La producción española en series parece inagotable y agotadora a la vez. Netflix estrena una tras otra producciones de diferente calidad que más o menos se mueven por los mismos caminos y dentro de un puñado de géneros. Las series de suspenso son, por definición, las que más expectativa logran a la hora del estreno. El silencio cumple perfectamente con esto. El comienzo es impactante y las preguntas que realiza abren el juego para que nadie quiera abandonar la trama. Lo mismo pasa con el segundo episodio.
Cuando en la escena inicial muere un pareja al caer del balcón de un edificio, la pregunta acerca de la responsabilidad de dicho crimen es lo que más nos importa saber. Pero ese no es el misterio, el que va a la cárcel por ese doble parricidio es su hijo, Sergio (Arón Piper), quien no dice una palabra sobre ese trágico evento, ni culpable ni inocente, entregado a un ostracismo absoluto.
Al salir, luego de seis años y en libertad bajo palabra, sin que él lo sepa es tomado como parte de un experimento. Ana Dussuel (Almudena Amor), una joven psiquiatra que carga sus propios conflictos será quien lleve a cabo un trabajo de estudio que consiste en observarlo las 24 horas del día con su equipo de colaboradores. Una especie de The Truman Show, pero sobre un hombre que ha salido de la cárcel.
Aceptando como viene la rebuscada trama, El silencio se carga de promesas interesantes y la espera de un cambio rotundo mantiene al espectador listo para aquello que lleve a la miniserie al siguiente nivel. Se le agregan personajes secundarios y sub historias que no terminan de ser algo que sume. Hay, como personaje secundario algo forzado un pastor evangelista que a pesar de su acento argentino, interpretado por Ramiro Blas, parece un gánster de Europa del Este. Los caminos de todos los roles secundarios no van hacia ninguna parte.
La serie tiene el defecto más habitual en los misterios que llegan desde España. Aunque no ocurre siempre, es muy común un comienzo potente, con intrigas cautivantes y temas que se van abriendo para dar luego lugar a un desenlace decepcionante que hunde todo lo que parecía elevarse al inicio. El silencio es un ejemplo perfecto de esto. Sólo tiene dos personajes centrales y todo lo demás es un invento para recargarlos. Tampoco el vínculo entre Sergio y Ana tiene la sofisticación ni la profundidad que en algún momento se insinúa.
Es más retorcida que compleja y es, luego de los primeros dos episodios, un camino cuesta abajo. El título está disponible para ver en Netflix.
Seguir leyendo: