Todo empezó en diciembre de 2020 con un tuit de Chris Anderson, director de TED: “Esto es grande. Estoy reclutando personas para participar en un experimento social único en su tipo. Será emocionante, sorprendente, consumirá algo de tiempo, será estresante, pero posiblemente también cambie vidas”, anunció.
Los postulantes debían reunir tres condiciones: tener al menos 21 años, hablar con fluidez inglés y ser residentes de Brasil, Indonesia, Kenia, Australia, Canadá, Estados Unidos o Reino Unido. No se aclaraba mucho más. De hecho, el hashtag que acompañaba la publicación, #MysteryExperiment, le daba un halo enigmático adicional.
Pronto comenzó la postulación. Recibieron miles de candidatos entre los que seleccionaron 200 personas. Todas ellas recibieron, sin más preámbulos, 10 mil dólares para usar en lo que quisieran. Lo único que no podían hacer era ahorrar, invertirlo o gastarlo en actividades ilegales. Por lo demás tenían tres meses para gastar el dinero y documentarlo en redes sociales.
Una pareja de filántropos, que donó 2 millones de dólares a TED, financió el experimento. A cargo del estudio, además de la organización sin fines de lucro, hubo investigadores de la Universidad de Columbia Británica y de la Universidad de Yale. Todos ellos querían develar una incógnita: ¿para qué usa el dinero gente que recibe un ingreso inesperado? Un ingreso que, además de inesperado, es cuantioso, de 10 mil dólares.
“Los participantes eran conscientes de que formaban parte de un experimento y esto puede haber generado cierta presión social para gastar el dinero en formas socialmente deseables. Sin embargo, la mayoría no sabía que el estudio tenía algo que ver con la generosidad. Cuando se preguntó a los participantes de qué pensaban que se trataba el experimento, sólo el 15% acertó el propósito del estudio”, dijo Ryan Dwyer, líder del estudio, en diálogo con Infobae.
El estudio trataba sobre la generosidad. Los responsables buscaban precisar cuánto de ese dinero inesperado se destinaba a gastos que favorecían a terceros, a obras benéficas, y cuánto se destinaba a compras y gastos personales. Los resultados, publicados en la revista Psychological Science, sorprendieron incluso a los propios investigadores.
De los 10.000 USD que recibió cada uno de los participantes, en promedio gastaron $6.431 en compras que beneficiaron a otros, es decir, alrededor del 64%. Esta cifra incluía $1.697 en donaciones a organizaciones, por lo que casi el 17% de la suma total recibida se utilizó en caridad.
Los participantes fueron divididos en dos categorías. Por un lado, los procedentes de países de bajos ingresos (Brasil, Indonesia y Kenia) y, por otro, los procedentes de países de altos ingresos (Estados Unidos, Reino Unido, Canadá y Australia). Los 10 mil dólares, para unos, podía implicar un salto enorme en su calidad de vida. En cambio, para otros, tan solo era un ingreso extra que no les movía la aguja.
“Uno de los resultados más sorprendentes fue que la cantidad de gasto generoso fue consistente entre los participantes de países de ingresos más altos y más bajos. Esto llama la atención porque, aunque todos los participantes recibieron $10.000, el aumento en los ingresos que experimentaron varió dramáticamente”, explicó Dwyer.
Para los participantes de los países de mayores recursos, el regalo en efectivo representó un aumento del 10% en sus ingresos, mientras que para los participantes de los países de bajos ingresos, el obsequio duplicó en promedio sus ingresos anuales. “No conozco ningún otro estudio que haya demostrado este tipo de efecto con grandes sumas de dinero”, reconoció el investigador.
-¿Es posible que la generosidad se deba en parte a que sabían que estaban participando en un experimento?
-Sí. Si bien no podemos descartar esa variable por completo, los resultados de otras investigaciones sugieren que los efectos de la presión social sobre las decisiones de gasto son relativamente pequeños en estos contextos. Cuando tomamos en cuenta esta posible influencia en nuestros hallazgos, estimamos que los participantes aún habrían gastado más de la mitad ($5.713) de sus ganancias inesperadas en otros.
-¿Incluso excluyendo al 15% que acertó que el experimento se trataba sobre generosidad?
-Exacto. Cuando excluimos ese 15%, la cantidad gastada en terceros permanece prácticamente sin cambios. Esto arroja aún más dudas sobre la idea de que los participantes estaban fuertemente influenciados por la presión social de participar en un estudio.
-Dentro de las donaciones benéficas, ¿cuáles fueron las más habituales?
-Los participantes gastaron casi el doble de sus ganancias inesperadas totales en organizaciones locales (13%) en comparación con organizaciones nacionales (6%). Y apoyaron una amplia variedad de causas, incluidas aquellas que trabajan en el cambio climático, en ayuda en casos de desastre y orfanatos.
-¿Cuáles fueron los gastos más extraños que encontraron?
-Un participante decidió repartir billetes de 10 dólares a cien extraños al azar en su comunidad, ¡lo que debe haber sido un experimento social interesante en sí mismo!
Hasta el momento, el equipo de investigación solo publicó los resultados de las sumas utilizadas para fines benéficos. Está en proceso el estudio que precisará los porcentajes de los diferentes tipos de gastos personales. A cargo de ese paper está Säde Stenlund, investigadora de la Universidad de Columbia Británica, quien advirtió que las compras fueron variadas.
Los participantes gastaron dinero en muchas categorías diferentes, incluidas experiencias (viajes, gastronomía, entretenimiento), bienes duraderos, ropa y vivienda. “La mayoría usó dinero en muchas categorías diferentes, no utilizaron los 10 mil dólares en solo una vía. Los bienes duraderos como muebles o aparatos electrónicos fueron las compras materiales más habituales, pero también se gastaron cantidades importantes en entretenimiento y ropa”, aclaró Stenlund, que se sorprendió al observar un patrón en las descripciones de los participantes: las compras para mamá se repetían una y otra vez. Dentro de los gastos para terceros, eran una de los erogaciones más habituales junto con las donaciones.
“No tenía idea de qué se trataba el experimento. Era un completo misterio”, dijo Kirk Citron en una entrevista con Infobae. “Me sorprendí cuando me ‘aceptaron’ y me dijeron que querían enviarme 10 mil dólares. No tenía idea de que se trataba de caridad, pero me inspiré en la generosidad de los benefactores del experimento y pensé en retribuirlo”.
La de Citron es tan solo una de las tantas historias de generosidad que arrojó el experimento. Él vive en Estados Unidos. Tiene una agencia de publicidad, es consultor y conferencista. Es colaborador de TED, por lo que reconoce que en él pudo haber influido cierta presión social por hacer lo “correcto”, para que sus compañeros estuvieran orgullosos, pero también se sorprendió por la respuesta generalizada hacia la caridad.
“Me sorprendió un poco que muchos de los participantes tomaran la misma decisión que yo: dar todo o una gran parte del dinero a otros. Creo que el hecho de que el dinero fuera una ganancia inesperada, de la nada, fue parte de eso. Además, el hecho de que nosotros, los participantes, fuéramos todos destinatarios de un gran acto de generosidad nos hizo considerar cómo podríamos ser generosos a su vez”, comentó.
Citron le envió una carta a los benefactores del experimento explicando su decisión. Después de sopesar distintas opciones, se decantó por donar el dinero a Humanity Now, una organización que recauda plata para refugiados y trabaja de la mano con los gobiernos locales. Como un efecto dominó, logró que otros donantes se unieran a él hasta alcanzar los 27 mil dólares.
Según dice en la carta, se inclinó por esa organización porque los beneficios para los refugiados son tangibles: comida para los niños, una máquina de rayos X para un consultorio dental, ropa interior térmica, sacos de dormir, recolección de basura. “Los beneficiarios son refugiados, que además de pobres también son increíblemente valientes. Sobrevivieron a la guerra, al hambre y la persecución y tuvieron que hacer un viaje terrible para llegar a un lugar donde esperaban ayuda”, subrayó.
A su vez, aclaró, Humanity Now la dirige el primo de su esposa. Por ende, la donación llega a los beneficiarios a través de alguien que conoce personalmente, en quien confía que dará buen destino al dinero que, para la organización, representa entre un 5 y un 10 por ciento de su presupuesto anual.
“Me imagino que para algunos afortunados, ese regalo de 10 mil dólares les pudo haber cambiado la vida. Permitirles volver a la escuela, dejar un trabajo que odian, financiar un proyecto personal o pagar al menos parte de su deuda estudiantil. En las instrucciones quedaba muy claro que cada uno de nosotros era libre de utilizar el dinero como quisiera, incluida la pura satisfacción de nuestras propias necesidades y deseos. Pero yo fui muy afortunado. No tengo nada que me gustaría comprarme con 10 mil dólares adicionales. Entonces, en lugar de eso, decidí retribuirlo”.