No prometas aquello que no puedes cumplir. Por muy poco una de las compañías más exitosas y populares del mundo casi pierde miles y miles de dólares por hacer una broma que podría haberle costado muy cara.
La docuserie Pepsi, ¿Dónde está mi avión? relata a lo largo de 4 capítulos la experiencia que tuvo John Leonard cuando la empresa había largado al mercado una campaña publicitaria algo engañosa, pero él no quiso dejar el tema ahí.
El caso sucedió en el año 1996 cuando Pepsi lideraba una guerra de refrescos con su clásica oponente, Coca Cola. A pesar de que Pepsi invertía en contar con personajes mega famosos para publicitar sus productos (como Cindy Crawford), los consumidores seguían eligiendo a la otra marca que seguía acaparando la mayor cuota de mercado. Con este panorama, Pepsi decidió crear una campaña diferente más allá de contar con caras populares. Fue considerada la mayor campaña de su historia que hasta incluso tomó un nombre: Productos Pepsi.
Pero no todo saldría según lo esperado. La publicidad incluía un anuncio (que luego sería tachado de infame) en el que decía que al comprar productos de la marca, acumulabas puntos Pepsi que podían ser canjeados por calcomanías (75 puntos), anteojos (150 puntos), camperas de cuero (1400 puntos) e.... incluso un reactor Harrier que se obtendrían por 7 millones de puntos. Pero en el anuncio nunca se especificó que se trataba de una broma. Y entonces allí se desató el conflicto.
El joven universitario John Leonard tomó y creyó de manera literal que si acumulaba puntos, la compañía se los canjearía por un avión de combate. Pero para llegar a esa cantidad (los 7 millones), el muchacho debía comprar unas 16 millones de latas. Entonces consultó a la compañía sobre la política de puntos y le informaron que también podían compararse los puntos por un valor de 10 céntimos cada uno, es decir 700 mil dólares. Nada mal para conseguir un avión AV-8 Harrier II que tenía un valor de 23 millones de dólares.
Pero a pesar de que el dinero en comparación era poco para obtener ese avión, el chico no disponía de él. Fue así como decidió contactar a cinco inversionistas (entre ellos Todd Hoffman) con una propuesta de negocio muy atractiva. Así se emitió el cheque pero Pepsi contestó a este pedido con el cheque de vuelta, alegando que lo del avión era una broma pero que le ofrecían un cupón para canjearlo por tres latas de gaseosa.
Leonard entonces decidió llegar el caso a tribunales y demandaron a Pepsi Co. La empresa puso a sus mejores abogados a tratar este tema y le exigió al joven que se hiciera cargo de los costos. Finalmente el juez Kimba Wood, dictaminó que el anuncio era “evidentemente una broma” y que ninguna persona en su sano juicio podría entender que se podría ganar un avión de combate canjeando puntos.
A pesar de que la demanda fue apelada, las nuevas sentencias no fallaron a favor de Leonard y la empresa no le dio ni dinero ni nada a cambio. “John era un joven estadounidense. Él era de la generación Pepsi. Y eso también es algo irónico. Pepsi desperdició una gran oportunidad para atar a este niño y decir: ‘Mira, te llevaremos por todo el país en el jet Harrier durante el próximo año, te pagaremos un millón de dólares’. En lugar de contratar abogados y demandarnos, podrían haber hecho lo correcto y decir: ‘Este chico armó el trato. Tocó el timbre y se lleva el premio’. Estas son palabras de uno de los inversionistas que contactó Leonard, Todd Hoffman, cuando fue entrevistado por el diario The Guardian.
Pero seguir esta historia, puedes ver Pepsi, ¿Dónde está mi avión? ya disponible en el catálogo de Netflix.
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