La celebre autora neozelandesa hoy conocida como Anne Perry ( “Los crímenes de Cater Street”, “Muerte de un extraño”, “Un crimen en Buckingham Palace”, “Sepulcros blanqueados”) originalmente se llamaba Juliet Marion Hulme, y era inseparable de su amiga y vecina Pauline Parker, a tal extremo llegó su amistad que decidieron matar a la madre de Pauline, Honora Rieper.
El brutal asesinato cometido en los años cincuenta por la pareja de adolescentes que se consideraban las mejores amigas terminó por separarlas de por vida.
Todo inició la tarde del 22 de junio de 1954, cuando Juliet y Pauline invitaron Honore Parker, madre de Pauline, a realizar un picnic en el parque Victoria, en la ciudad de Christchurch; se alejaron y, al ver que no había gente que pudiera verlas, Pauline sacó un ladrillo que guardaba en una media y golpeó a su madre.
Pensaba que con un solo golpe iba a ser suficiente para quitarle la vida a su progenitora, pero, al ver que solo la había dejado inconsciente, la golpeó un total de 45 veces en la cabeza. Con cada golpe, Honora suplicaba y lloraba por su vida; sin embargo, esto no detuvo a las dos amigas: Juliet sujetaba los brazos de la madre, mientras su hija seguía golpeando.
En su diario, Pauline escribió que habían pedido apoyo a las personas, contándoles una historia distinta a lo que había ocurrido: “Por favor, ayuda. Mi madre se ha caído, se ha golpeado la cabeza con una roca y está cubierta de sangre. Creo que está muerta”, gritaba la joven a los transeuntes.
En un primer instante, la Policía les dio crédito y trataron de ayudarlas, pero posteriormente notaron que muchas cosas no coincidían, por lo cual pidieron que las dos amigas fueran a declarar. En el primer interrogatorio, Pauline confesó.
De igual forma, su diario tenía muchos elementos incriminatorios que sirvieron para que las dos jóvenes fueran culpadas del asesinato de Honora.
El 28 de abril de 1954 escribió: “La rabia contra mi madre hierve dentro mío. Es ella el mayor obstáculo en mi camino”, evidenciando que pensó que, al matar a su madre, tendría libertad. “Lo tenemos estudiado cuidadosamente y temblamos ante la idea. Como es natural, nos sentimos un poquito nerviosas. Pero el placer de los preparativos es muy grande”.
Algunos creen que el motivo de la ira de la joven Juliet, que la llevó a cometer este horrible homicidio, fue el divorcio de los padres de Juliet, tras el cual la señora Hulme decidió irse con un cliente, llamado Walter Perry, mientras su padre, el profesor Hulme, dejó su puesto en la Universidad de Canterbury, donde llegó a ser rector, y preparó su regreso a Londres.
Ya había planes para que Juliet se fuera con su tía a Sudáfrica; Pauline, al saber esto, se negó a quedarse sin su amiga y le comentó a su mamá que quería irse con ella, a lo que la señora Hume se negó. Tres días después de esta discusión con su hija, Honora yacía muerta en Victoria Park.
El 21 de junio de 1954 horas antes de matar a su madre, Pauline se desahogó en su diario: “Me siento tan ilusionada como cuando uno prepara una fiesta sorpresa. Mi madre ha destruido toda la belleza, y el feliz acontecimiento se producirá mañana por la tarde. La próxima vez que escriba en el diario, madre estará muerta. ¡Qué extraño sentimiento de placer!”.
El 29 de agosto de 1954, después de haber hablado con psiquiatras y dar su testimonio ante las autoridades, las dos jovencitas fueron declaradas culpables; se salvaron de ser colgadas, que en esa época era el castigo de las leyes neozelandesas, pero fueron retenidas en un centro. También se les prohibió estar cerca, ni siquiera escribirse, cada una fue enviada a una cárcel distinta y, cinco años después, salieron sin volverse a comunicar.
La primera en salir fue Juliet, que se reencontró con su familia y se fue al pueblo de su madre, donde se puso el apellido de su padrastro y se hizo llamar Anne Perry; ahora es una escritora de novelas negras e historias de detectives con mucho éxito.
Pauline también se cambió el nombre, a Hilary Nathan, y se fue a vivir a Gran Bretaña; la biblioteca del pueblo donde vive indica que es una lectora voraz.
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