La última entrega de El Reino ya se encuentra disponible en el catálogo de Netflix. “El pastor Emilio es finalmente el presidente de la Argentina pero las cosas no marchan bien. Lejos de replegarse, Emilio va por más, sumando nuevos aliados y hasta un ejército propio, con quienes implementará un régimen de terror para recuperar el control del país y su popularidad.”, resume la sinopsis de esta temporada y marca esta grieta que surge en la sociedad. Además agrega: “En una lucha sin cuartel entre el bien y el mal, su antagonista será Tadeo, quien sin buscarlo se convierte en un líder popular y no le escapará a la misión que tiene asignada.”.
Las cartas están jugadas y se comienza un juego de poder entre la maldad y la bondad que se verá atravesada por todos los personajes. Estas son las cinco claves para comprender esta temporada final de la serie.
Creación de un enemigo
Cuando el país está en una crisis provocada por el gobierno de turno, no hay nada mejor que crear un mal mayor. De esto saben quienes mueven los hilos de poder en El Reino que fabrican un enemigo y eligen a Tadeo (Peter Lanzani) como la contrafigura. A él le cargan el malestar general del pueblo y logra así desviar la tensión que generaba la violencia y la pobreza que ellos mismos generaron. La idea del “divide y reinarás” como motor de generación de poder y de sometimiento son dos conceptos que dicen presente en la serie.
Una familia dividida
Luego de la primera temporada los Vásquez Pena quedaron atravesados por verdades llenas de mentiras, corrupción que incluían el horror del abuso de menores de edad. Así es como Ana (Vera Spinetta) decide tomar su propio camino junto a su hija y su esposo Julio Clamens (Chino Darín) mientras que Magdalena (Victoria Almeida) armar su propio templo. Así mismo entra en juego Celeste (Sofía Gala Castiglione) que no hace más que generar discordia entre la familia manejada por la pastora básicamente. Un clan que parecía inquebrantable pero termina desunido.
Ambición de poder
La pastora Elena (Mercedes Morán) entiende que su marido Emilio debe abocarse a absorber todo el poder que le da ser presidente de la Nación. Pero ella no se quedará atrás. Por el contrario, se va a aferrar como una líder espiritual del pueblo conservando el poder que le da su iglesia y los creyentes. Nada puede frenar a la ambición sino más ambición.
Muertos que no lo están tanto
Rubén Osorio (interpretado por Joaquín Furriel) es tal vez el personaje más logrado de El Reino y de aquellos que la gente sabe que existe en las sombras del poder pero que no lo conoce por su nombre ni su rostro. Tiene en su pasado el peso de haber mandado a matar a personas que él consideraba eran un obstáculo para su objetivo que era poner a Vásquez Pena en el sillón presidencial. Esto lo lleva a sesiones con una psicóloga (encarnada por Julieta Cardinali) que lo guiará sobre cómo salir de estos momentos donde estos muertos cobran corporalidad generándole una tortuosa existencia.
Democracias frágiles
Los habitantes de este continente han atravesado crisis, gobiernos dictatoriales que algunos de ellos aun siguen decidiendo el destino de sus habitantes. En El Reino se plantea esta sensación de que la democracia nunca debe bajar los brazos ante ningún líder, tenga la filiación política o ideológica que sea. La figura de este pastor que llega a la presidencia de un país sin formar parte del establishment, hace que el espectador reflexione sobre aquellos discursos llenos de palabras vacías que resultan encantadoras para una arenga pero no así para gobernar los hilos del poder.
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