El cine, por motivos comerciales, ha hecho de la remake o la nueva versión de una historia una moneda corriente. No sólo en Estados Unidos, sino en todo el mundo, se filma una y otra vez el mismo guion. En general con resultados inferiores al original, o no significativamente diferente o mejor. En la era del streaming aparece una nueva amenaza, la posibilidad de que las miniseries sobre un mismo tema se hagan varias veces, para diferentes servicios. La diferencia fundamental es que esto generalmente ocurre con hechos reales. Ese es el caso de Medicinal letal (Painkiller, 2023) la miniserie de Netflix que cuenta una historia que hace unos pocos años ya fue contada por Dopesick, la miniserie estrenada y aún disponible en Star+.
Painkiller es una miniserie que cuenta la historia real de la batalla contra la adicción a los opioides en Estados Unidos. Describe el lanzamiento del OxyContin, un producto creado por la compañía farmacéutica Purdue Pharma que trajo graves consecuencias en las comunidades que lo recibieron inicialmente y que luego se extendió por todo el país. A las miles de víctimas del producto, convertidas en adictos al mismo nivel que los adictos a las peores drogas, se les sumó un aumento de la inseguridad, la delincuencia y el tráfico ilegal de dicho producto. Al igual que Dopesick, la miniserie muestra al líder de la familia dueña de la compañía, Richard Sackler (Matthew Broderick), quien no dudó en poner el pie en el acelerador cuando su producto, la Oxicodona, había dado muestras de su peligrosidad y su condición de opioide de altísima adicción.
También muestra a otros personajes, la mujer que encabezó la investigación para detener a los Sackler, Edie Flowers (Uzo Aduba); un joven mecánico que se vuelve adicto a estos calmantes para el dolor (Taylor Kitsch); y también una vendedora del producto que convence a los médicos de comprarlo (West Duchovny), ignorando también la gravedad de lo que está provocando. Como ocurría con su predecesora, la potencia de la historia está en esos personajes, aun cuando la historia sea gigantesca, el impacto está siempre en narrar las cosas en primera persona.
A diferencia de Dopesick, Medicina letal tiene sólo seis episodios. Cada uno de estos seis capítulos empieza con personas reales, mirando a cámara, diciendo que el relato se basa en eventos reales, pero que algunos hechos han sido cambiados con fines dramáticos. Estos testimonios van acompañados con una foto que las personas que hablan a cámara llevan en sus manos. Dicha foto es de sus hijos, muertos por culpa de su adicción al Oxycontin. Es curioso que esto, que es pura realidad, no le sume a la miniserie mayor valor dramático. Una vez pasada la emoción de esa presentación, pasamos a un ficción menos efectiva que la anterior.
Es evidente que Medicina letal juega a diferenciarse de Dopesick, pero su única chance de superarla está en el orden en el cual un espectador vea ambas miniseries. La primera será la mejor. El argumento es atrapante, pero no vale la pena que la cuenten dos veces. Es menos refinada, tiene una narración más estándar y su nivel actoral es inferior, entre otras cosas porque busca más la exageración que la sobriedad.
Triunfa al mostrar la locura comercial que llevó a cientos a volverse cómplices del producto en su afán de ganar mucho dinero rápido, pero fracasa en casi todo lo demás comparada con la miniserie que ya todos vimos.
El éxito que tiene Medicinal letal en Netflix demuestra, de todos modos, que es una historia que vale la pena conocer.
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