Christopher Nolan es uno de los directores más admirados del cine contemporáneo. Su obra es taquillera y prestigiosa, y sus muchos seguidores lo consideran el mejor realizador actual. Su trabajo siempre llamó la atención, desde Memento (2000) hasta El origen (2010), pasando por diferentes títulos; Nolan fue sumando fama así como valoración crítica y de público.
Cuando en el año 2008 estrenó Batman: el caballero de la noche, muchos se sorprendieron cuando no fue nominada al Oscar a mejor película, incluso Steven Spielberg dijo que lo merecía. Tanto escándalo generó esto que al año siguiente la Academia volvió a sumar hasta diez títulos en esa categoría para que algo así no volviera a pasar. Batman no fue pensada para ganar premios, pero Nolan ahora llegó a ese momento donde ganar un Oscar se vuelve parte del currículo. Oppenheimer parece el título destinado a saldar esa cuenta pendiente y se nota.
Es el largometraje menos interesante del realizador en muchos aspectos, principalmente en lo formal, y con eso ya necesariamente pierde uno de los mayores méritos de la obra de Christopher Nolan. Lo tiene todo para ganar prestigio en el sentido más Oscar del término. Una historia real sobre un personaje importante y al mismo tiempo algo olvidado en la historia, la adaptación de un libro que cuenta esa vida, un elenco muy numeroso de actores notables, una reconstrucción de época, un tema político y una crítica a la sociedad americana. El combo casi perfecto para los premios. No es malo en sí mismo ganar un Oscar, como tampoco es algo necesariamente bueno. El problema es cuando algo parece armado principalmente con ese fin, descuidando otros aspectos.
El cineasta abarca más de dos décadas de la vida de J. Robert Oppenheimer (Cillian Murphy) y muestra sus inquietudes, estudios e investigaciones previas a ser convocado para ser el líder científico del Proyecto Manhattan, es decir la creación de la bomba atómica. Desde Cambridge a Los Álamos va gran parte del film, pero alterna de forma no lineal con otras dos instancias vinculadas con el segundo protagonista de la historia Lewis Strauss (Robert Downey Jr.) y el propio Oppenheimer. En estas otras partes del relato se sigue la Audiencia de seguridad a la que es sometido el físico en 1954 y la decisión de confirmar a Strauss en un importante puesto en 1959.
La vida y los cruces de ambos hombres son la clase de cierto suspenso y tensión que es mucho menos conocida que la famosa creación de la bomba y el final que esta tuvo. Nolan quiere agregar algo de sorpresa y misterio, pero todo lo interesante de Oppenheimer está justamente en el proyecto de investigación. Todo lo demás es mucho menos interesante, tiene un discurso político subrayado mil veces y saca a la película de la tensión y el rigor narrativo que hubiera tenido si se apostaba a algo lineal sobre uno de los momentos más importantes de la historia junto con los dilemas y contradicciones que esto provocaba. Y provoca aún hoy.
Oppenheimer es un gran personaje y Nolan nos dice que es más importante que el Proyecto Manhattan. Y aunque en algunos aspectos lo es, pero en otros la historia ha probado que no. No quiere aceptar que un genio sea una pieza más del complejo y contradictorio entramado de la humanidad, y que un militar tenga el talento y la energía como para ser otro enorme pilar de dicha historia, así como una enorme cantidad de otras personas, científicas, militares o ninguna de las cosas. Justamente uno de los dilemas es que aún siendo una figura relevante, se debe resignar a hacer su parte.
Christopher Nolan se identifica con él, se siente cómo él. Un genio atrapado en una maquinaria gigante, como un cineasta en el cine industrial. La grandilocuencia del director lo lleva a creer que la audiencia posterior vale la pena, aprovechando para ser crítico con la sociedad americana, pero olvidando por un rato el cine. Mucho discurso político que se lleva muchos minutos de la narración. Peor aún es el caso de Strauss, un personaje que directamente no debería haber ocupado tanto lugar. A todos nos gusta ver una gran actuación de Robert Downey Jr., pero no era esta película el lugar perfecto para desarrollarla.
Nolan ha demostrado en su trilogía de Batman que se puede hacer un gran cine para un gran público y que la fuerza visual no significa no tratar temas importantes. Incluso en Interestelar (2014) se atrevía a una narración más ambiciosa sin perder emoción y belleza. Incluso, en Dunkerque (2017), donde ya tomaba un hecho histórico, lograba que sus juegos temporales terminaran funcionando dramáticamente, de forma bella y, una vez más, profundamente emotiva en una producción también con una fuerte presencia en la temporada de premios. Oppenheimer se enreda en demasiadas historias que no suman, que distancian y que terminan perdiendo el eje central. La duración no habla de un metraje aburrido, sino de uno en el que conviven cosas que no terminan de cerrar.
Y para jugar con los pronósticos de premios, la película y el director son fuertes candidatos a muchos de ellos. También Cillian Murphy, quien nos ha informado oportunamente que adelgazó muchísimo para el rol, en lo que es un conocido método actoral para ganar premios y que suele ser muy efectivo. Tanto él como Downey Jr. como actor secundario, parecen destinados a la estatuilla. Mientras tanto, el gran personaje de Leslie Groves (Matt Damon) queda relegado en la narración y obviamente en los premios. Damon no es la clase de actor que juega ese partido, pese a que su personaje es mucho más interesante que el de Strauss.
Sea considerada una obra maestra o un film menor, Oppenheimer cumple con todos los lugares comunes del biopic, un género muy de moda en los últimos años. Está perfecto hacer cine de género, pero no lo lleva al siguiente nivel, sino que se mueve por todos los lugares más conocidos. En el año 1989, la historia del Proyecto Manhattan fue narrada en Fabricantes de sombras (Fat Man and Little Boy) de Roland Joffé, con Paul Newman haciendo del general Groves y Dwight Schultz como Oppenheimer. Una película con menos presupuesto, más clásica, de narración lineal y sin tanto lujo visual, pero que hoy por hoy es mucho más interesante a la hora de contar la historia del padre de la bomba atómica, con sus dilemas y sus angustias.
Otros puntos gratuitos y muy para la tribuna son todo el vínculo Albert Einstein (Tom Conti) y la mención inútil y ridícula a John F. Kennedy, tal vez el broche de oro para subir al estrado en los premios del año que viene. A los grandes actores mencionados hay que sumarle a Emily Blunt como Katherine Oppenheimer, a Florence Pugh como Jean Tatlock, a Josh Arnett como Ernest Lawrence y una docena más de estrellas famosas. Un paquete sólido que está, sin embargo, un poco por debajo de lo esperable, lejos de lo mejor de Christopher Nolan.
Oppenheimer fue una de las más premiadas en la gala de los Oscar 2024, destacando en siete categorías, incluyendo Mejor película, Mejor actor y Mejor actor de reparto.