Dos estudiantes de último año de preparatoria buscan perder su virginidad. ¿El problema? No solo es que sus objetivos son las dos porristas más populares y superficiales del instituto, sino que son “feas, sin talento y lesbianas”. O bueno, al menos así las describe la propia producción de El club de las peleadoras (Bottoms), la nueva película que acaba de ingresar al catálogo de Prime Video. Regresando a las absurdas y satíricas comedias adolescentes de finales de los años 90 como American Pie o But I’m a Cheerleader, esta rara propuesta protagonizada por Rachel Sennott (Shiva Baby) y Ayo Edebiri (El oso) destaca por su humor queer y enfoque centennial, que aunque parezcan términos muy contemporáneos —o ininteligibles—, conquistó a la crítica especializada con un 90% de aprobación en Rotten Tomatoes.
La trama gira en torno de las desadaptadas PJ (Sennott) y Josie (Edebiri), quienes en su intento por vivir sus experiencias sexuales y ganar popularidad, crean un club de lucha para mujeres bajo la fachada de “empoderamiento femenino”. Sin una mínima idea de como atestar un golpe, se hacen responsables del entrenamiento de un grupo de jóvenes que encuentra placer y adrenalina en la confrontación física. Sin darse cuenta, el círculo se convierte en un símbolo de resistencia contra los estereotipos y prejuicios; y al ser sus fundadoras, ellas han alcanzado la gloria. Lastimosamente, ese es tan solo el comienzo.
Los actos razonables o el uso de la lógica no forma parte del guion, en cambio, la historia transita por los extremos de las emociones propias de los adolescentes, desencadenando eventos tan cómicos como reveladores. Su tratamiento de las figuras masculinas bordean lo ridículo, desde el aspecto más positivo de la palabra. Su máxima representación recae en el personaje interpretado por Nicholas Galitzine (Rojo, blanco y sangre azul), un capitán de fútbol americano que se asemejaría a una versión homofóbica y ególatra —si aún se puede— del Ken de Ryan Gosling.
Una versión LGBT de “El club de la pelea”
Dirigida por Emma Seligman y coescrita con Sennott, el largometraje, promocionado como El club de la pelea lésbico, intercala también el drama y crítica social, explorando tópicos como la identidad y amistad. Una idea brillante si consideramos que el título clásico de David Fincher fue concebido originalmente como una parodia a la masculinidad tóxica.
Con una clasificación R por su contenido de violencia y lenguaje explícito, Bottoms se ha convertido ya en filme de culto LGBT+ que mantiene clamando a parte de la crítica por el regreso de proyectos que puedan reírse de sí mismos y aportar una cuota de ligereza ingeniosa en taquilla, la cual este año se propuso mantenernos hasta más de tres horas en las butacas con Oppenheimer, Los asesinos de la luna de las flores y más recientemente, Los juegos del hambre: balada de pájaros cantores y serpientes.
De tan solo una hora con 30 minutos de duración, esta nueva inclusión en Prime Video enseña que, a veces, también vale la pena apostar por propuestas descabelladas.