“Escuché de todo”, dice. Y es cierto. Un marsureño, por citar un relato rocambolesco, le llegó a decir que el hotel estaba bajo el mar. En teoría, un tsunami feroz lo había hundido y solo hacía falta que bajara la marea para que se pudiera divisar la construcción, que incluso lucía en perfectas condiciones. Muchos otros vecinos añosos le aseguraban que, en realidad, el hotel nunca había existido, que se trataba de un cuento multiplicado por el boca o boca.
Pero a Laureano Clavero, documentalista argentino que reside en España, no le conformaba la teoría. Había crecido, en sus veranos en Mar del Sud, con la leyenda del hotel fantasma y estaba dispuesto a encontrarlo. Al menos a intentarlo.
Comenzó la búsqueda. Juntó la poca documentación que había disponible, fotografías en mala calidad y apariciones esporádicas en los periódicos de fines del siglo XIX, y coordinó entrevistas con los lugareños más ancianos. Los testimonios, reconoció pronto, eran muy dispares y, en algunos casos, disparatados.
A partir de los relatos, marcó en un mapa de Mar del Sud distintos puntos. Cada punto aludía a la supuesta ubicación, a donde los vecinos decían que habían visto el hotel. Después de días de entrevistas, miró con detenimiento el mapa: se dio cuenta de que los puntos iban de norte a sur, pero que la zona de mayor coincidencia estaba en la playa de El Remanso.
En su primera incursión, que se extendió durante un mes, no lo encontró. Se había llevado de España un detector de metales con la ilusión de ubicar clavos, tenedores, cucharas, algún material metálico que lo acercara al hotel, pero no hubo caso. Tiempo después comprendió que había rastreado un kilómetro alejado de la ubicación real.
En su segunda expedición ajustó la ubicación y recorrió los médanos durante horas. Eran cerca de las 2 de la tarde, un día de noviembre de 2010, cuando a unos 50 metros, vio brillar algunos cristales por el efecto del sol. Se acercó y reconoció que eran vidrios de ventanas que los propios lugareños habían roto décadas atrás para saquear los pocos objetos que habían quedado dentro del hotel.
“El Hotel Mar del Sud fue una leyenda que venía escuchando desde que era muy chico. Obviamente alimentó mi imaginario durante mucho tiempo. Cuando finalmente, y después de cuatro años, logré ubicarlo fue como un sueño hecho realidad”, dijo Clavero en diálogo con Infobae.
Desde el hallazgo, el documentalista se unió al arquitecto Pablo Grigera. Combinaron trabajo de campo y búsqueda de documentación en los diferentes archivos y museos del país. Con la investigación terminada, tras siete años de rastreo, escribieron el libro El Hotel Mar del Sud. Un misterio bajo la arena, de Ediciones Oblicuas.
Respecto al hotel aún persisten muchos interrogantes abiertos. Se sabe que se comenzó a construir alrededor de 1889 con materiales de baja calidad, pero no hay certezas sobre si fue terminado o quedó a medias. Se trataba de un edificio de dimensiones más bien austeras, con habitaciones pequeñas a un lado y otro del patio principal., cubiertas de chapa y colocadas sobre tirantes de madera.
Sus paredes fueron levantadas por ladrillos comunes que hoy, 130 años después, se pueden ver en las casas más cercanas. A mediados de la década del ‘30, los vecinos del pueblo aprovecharon el abandono del hotel para saquearlo, tomar los materiales y utilizarlos para montar sus viviendas. Según Grigera, las rejas, ventanas y ladrillos de las casas del pueblo no condicen con las construcciones de entonces.
La vigencia del hotel fue tan efímera que ni siquiera se sabe con seguridad si llegó a recibir huéspedes. Por noticias publicadas en diarios de la época, se cree que algunas familias pudieron haber veraneado en el hotel, que ofrecía una salida a la playa inmediata, aunque hay dudas respecto de la veracidad de esas informaciones. Para promocionar emprendimientos era habitual publicar noticias falsas y así atraer interesados.
“La causa de la desaparición del Hotel Mar del Sud no se debe solamente a un factor. Fue la suma de varias circunstancias”, explicó Clavero. “La primera y principal es su ubicación geográfica. El hotel se construyó sobre un terreno inestable, con importantes movimientos de dunas que arrastran toneladas de arena cada año. En ese momento, los médanos no estaban fijados como ahora mediante árboles y diferentes tipos de plantas. Esto provocaba que grandes cantidades de arena se trasladasen de un lado al otro. En medio de estos movimientos estaba el hotel que de alguna forma fue engullido por las arenas”.
La ubicación del hotel
El hotel lleva el nombre del pueblo, Mar del Sud, aunque en el lenguaje coloquial también es habitual llamarlo en su versión con la “r”, Mar del Sur. Es un pueblo pequeño ubicado en el partido bonaerense de General Alvarado, de solo 2.500 habitantes. Su ubicación precisa está entre el arroyo La Tigra y el arroyo La Carolina, a 17 km al sur de Miramar, una de las opciones preferidas por los veraneantes de la costa atlántica.
En uno de los tantos médanos que rodean la playa El Remanso, enterrado algunos metros, yacen los restos del Hotel Mar del Sud. Está al norte del arroyo La Carolina, en una duna que se mantiene intacta desde hace años pese a los vientos huracanados que azotan la zona. Su altura es de 3,20 metros respecto del terreno circundante.
La historia de Mar del Sud y su hotel fantasma
En mayo de 1888, una sociedad anónima integrada por cuatro hombres de dinero, el ingeniero Rómulo Otamendi, Rafael Herrera Vegas, Julio Goyena y Juan Bautista Otamendi, adquirió 565 hectáreas de terreno al suroeste de Miramar. El objetivo era fundar una pequeña urbe, un pueblo, aprovechando el éxito incipiente de Mar del Plata. Creían que se podía repetir la fórmula y ofrecer a las familias aristocráticas de la época una opción exclusiva de veraneo, con el mar a pocos metros.
Ya el ingeniero Otamendi había participado de la traza de Miramar y quería iniciar su propio camino. En primer lugar, convocó a Eugenio Moy, un agrimensor con el que ya había colaborado. Juntos diagramaron la nueva población, Mar del Sud, con los mismos criterios urbanísticos que habían desplegado en Miramar: dos avenidas trazadas en forma diagonal que nacen de la plaza principal del pueblo, que se compone de cuatro manzanas.
“El trazado de Moy, en el caso de Mar del Sud, utilizaba la totalidad de las tierras adquiridas conformando un gran emprendimiento de 544 manzanas. Para que el proyecto fuese posible era necesario, como primera medida, vender los lotes”, dice el informe titulado “El Hotel Fantasma de Mar del Sud, datos de un rescate arqueológico”, que estuvo a cargo del prestigioso arqueólogo Daniel Schávelzon y contó con los aportes de Grigera.
Había que vender los lotes y para ello se llevaron adelantes tres remates entre enero y febrero de 1889. Las dos primeras rondas resultaron exitosas y los emprendedores lograron colocar gran parte de los terrenos que estaban a la venta. Los beneficios ya habían cuadruplicado la inversión inicial de la sociedad anónima.
Detrás de la nueva urbanización había una promesa. Se suponía que el ferrocarril, que ya llegaba hasta Mar del Plata, se prolongaría y alcanzaría primero a Miramar y luego a Mar del Sud. Pasaron los años y la promesa se diluyó. El tren recién arribaría a Miramar en 1911. Los intentos para que Mar del Sud corriera la misma suerte fueron en vano. El tendido ferroviario nunca alcanzaría al pueblo.
“La historia habría sido diferente si el ferrocarril hubiera llegado a Mar del Sud. Tanto para Mar del Sud como quizás también para Mar del Plata o Miramar”, dijo Schávelzon en diálogo con Infobae. “El sitio fracasó porque los que le prometieron construir el ferrocarril hasta ahí fueron los mismos que financiaron Mar del Plata y les fallaron. Para mí fue un simple engaño, los estafaron, pero no puedo probarlo”, agregó.
La construcción del Hotel Mar del Sud a partir de 1889 había surgido con la esperanza de que la nueva ciudad se convertiría en un punto turístico de veraneo, pero todos los registros indican que su existencia, en el mejor de los casos, duró dos temporadas. La crisis de 1890 durante la presidencia de Miguel Juárez Celman aceleró la caída en desgracia del modesto hotel, al que también se le sumó una competencia imprevista: el Hotel Boulevard Atlántico, mucho más lujoso y ambicioso, que se montó a solo un kilómetro de distancia, del otro lado del arroyo La Carolina.
“La construcción casi simultánea de otro hotel más grande un kilómetro al sur del Hotel Mar del Sud terminó de hundir el proyecto. El Hotel Boulevard Atlántico, cuyo edificio aún perdura, resultó ser una competencia importante ya que tenía una magnitud mayor (contaba con casi 100 habitaciones) y estaba construido en un terreno más propicio”, explicó Clavero.
Como casi siempre, el resultado -aquí el fracaso estrepitoso- de un proyecto se debe a una combinación de factores. El Hotel Mar del Sud fue un intento fallido primero por la zona donde se construyó. Quisieron ubicar a los veraneantes lo más cerca posible del mar, pero se olvidaron que esa zona de médanos implicaba un peligro permanente. Luego, la crisis nacional alejó capitales y derrumbó las expectativas. Por último, la competencia del Boulevard Atlántico, un sitio sin dudas más atractivo para las familias adineradas que gozaban de vacaciones en la costa, fue el golpe final. Con todo, los dueños abandonaron el hotel y la arena, con el correr de los años, lo convirtió en leyenda urbana.
Un tesoro arqueológico
Unos años después del descubrimiento, Daniel Schávelzon, una de las referencias máximas de la arqueología argentina, se sumó a la investigación. Se acercó hasta el médano que todavía tapa los restos del hotel, en la playa de El Remanso, y aportó nuevos datos.
“El hallazgo fue muy interesante, ¡un hotel enterrado! Es un sitio cargado de historias que vale la pena estudiar”, señaló. “Es significativo porque ubicar el cementerio local, donde la única construcción importante llegó a ser esta, permitiría encontrar a los llamados “pampistas”, 16 niños muertos de la primera colonia judía en el país, llegados desde Rusia y olvidados para siempre”, recordó.
A día de hoy, la autoría del hotel no está del todo clara. Es uno de los tantos interrogantes. Grigera se lo atribuyó, como principal hipótesis, al arquitecto Juan Antonio Buschiazzo, que estuvo a cargo del edificio del Rectorado de la Universidad de La Plata, ya que ambas construcciones guardan semejanzas. Schávelzon tampoco descarta al mismo ingeniero Otamendi, principal responsable del emprendimiento y además socio mayoritario del proyecto.
En su paper, el arqueólogo cita a Pedro Bovet, un marsureño que ya en 1911 veía con sus propios ojos la decadencia que fustigaba al hotel: “Agoniza semienterrado otro edificio destinado a hotel. Las arenas ya entran por las ventanas y salen por las puertas; las habitaciones son sótanos, el edificio se encorva y sucumbe. Quise interrogar abrumado por mi soledad, el guardián no estaba. Sin duda esa desolación le pesaba también”, escribió el vecino.
Se trata de uno de los pocos registros de la existencia del hotel, que con el tiempo se desdibujó en la memoria colectiva. Schávelzon advirtió, por fotos de entonces, que ya a principios de siglo XX la gente entraba y trepaba sus muros, incluso encontró un boquete en la pared y una excavación en la arena para ingresar. El objetivo era saquear ladrillos y restos olvidados del hotel.
En su expedición, el especialista descubrió que el edificio tiene dos “operaciones constructivas”, que la segunda se hizo demoliendo sectores para colocar pisos más amplios que pasaban por encima de los cimientos y pisos anteriores. “Llama la atención la baja presencia de objetos materiales, lo que habla de un muy bajo uso del hotel o de una meticulosa limpieza, y por ende de área o pozos de basura en los alrededores. La arena que cubre todo, pese a ser evidencia de un siglo de historia, no tiene más que algún mínimo fragmento de ladrillo”, describió.
No todo fue desmantelado en su momento. De hecho, se mantiene el misterio sobre lo que se guarda en el sótano del edificio. Las construcciones de la época, como el Hotel Boulevard Atlántico, tienen sótano. “Una de las cosas que me desvela es qué guardará ese sótano que hoy se encuentra enterrado en la arena. El yacimiento de los médanos muestra que el hotel está colapsado, que la arena se apoyó en los muros y los derrumbó. Pero al sótano nadie llegó”, mencionó Clavero.
El documentalista cita a Albert Einstein, que decía que primero había que imaginar y después probar. En su caso, corrige, es soñar y después excavar. Con total seguridad, dice que allí hay raciones para alimentar a los huéspedes, herramientas, material sobrante. “Imaginar un poco más sería delirar, pero se sabe que muchos nazis se instalaron en la zona de Mar del Sud. Quizás en la segunda etapa de construcción allí se guardaron restos de enorme valor histórico”, apuntó.
Clavero piensa que no es ninguna locura emprender una excavación profunda en la zona. “Cosas más grandes se han desenterrado en este mundo”, dice. “Sería interesante realizar una excavación arqueológica rigurosa para poder desenterrar de una vez por todas todos los misterios que esconde el Hotel Mar del Sud, cubiertos por toneladas de arena. Para esto se necesitan medios, la implicación de las autoridades gubernamentales y, como en mi caso, voluntad y perseverancia. Sin estas dos últimas nunca hubiera encontrado el Hotel Mar del Sud”.
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