Argentina tiene el segundo bosque más grande del continente detrás de Amazonía. El Chaco Seco se extiende por casi 50 millones de hectáreas de bosques xerófilos, que apenas se interrumpen por pastizales y algunas salinas. En ese inmenso territorio habita el pecarí quimilero, un animal que durante 50 años fue considerado un fósil, una especie extinta, hasta que en 1972 un investigador estadounidense, el zoólogo Ralph Wetze, lo encontró en los montes del sudoeste paraguayo.
Desde entonces, el quimilero -un animal parecido al jabalí- habitó la región chaqueña en las sombras, poco se supo de su existencia más allá de que las familias locales, entre indígenas y criollas que residen en la zona, siempre supieron que deambulaba por allí. Hace más de una década, en 2011, Micaela Camino, investigadora del Conicet, doctora en Ciencias Biológicas, empezó a indagar en el Chaco Seco junto a su equipo. El objetivo fue volver a encontrar al escurridizo pecarí quimilero, caracterizarlo y mensurar su riesgo de extinción.
El quimilero, cuyo nombre científico aún se debate entre Catagonus o Parachoerus, es la más grande de las tres especies de pecaríes, pesa entre 30 y 40 kilos y tiene una longitud de 1,1 metros. Es un animal salvaje, de pelo frondoso grisáceo con algunas franjas blancas, orejas y hocico prominentes. Habita en las zonas áridas y semiáridas del Chaco. Es una especie “endémica”: solo existe con esas características en la región chaqueña. No se encuentra en otro lugar del mundo porque evolutivamente se adaptó a vivir en ese entorno.
“Nosotros, como científicos, dimos por extinto al pecarí quimilero hasta 1972, pero la gente local sabía que la especie estaba viva”, dijo en diálogo con Infobae Camino, que nació en Buenos Aires pero su pasión por la naturaleza la llevó a alejarse de la gran ciudad y adentrarse en las reservas naturales inmensas de la Argentina.
La investigadora advirtió que, a día de hoy, no se sabe cuántos ejemplares hay vivos. Los dos métodos que utilizó para calcularlo en base a su disponibilidad de hábitat y densidad arrojaron valores muy dispares. Lo que sí sabe es que en el oeste formoseño o en el Chaco salteño es más frecuente toparse con un quimilero. Hasta el momento, su presencia fue confirmada en las provincias de Chaco, Córdoba, Formosa, La Rioja, Salta y Santiago del Estero.
Durante medio siglo, el pecarí quimilero -también llamado chancho quimilero, chancho moro o collarejo- fue un fósil, un animal considerado extinto. Hoy, si bien su presencia está verificada, permanece bajo la categoría de “en peligro”. Localizarlo requiere tiempo en territorio, afinar el ojo, conversar con locales y seguir sus pasos.
Cómo se encuentra un animal que se creía extinto
Entre 2011 y 2017, Micaela Camino se instaló en el Chaco Seco y como líder del grupo “Proyecto Quimilero” llevó adelante un monitoreo participativo de la fauna silvestre junto a las comunidades locales. Se dio cuenta de que los lugareños frecuentaban al pecarí, interactuaban con él, que incluso lo cazaban y usaban sus cueros para protegerse del frío.
“Lo primero que hay que hacer es hablar con la gente que puede tener interacción con la especie, con los locales que usan esos ecosistemas naturales. Esa gente siempre supo que la especie estaba viva más allá de que la comunidad científica la daba por extinta. Después viene un largo proceso de verificación de la información. Pedir ver los cráneos, ver los cueros, hacer estudios genéticos y, a su vez, poner cámaras trampa en las zonas donde identificamos mayor presencia”, describió Camino.
La bióloga y su equipo ubicaron cámaras en puntos estratégicos de la zona mejor conservada de la región chaqueña seca, dentro de la provincia de Chaco, donde trabajaron desde un comienzo. Contaban con la ventaja de que es un mamífero grande. Detectarlo resulta más sencillo que buscar un insecto en peligro de extinción u otro animal muy pequeño. En esos casos, los ADN ambientales son técnicas habituales. Se extraen muestras del entorno y, una vez procesadas, arrojan qué especies están presentes en la zona.
Con el quimilero no existe esa dificultad aunque sí presenta una desventaja: es una especie que se mimetiza con el ambiente, sus colores no llaman la atención, son similares a los de su entorno, y, a su vez, le escapan a los humanos. Su instinto de supervivencia los hace recluirse y huir ante la presencia del hombre.
“Las posibilidades de encontrar estas especies en peligro de extinción tiene que ver con su comportamiento, con la cantidad de ejemplares, con su tamaño, con cuán conspicuas o no pueden ser en los rastros que dejan. En el caso del quimilero deja huellas que son características, que los locales o investigadores con el ojo entrenado podemos reconocer”, precisó Camino.
Varios meses después de iniciada la investigación, ya con el trabajo de campo cubierto, con el monitoreo de la fauna silvestre realizado junto a los locales, pudieron dar con los primeros quimileros. Los pobladores aportaron cráneos y cueros del animal que habían cazado, también había fotos de las huellas que les permitía deducir su rango de acción. Con las cámaras trampa ya dispuestas, lograron ver a los primeros ejemplares. El quimilero efectivamente estaba vivo y seguía habitando el Chaco Seco.
En peligro de extinción
En 2022, Micaela Camino fue una de las ganadoras de los premios Whitley, comúnmente denominados como los “Oscar Verdes”, que se entregan en Londres y que año a año reconocen proyectos de conservación en países ricos en biodiversidad.
Su proyecto pretende empoderar a las comunidades locales para conservar pecarí quimilero y a la fauna y flora del Chaco argentino en general. El quimilero fue clasificado como “en peligro” por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) y a medida que pasa el tiempo la amenaza que recae sobre la especie recrudece.
“La disponibilidad de hábitat para esta especie está muy amenazada porque viven en los bosques secos de la región chaqueña, que viene perdiendo cobertura boscosa hace años, con una de las tasas de deforestación más altas del mundo a raíz de la producción industrial”, advirtió la especialista.
-¿Qué valor tiene preservar la especie para la fauna de la región?
-Es un camino evolutivo único que perdés de una especie que cumple roles ecosistémicos y que al mismo tiempo representa una bandera de lo que sucede en toda la fauna de la región. Estamos perdiendo nuestro patrimonio natural y las familias se ven obligadas a desplazarse a barrios marginales. En un mundo que se extingue, tener naturaleza es súper valioso. Necesitamos los bosques y poder producir sustentablemente. Lamentablemente el DNU del presidente Javier Milei y la ley que se envió al Congreso van contra esos principios.
-¿Qué establecen puntualmente las normas que van contra la conservación natural?
-Tanto el DNU como la ley que se envió al Congreso flexibilizan y anulan leyes que se han discutido durante años y son las herramientas que tenemos para cuidar la naturaleza. Tenemos tratados internacionales que marcan la necesidad de resolver nuestra forma de relacionarnos con el ambiente. Tanto esta especie, el quimilero, como el resto de la fauna, es muy importante preservarla.
Según un estudio que Camino publicó en 2022 en la revista Biodiversity and Conservation, si la pérdida de bosques persiste a la velocidad actual, el área para la especie desaparecería antes de 2051. Las zonas protegidas son muy pequeñas y distantes entre sí. No son suficientes para preservar a la especie a largo plazo. “Si no hacemos nada, la especie va a estar extinta en menos de 30 años”. Asi, el devenir del quimilero, por medio siglo considerado un fósil, es una incógnita con más sombras que luces.