Para J.A. Bayona, la historia de la Tragedia de los Andes no había sido contada del todo. Todavía existían vacíos por llenar, perspectivas ignoradas en el registro cinematográfico, y personajes a quienes había que darles voz.
“Muchas veces se dice que los sobrevivientes son los héroes, pero los héroes también son aquellos que no volvieron, los que dieron su vida por los sobrevivientes”, explica Juan Caruso, uno de los actores que participó en La sociedad de la nieve, la película que visita otra vez este duro episodio en la memoria latinoamericana. El filme se estrenó en Netflix este 4 de enero, y previamente también fue exhibida en salas tradicionales. Los elogios son interminables por el apartado técnico y la forma en que consigue involucrar al espectador en esta epopeya de amistad y resiliencia.
La autenticidad del largometraje, uno de sus múltiples méritos, fue resultado de un arduo trabajo de investigación; desde las imágenes y locaciones, hasta la recolección de testimonios, experiencias y encuentros con los supervivientes. La mayoría de talentos que se convirtieron en pasajeros del avión siniestrado en 1972 eran debutantes, para quienes esta experiencia fue sumamente formativa.
Un encuentro con la realidad
Juan (o Juani) Caruso tenía 22 años cuando comenzó su travesía como miembro del equipo que él describe como familia y como una sociedad en sí misma. Él interpreta a Álvaro Mangino, uno de los estudiantes que logró salir con vida de la cordillera. En diálogo con Infobae, el actor recuerda cómo fue conocer en persona al hombre a quien representa en la ficción. “Personalmente para Álvaro, es la primera vez que se cuenta su historia. Súper contento, porque no imaginaba que iban a pensar en él. Se abrió completamente conmigo”.
Al momento del accidente, Mangino se rompió la pierna y es Roberto Canessa quien se la acomodó. Pero en todo el trajín de la montaña, los 72 días, le tocaba arrastrarse para desplazarse. Cuando Juan visitó a Álvaro en su casa, él trajo sus recuerdos de forma física ante el actor. “Y estaba arrastrándose en un almohadón y decía: ‘mirá, mirá así, Juani. Así yo me arrastraba’. Y practicábamos juntos cómo tenía que arrastrarme. Y esos son momentos que me llevo para siempre”.
También conoció la fuerza de la relación de Álvaro con su novia (y ahora, esposa) Margarita. Antes de viajar, ambos habían intercambiado medallitas de cruz y el estudiante se aferraba a ese objeto que simbolizaba al amor de su vida. “Él hablaba todas las noches con Margarita a través de la crucecita que tenía y ella, en Montevideo, tenía mucha fe y estaba muy segura de que Álvaro estaba vivo”. Juani llevó ese gesto a la película, y en la escena del rescate se ve a su personaje besando la medallita y nombrando a su amada. “Ella era como su respaldo y su fe”.
Travesía física y emocional
El proceso de grabar en la montaña y los sets en Sierra Nevada llevó a que todos se involucraran física y emocionalmente con el relato. Respecto al peso, Juani llegó hasta 78 kilos y luego bajó 17 hasta culminar con 61. “Todas las semanas, los viernes, nos hacían un control. Nos pesaban, para ver si estábamos bien de salud”, recuerda. Fueron cambios paulatinos, pero hacia el final del rodaje se tuvo que acelerar un poco más para demostrar el desgaste. “Me levantaba a las 5 y corría en la cinta para poder quemar. Era bastante sufrimiento, pero al mismo tiempo era bueno, era una aventura”.
Como primerizos en un set de estas dimensiones, y con la tremenda responsabilidad que cargaba la película, trabajar con J.A. Bayona fue una clase magistral sui géneris para el reparto. “El quería que sea todo muy realista y que se generen cosas orgánicas y humanas”, resalta Caruso.
Y luego de tener toda la información sobre la mesa, daba libertad para que los actores pongan ideas propias. “Y estábamos un día improvisando la escena de la montaña, y cada uno con su parte. Y había tres cámaras que iban buscando caras, situaciones humanas, genuinas para que se vean. Y eso es increíble para un actor”. Además, el cineasta transmitió compromiso porque “tiene un gran amor y respeto profundo por los sobrevivientes y la historia”.
La amistad en la cordillera
Imposible pasar meses juntos, en frío y horas de rodaje intensas, sin generar vínculos. “Nosotros llegamos a un punto de conocernos y de querernos con los chicos que no había generado antes con ninguno amigo”, menciona el bonaerense de 24 años. El momento que más recuerda son los días posteriores a grabar el alud, momento en que fallecen ocho personas y esos actores deben volver a su país.
“Y yo era muy apegado a Coco y Diego, que son los que hacen Blas Polidori y Felipe Ramusio. Y el día que se fueron, lloré tres días”, cuenta ahora como anécdota. “Los había conocido hace tres o cuatro meses, pero los lloré tres días seguidos. Estaba re triste, porque como que sentía la pérdida. Ahora me muero de la risa porque es súper dramático, pero fue durísimo en ese momento”.
La gran obra de Bayona y su equipo lleva como núcleo el sacrificio y la memoria mientras narra cómo los sobrevivientes colaboraban entre ellos para una meta común. Y además resalta el rol de aquellos amigos y familiares que no lograron regresar a casa. La temática tan humana de este relato deja huella en los espectadores, y más aún en el equipo que se acercó un poco más a esa experiencia para trasladarla a la pantalla.
“Yo aprendí mucho allá en la montaña, a querer muchísimo más a mi familia. En ese momento no sabía lo que era estar lejos de casa, no sabía lo que era poder hablar con mis papás por mucho tiempo. Estuve ocho meses sin verlos y ahí fue cuando me hizo un click en la cabeza. Eso le habrá pasado también a los supervivientes que extrañaron su casa tanto por primera vez en su vida, les cambió la cabeza. Extrañaba mi casa, extrañaba mi familia, extrañaba mi pueblo. Es lo que más me llevo de todo esto”.
La sociedad de la nieve, candidata preliminar en lista corta a los Oscar como Mejor película extranjera, está disponible en Netflix.