“Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo.” Esta icónica frase marcó el inicio de un reto monumental: adaptar la obra maestra de Gabriel García Márquez a una serie de Netflix. Más que una simple producción, fue un acto de re-creación que implicó retos únicos: capturar un siglo de historia en un mismo relato audiovisual y dar vida al realismo mágico, esa poética manera de entender lo inefable.
Laura Mora, directora de la serie, describe el realismo mágico como “una lectura poética de nuestra cotidianidad, una manera de soportar con belleza nuestras propias tragedias”, en un comunicado emitido por Netflix. Para Mora y el equipo, esta adaptación no solo debía ser fiel al espíritu de la novela, sino también representar a Colombia ante el mundo.
Un equipo al nivel del reto
El trabajo comenzó con el guionista José Rivera (Diarios de motocicleta), quien sentó las bases antes de pasar la batuta a tres guionistas colombianos: Natalia Santa (Frontera verde), Camila Brugés (Diez mujeres) y Albatros González (Tiempo final). Juntos, estructuraron un guion que abordara los desafíos de la narrativa circular de la novela.
“El primer encuentro nos lo gastamos hablando de física cuántica, la circularidad del tiempo y las dimensiones”, comenta Brugés, aludiendo a la necesidad de ordenar una obra sin un marco cronológico explícito. Para ello, se tomaron eventos históricos como la Guerra de los Mil Días y la masacre de las bananeras como anclas temporales.
Macondo cobra vida
La producción también demandó un esfuerzo titánico en diseño y ambientación. Desde la arquitectura de Macondo hasta los detalles más pequeños del vestuario, cada elemento debía evocar la época y atmósfera de la novela. Esta labor fue acompañada por una simbiosis entre guionistas y directores, quienes trabajaron juntos para garantizar que la escritura tuviera un sentido visual y que los escenarios reflejaran la esencia de la obra.
Natalia Santa, una de las guionistas principales, subraya que el objetivo era “resaltar la complejidad de Colombia, la violencia, la psique familiar, las maldiciones, las historias repetidas”. Para Santa, el realismo mágico es una forma de “atravesar la dureza de nuestra realidad haciéndonos los locos”.
La importancia del narrador
Otro aspecto clave fue mantener la voz narrativa que caracteriza a Cien años de soledad. A través de Aureliano Babilonia, el narrador omnipresente, la serie introduce reflexiones poéticas que enriquecen la trama sin revelar el desenlace. María Camila Arias, consultora de guion, señala: “El narrador va adonde las imágenes no pueden ir, pero la literatura sí.”
Este narrador, cálido y melódico, une los fragmentos del relato y rescata las palabras originales de García Márquez, añadiendo un toque de autenticidad literaria al producto audiovisual.
Un homenaje global
La serie de Netflix es mucho más que una adaptación; es un homenaje a la obra cumbre de la literatura latinoamericana. En cada capítulo, se entrelazan las historias de los Buendía con la del pueblo de Macondo, reflejando las tensiones y esperanzas de una región marcada por su pasado.
A través de una narrativa visual cuidadosamente diseñada y actuaciones profundamente emotivas, esta adaptación busca llevar la magia de Cien años de soledad a nuevas generaciones, al tiempo que honra la riqueza cultural de Colombia.