“One Piece” desembarca en Netflix con una grandiosa adaptación live-action

Si de animes históricos se trata, One Piece es una de esas series animadas del género shonen que se ubican entre los más populares. Nacida en los años 90, sigue vigente y, sobre todo, es la menos desgastada de todas las franquicias que aún mantienen con vida a sus universos hasta la fecha. La historia proviene de la mente del mangaka Eiichiro Oda, y ahora Netflix se toma la libertad de convertirla en una producción live-action, un género poco apreciado en la actualidad que ha dividido a la audiencia en la última década.

Para entender este proyecto en su totalidad, hay que empezar con el alto grado de involucramiento que tuvo Oda en su creación. Él mismo se encargó de elegir a los actores, y el peso de su decisión es notorio desde el primer minuto: Iñaki Godoy parece haber nacido para interpretar a Monkey D. Luffy, el aspirante a Rey de los Piratas que protagoniza esta conmovedora aventura enmarcada por la amistad y las batallas en altamar.

Mackenyu Arata, Emily Rudd, Jacob Romero y Taz Skylar completan el elenco principal en los roles de Zoro, Nami, Usopp y Sanji, respectivamente. Cada uno de ellos captura de manera excepcional a sus personajes a través de los diálogos, las expresiones faciales y el dominio del movimiento físico en la caracterización. Para esto último, todos tuvieron que prepararse en los estilos de lucha que les correspondían y, sin duda alguna, quienes más destacan son Arata y Skylar. Este último personifica las patadas de Sanji a la perfección.

Pero el encanto de One Piece no reside únicamente en profundizar en la historia de cada pirata y explicar sus orígenes, sino en encontrar el camino perfecto para que ellos se conviertan en una tripulación muy diferente a las ya existentes en este mundo. No son ladrones ni asesinos; son criminales ante la ley, pero personas nobles en esencia. “Debo salvar a mis amigos”, son las palabras que espeta Luffy a Koby con una seriedad que sorprende al joven marine. La vibra habitual del personaje es muy cómica y fresca, pero cuando su rostro se endurece y frunce el ceño es señal de que el tono de la trama está a punto de cambiar.

Originalmente, en el anime, el desarrollo del viaje de los Sombreros de Paja (Mugiwara, nombre que llevan en japonés) es mucho más pausado y se añaden muchos más personajes secundarios. Para esta versión, Matt Owens y Steven Maeda, los guionistas y showrunners, prescinden del exceso de detalles —aunque tristemente también de las escenas del perrito Shu Shu— para enfocarse en hacer encajar todas las piezas sin notarse la premura.

Aquí prima la casualidad, todos se topan con Luffy por suerte del destino y, por coincidencia, cargan con ellos historiales desoladores o tristes. Quizá en esta primera parte, la niñez más triste fue la de Nami, quien lo perdió todo y tuvo que adherirse al grupo de Arlong para sobrevivir, enmascarando así siempre sus sentimientos reales con su deseo por conseguir más dinero. El trabajo de su intérprete en la acción real, Emily Rudd, también merece un destaque por trasladar la personalidad astuta y empática que caracteriza a la navegante.

One Piece tiene un gran futuro por delante, es un hecho innegable. Ya hay voces que la consideran el mejor live-action, y sí, está claro que es el mejor que ha salido de las oficinas de Netflix. Nunca hubo antes una producción de este tipo en su catálogo, y esto es gracias tanto a la libertad creativa que se dio a su equipo como al compromiso de fidelidad con el relato original (Oda-sensei cumplió con su parte). Es una bienvenida a quienes nunca conocieron antes la gran aventura de Luffy y sus nakamas, y un regreso nostálgico a los inicios de un anime que marcó a más de una generación.

Los ocho episodios de la serie están disponibles para ver a partir de este 31 de agosto.

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