Los Bajau, la tribu que resiste sin respirar bajo el agua gracias a una extraña mutación genética

Se los conoce como nómades marinos y habitan el Sudeste Asiático. Pueden soportar varios minutos de buceo sin respirador en la búsqueda de alimentos. Infobae dialogó con la científica que los investigó y descubrió el secreto detrás de una habilidad milenaria

Las Bajau resisten largos minutos de buceo sin respirador gracias a una mutación genética (Foto: Melissa Ilardo)

Se los conoce como los “nómades del mar”. Son cerca de un millón de personas que viven en el Sudeste Asiático, se mueven entre Filipinas, Indonesia y Malasia. Toda su vida gira en torno al mar. Subsisten gracias a la caza y recolección marina, descienden hasta el fondo del océano para capturar alimentos y recursos. Los integrantes de la tribu Bajau sorprenden a quienes los observan por su destreza inigualable a la hora de bucear. A diferencia de los humanos promedio, ellos pueden pasar varios minutos debajo del agua, sumergirse hasta 70 metros de profundidad, conteniendo la respiración. Su capacidad de resistir es única.

Se calcula que la tribu indígena existe desde hace miles de años atrás. Desde entonces, el pueblo viaja por los mares del Sudeste Asiático, viven en casas flotantes. Las investigaciones dan cuenta de que pasan el 60% de su tiempo de trabajo diario sumergidos bajo el agua, tan solo ayudados con un par de antiparras de madera y alguna lanza para cazar y recolectar los alimentos que encuentren.

“Los Bajau pueden pasar un tiempo increíblemente largo bajo el agua. Son capaces de permanecer varios minutos seguidos buceando activamente. Es difícil decir cuánto tiempo pueden bucear como máximo porque nadie registra sus inmersiones. Lo hacen varias veces durante unas ochos horas por día, desde 30 segundos hasta varios minutos. Y una vez que salen, después de su tarea extenuante, se los ve muy relajados, como si bucear les fuera muy fácil”, dijo Melissa Ilardo, científica de la Universidad de Utah, en una entrevista con Infobae.

Ilardo conoció el mito de los Bajau, de los superhumanos que en teoría podían aguantar la respiración durante largos períodos de buceo, durante un viaje en Tailandia, donde le contaron la leyenda de ese talento inusual. El relato la intrigó a tal punto que decidió investigar a fondo a la tribu. Intentar dar con el secreto de su capacidad única de inmersión. Se preguntó si detrás de esa habilidad había una condición genética especial o si simplemente el entrenamiento intenso los convertía en cazadores marinos expertos.

A los Bajau se los conoce como nómades marinos. Se mueven por los mares del Sudeste Asiático (Photo by Ulet Ifansasti/Getty Images)

Casi todos podemos pasar unos cuantos segundos debajo del agua, conteniendo la respiración, quizás hasta un par de minutos. Pero a los Bajau se los ha visto sumergirse durante casi un cuarto de hora en búsqueda de alimentos. Su estilo de vida único, que se mantuvo prácticamente inalterable durante siglos, puede verse facilitado por adaptaciones fisiológicas al buceo, para soportar la hipoxia más que el resto de los mortales.

“Los Bajau que conocí son increíblemente generosos y amables. Me recibieron en sus hogares y compartieron sus vidas conmigo. Tradicionalmente pasan la mayor parte del día buceando para recolectar alimentos y otros artículos que puedan usar para artesanías. Todavía viven cerca del mar, por lo que los niños Bajau están mucho tiempo nadando en el agua. Sin embargo, muchos ya no pueden vivir como quisieran, a su manera tradicional. Los hábitats de arrecifes en los que habitualmente bucean se están agotando de peces y otros recursos”, detalló Ilardo.

Su forma de vida se encuentra en peligro. Son un grupo marginado, que no gozan de los mismos derechos de ciudadanía que los habitantes de las islas principales. La pesca industrial, a su vez, pone en riesgo su modo de supervivencia, son cada vez menos los peces y recursos que pueden capturar del mar. Se enfrentan, entonces, a la encrucijada de abandonar su estilo de vida milenario o mantener su día a día en el mar pese a las dificultades cada vez mayores.

“Si bien las amenazas a la cultura y los derechos de los Bajau son reales, no noté una disminución en su identidad cultural. Incluso cuando a los Bajau se les ofrecen oportunidades para irse y mudarse a otros lugares, lejos del mar, prefieren permanecer cerca debido a lo importante que es el agua para ellos”, señaló la investigadora.

Para ellos, dice, el mar lo es todo.

El estudio

Melissa Ilardo hace mediciones en la tribu Bajau con su máquina de ultrasonido (Foto: Peter Damgaard)

Melissa Ilardo hizo tres viajes a Indonesia. Pasó casi 90 días inmersa en la comunidad Bajau. En su primer periplo, se presentó ante el pueblo. Empezó a gestar una relación con la tribu y les comentó algunas de las ideas científicas que perseguía con la investigación. Conversaron sobre el ADN, les explicó las implicancias de una investigación y de qué manera ellos podían colaborar con el estudio. “Les pregunté si les gustaría participar en mi estudio de investigación y me dijeron que sí”, recuerda.

Ya en su segundo viaje, puso manos a la obra. Registró los movimientos de la comunidad, su apego con el mar, e hizo mediciones con una máquina de ultrasonidos portátil y material para la recolección de saliva. Junto a su equipo de investigación, fue a distintas casas y obtuvo imágenes de los bazos de los Bajau, con la hipótesis de que en ese órgano podía radicar la clave de las largas sesiones de buceo.

Ilardo ya sabía por investigaciones previas que en otros mamíferos marinos, como las focas que pasan casi toda su vida en el agua, los bazos tienen un tamaño significativamente mayor. Quiso comprobar entonces si había un correlato entre los humanos, si los nómades marinos, los Bajau, también compartían ese rasgo singular y se diferenciaban de otros grupos de personas.

Para ello, en su tercer viaje, además de visitar la aldea Bajau, visitó un pueblo cercano, los Saluan, que viven en la isla principal de Indonesia pero casi no tienen interacción con el mar. Los dos pueblos costeros están separados por apenas 25 kilómetros en la península de Sulawesi central. Reclutaron para participar del estudio a 59 personas de la tribu Bajau y a otras 34 pertenecientes a Saluan. Su idea era tener una población con la que comparar los resultados.

Desde que nacen, los niños de la tribu conviven con el entorno marítimo

“Utilizando un estudio genómico comparativo, mostramos que la selección natural de variantes genéticas en el gen PDE10A ha aumentado el tamaño del bazo en los Bajau, proporcionándoles una mayor reserva de glóbulos rojos oxigenados. También encontramos evidencia de una fuerte selección específica de BDKRB2, un gen que afecta el reflejo de buceo humano”, dice el estudio publicado en la revista científica Cell.

El bazo es el reservorio de glóbulos rojos oxigenados. Una vez que se contrae aporta más oxígeno. Funciona como un tanque biológico a la hora de bucear. Los Bajau, encontraron, tienen bazos un 50% más grande en promedio que sus pares Saluan. Una diferencia “gigantesca”, según la investigadora. En cambio, la diferencia no fue relevante cuando compararon los bazos de los Bajau buceadores y de los Bajau que no realizan caza y recolección marina.

El estudio señala dos genes. Por un lado el PDE10A, que controla una hormona tiroidea determinada en los Bajau y no se presenta en sus vecinos. Y, por otro lado, la variación genética BDKRB2, que se asocia con un aumento de la vasoconstricción periférica, lo cual les ayuda a oxigenar tejidos importantes como el cerebro, el corazón y los pulmones. “Esto les permite aumentar potencialmente el tiempo de inmersión. El resultado sugiere fuertemente que los Bajau albergan una variación genética relacionada con fenotipos de importancia para el buceo”, aseguran los autores del estudio.

La selección natural

Los chicos de la tribu disfrutan de un viaje en bote en la isla Mabul, ubicada en Malasia (Photo by Mauricio Handler/National Geographic/Getty Images)

Nadie puede precisar hace cuánto tiempo los Bajau mantienen su estilo de vida marítimo, de sumergirse cada vez que necesitaban alimentarse o, más bien, subsistir. Las estimaciones dicen que pertenecen a una rama que se desprendió de los Saluan y que llevan entre nosotros alrededor de 15 mil años. Tiempo suficiente para que la genética haga su trabajo y los adapte a su entorno, para que la selección natural se quede con los más aptos para sobrevivir en el mar y preserve la especie.

-¿Cómo explica la ciencia que los Bajau tengan un bazo considerablemente más grande que el promedio?

-Los Bajau tienen bazos más grandes debido a un gen llamado PDE10A -respondió Ilardo-. Ahora, cómo consiguieron esa mutación genética… la evolución. Durante miles de años, los Bajau que tienen bazos más grandes logran bucear con mayor seguridad que otros Bajau, por lo que sobreviven aquellos que poseen ese órgano más grande y son ellos los que tienen más hijos. A lo largo de muchas generaciones, esto cambia sus genes para hacerlos extremadamente especiales.

-¿Cuánto tiempo puede tardar en producirse una mutación genética concreta en una comunidad?

-Es una pregunta muy difícil. No estamos seguros de cuánto tiempo tarda en producirse una mutación genética, pero creemos que podrían ser tan sólo unos pocos miles de años. Muchos menos de los que se cree llevan los Bajau en el Sudeste Asiático.

La evolución de miles de años hizo que los Bajau se adaptaran fisiológicamente al mar

Una vez que alguien se sumerge bajo el agua y pasa varios segundos sin respirar, se activa un mecanismo como reflejo de inmersión. Primero baja el ritmo cardíaco, después los vasos sanguíneos se comprimen y el bazo se contrae para que comience el ahorro de energía. El cuerpo reconoce la reducción en los niveles de oxígeno. Ese mecanismo reflejo se multiplica en la tribu asiática por sus ventajas genéticas y su entrenamiento permanente.

-¿Cuánto diría que hay de entrenamiento y cuánto de genética?

-Hay mucho de los dos. Creemos que hay varias razones por las que los Bajau puedan permanecer más tiempo bajo el agua. Una es que entrenan toda su vida para bucear. Otra razón es que tienen bazos más grandes que el de la gente promedio. Y, por último, creemos que tienen otro gen único, el BDKRB2, que afecta su vasculatura y prolonga sus inmersiones. Cambia la forma en que los vasos sanguíneos responden al buceo.

Más Noticias

Crearon un androide con “nuevas emociones” e inquietaron: ¿la IA puede (o podrá) sentir en algún momento?

El desarrollo de un robot, con mil neuronas simuladas, que protagoniza un show musical en Japón abrió el interrogante. Aseguran que es capaz de experimentar cierta autoconsciencia. En diálogo con Infobae, su creador y especialistas exploraron la posibilidad de una inteligencia artificial emocional

¿Un mundo sin niños?: la natalidad ya atraviesa mínimos históricos y estas serían las consecuencias

La cantidad de hijos por mujer cae sin freno a nivel mundial y se proyecta una población cada vez más envejecida. ¿Hay forma de revertirlo? ¿Cuáles serán los efectos inevitables? Infobae consultó con expertos en demografía

¿Un plato volador del que bajó un humanoide?: el caso OVNI que Argentina le reportó a Estados Unidos

El Congreso norteamericano mostró por primera vez apertura hacia los “fenómenos anómalos no identificados”. Un documento probó que ciertos eventos paranormales argentinos se remitían a EEUU. “El caso del Dique La Florida” fue uno de ellos. ¿Qué sucedió esa madrugada de 1978 en San Luis?

Soñar y luego verlo: avanza “la grabadora de sueños” y promete develar uno de los grandes misterios

Científicos japoneses predijeron las imágenes que soñaban los participantes de un experimento a partir de su actividad neuronal. Infobae habló con el líder de la investigación que explicó los pormenores. A su vez, ¿qué sabemos de los sueños hoy y qué enigmas quedan por descifrar?

La teoría de la mente: un experimento probó que la IA tiene una capacidad humana que se creía imposible

Michal Kosinski, un reconocido investigador de Stanford, comprobó que la inteligencia artificial capta un componente social que se pensaba exclusivo de humanos. En diálogo con Infobae, explicó las implicancias y riesgos de su descubrimiento que no se alinea con la mirada de otros expertos