Cuando en la década del setenta un joven cineasta llamado George Lucas comenzó a elucubrar una historia de carácter fantástico que terminaría siendo La guerra de las galaxias (Star Wars, 1977) no sabía hasta qué punto estaba fundando una mitología contemporánea. Su sueño era tomar los conceptos de mitología de Joseph Campbell y su libro El héroe de las mil caras y jugar con los conceptos de otro autor, Bruno Bettelheim, quien había escrito Psicoanálisis de los cuentos de hadas.
Lucas pensaba que estas historias que atravesaban la historia de la humanidad podían aplicarse al cine y generar el mismo vínculo con los espectadores que habían tenido antes los viejos mitos y leyendas. No se equivocó, pero siendo solo un cineasta, es posible que no haya calculado que ese primer film se iba a ramificar ya no solo en una saga de películas, sino en una inagotable cantidad de largometrajes, series, videojuegos, libros y cómics.
Para que esto se volviera realmente una mitología, su primera misión era abandonar el mando y que otros hicieran sus propias interpretaciones, ajustando ese mundo a las diferentes épocas. Andor es una de las nuevas vueltas de tuerca de ese mundo, tal vez una de las más osadas y diferentes de todo el vasto mundo de Star Wars.
El protagonista de la historia es, claro, Cassian Andor (Diego Luna), un aventurero y ladrón que se cruzará con la todavía naciente Alianza Rebelde. Los eventos narrados aquí ocurren cinco años antes de la historia de la película Rogue One (2016), por lo que, aquellos que la hayan visto podrán estar un poco más preparados para entender al personaje y al mismo tiempo tendrán sus sorpresas.
Así como, en su momento, Han Solo evolucionaba durante el transcurso de Star Wars, nosotros aquí veremos la misma transición pero de forma más progresiva a lo largo de los capítulos. Sin embargo, y por primera vez en esta mitología, la serie decide tomar dos decisiones muy importantes que hacen la diferencia.
Por un lado se trata de una historia más adulta y oscura. En una de las escenas iniciales se ve a Cassian Andor actuando de forma violenta, mucho más violenta que casi todos los personajes positivos de la saga. Sorprende, pero a la vez avisa: no estamos frente a una producción para chicos. No solo será la violencia el tema, también las intrigas políticas complejas, los oscuros pasillos del poder, por decirlo de alguna manera. Y finalmente, y esto duele, la ausencia del elemento de carácter fantástico, es decir la presencia de La Fuerza. Incluso en Rogue One, una de las mejores películas del mundo Star Wars, la Fuerza tenía un rol clave, emocionante, definitivo. Acá, por ahora, ha quedado de lado.
Es posible que muchas de estas decisiones tengan que ver con su creador, Tony Gilroy, quien en su momento ya había coescrito el guion del film. Se trata de un guionista de basta experiencia cuya película más reconocida es el drama de suspenso Michael Clayton (2007), escrita y dirigida por él y protagonizada por George Clooney.
Se nota que en Andor tiene el control del material y se permite crear un trama con muchos niveles y temas. Pero eso no es todo, porque la serie en un momento da un giro muy notable y se transforma en una historia de cárcel, con todos los ingredientes que esto implica. Allí, Gilroy decide homenajear nada menos que al mismísimo George Lucas, al colocarle a las escenas de presidio una estética parecida a la de THX 1138 (1970), la ópera primera del creador de Star Wars. Un gran gesto para el artífice de este gran universo que no para de crecer.
La ficción iene también lecturas políticas, miradas que tal vez excedan a las búsquedas en ese sentido que han tenido las películas. Es cierto que, en dos horas, no hay tanto tiempo como en una serie de doce episodios, pero es una decisión muy intencional. También aparecerán las conexiones con la película Rogue One y siempre será esta la excusa para volver a verla. Como ocurre con el mundo de Star Wars, todo está disponible en Disney+.
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