El anime, es decir la animación japonesa, es un universo tan gigantesco que no hay manera de abarcarlo si un espectador no se dedica exclusivamente a eso durante toda su vida. La cartelera de los cines en Japón tiene un porcentaje enorme de películas anime de todos los géneros y las series han logrado volverse fenómenos de culto a nivel mundial. Pero tanto las películas como las series famosas son apenas una muestra de todo lo que el anime tiene para ofrecer. Tan grande es este mundo que supera incluso las fronteras de su país de origen y se mueve hoy por fronteras difusas con productos como Samurái de ojos azules (Blue Eye Samurai), la espectacular serie estrenada en Netflix.
Esta producción norteamericana es la confirmación de cómo las fronteras del anime se han ido moviendo y seguirán haciéndolo, como en su momento pasó con el western nacido en Estados Unidos y luego extendido al resto del mundo. Samurái de ojos azules pertenece al anime llamado Seinen, es decir, aquel hecho para público adulto. Y dentro de ese grupo, es un clásico jidaigeki, es decir, un drama de época. Es un relato de época hecho para adultos o un relato para adultos que transcurre en el pasado, en ambos códigos la serie se siente a gusto.
Como todo buen jidaigeki, la ficción transcurre en el período Edo de Japón. La historia coincide con los años de aislamiento de Japón y el cierre casi total de sus fronteras, viendo a los extranjeros como una amenaza permanente. La protagonista es Mizu, una joven que domina a la perfección el arte de la espada y cuyo gran objetivo es la venganza. Mizu busca matar a cuatro hombres europeos presentes en Japón cuando ella nació y que violaron a su madre. Uno de ellos es, además, el padre de Mizu, que es mitad europea, mitad japonesa. Para poder cumplir su misión Mizu no solo debe esconder su condición de mujer, sino también de mestiza, lo que la convierte en una persona que está rompiendo dos reglas fundamentales de aquellos años. Mientras tanto, la princesa Akemi, la única hija de Lord Daiichi Tokunobu, intenta convencer a su padre para que apruebe su matrimonio con Taigen, un joven y consumado samurái de origen humilde. Esa es otra historia que crecerá a lo largo de los episodios.
La tarea quijotesca de Mizu incluye a un joven cocinero, Ringo, que le ruega lo lleve como aprendiz y termina convirtiéndose en su Sancho Panza versión japonesa. La aventura de los personajes centrales es una combinación de relatos de caballería, historias de samuráis, westerns y todo tipo de narrativa de aventuras, una perfecta continuidad entre drama y acción que no para de sorprender, con algunos capítulos como el cinco y el seis, que muestran las posibilidades ilimitadas de un producto que entiende todos los códigos de género y se siente a gusto jugando con un perfecto clasicismo mezclado con algunos toques de modernidad.
La historia de una mujer disfrazada de hombre es tan antigua como el cine mismo. Desde la osada versión de Hamlet que protagonizó Asta Nielsen en la cual el príncipe de Dinamarca era una mujer hasta ejemplos más recientes como el western La balada de Little Jo (1993) de Maggie Greenwald o todas las adaptaciones de Mulan hechas en oriente y occidente, el tema aparece una y otra vez. A veces a modo de comedia, a veces como un recurso inevitable para las mujeres que quieren sobrevivir en un mundo de hombres. Otros ejemplos son Yentl (1983), Vidalita (1948), Albert Nobbs (2011) y no hay casi ningún país donde este recurso no haya existido. Aquí está plenamente justificado y es una parte fundamental de todo el sentido de la historia, además de aportar una enorme cantidad de drama y suspenso.
Aunque transcurre en Japón y es una serie de animación, no estamos aquí frente a un anime en estado puro. Hablada en inglés y con elementos occidentales en la forma, Samurái de ojos azules rompe con algunos elementos estéticos, empezando por la idea más tridimensional en las animaciones que renuncia al estilo intencionalmente limitado en los movimientos que suelen tener los anime en general. Los puristas claramente la verán como un producto diferente al estilo más tradicional del género, pero eso no afectará en nada a los demás espectadores. De hecho que sea una producción de anime impura es casi un juego con la protagonista, que es vista justamente como un monstruo, como un error en el sistema, como algo que rompe las reglas y la pureza de un universo cerrado sobre sí mismo.
Aunque el anime es un universo hoy prácticamente inabarcable, la era del streaming le ha permitido llegar a mucha más gente y volver más masivo un número enorme de productos. Algunos, como este, hechos específicamente para este formato. Para quienes han disfrutado de las películas de samuráis desde Akira Kurosawa hasta el presente y para quienes amen el western clásico, el revisionista y el spaghetti western, aquí van a poder apreciar una nueva capa a esas interacciones entre los géneros de Japón y Estados Unidos, ya fusionados también en exponentes europeos. Sergio Leone, Quentin Tarantino, el cine de samuráis, el teatro kabuki, las películas de geishas y todo el imaginario de los largometrajes del oeste norteamericano en una obra que está llamada a ser un clásico contemporáneo.