La libreta negra es una película cuyo guión podría haber sido ubicado en cualquier lugar del mundo, pero al mismo tiempo su aspecto visual remite directamente a un territorio: Nigeria. Muchos espectadores no saben que en ese país, el más poblado de África, se ubica una de las tres industrias más prolíficas del cine mundial, compartiendo el podio con Estados Unidos e India. Si a uno le llaman Hollywood y al otro Bollywood, no es sorprendente que a los largometrajes de la industria nigeriana le llamen Nollywood. Un caudal enorme y completamente desconocido para el resto del mundo hasta que, gracias a Netflix, muchas producciones aparecieron por primera vez disponibles para todo el planeta.
La libreta negra es una historia bastante reconocible en otras cinematografías y es posiblemente lo que mejor conecte con los espectadores. En las primeras escenas presenciamos un horrible doble crimen vinculado con la corrupción enquistada en la ciudad, proveniente de años de poder violento. Para encubrir sus delitos, los responsables de los asesinatos intentan culpar a un inocente, Damilola Edima (Olumide Oworu), hijo del religioso Paul Edima (Richard Mofe-Damijo).
Pero lo que no saben los que terminan matando a Damilola es que Paul anteriormente era parte de los mismos grupos ilícitos. Él se había retirado y se dedicó servir al Señor como diácono en busca de una redención. Edima, que conoce a los líderes de estas mafias debido a su pasado, será implacable a la hora de vengar a su hijo. Tendrá dos aliadas, una poderosa mujer llamada Big Daddy (Shaffy Bello) y una valiente periodista, Vic Kalu (Ade Laoye), que sigue los pasos de su madre asesinada años atrás.
No hay que subestimar el encanto y el poder que tiene ver películas de países que son menos conocidos en el mundo del cine. No sólo sus ciudades, generalmente, como en este caso, Lagos, sino también sus costumbres, acentos y estilos actorales. También la paleta de colores africana es impactante. La potencia estética que tienen sus largometrajes no alcanzan para que el balance sea positivo, pero sí para lograr un producto diferente a lo que acostumbramos.
Como suele ocurrir con las ficciones indias vinculadas al gigante de la N roja, el hecho de estar producidas por el servicio de streaming suele ser sinónimo de sacarle algunos elementos demasiado locales. Eso hace que La libreta negra sea para nosotros muy estilo Nollywood, pero en comparación con otras cosas que se hacen en ese país sea demasiado “estilo Netflix”. Sí hay que destacar la presencia de lo religioso, un elemento clave en el cine de Nigeria. Por ahora se trata para muchos de una cinematografía por descubrir, aunque en este caso sea una película bien realizada pero sin demasiado vuelo.