El otro lado de la Segunda Guerra Mundial en una clásica película de anime

Las historias ambientadas en la Segunda Guerra Mundial han sido de interés del cine desde hace décadas, ya sea para mostrar la versión de los aliados vencedores o del bloque nazi perdedor. En los últimos días, la nueva película Oppenheimer trajo a discusión nuevamente un hecho que marcó para siempre a la humanidad: la creación de la bomba atómica. Sin embargo, en este evento existen dos versiones, la estadounidense y la japonesa (cuya narración expone la peor tragedia de su nación).

La tumba de las luciérnagas (Grave of the Fireflies), dirigida por Isao Takahata, es un largometraje producido por Studio Ghibli que se estrenó en Japón en 1988, poco más de dos décadas después de la destrucción de Hiroshima y Nagasaki. Y aunque la historia no se centra directamente en la devastación que sufrieron ambos pueblos, resulta relevante porque carga con la memoria colectiva histórica de los japoneses que lo perdieron todo. En realidad, la trama tomó como inspiración el relato de Akiyuki Nosaka, escritor que vivió en carne propia el bombardeo de su natal Kobe cuando sólo era un niño. Su desgarradora experiencia dio origen a Seita, el adolescente protagonista del film animado que intenta salvar a su hermana menor, Setsuko, durante este periodo.

La orfandad de Seita y Setsuko es sólo una consecuencia más de un Japón en caída hacia el final de la SGM. Ellos son casi los únicos sobrevivientes de su familia, pues su padre murió como un soldado de guerra y su madre falleció a causa de las incurables lesiones derivadas de un bombardeo aéreo. En cierto punto, los hermanos necesitan acudir a la vivienda de una tía, pero —como si fuera poco— este único vínculo con alguien conocido también se desvanece cuando ella les da la espalda.

Por suerte, encuentran un hogar en un refugio antibombas completamente abandonado y hacen de este un idílico lugar donde juegan a ser felices mientras se bañan con la luz de las luciérnagas. La alegría dura poco, porque Japón está devastado: la pobreza abunda entre sus habitantes y la falta de alimento comienza a cobrar sus propias víctimas. La malnutrición y las enfermedades no perdonan, y quiebran el último rezago de esperanza.

La crudeza de La tumba de las luciérnagas es una prueba más de que las películas animadas también pueden ser un reflejo de los hechos históricos con buen grado de fidelidad. Las escenas gráficas de violencia y los planos enfocados en mostrar la destrucción de la guerra son componentes visuales que transmiten la decadencia de un mundo que hoy parece ser ajeno. Por tal motivo, sirve de recordatorio sobre cómo la Segunda Guerra Mundial afectó en gran medida a Japón, país que fue objetivo de dos bombardeos nucleares.

Podría considerarse como el título más triste de Studio Ghibli, pero no el único en abordar esta temática. Otras producciones como Porco Rosso (1992) y La colina de las amapolas (2011) también son retratos derivados de las memorias familiares de su director, Hayao Miyazaki, durante el periodo de guerra. Muchos de sus films son considerados antibélicos por criticar duramente el fascismo y resaltar, a través de la fantasía, que sus personajes pueden vivir bajo su propia libertad al romper con las cadenas de un sistema decadente.

La película de anime se puede ver en Filmin y también está disponible para comprar en Google Play.

Seguir leyendo: