En Estados Unidos un famoso actor llamado Charles Laughton dirigió en 1950 La noche del cazador (Night of the Hunter) y con un solo trabajo como realizador para cine quedó para siempre en la historia. A veces pasan esas cosas, casos en los cuales los planetas se alinean y en un intento queda una huella imborrable. Fabián Bielinsky fue una estrella fugaz que tuvo el cine argentino, la más grande de las promesas que tuvo el cambio de siglo. En su caso no fue una película, sino dos. Este director dirigió dos obras maestras opuestas entre sí, lo que demostró que estábamos frente a uno de esos genios que aparecen de tanto en tanto. Murió muy joven, pero su obra queda. En el año 2000 dirigió Nueve reinas y en el año 2005 El aura. En ambos casos contó con la imprescindible colaboración del gran Ricardo Darín.
Nueve reinas era una feliz, luminosa, y a la vez el retrato descarnado de un país lleno de trampas, estafas e inestabilidad. Un poco de justicia poética beneficiaba a los héroes dentro de un panorama que a pesar de ser divertido, encerraba una mirada lúcida del entorno. La gente la amó, explotó en la taquilla, se estrenó en muchos países del mundo y hasta tuvo una remake norteamericana. Era una producción fácil de querer, de lo más divertido, dinámico y bien actuado que el cine argentino había ofrecido en años. Su director guionista era Bielinsky y su protagonista, Darín, iniciaría allí un esplendor de estrella número de Argentina que llega hasta el presente. Todo bajo control, todos triunfantes. Lo que cualquiera hubiera hecho es repetir la fórmula, pero Bielinsky no era esa clase de director y Darín lo acompañó en una arriesgada apuesta llamada El aura.
Si Nueve reinas era un largometraje sobre el control, sobre los planes perfectos y las trampas sin fisuras, este trata justamente sobre la incertidumbre, las cosas fuera de control, el riesgo de lo imponderable. La película abre con un hombre tirado en el piso de un cajero automático. Aunque lo primero que se piensa es que está herido, en realidad ha sufrido un ataque de epilepsia y por supuesto no es el primero. Su nombre es Esteban Espinoza (Ricardo Darín) y es taxidermista o embalsamador y lo veremos hacer su trabajo con un zorro. El trabajo meticuloso, silencioso y solitario del protagonista es clave en la trama. Es uno de esos personajes de pocas palabras y gestos, pero que observa el mundo. Es todo lo contrario al protagonista de Nueve reinas. Espinoza es un observador silencioso que tiene una obsesión con los ojos. Los animales disecados con los que trabaja se definen por los ojos y él vive mirando todo, con una memoria fotográfica que le permitirá iniciar un plan para un asalto sofisticado en el cual ha quedado involucrado. Separado de su mujer, acepta viajar a la Patagonia y queda metido dentro de una trama criminal. Lo que parece una serie de desafortunadas casualidades, resulta al mismo tiempo una sofisticada telaraña donde no se sabe si Espinoza es víctima o victimario. La acción principal transcurre en el sur argentino, en un paisaje opuesto a la Ciudad de Buenos Aires de Nueve reinas. El paisaje marca el tono y la lógica del relato.
El aura es un título lúgubre, rigurosamente tenebroso y siniestro. Quien busque una secuela de Nueve reinas sólo encontrará la habilidad narrativa y la perfección técnica de dicho film, pero nada más. Hasta Darín parece otro, mérito del actor y el director. Se podría decir que Bielinsky elevó la exigencia técnica del cine argentino y lo llevó al siguiente nivel. De ahí en adelante no se pudo retroceder en lo que a calidad formal se refiere. Nada de la trama debe ser contado, porque en todos los aspectos es sorprendente. Es un enorme policial y a la vez una reflexión sobre el lenguaje visual, sobre el cine, sobre aprender a ver para comprender el mundo. La potencia narrativa es más importante que la verosimilitud: construye sus propias reglas y posee su propia lógica. Sus temas van más allá de la anécdota policial.
Esteban sufre ataques de epilepsia. Cuando el ataque es inminente, cuando no se puede evitar, surge un universo de placer, de no tener que elegir, de estar liberado de cualquier decisión a tomar. “El aura” a la que se refiere viene de ese momento que él considera de absoluta libertad. El resto del tiempo el personaje parece ser arrastrado por los acontecimientos, no decide nada, las cosas le ocurren, le pasan por encima y él -como un verdadero espectador- sólo observa. Pero aunque es pasivo, encierra un costado que ha reprimido y reprime en extremo. Un lado oscuro, su parte animal. Es el único personaje que no ejerce violencia, mientras que es notable la manera con la que el film logra mostrar a por lo menos cuatro personajes de hombres golpeadores. Esteban tolera sin casi decir palabra la violencia de los demás. No responde, observa, pero algo va creciendo en él. Espinoza no es un héroe clásico, ese que más tarde o más temprano toma el control total de las acciones. Aquí no, él solo ocupa los casilleros libres que el mundo le va dejando. Hasta la arquetípica liberación de la dama en desgracia no es tal aquí. Toda la película es inquietante y a la vez atrapante en su trama.
El aura fue un gran éxito de taquilla debido a estar realizada por la dupla de Nueve reinas pero su popularidad fue proporcionalmente menor. Cuando un cineasta tiene el favor del público, no hay nada más noble que arriesgarse y llevar a la gente a un desafío nuevo. Tiene una intencional inestabilidad. Los personajes, las situaciones y el comportamiento del protagonista no son tranquilizadores. La estructura dramática clásica del aprendizaje y el cambio no parece aplicarse aquí. Pero en eso el film también es brillante. El final deja grandes interrogantes y cierra con un plano ambiguo y significativo. En los detalles está la maestría de El aura y al terminar lo podemos comprobar. Con tan sólo dos películas, Fabián Bielinsky (1959-2006) ha quedado definitivamente instalado en la historia del cine argentino. Nueve reinas y El aura son dos clásicos. El tiempo no ha hecho más que mejorar ambos títulos.
El aura está disponible para ver en la plataforma Netflix.