En Cash, Daniel Sauveur (Raphaël Quenard) ha visto toda su vida como el orden social no cambia en su ciudad, Chartres, Francia. Nacido entre perdedores, él siempre ha observado cómo la familia más rica y poderosa, los Breuil, mantiene el poder y acapara todos los trabajos posibles. Este importante grupo se dedica al envasado de los perfumes más importantes que se hacen en el país y no hay forma de vivir en la ciudad sin tener que depender de sus negocios.
Cuando el patriarca de la familia muere y la empresa es heredada por su hijo, algo se despierta en Daniel, quien junto a su amigos Scania (Igor Gotesman) inventa un plan para vengarse de la empresa y finalmente ganar mucho dinero. No es sólo una cuestión de dinero, también ve cómo por primera vez ese orden social que sufrió desde pequeño ahora podría darse vuelta. Un pequeño robo de perfumes se podría transformar en la forma de cobrarse todo lo que él cree que le deben.
Aunque hay un contenido social en la película, no es solemne ni pretenciosa, sino que es una comedia divertida que juega con esos temas sin ponerse sentenciosa. El discurso político funciona mucho mejor cuando no pretende dar lecciones y cuando, como ocurre acá, sabe que su discurso es más juguetón que estricto. Cash es muy divertida.
La narración es veloz, los actores son simpáticos, se podría decir que todo apunta a lo mencionado anteriormente. Bien contada, bien actuada, y siempre con la idea de aportar diversión por encima de bajar línea.
Una de las más exitosas películas de Netflix también es una opción ligera y muy recomendable. El cine francés de género es uno de los que más y mejor material le da a la plataforma de streaming. Y el espíritu del film es comparable con el de La odisea de los giles, la taquillera película argentina. Después de todo, ¿quién puede resistirse a la historia de los que siempre pierden, pero un día quieren ganar?
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