En un escándalo que desestabilizó los cimientos de la industria farmacéutica, John Kapoor de Insys se convirtió en el rostro de una red de sobornos médicos diseñada para impulsar la prescripción de un analgésico potencialmente mortal. Ahora, esa trama de corrupción y ética médica cuestionable ha sido llevada a pantalla con El negocio del dolor (Pain Hustlers). Bajo la dirección de David Yates, la película acaba de ingresar al catálogo de Netflix con grandes expectativas por parte de la audiencia tras su debut en el Festival Internacional de Cine de Toronto.
La historia sigue a Liza Drake (Emily Blunt), una madre soltera que, tras perder su empleo, se ve arrastrada a un mundo de crimen organizado en una empresa de narcóticos en quiebra. Chris Evans interpreta a Pete Brenner, el hombre que introduce a la protagonista en este turbio negocio. A medida que Liza se convierte en una exitosa representante de ventas, se enfrenta a dilemas morales y legales que amenazan con destruir su vida.
Ambición y acuerdos peligrosos
El guion, escrito por Wells Tower, se basa en un artículo de 2018 del periodista Evan Hughes para The New York Times. Ahí, develó parte del esquema de poder de Insys, que posteriormente se convirtió en el libro The Hard Sell: Crime and Punishment at an Opioid Startup. El filme también cuenta con actuaciones destacadas de Andy García y Catherine O’Hara.
“La salud se financia mediante fondos públicos, y el objetivo no es lucrar con el tratamiento de las personas, sino más bien restaurar su bienestar para el bien común. En ese sentido, leer una investigación que abordaba cómo se estaban logrando grandes beneficios en los márgenes del sistema a través de prácticas cuestionables me dejó intrigado”, señaló el cineasta en entrevista con Times.
Aunque la trama toma ciertas licencias creativas, uno de sus objetivos es arrojar luz sobre la crisis de opioides en Estados Unidos. Yates, conocido por su trabajo en la saga de Harry Potter, expresó que el título busca ser “subversivo y diferente” en comparación con otras producciones que han abordado el tema, como Dopesick y Painkiller.
Clasificada con una “R” debido a su lenguaje explícito, contenido sexual, desnudez y representación del consumo de drogas, esta adición de la “N” roja exhibe un tono que fusiona comedia y drama, evocando comparaciones con El lobo de Wall Street. No obstante, lo que la distingue es un ángulo que ofrece una visión reveladora sobre cómo la avaricia puede catalizar una crisis de salud pública.
El negocio del dolor fue incluido en la plataforma de Netflix tras un estreno limitado en cines.