¿Quién será el próximo Usain Bolt que domine los 100 y 200 metros llanos? ¿Quién será el próximo Michael Phelps que rompa todos los récords en natación? ¿Quién será la próxima Simone Biles, actual reina de la gimnasia artística? Los Juegos Olímpicos París 2024 ya iniciaron y ninguna de esas preguntas aún tiene respuesta, pero la ciencia avanza -y a paso a redoblado- y el interrogante merodea cada vez más al deporte de alto rendimiento: ¿y si el próximo superatleta sale de un laboratorio?
El planteo suena futurista. Ningún atleta se gestará en un laboratorio propiamente dicho. Lo que sí puede ocurrir -hay quienes creen que ya ocurre- que deportistas de élite aprovechen las bonanzas de las técnicas de edición genética para convertirse en portentos físicos, en atletas más veloces, más fuertes, más resistentes y con más rápida recuperación.
La tecnología CRISPR-Cas9 fue la que abrió el debate en el deporte. Jennifer Doudna, bioquímica que desarrolló la técnica y recibió el Premio Nobel por ello, se pronunció en contra de la producción de “seres humanos de diseño”, con propiedades mejoradas, y llamó a un uso ético y responsable. Pero en el universo del deporte olímpico, un segundo de diferencia sube o baja a un atleta de un podio y en ese detalle tener genes excepcionales puede inclinar la balanza.
“La genética establece el potencial básico de un individuo en términos de características como la fuerza muscular, la resistencia cardiovascular, la flexibilidad y la velocidad de recuperación. Es posible que una personal que presenta ‘genes malos’ pueda llegar a ser atleta de élite, aunque el camino puede ser más desafiante”, dijo David Varillas, profesor en la Facultad de Ciencias de la Salud, Ciencias de la Actividad Física y del Deporte de la Universidad Francisco de Vitoria, España, en diálogo con Infobae.
Varillas es también cofundador de Sportnomics, una empresa especializada en genómica y alto rendimiento deportivo. Para él, la genética de un deportista puede puede ofrecer una base sólida, en torno al 10-15%, pero la preparación adecuada es crucial para maximizar ese potencial. El entrenamiento específico, la nutrición, el descanso y el manejo del estrés son indispensables para exprimir esa condición innata.
La posibilidad de deportistas de élite que hayan sido editados genéticamente genera fascinación y preocupación en partes iguales, con muchas implicancias éticas y prácticas a explorar. Si bien todavía se encuentra en el terreno de la especulación, el avance voraz de la tecnología genética “hace que esta idea sea digna de consideración”.
El experto hizo un listado de los genes esenciales que ofrecen una ventaja a la hora de competir. El abanico es amplio: hay genes de potencia y velocidad, hay genes de adaptación y recuperación, hay genes de resistencia y vigor, hay genes que ayudan en actividades de largo aliento y hay genes que se necesitan para disciplinas de alta intensidad y corta duración.
“Con un simple pinchazo los deportistas se podrían introducir las enzimas CRISPR empleando vectores virales o nanopartículas y luego estas modificar la secuencia genética deseada. Un ejemplo sería modificar el gen de la Miostatina para aumentar el crecimiento muscular”, explicó Pablo Bascuas Burges, profesor de Ciencias de la Actividad Física y el Deporte en la Universidad San Jorge.
一¿El efecto en el rendimiento sería inmediato?
一El efecto de la modificación genética puede variar en función de muchos factores: el tipo de gen que se modifica, la forma de administrar CRISPR, las células objetivo. En líneas generales, una vez que modificas el gen, luego debe expresarse y generar las proteínas deseadas, por lo que hasta notar un cambio evidente en el rendimiento puedes tardar de semanas a meses. Por ejemplo, notar cambios en el crecimiento muscular y la resistencia aeróbica llevaría varios meses.
一¿Se puede pensar en un futuro no tan lejano con muchos deportistas de élite “de laboratorio”?
一En mi opinión, a pesar de no encontrar ningún caso de doping genético en el deporte hasta la fecha, son métodos que ya se están empleando en el campo de la medicina, para el tratamiento de la fibrosis quística, por ejemplo. El único inconveniente es el precio de estas terapias: un tratamiento de este estilo puede costar unos 80.000 euros por cada inyección, pero si la cosa continúa así y se abaratan los costos será cuestión de tiempo encontrar casos.
Los expertos repiten como un mantra: “Los deportistas nacen y se hacen”. Es que, si bien la preparación juega un papel fundamental -las horas de entrenamiento, la buena alimentación y los descansos-, la herencia genética otorga una ventaja incontrastable.
Por caso, una de las variables más estudiadas e importantes para el rendimiento en deportes de resistencia es el consumo máximo de oxígeno (VO2max). La capacidad de mejorar este indicador varía entre un 5 y un 20 por ciento a lo largo de toda una vida de entrenamiento. Muy poco. De hecho, se estima que la variabilidad entre personas en el VO2max se debe un 50% a la base genética y un 50% a factores del ambiente.
Para las disciplinas de velocidad o fuerza, el parámetro clave que se estudia es el tipo de fibras que tiene cada atleta. Y otra vez aquí el margen de mejora es ínfimo. El tipo de fibras está marcado en gran medida por la genética de nacimiento.
一Entonces, ¿puede una persona con “malos genes” convertirse en un atleta de élite?
一Por suerte o desgracia, el rendimiento deportivo suele depender de muchos factores 一respondió Bascuas Burges一. Por lo que ganar o perder no depende sólo de la genética. Pero sin duda, tener ciertos polimorfismos de determinados genes claves y además entrenarlos para desarrollar esa herencia genética, lo que llamamos epigenética, es fundamental para ser un atleta de élite. En otras palabras, el deportista nace y se hace.
La edición genética hoy se ve como una posibilidad latente en la adultez. El uso de tecnologías CRISPR antes están terminantemente prohibidas y reguladas por códigos éticos. En teoría, se podrían introducir variantes genéticas en embriones con la idea de mejorar su futura capacidad de fuerza, resistencia o flexibilidad. Sin embargo, de la mano de esa transformación habría consecuencias desconocidas.
“Esto plantea desafíos éticos y técnicos significativos. La edición genética en embriones podría tener efectos impredecibles en el desarrollo y la salud a largo plazo del individuo. La manipulación de genes podría llevar a desequilibrios en distintas áreas del organismo”, advirtió Varillas.
El especialista precisó que técnicas como CRISPR podrían usarse en atletas adultos para mejorar distintos aspectos de su rendimiento: su fuerza muscular, su capacidad aeróbica, su adaptación al entrenamiento o sus tiempos de recuperación después de sufrir lesiones. Claro que esa posibilidad generaría una injusticia deportiva y rompería con el fair play: solo ciertos atletas de determinados países tendrían acceso a estas tecnologías y se abriría una brecha enorme en disciplinas que se definen por décimas de segundo.
La edición genética, considera, podría reflejarse “relativamente rápido”, en especial, si los genes alterados tienen una influencia directa sobre el tejido muscular o la capacidad metabólica. Por ejemplo, una modificación en genes que afectan directamente la función muscular o la producción de proteínas podría tener un impacto en el corto plazo, pero otras modificaciones necesitarían de tiempo para que el cuerpo se adapte y desarrolle nuevas fibras musculares.
Para Varillas, el escenario de la edición genética y sus posibles implicancias en el deporte suscita tres inquietudes:
-Presión y consentimiento: los atletas podrían ser presionados para someterse a ediciones genéticas, lo que plantea cuestiones sobre el consentimiento informado y la libertad de elección.
-Salud y seguridad: la seguridad a largo plazo de las modificaciones genéticas en humanos aún no se comprende en su totalidad. Los riesgos potenciales incluyen efectos secundarios no anticipados y problemas de salud derivados de esas mutaciones.
-Regulación, control y detección: mantener un control efectivo sobre las técnicas de edición genética en el deporte será un desafío. La regulación debe abordar no solo la detección y prevención del uso indebido, sino también los riesgos para la salud de los atletas. Las organizaciones deportivas deberán tener a su disposición pruebas y métodos de detección acordes.
Mario Themis es un químico forense de renombre internacional. Dirige el Instituto de Bioquímica y el Centro de Investigación para la Prevención del Dopaje de la Universidad del Deporte de Colonia, Alemania. Él está convencido de que, a raíz de la evolución de los últimos años, el deporte debe avanzar hacia métodos eficaces de detección de modificaciones genéticas.
“Ya se han identificado varios genes que son esenciales para el rendimiento deportivo. La disponibilidad de tecnologías que permiten transferir o editar material genético, así como la aplicación de estrategias terapéuticas genéticas para el tratamiento de enfermedades, demostraron que no se puede excluir el uso indebido de estas estrategias con fines de dopaje genético. Por ello, las pruebas antidopaje son cada vez más importantes en los programas de control de drogas en el deporte”, dijo Themis en diálogo con Infobae.
En realidad, ya en 2003, la Agencia Mundial Antidopaje (WADA, por sus siglas en inglés), encargada de legislar aquello que se puede y aquello que no se puede en el universo deportivo, introdujo en su “Lista de sustancias y métodos prohibidos” el doping genético.
En su legislación, prohíben “el uso de ácidos nucleicos o análogos de ácidos nucleicos que puedan alterar las secuencias genómicas y/o la expresión de genes por cualquier mecanismo. Esto incluye, pero no se limita, a las tecnologías de edición de genes, silenciamiento de genes y transferencia de genes. El uso de células normales o genéticamente modificadas”.
La norma es contundente. Para el deporte, dos décadas atrás, la posibilidad de sacar una ventaja genética ya era una preocupación. Pero aún hoy los métodos de detección siguen siendo deficitarios. “El mayor problema que existe hoy es que no se puede detectar la proteína producida o la célula genéticamente modificada por su similitud con la endógena, es decir, la que produce el propio cuerpo. La mayor parte de las proteínas transgénicas, especialmente las implicadas en una mejora de la fuerza muscular, se sintetizan localmente en el músculo en el que se inyectan, por lo que es probable que no puedan ser detectadas en sangre u orina”, explicó Bascuas Burges, quien hizo una distinción entre los métodos de detección disponibles.
-Directos: buscan detectar la proteína transgénica, el ADN transferido o el medio de transporte, que puede ser el mismo virus.
-Indirectos: buscan la respuesta inmune a la modificación genética, con biomarcadores secundarios a la expresión de genes. Una alternativa es el uso del pasaporte biológico, que consiste en un registro electrónico de los parámetros fisiológicos de un deportista, a los que se le aplica un modelo matemático que permite determinar los límites entre los que deberían encuadrarse los marcadores biológicos de dopaje.
La construcción del atleta perfecto aún está en veremos. Se desconocen cuáles serían los efectos secundarios del uso de técnicas edición genética en los competidores que pretendan sacar una ventaja deportiva. Según los expertos, un futuro en el que muchos deportistas de élite sean editados genéticamente es posible, pero trae aparejado una serie de desafíos éticos, de seguridad. de regulación y, sobre todo, está plagado de controversias. Es una historia que recién se empieza a escribir y no se sabe cuántos capítulos tendrá.