Según su registro en la web de P2P Foundation, nació el 5 de abril de 1975. Hay quienes dicen que su fecha de nacimiento es un juego encubierto, que el 5 de abril se debe al día de 1933 que el gobierno de Estados Unidos ordenó la confiscación del oro de los ciudadanos y que 1975 representa el año en que se revirtió la medida. Su país de origen, en teoría, es Japón aunque su inglés perfecto indica que se trata de un angloparlante nativo. Los únicos datos personales que alguna vez aportó Satoshi Nakamoto casi con seguridad son falsos.
El 31 de octubre de 2008, Nakamoto apareció de la nada y difundió a través de una lista de correos electrónicos de criptografía un documento técnico con titulado: “Bitcoin: Un Sistema de Dinero Electrónico entre Pares”. El llamado white paper de Bitcoin cambiaría la historia de las finanzas. En ese momento era improbable saberlo, pero estaba a punto de lanzar la primera moneda virtual segura y descentralizada, independiente de los estados, que sería adoptada masivamente a nivel global.
Nakamoto había resuelto una falla hasta entonces irresoluble para todas las monedas digitales que se habían creado antes: el problema de los generales bizantinos. En pocas palabras, había logrado que una red descentralizada validara las transacciones sin la necesidad de un tercero que funcionara como autoridad. Había logrado que cada uno de los usuarios fuera igual de importante para el entramado general y que no por eso se perdiera fiabilidad.
Apenas un par de meses después de presentar en público el documento técnico, ya el 3 de enero de 2009, lanzó oficialmente Bitcoin. Creó el primer el bloque denominado “Génesis”, con el mensaje de la portada del periódico londinense The Times de ese día en el medio de un sinfín de números y letras: “Chancellor on brink of second bailout for banks” Lo que podría traducirse como: “El Canciller está a punto de dar un segundo rescate a los bancos”. El mensaje contra el sistema financiero tradicional era elocuente.
Ese mensaje también se puede leer en el protocolo inviolable de Bitcoin. Su suministro, a diferencia de las monedas pertenecientes a bancos centrales, tiene un tope que no se puede traspasar. Serán 21 millones de bitcoins y la cuenta actual ya se acerca a los 20 millones. Se espera que el último bitcoin sea minado alrededor del año 2140 debido a que cada cuatro años ocurre un evento llamado halving, en el que los bloques de recompensa a los mineros se parten a la mitad. El próximo halving será en los próximos días. En torno al 20 de abril, las recompensas bajarán de 6,25 a 3,125 BTC.
Al principio no fue fácil generar confianza. Si bien Nakamoto se mostraba activo en el foro de bitcointalk.org, incluso respondía inquietudes de los interesados por correo electrónico, apenas había actividad en Bitcoin. En los primeros largos meses casi no hubo movimiento. Los usuarios creían que se trataba de una más de las tantas monedas virtuales que ya se habían creado y fracasado en su intento.
Nakamoto pasó poco más de dos años evangelizando. Su vida pública se extendió por 26 meses. En ese período generó una comunidad comprometida, sumó al desarrollo a criptógrafos de experiencia que elevaron el sistema a otros niveles de seguridad y escalabilidad. Cuando publicó su último post el 12 de diciembre de 2010, su creación se cotizaba cerca de los 30 centavos de dólar, cuando al principio valía menos de un centavo.
“Bitcoin era tan profundo que su creador, que permaneció en el anonimato y desapareció, optó por descentralizar su propiedad. Realmente nos dejó un proceso descentralizado de toma de decisiones cuando se trata de cambios”, señaló en diálogo con Infobae Phil Champagne, que recopiló todos los mensajes del creador de Bitcoin en El libro de Satoshi.
“Pienso que ya tenía la intención de desaparecer. Quería mantener su anonimato y era cada vez más difícil a medida que Bitcoin se volvía conocido. Pensando a futuro, no creo que vuelva nunca”, agregó.
Su identidad no es solo un enigma por el anonimato, por su súbita desaparición, sino por su tenencia de bitcoins. Durante los primeros días del proyecto, era el único encargado de minar. Las estimaciones más rigurosas calculan que el creador del protocolo tiene 1.100.000 BTC en su poder. La semana pasada Bitcoin alcanzó su máximo histórico por encima de los 73 mil dólares. La conversión a ese valor da 80 mil millones de dólares, lo que lo vuelve uno de los hombres más ricos del planeta.
Los bitcoins originales de Satoshi permanecen intactos en su billetera hasta hoy. Lo más probable, creen sus seguidores, es que nunca los transaccione, pero un simple movimiento de sus monedas podría generar un sacudón enorme en el mercado de las criptomonedas.
Rodolfo Andragnes, presidente de la ONG Bitcoin Argentina y organizador de la LABITCONF, la conferencia sobre cripto más antigua del mundo, fue uno de los early adopters argentinos. “Aún me sorprende haber estado allí mientras él escribía en el foro y que fuera tan humano y abierto a escuchar, dispuesto a explicar a quienes creían en el proyecto. Si es que sigue vivo, no me imagino una razón de por qué volvería a la vida pública”, dijo a este medio.
Su último mensaje que vio la luz es un email que envió a Gavin Andresen, por entonces el desarrollador principal de Bitcoin y quien oficiaba de vocero. A Satoshi se lo notaba preocupado por la exposición mediática que había tenido su invento. En ese momento, Wikileaks había difundido información sensible clasificada y PayPal, el medio que utilizaban para recibir donaciones, les había cerrado las puertas. Desde la organización periodística habían sugerido que aceptarían Bitcoin y los medios se habían hecho eco del anuncio.
Habría sido bueno haber captado la atención en cualquier otro contexto. WikiLeaks ha pateado el panal y el enjambre de abejas se dirige hacia nosotros.
El mensaje de Nakamoto iba acompañado de un pedido a los desarrolladores: que dejaran de alimentar la idea de su “figura misteriosa y tenebrosa”, creía que esa descripción solo hacía ver al proyecto como una “moneda pirata”. Pedía que hablaran más de la naturaleza de código abierto, que dieran crédito a los colaboradores que desinteresadamente aportaban a Bitcoin.
Como respuesta, Andresen aprovechó para informarle que la CIA lo había invitado a una conferencia y que tenía planeado ir. La noticia encendió aún más las alarmas de Nakamoto, que consideró la idea como “realmente estúpida” porque solo acercaba a Bitcoin al enemigo, a la inteligencia norteamericana. “Aunque creo que es demasiado tarde. Bitcoin ya está en su radar”, sentenció.
Sin más, Satoshi Nakamoto se llamó al silencio. Su desaparición convirtió a su figura, ya de por sí misteriosa, en un mito.
Los últimos meses de Nakamoto en la esfera pública no fueron tan amenos como los primeros. Su figura, objeto de respeto y hasta devoción, pasó a ser cuestionada por muchos de los usuarios que participaban en el foro de Bitcoin. Los más críticos llegaron a catalogarlo como “dictador” por ciertas atribuciones que, creían, iba en contra de la esencia del proyecto, de que todos los miembros gozaban del mismo poder de decisión.
La naturaleza de Bitcoin establecía un consenso necesario de todos los usuarios para validar las operaciones, pero había otras reglas llamadas de política que corrían al margen de la comunidad, y que su creador aplicaba en pos de la seguridad. Por caso, el costo de una transacción o las restricciones para ciertas operaciones que podían ser consideradas como no deseadas. Allí Satoshi se mostraba menos abierto y era él quien decidía.
Parte de la comunidad creía que la moneda se dirigía por un camino peligroso de centralización y las críticas se hicieron cada vez más recurrentes. Incluso se especulaba con que si Nakamoto decidía terminar con su creación, si se volvía “rebelde” en palabras de Gavin Andresen, optarían por bifurcar el código y continuar el proyecto por fuera de las manos de su inventor. La premisa era clara: nadie, ni el mismísimo Satoshi Nakamoto, era más importante que el otro.
El propio Andresen estaba intrigado por conocer más del líder anónimo. “Tengo mucha curiosidad por saber más sobre vos. ¿Cuántos años tenés? ¿Es Satoshi tu verdadero nombre? ¿Cómo es tu día de trabajo? ¿En qué proyectos estuviste involucrado antes?”, le preguntó.
Ninguna de esas preguntas obtuvo respuesta. Según un artículo del periodista Pete Rizzo, publicado en Bitcoin Magazine, es difícil saber si Satoshi tenía la decisión de desligarse del proyecto de antemano o si el descontento generalizado había acelerado su salida. Lo cierto es que después del suceso de Wikileaks eliminó su nombre de las declaraciones de derechos de autor de Bitcoin y actualizó la base de datos de bitcoin.org: agregó nombres y correos electrónicos de otros desarrolladores y quitó el suyo.
Andersen aseguró haber recibido su “bendición” para comandar las riendas del proyecto de ahí en adelante. En uno de los primeros mensajes, se mostró abierto a recibir voluntarios con ganas de colaborar en el puesto. “¿Quién está dispuesto y es capaz de ayudar? No pidas permiso, simplemente lanzate. Tu recompensa será el reconocimiento, la admiración y el respeto. Es hora de llevar a Bitcoin de, esencialmente, un proyecto de un solo programador a un proyecto robusto de código abierto con muchos contribuyentes”, escribió.
Si bien Andresen tenía consenso en la comunidad, para algunos no había sido el elegido, sino que en realidad había asumido la tarea por decantación. Tal como recopila Rizzo, en el foro surgían inquietudes, diálogos entre usuarios y desarrolladores. Se preguntaban si el alejamiento de Satoshi era permanente o si llegado el caso volvería a continuar con el proyecto que él mismo había pergeñado.
Kiba: ¿volverá satoshi, gavinandresen?
BlueMatt: Lo último que supe fue que “había pasado a otros proyectos”.
BlueMatt: y que bitcoin quedaba “en buenas manos”.
Kiba: entonces... ¿cuál es la declaración oficial?
gavinandresen: No lo sé, dice que está pasando a otras cosas, así que lo más probable es que su figura se disipe aún más.
Si la identidad del creador de Bitcoin ya era un enigma mientras estaba activo, su desaparición no hizo más que engrosar ese misterio. De tanto en tanto, aparecen nombres, informáticos, criptógrafos, posibles candidatos que puedan llenar el vacío de ese misterio. Las especulaciones explotaron el 6 de marzo de 2014 cuando apareció el supuesto inventor.
Un artículo de Newsweek aseguraba haber encontrado al verdadero Satoshi Nakamoto. Su nombre: Dorian Satoshi Nakamoto. Se trataba de un hombre de 64 años, de origen japonés, que llevaba viviendo casi toda su vida en California. Era un experto en informática, que había trabajado en varios proyectos clasificados para el gobierno de Estados Unidos y, cuando la periodista Leah McGrath Goodman le preguntó si en verdad él estaba detrás de Bitcoin, dio una respuesta elusiva: “Ya no estoy involucrado en esto. Hay otra gente que se encarga ahora. Ya no tengo ninguna conexión con esto”.
Pronto la vida de Dorian Nakamoto se convirtió en un infierno. Pasó a recibir decenas de medios de comunicación en la puerta de su casa. Todos creían que, por fin, habían encontrado al creador de Bitcoin, aunque él mismo después se desdijo de sus palabras. Aclaró que no sabía nada sobre esa moneda, que había malinterpretado la pregunta de la periodista.
En realidad, un par de cuestiones no cuajaban. Por un lado, el verdadero creador de Bitcoin manejaba un dominio nativo del idioma inglés, sin imperfecciones, que Dorian Nakamoto no demostraba. Por otro, si de verdad pretendía preservar su identidad, esconderse detrás de un seudónimo, ¿por qué firmaría el white paper con su verdadero nombre?
El día siguiente a la publicación del artículo periodístico, el 7 de marzo, el Satoshi Nakamoto de Bitcoin rompió su silencio de más de tres años. Publicó un mensaje contundente en foro de P2P Foundation:
No soy Dorian Nakamoto.
Antes y después de ese suceso, se mencionó a decenas de candidatos. Uno de ellos fue Nick Szabo, un criptógrafo que creó un proyecto llamado Ecash, similar a Bitcoin, entre finales de los ‘80 y principios de los ‘90, cuyo día de nacimiento -5 de abril- coincide con el que registró Nakamoto. Otro del mundo de la criptografía, Adam Beck, autor cuyo pensamiento incidió en el desarrollo de la moneda, al punto de ser citado como referencia en el white paper. Ambos negaron una y otra vez ser Satoshi Nakamoto.
Quien sí asegura hasta hoy ser el auténtico creador de Bitcoin es Craig Wright, un informático australiano que llegó a reclamar los derechos de autor del documento técnico y el código que contiene en 2019. La comunidad cripto nunca le creyó y, hace unos pocos días, el juez británico James Mellor sentenció que, como se suponía, Wright no es Satoshi y que había falsificado los documentos biográficos que lo unían a él.
Con los años surgió otro nombre con cierto asidero, el de Len Sassaman, un crptógrafo experto que era miembro activo de la comunidad de informáticos que respondían a la filosofía cypherpunk y bregaba por el código abierto. Algunos lo vinculan con Satoshi porque también acostumbraba iniciar sus proyectos detrás de un seudónimo y su fecha de muerte coincide con los tiempos en los que Nakamoto se alejó de Bitcoin. Sassaman se suicidó por un cuadro severo de depresión el 3 de julio de 2011.
“La decisión de no revelarse, junto con la meticulosa seguridad operativa mantenida por Satoshi, sugieren un esfuerzo deliberado por mantener la atención en el propio Bitcoin en lugar de en su creador. Ese espíritu se alinea con los principios cypherpunk. Que no haya movido ninguno de sus más de un millón de monedas dice mucho. Él creó Bitcoin con una razón altruista más que financiera, como una tecnología revolucionaria y no como un medio para acumular riqueza”, respondió una inteligencia artificial diseñada por Jameson Lopp, uno de los desarrolladores de Bitcoin más reconocidos en el ecosistema. La IA recopila todos los ensayos, artículos periodísticos y declaraciones públicas de Lopp para responder preguntas.
-¿Entonces, cree que ninguno de los candidatos es el verdadero Satoshi?
-Si bien es teóricamente posible, la evidencia (o la falta de ella) me lleva a ser muy escéptico -respondió la IA de Lopp-. El verdadero Satoshi Nakamoto probablemente llevaría los principios de Bitcoin hasta tal punto que se abstendría de revelarse, manteniendo así el enfoque en la tecnología más que en el individuo.
El conocimiento avanzado en programación, criptografía, finanzas y hasta sus dotes comunicacionales llevan a que muchos especialistas crean que detrás de Bitcoin no hay una sola persona, sino más bien un pequeño grupo interdisciplinario de expertos. “La síntesis de principios criptográficos, teoría económica y redes P2P en un sistema cohesivo y funcional sugiere una colaboración entre personas con experiencia complementaria”, afirma Lopp.
La idea de un equipo es congruente con el modus operandi habitual dentro de la comunidad cypherpunk, de trabajar en proyectos de forma colaborativa en lugar de avanzar en soledad. “Él y quien responde en los mails y foros es una sola persona. Pero es posible que Bitcoin en sí sea el fruto de un ínfimo equipo”, cree Rodolfo Andragnes
Phil Champagne no está de acuerdo con esa hipótesis. Se inclina a pensar que Satoshi Nakamoto es solo un genio solitario sentado en su escritorio. “El mundo tiene que lidiar con este misterio. Probablemente solo el propio Satoshi conozca su verdadera identidad. Cuanto más pasa el tiempo, más misteriosa y fascinante se vuelve toda esta historia”.
Paul Kemp es un reconocido documentalista canadiense. En una de sus últimas producciones, Searching for Satoshi: The Mysterious Disappearance of the Bitcoin Creator, intentó develar el enigma.
-En tu opinión, ¿Satoshi Nakamoto es una persona o son varias?
-Una persona -respondió sin titubear en una entrevista con Infobae-.
-¿Por qué cree que desapareció? ¿Era algo que ya tenía planeado o la fama de Bitcoin y los cuestionamientos lo asustaron?
-Creo que Satoshi siempre supo que “la cabeza de una serpiente” se puede cortar. Sus escritos son claros. Sabía que en un mundo de código abierto el control descentralizado de la red era prioritario. Ningún participante debía tener el máximo control. Por eso, siempre quiso ser anónimo y planificó cada paso durante años antes del lanzamiento de Bitcoin.
-¿Volverá en algún momento desde el anonimato? Incluso, ¿se hará público?
-No. No creo que vuelva y a menos que mueva sus monedas nunca sabremos nada de él. Sus bitcoins jamás se moverán. Creo que “quemó” sus monedas. Es decir, su plan siempre fue crear un millón de monedas que regalaría a la red para comenzar, pero ya sabiendo que esas monedas serían destruidas o se volverían inaccesibles para cualquier persona.
-A lo largo de los años se han mencionado muchos candidatos. ¿Cree que alguno de ellos podría ser Satoshi?
-Sí, uno de ellos es muy probable que sea Satoshi. Hay demasiadas coincidencias.
-¿Quién?
-Hal Finney
Hal Finney estuvo desde el día uno en Bitcoin. Fue el segundo usuario después de Satoshi. Su convencimiento fue inmediato. Creyó tan fervientemente en el proyecto que el día de su lanzamiento tuiteó: “Running bitcoin”. Hasta ese momento nadie había escrito en Twitter la palabra “bitcoin”. También fue el primer criptógrafo que contribuyó a la mejora del código al margen de Nakamoto. Y, por si fuera poco, también fue el primer destinatario de una transferencia de bitcoins. El propio Satoshi le transfirió 10 monedas a su cuenta, cuando apenas eran centavos, a modo de prueba. Esos testeos habitualmente el desarrollador los hace por seguridad entre cuentas propias.
Podrían ser muchas coincidencias. O no. Finney llevaba craneando monedas digitales 15 años antes de la salida de Bitcoin, había intentado resolver algunos de sus problemas recurrentes. Quería por fin lograr una moneda a código abierto, que funcionara entre pares y no requiriera una autoridad central. En el medio de su búsqueda, de la nada apareció un ingeniero con nombre japonés que creó lo mismo, una versión superior de lo que él había trabajado durante años, que resolvía los problemas con los que él se había obsesionado. Y él se convirtió en el defensor acérrimo de ese proyecto ante el descrédito inicial de otros informáticos.
Hay más coincidencias. Finney creció en un vecindario de Los Ángeles, a pocos kilómetros de la casa donde vivía Dorian Satoshi Nakamoto junto a sus padres. Si bien no se conocían, sí mantenían una curiosa cercanía geográfica. Ambos se convirtieron en ingenieros informáticos y el nombre Satoshi Nakamoto es probable que le pareciera una elección llamativa para un personaje misterioso. El mensaje de “no soy Dorian Nakamoto” se puede explicar, entonces, como un salvataje a un vecino que había metido en problemas por tomar su nombre.
La consultora de análisis de escritura Juola & Associates ya había revisado exhaustivamente los textos de Dorian Nakamoto cuando su nombre apareció en los medios. De la comparación con los mensajes del creador de Bitcoin, habían surgido discrepancias elocuentes entre un estilo y otro: el inglés entrecortado de Dorian en nada se parecía al estilo técnico y elegante de Satoshi. Pero esa misma consultora evaluó unos meses después los escritos de Finney y sugirió que podrían estar ante el verdadero Satoshi Nakamoto.
El interés de Finney por la criptografía se cristalizó en 1991 cuando descubrió a los cypherpunks, un movimiento antiautoritario que aboga por el poder de los individuos a través del cifrado. Cuando Nakamoto introdujo la idea de Bitcoin a través de la lista de emails, él fue uno de los pocos entusiastas inmediatos. Como miembro ya respetado de la comunidad, desafió el escepticismo y se convirtió en la segunda persona, otra vez detrás de Satoshi, en descargar y ejecutar el código de Bitcoin.
En agosto de 2009, fue diagnosticado con Esclerosis Lateral Amiotrófica (ELA). Poco a poco sus músculos dejaron de responder a las órdenes que enviaba su cerebro. Al mismo tiempo que Nakamoto abandonó Bitcoin, Finney estaba perdiendo casi por completo la movilidad. El 28 de agosto de 2014 moriría con apenas 58 años a raíz del deterioro. En sus últimos meses de vida solo podía mover sus ojos y se comunicaba a través de un software de seguimiento ocular.
Las sospechas en torno a Finney no son nuevas. Durante años se especuló con que él era la mente brillante detrás de Satoshi Nakamoto, pero él siempre lo negó categóricamente y por distintos motivos la comunidad cripto le ha creído. Andy Gravesen, el último periodista que lo vio con vida, cuenta en un artículo en Forbes que la evidencia más contundente de que Finney no era Nakamoto la recibió cuando visitó su casa en Santa Bárbara poco antes de que el ingeniero falleciera.
Su hijo Jason le mostró al periodista los correos de la cuenta de Gmail de su padre. Abrió una conversación de enero de 2009 entre Finney y un tal Satoshi Nakamoto. Habían intercambiado unos quince mails, en los que Finney describía errores que había encontrado en el código inicial de Bitcoin y Nakamoto respondía con las correcciones pertinentes y le agradecía su generosidad. A su vez, le mostró el registro de transacciones de la billetera virtual de su padre de 2009, en la que se veían los 10 bitcoins que había recibido de parte de Nakamoto el 11 de enero.
“La evidencia de la billetera, junto con las marcas de tiempo de Gmail, habrían sido muy difícil de falsificar. Y la idea de que Finney por sí solo pudiera haber creado las dos cuentas y armado una conversación falsa consigo mismo para despistar a chismosos como yo, mucho antes de que Bitcoin tuviera algún valor mensurable, parece absurda”, concluyó Gravesen.
El 19 de marzo de 2013, Finney escribió un texto sentido titulado “Bitcoin y yo” en bitcointalk.org. Allí relata la fascinación que le suscitó leer el documento técnico, sus primeros días minando la moneda en una CPU vieja que se recalentaba y debió apagar a las pocas semanas, y su presente doloroso lidiando con la ELA. Era, más bien, un mensaje de despedida que se puede resumir en tres citas. La identidad de Satoshi, su enfermedad y sus bitcoins:
Hoy en día, la verdadera identidad de Satoshi se ha convertido en un misterio. Pero en ese momento (cuando lanzó Bitcoin), yo pensaba que estaba tratando con un joven de ascendencia japonesa, extraordinariamente inteligente y sincero. He tenido la suerte de conocer a muchas personas brillantes a lo largo de mi vida, así que reconozco los signos.
La ELA es una enfermedad que mata a las neuronas motoras que conducen las señales desde el cerebro a los músculos. Inicialmente se manifiesta como debilidad y luego aumenta en forma gradual hacia la parálisis. Por lo general es mortal entre 2 a 5 años. Mis síntomas eran leves al principio y pude seguir trabajando, pero la fatiga y la imposibilidad de hablar me obligaron a retirarme a principios del 2011. Desde entonces, la enfermedad ha continuado su inexorable progresión. Hoy, estoy casi totalmente paralizado. Me alimento con una sonda y mi respiración es asistida a través de otro tubo.
Me considero un afortunado. A pesar de la ELA, mi vida es muy satisfactoria, aunque mi esperanza es limitada. Las discusiones que he leído sobre cómo dejar en herencia tus bitcoins adquieren un interés más personal que académico para mí. Mis bitcoins se almacenan en nuestra caja de seguridad y mi hijo e hija son conocedores de la tecnología. Creo que están lo suficientemente seguros. Me siento cómodo con mi legado.
Las opiniones en torno a Finney están divididas. Probablemente sea el nombre que reúne mayor consenso para ser el creador de Bitcoin, pero la teoría tiene disidentes. Hay quienes creen que ninguno de los candidatos que se mencionó a lo largo de los años encaja del todo con el perfil y accionar de Satoshi Nakamoto.
Y es cierto. Pero si no es Finney ni los otros, ¿quién es? ¿Será descubierto alguna vez? ¿Volverá a escena? “Es difícil decir si alguna vez se revelará su verdadera identidad. Quizás algún día surja alguna pista, pero cualquier información necesita un gran respaldo para convencer a la gente”, dice Phil Champagne y de inmediato piensa en una película, en Tres horas de amor, una comedia de 1976.
En el film, el protagonista llamado Graham Dorsey es un ladrón de poca monta que conoce durante un encuentro fugaz de tres horas a una mujer, Amanda, y se enamoran perdidamente. El ladrón termina en prisión por un robo fallido, pero Amanda cree que está muerto y escribe un libro sobre él. Una novela que lo describe como un héroe, que se convierte en un éxito rotundo en ventas. Cuando el protagonista sale de la cárcel tres años después, vuelve corriendo a verla. Pero ni ella ni nadie cree que ese hombre en verdad es Graham Dorsey.
“Es una comedia pero me queda la misma sensación con Satoshi Nakamoto -dice Champagne-. Después de tanto, será difícil para cualquiera de nosotros creer que alguien es verdaderamente Satoshi”.