Más de ochenta semanas en la lista de los libros más leídos de The New York Times y el Premio Pulitzer al mejor libro de ficción colocaron a La luz que no puedes ver (All The Light We Cannot See, 2014) de Anthony Doerr como una verdadera tentación para ser llevada a la pantalla grande o a la pantalla chica. No pasó tanto tiempo y Netflix estrenó esta miniserie donde se destaca la presencia de Hugh Laurie (Dr. House) y Mark Ruffalo (Hulk en el UCM). La música de James Newton Howard y la dirección de Shawn Levy muestran que la apuesta es alta y ambiciosa.
La historia transcurre en 1944 principalmente, con flashbacks desde una década atrás hasta llegar a ese presente, es decir, el final de la Segunda Guerra Mundial en Europa, en particular en el pueblo de Saint-Malo, Francia. Hay dos personajes centrales en La luz que no puedes ver. Una joven francesa ciega, Marie-Laure (Aria Mia Loberti, también legalmente ciega en la vida real) y Werner Pfenning (Louis Hofmann, uno de los actores de Dark) un joven soldado alemán reclutado a la fuerza por el régimen de Hitler para rastrear emisiones de radio ilegales. Ambos son brillantes y ninguno está a favor de la guerra. Antes de que estallara el conflicto ambos tenían algo en común, escuchaban en sus radios la emisión de un profesor con sus sabias reflexiones sobre el mundo. Aunque la realidad los pone en bandos opuestos, ambos mantienen, sin saberlo todavía, esa conexión. El destino de ambos parece estar a punto de cruzarse pero dentro del marco de los peligros de una Francia ocupada por los nazis.
La joven ciega usa su radio para transmitir mensajes en clave a los aliados, leyendo páginas de 20.000 leguas de viaje submarino de Jules Verne. Qué parte debe leer es algo que le encarga su tío abuelo Etienne LeBlanc (Hugh Laurie), un veterano de la Primera Guerra que sufre estrés postraumático. A su vez, el padre de Marie-Laure, Daniel LeBlanc (Mark Ruffalo), trabajaba como encargado de las llaves del Museo de Ciencias Naturales, motivo por el cual supo rescatar a tiempo una piedra preciosa sobre la que se dice pesa una maldición. El joven soldado alemán, como la joven francesa, ama la radio y es un genio experto en el tema, por eso es reclutado.
Los flashbacks van mostrando el camino que cada uno fue desarrollando hasta llegar al punto culminante de la historia, cuando todo parece llegar a su fin, aunque al mismo tiempo sea el momento de mayor peligro para ambos. La mezcla de muchos elementos que parecen más metafóricos que funcionales a la trama avisan que la novela tenía un costado más lírico que la ficción televisiva no parece entender o hacer entender. Por momentos el suspenso atrapa, pero mayormente distrae cierto embellecimiento poco justificable en varias ocasiones de los cuatro episodios.
A Shawn Levy el proyecto le queda incómodo, no logra encontrar el tono en ningún momento. Cuando uno observa que una parte importante de la serie está relacionada con el Museo de Ciencias Naturales es fácil adivinar que el director de Una noche en el museo debe haber conectado por ese lado. Incluso se puede decir que esas escenas son bellas y están bien aprovechadas. Eso solo no alcanza y la temporada se alarga mucho. Es posible que una sola película o un episodio menos le hubiera dado a la historia la duración adecuada para que el espectador no llegue agotado y sin interés al episodio final, que debería ser el más emocionante pero termina siendo el más anodino. De la misma forma que hay adaptaciones de cómics y videojuegos que no son capaces de encontrar el corazón de lo que adaptan, desde el comienzo del cine y la televisión la literatura ha demostrado que es un arma de doble filo a la hora de las transposiciones. Algo se pierde en el camino, como en este caso, y la promesa inicial culmina de forma insatisfactoria.
Todos los episodios de La luz que no puedes ver están disponibles para ver en el catálogo de Netflix.