Avatar: el camino del agua (Avatar: The Way of Water) es el primer largometraje dirigido por James Cameron luego de Avatar (2009), que fue su siguiente película después de Titanic (1997). El tiempo que se tomó Cameron para hacer los títulos de la todavía en desarrollo saga de Avatar habla a las claras de que se trata del proyecto de su vida y que se dedicará a esto hasta el final de su carrera. La espera de esta segunda parte estrenada en 2022 valió la pena, porque el director le puso el corazón y se dedicó de manera exhaustiva a los más pequeños y delicados detalles.
Desde el inicio queda claro que el cineasta estadounidense sigue teniendo el talento de siempre. Cuando uno compara la secuela con el resto de la producción actual, la distancia es abismal. El cuidado de cada imagen, con o sin efectos visuales, no está sólo por encima del promedio, está en el siguiente nivel. Claro que para las sagas que buscan hacer una película cada dos años, esta perfección técnica es inalcanzable. Cameron no se ha entregado a esto y está completamente ajeno a cualquier moda.
Lo más importante es que puede hacer esto sin perder al público, que en definitiva es el que permite que se realicen producciones de este presupuesto. Muchos de los que hacen un cine mediocre se escudan en la necesidad de cubrir los costos, pero Avatar: el camino del agua se convirtió en el film más taquillero de la historia. Muchos aseguraban que ya nadie quería volver sobre esta historia, pero James Cameron les demostró lo contrario.
Cameron es un creador de universos y eso es lo que más se destaca aquí. Ya alejado de los humanos se dedica a mostrar a Jake Sully habiendo formado una familia junto a Neytiri, con sus hijos Neteyam y Lo’ak y su hija Tuk y su hija adoptiva Kiri (nacida de Grace Augustine) más un niño humano llamado Spider. Es un dato interesante que el niño humano funciona aquí como el diferente. Spider es el hijo Miles Quaritch, el gran villano de las dos películas, además.
Cuando la familia de Sully busque un nuevo hogar, se cruzará a su vez con otro clan, aquellos que siguen, como el título lo indica, el camino del agua. El mundo de Cameron se ha volcado hacia lo que es su verdadera obsesión y a lo que le ha dedicado estas últimas tres décadas más allá de sus películas: el océano. Las escenas acuáticas son incomparables, nadie jamás ha filmado el agua como lo hace aquí el realizador.
El universo de fantasía de Avatar: el camino del agua no le impide de ningún modo alejarse de la conexión con los espectadores. Todas las emociones y temas humanos están en los Na´vi. Cameron se fue cinematográficamente a vivir de la Tierra a Pandora, pero sus temas son de nuestro mundo, tan actuales o trascendentes como los que puede ofrecer el más realista de los largometrajes realizados sobre la vida que nos toca vivir a diario.
La mirada sobre la naturaleza que tenía Avatar hoy se ha vuelto mucho más importante y global, porque el mundo ha ido tomando cada vez más conciencia de la crisis a la que se enfrenta. Una vez más, el universo de fantasía de James Cameron se refiere a nuestros problemas más urgentes.
El director, guionista y productor está obsesionado con este tema y por eso es por lo que ha dedicado todo lo que tiene a esta saga que tiene por delante todavía tres películas más. Claro que al haber logrado construir no solo el universo narrativo, sino también tecnológico, las próximas tres entregas no deberán esperar 12 años cada una en estrenarse. La última de ellas, hasta donde se dice hoy, se estrenará en el año 2031. Mientras sigue la espera, los dos primeros títulos están disponibles en Disney+ y siempre vale la pena descubrirlas o verla una vez más.
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