compañía de Perroni que se ubicaba cerca del motor. Mientras tanto, los otros tres integrantes del grupo ya dormían.
Treinta minutos después, una luz blanca intensa, muy intensa, emergió de un cerro cercano, iluminando el paisaje como si el amanecer se hubiese adelantado, según el relato de los testigos. Los hombres giraron, incrédulos, hacia la fuente del resplandor. Allí, suspendido a tres metros del suelo, se encontraba un objeto metálico en forma de plato invertido que irradiaba luces verdes y rojas desde su parte superior.
El OVNI, de alrededor de 15 metros de diámetro, flotaba con una presencia que por extraordinaria no abandonaba su serenidad. La denuncia que después harían los pescadores señala que la tensión en la balsa creció cuando una escalerilla descendió desde la nave. De ella emergió un humanoide de unos dos metros de altura, según describieron, enfundado en un traje plateado brillante. Su rostro, enmarcado por una escafandra transparente, revelaba facciones humanas y pelos rubios que brillaban bajo la luz artificial.
La descripción difiere radicalmente de lo que suele representarse como un ser extraterrestre. En general, en el imaginario colectivo -y también en los relatos de denunciantes que aseguran haberse topado con seres de otros planos- se trata de criaturas pequeñas, de color verde, macrocefálicos, con ojos grandes y pocos rasgos humanos. Pero en el caso del Dique La Florida, el supuesto humanoide extraterrestre se parecía, más bien, a un humano terrícola.
El ser no caminaba: parecía deslizarse sobre el terreno en declive. Se acercó al lago y se detuvo a apenas 15 metros de los pescadores, separados solo por el agua. Con calma, levantó las manos en un gesto que los testigos interpretarían como de amistad o de ofrecimiento universal. Ninguno de los hombres habló. Todos permanecían hipnotizados por la escena.
El encuentro duró menos de un minuto. El humanoide regresó a la nave, subió por la escalerilla, la cual se replegó antes de que el OVNI despegara con rumbo noreste. La nave ascendió en un bucle, dejando detrás una estela luminosa que se apagó poco a poco en las serranías de San Luis. El fenómeno no solo fue visto por los pescadores. Algunos vecinos del área reportaron avistamientos similares esa noche.
Impactados, los seis hombres intercambiaron miradas de incredulidad. Cada uno intentó darle sentido a lo que acababan de presenciar. “Era como si el objeto se metiera en una alcancía al desaparecer”, diría más tarde Perroni durante los interrogatorios. Sus relatos serían investigados por la Policía de San Luis, la delegación local de la Policía Federal, y un equipo de especialistas liderado por el investigador Fabio Zerpa.
Las marcas en el terreno indicaban la presencia de un objeto pesado que habría aterrizado y luego despegado. Aunque no se encontraron huellas específicas que pudieran atribuirse a un humanoide, el testimonio sobre las luces y la estructura del objeto fue consistente entre los testigos, lo que reforzó la credibilidad del evento.
Pero lo que realmente marcó un hito en la historia paranormal nacional fue la reacción policial. El teniente coronel Raúl López, jefe de la policía provincial, firmó el primer comunicado oficial que incluyó la presencia de un humanoide procedente de un OVNI. En él, se destaca la presencia de “un ser con apariencia humana” que descendió del plato volador.
La División Científica de la Policía y la Facultad de Ciencias Físico-Matemática y Naturales de la Universidad Nacional de San Luis hicieron un análisis de radioactividad en el sitio que no arrojó niveles anormales, lo que descartó la presencia de materiales altamente reactivos. Sin embargo, según los investigadores especializados en ufología, ese resultado no anula la posibilidad de un evento extraordinario, ya que no todos los fenómenos relacionados con OVNIs dejan huellas radioactivas.
El “Caso Dique La Florida” no tardó en ganar reconocimiento internacional. Su combinación de testigos consistentes, cierta evidencia física y respaldo institucional lo convirtió en uno de los eventos más documentados en la historia de la ovnilogía nacional. Casi 45 años después también se convertiría en la primera prueba de que, como se sospechaba, Argentina reportaba sus eventos de presunto origen extraterrestre a Estados Unidos.