En la era Netflix, Mike Flanagan es uno de los nombres más populares del terror. Sus miniseries lo han convertido en un favorito de los amantes del género. Su filmografía profesional empezó en el año 2011 con el largometraje Ausencia y siguió con Oculus: el reflejo del mal (2013), pero fue en el año 2016 cuando estrenó tres películas, Hush, Before I Wake y Ouija: el origen del mal, volviéndose un referente del cine de horror. Ese era solo el comienzo de su fama, pero hoy ver nuevamente esta parte de su obra permite entender la coherencia de sus películas y sus miniseries.
Ouija: el origen del mal es una precuela de la película La Ouija (2014) sin embargo hoy es más valorada que ese primer título fallido que desaprovechaba el potencial que tenía entre manos. Aunque la Ouija, cuyo funcionamiento se conoce en Latinoamérica como “el juego de la copa”, es algo antiguo y universal, los derechos de la tabla Ouija los tiene la compañía Hasbro, por lo que este largometraje fue producido por dicha empresa. Aún sin saberlo a ciencia exacta, es difícil que esta ficción audiovisual no haya mejorado las ventas del juego.
Mike Flanagan supo, desde esta primera etapa de su carrera, que los vínculos familiares y los traumas son un buen caldo de cultivo para el cine de terror, por eso arma el guión en base a estas ideas que lo acompañan hasta la actualidad. Ouija: el origen del mal transcurre en 1967 y cuenta la historia de una madre viuda y sus dos hijas, quienes buscan nuevos trucos para reforzar su negocio de espiritismo. Al hacerlo, terminan abriéndole la puerta a una fuerza maligna y la hija más pequeña termina poseída. La ouija del título tiene tres órdenes muy claras y las tres se rompen en el largometraje: no jugar solo, no jugar dónde alguien esté sepultado y siempre decir adiós.
Ouija: el origen del mal es tan superior a su predecesora que muchos la vieron como la gran nueva película de terror. No tiene ni la ambición ni los logros que más adelante caracterizarían a Mike Flanagan, pero sí un esfuerzo por narrar de forma clásica y con la estética de décadas atrás, para armar el clima de un cine de terror que en muchos aspectos había quedado en el pasado. Flanagan ama el género y siempre se nota. Las tensiones familiares, las angustias, los traumas y los sentimientos, lo que ha hecho que funcionen tan bien tantos grandes clásicos, son explotados aquí mucho más que en la película del 2014 y también gran parte del cine de terror. Flanagan de alguna manera arma, en este filme, un borrador de esas familias que irán poblando su obra posterior.
También el director trabaja aquí con varios de los actores de sus siguientes trabajos. Lulu Wilson, Elizabeth Reaser, Kate Siegel y Henry Thomas formaron parte del elenco de La maldición de Hill House (2018). Kate Siegel, esposa de Mike Flanagan, se ha convertido también en la actriz que más veces trabajó con el director. No sólo hizo varias películas con él, sino que participó en las cuatro miniseries que este hizo para Netflix: La maldición de House Hill (2018), La maldición de Bly Manor (2020), Misa de medianoche (2021) y La caída de la casa Usher (2023). Repetir elencos es una buena forma de asegurarse el tono y el estilo deseados. Mike Flanagan, con sus mejores y peores obras, es sin duda un verdadero autor del cine y las miniseries de terror.