Dicen los manuales de escritura que, para cautivar a la audiencia, nunca debemos subestimar el poder de los clichés románticos; aún si este camino lleve a reformular el tópico de Cenicienta por centésima vez. Así se germinó la esencia de King the Land, el último gran éxito de Netflix que narra un amor de clases sociales opuestas que rememora a otros clásicos del género como Propuesta laboral y ¿Qué le ocurre a la secretaria Kim?
La trama sigue a Goo Woon (Jun-ho Lee), un hombre que detesta las sonrisas fingidas. Paradójicamente, su familia es dueña del prestigioso King Hotel en Corea del Sur, donde es esencial mantener una sonrisa para los huéspedes. Aunque evita a toda costa cumplir su rol empresarial, su vida cambia al conocer Cheon Sa-rang (Im Yoon-ah), la mejor empleada del lugar con quien trabajará para lograr que tanto el personal, como los visitantes, logren una felicidad genuina en su empresa.
Con una trama sencilla, el triunfo de la producción se debe a la bella propuesta visual que involucra a la fotografía, las locaciones, la edición y hasta sus protagonistas: Im Yoon-ah (Girl’s Generation) y Lee Jun-ho (2PM). La química entre ambos se remonta a su periodo de idols de la segunda generación del K-pop, donde compartieron escenario en numerosas ocasiones; por lo que, desde mucho antes de su ingreso a la plataforma de streaming, había una gran cantidad de fanáticos que aguardaban el estreno.
No son los únicos personajes sobresalientes. La aeromoza Oh Pyung-hwa (Ko Won-hee) y el auxiliar de vuelo Lee Roon (Kim Jae-wong) sostienen un romance paralelo que ofrece un respiro a la melosidad predominante. Adicionalmente, aporta un gran soporte a la trama al exponer cuestiones como el hostigamiento laboral, el abuso jerárquico, el acoso sexual y las restrictivas expectativas impuestas a la mujer en una sociedad conservadora.
Reajustes para el amor en “King the Land”
Esta mirada femenina no llega por completo a la pareja principal. Y es cuando Woon descarta un vínculo con Sa-rang debido a su apariencia física —siendo Yoon-ah la inspiración de los estándares de belleza en toda la industria surcoreana—, y la reprimirla por “excederse” trabajado en lo que para ella es la profesión de sus sueños; marca una gran bandera roja que evoca las mismas problemáticas de rom-coms como Los chicos son mejores que las flores (2009) y Herederos (2013).
Casi como si el equipo hubiera anticipado esta regresión durante el rodaje, la dinámica cambia drásticamente durante la segunda mitad para perfeccionar la comunicación entre la pareja, eludiendo los trillados conflictos basados en secretos o malentendidos. En su lugar, cada uno se convierte en el soporte emocional del otro, manteniendo sus sueños y su individualidad sin menoscabarse.
Pero es quizá esa tranquilidad lo que no terminó por gustar a parte del público, que ha criticado el ritmo de la ficción televisiva por su exceso de escenas de interacción romántica y además, por emitir casi dos capítulos de un viaje a Tailandia que se sintieron como un largo comercial de la oficina de turismo.
El final, por supuesto, debía honrar al género, y entregarnos una conclusión de cuento de princesas; con una boda y un final feliz para cada personaje, que dista del sufrimiento de historias más realistas como Veinticinco, veintiuno. Definitivamente se queda como un drama confortable que se puede repetir una y otra vez sin riesgo de llanto que no sea el de emoción.
El k-drama logró gran popularidad tanto en Corea del Sur, donde obtuvo un alto rating de hasta 12,3% y Netflix, plataforma en la que aún ocupa el Top 10 de lo más visto. Sin embargo, estas producciones no suelen tener secuelas, por lo que hasta el momento no se ha confirmado una segunda temporada.
Los 16 capítulos de King the Land están disponibles a través de Netflix.
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