Neil Bogart es un nombre desconocido fuera del ámbito de la música, pero no lo son los artistas cuyas carreras él ayudó a lanzar. Su sello discográfico, Casablanca, fue la plataforma a partir de la cual construyeron sus carreras Donna Summer, Kiss y Village People, entre otros. Este sello fue particularmente exitoso durante la edad de oro de la música disco.
Disco de oro (Spinning Gold) cuenta todas las locuras de este productor visionario y alocado que vivió endeudándose para conseguir alcanzar sus sueños. Como un apostador, vivió al límite cada momento y lo arriesgó todo muchas veces. A diferencia de un apostador, Bogart dejó un legado que llega hasta nuestros días.
Como toda biografía vinculada con el mundo de la música, la película es generosa en canciones y se divierte con la reconstrucción de época y la imitación de los verdaderos artistas. Pero además, el propio Neil Bogart era cantante, lo que es usado para que la película, aun sin ser estrictamente musical, aproveche este elemento y tenga al personaje central cantando.
El tono encantador y alocado del propio Bogart se hace extensivo a toda la historia en un film tan intenso y desparejo como el propio productor. Por supuesto, su apellido de nacimiento no era Bogart, sino que se lo puso como homenaje al actor de Casablanca, la película que a su vez inspiró el nombre de su sello discográfico. Bogart fue cantante y actor de películas para adultos, en ambos casos tuvo otros nombres también. Con aires de fabulador, la propia película no confirma algunas de las cosas que el personaje dice.
Una curiosidad es que la película está dirigida, escrita y producida por Timothy Scott Bogart, el hijo del protagonista en la vida real. Es por eso que tiene una pasión inusual hacia el personaje, aun cuando muestre sus defectos y contradicciones. El rol de Neil Bogart lo interpreta Jeremy Jordan, el de su esposa Beth lo interpreta Michelle Monaghan, y el de su padre, Al Bogatz, lo interpreta Jason Isaacs. Si uno ve la película pensando en su director, encontrará más sentido al tono y el estilo que tiene. Hay una fascinación crítica pero, por encima de todo, afectuosa hacia un personaje muy complicado. Incluso la propia producción tuvo algunos problemas previos a su rodaje, como si fuera una extensión de los líos en los que se metía el protagonista.
La película dura más de dos horas, pero estas incluyen muchas escenas posteriores a los créditos y testimonios finales del verdadero Neil Bogart. Su hijo quiso homenajearlo al máximo en una sola película y puso todo lo que tenía a su alcance para lograrlo. Sin saberlo, también abrió la puerta para que los artistas retratados en el largometraje tengan alguna vez, también, una película de ficción que recupere el camino que hicieron hasta llegar a la cima. Cada uno de ellos tiene, sin duda, una historia para contar.
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