La nueva película de Gareth Edwards tiene un costado espectacular de acción, cine bélico y ciencia ficción que está anunciado en su título en castellano, Resistencia. Pero al mismo tiempo tiene todo un aspecto más filosófico y reflexivo que se nota en su título original, The Creator (El Creador), en una doble alusión tanto a quien fabrica un robot como a Dios. Y prácticamente toda la historia mezcla con mayor o menor eficacia ambos aspectos. Podría ser más divertida o más profunda, pero conciliar dos partes muchas veces significa resignar algo, salvo en las obras maestras, categoría a la que el largometraje no pertenece.
En el futuro, una bomba atómica ha sido lanzada sobre la ciudad de Los Ángeles por una Inteligencia Artificial y eso desató una guerra entre los humanos y los robots evolucionados, ejemplo depurado de la IA. Un agente de fuerzas especiales, Joshua (John David Washington), se ha infiltrado en las fuerzas enemigas con el fin de encontrar al Creador, el responsable de la Inteligencia Artificial más avanzada. La idea de las fuerzas humanas es destruirlo y así ganar la guerra. Las máquinas, por su lado, solo buscan ser libres.
Pero cuando Joshua llega finalmente al lugar donde debe encontrar a su gran enemigo, descubre que el arma que acabaría con el mundo y a la que él debe destruir, ha adoptado la forma de un niño. Habiendo perdido a su esposa embarazada, Joshua tiene el dilema moral de cumplir su misión o encontrar una posible salida distinta al conflicto, pero si está equivocado puede ser el fin de la humanidad.
A Edwards, famoso internacionalmente por haber dirigido Rogue One (2016), no le falta ambición. Ya en la película de Star Wars mostró lealtad a la saga y a la vez identidad para crear su propio mundo. Aquí, irónicamente, donde puede crear algo de la nada sin depender de textos previos, se excede en sus citas y homenajes a Blade Runner y Apocalypse Now, dos títulos reconocibles en muchas escenas. Es muy difícil crear ciudades del futuro sin pisarse con el clásico dirigido por Ridley Scott, pero aún así no deja de ser un poco decepcionante que no se encuentren nuevas formas de mostrar lo que vendrá. Por supuesto que no solo hay elementos estéticos, sino que todo el tema de la búsqueda del creador aparece en ambos títulos. Y una vez más, hablamos del creador en ambas acepciones del término: el fabricante de robots y Dios.
Y con respecto a la parte bélica, queda claro que la película de Francis Ford Coppola es el referente estético. No es raro ver en muchas escenas reminiscencias de la guerra de Vietnam y Camboya. Y aunque Estados Unidos es víctima inicial de la bomba atómica con la que empieza el relato, el film de Gareth Edwards termina desplegando la idea de los norteamericanos como villanos a los que hay que combatir. Unas ideas algo confusas y contradictorias, porque los que los combaten, aún con guerra de guerrillas, no son vietnamitas sino robots, pero se entiende claramente hacia dónde va la historia con sus juegos ideológicos.
Aunque casi no hay humor, la producción también remite a El pibe o Luna de papel, en su forma de mostrar a un niño y un adulto en un vínculo para sobrevivir en un mundo hostil. Y no de forma muy sólida, pero sí bastante clara, el largometraje encuentra su tiempo para reflexionar acerca del sentido de la vida, la existencia de un Paraíso y la capacidad de que las máquinas, eventualmente, también puedan acercarse a estas ideas que hasta el día de hoy siguen siendo exclusivamente humanas.
Resistencia llegó a los cines de América Latina el pasado 28 de septiembre.