Pollitos en fuga (Chicken Run, 2000) es un clásico del cine de animación stop motion; es decir, animación cuadro a cuadro. Su fantástico éxito de público y crítica fue uno de los grandes logros de Aardman Studios, el estudio de animación británico creador de Wallace y Gromit. Pollitos en fuga: el origen de los Nuggets (Chicken Run: Dawn of the Nugget) es la esperada secuela creada por el mismo estudio y estrenada en Netflix.
Ya libres, Ginger y Rocky, los protagonistas del primer film, han formado una familia y tienen una pequeña hija llamada Molly. Viven en un santuario donde nada les falta. Pero cuando Molly entra en la adolescencia, se lanza junto a una amiga a explorar el mundo y, en su inocencia, creen que una camioneta ploteada con gallinas felices es la promesa de un paraíso para ellas. Cuando llegan a un inquietante y gigantesco complejo, primero creen que puede ser un error, pero una vez dentro, todo parece ser verdaderamente genial. Lamentablemente, un plan siniestro se esconde detrás de esa supuesta felicidad. Los Nuggets que aparecen en el título son la respuesta. Ahora, Ginger, Rocky y toda la pandilla deberán entrar en la guarida de los villanos para rescatar a su hija y a la amiga antes de que sea demasiado tarde.
Pollitos en fuga era una hermosa comedia de acción hecha con una bellísima animación. Todos sus personajes eran fantásticos y, a su manera, recreaba el mundo de las películas de campos de prisioneros como Infierno 17 (Stalag 17, 1953), El puente sobre el Río Kwai (The Bridge on the River Kwai, 1957) y El gran escape (The Great Escape, 1963). La idea era una fuga imposible de las garras de los granjeros Melisha y Willard Tweedy, quienes buscaban transformar la granja en una fábrica de pasteles de pollo con el fin de ganar mucho más dinero. La valiente e inteligente Ginger, el osado pero no muy racional Rocky, las gallinas que se suman al plan y Fowler, el veterano de guerra que siempre habla de la Royal Air Force, formaban el equipo de la fuga.
En esta secuela, esa recreación de los films de la Segunda Guerra Mundial ya no está y el homenaje y a la vez parodia es el mundo de las películas de James Bond y, por extensión, de Misión imposible y sus derivaciones. No hay que escapar de un campo de prisioneros sino que hay que infiltrarse en el cuartel de la villana, que una vez más es Melisha, ahora con un plan mucho más ambicioso y tecnologizado: crear Nuggets como base de una nueva forma de alimentación, la comida rápida. Justamente, todas las referencias remiten al inicio de esa comida, nacida en la década del 50 y cuya fama fue creciendo en los años posteriores. Este título no es apto para los fans de esta clase de productos y, aunque no hay nada terrible en la trama, los más sensibles confirmarán su negativa a comer Nuggets.
Con respecto a la calidad de la película, por suerte, todo está en orden. El mismo humor absurdo de la entrega anterior y grandes gags aseguran una fórmula probada que vuelve a triunfar. No sorprende tanto como el original, pero confirma sus virtudes. Lamentablemente, las voces principales no se repiten en la versión original. Mel Gibson ha sido reemplazado por Zachary Levi para la voz de Rocky Rhodes. Gibson ha sido cancelado por gran parte de la industria debido a sus declaraciones y escándalos públicos. Julia Sawalha es reemplazada por Thandie Newton para la voz de Ginger Rhodes. No por cancelación, sino porque han pasado 23 años y los productores creen que Julia tiene una voz mucho mayor que la del personaje.
Por un lado, tienen ideas progresistas y, por el otro, discriminan a alguien por su edad. Rarezas de la industria que quien vea el largometraje en castellano ni notará. Más allá de eso, vale la pena y es completamente recomendable. Disponible en Netflix.